martes, 29 de octubre de 2013

Un esplendoroso piano sin nada en su interior.


Contar la sinopsis de Grand Piano, tercer largometraje de Eugenio Mira, es contarlo ya todo de su trama, porque lo que viene a ser la premisa de la función termina revelándose como el "todo" de una película que posee en su entramado argumental el gran fallo que acaba por arruinar un idea de base, en verdad, altamente sugestiva. Que el guionista Damien Chazelle pretenda construir una historia de suspense a partir de una situación tan inverosímil como la planteada en Grand Piano no deja de tener su gracia, pero que el desarrollo de esa idea se vea decorado por una colección de acciones y sucesos tan rebuscados, de remota credibilidad, no consigue otra cosa que echar por tierra las posibilidades de la idea matriz, reduciendo todo el conjunto a una sucesión de absurdos giros argumentales, de guión, con el denominador común de menguar la pretensión de sorpresa intrínseca al género thriller.


De este modo, Grand Piano naufraga en su intención primera, la de conferir elementos de intriga a una situación impredecible, logrando que el espectador se desentienda por completo de unos personajes, para más inri, pobremente dibujados, todos ellos estereotipos de un género bien distinto como es el terror; por lo que tanto la presencia en escena del amigo buenazo que es el primero en caer o de la rubia tonta que no sabe donde se ha metido, genera confusión de géneros e resta puntos cruciales a la edificación de la consabida intriga, algo que, además, sucede fatalmente casi al inicio. Suprimido el interés por lo que pueda acontecerle al atribulado protagonista, un pianista de talento mundialmente reconocido (Elijah Wood, ajustado, llevando muy bien el peso de la película), amenazado de muerte durante el concierto de su reaparición cinco años después de haberse retirado tras un fracaso artístico; al humilde espectador no le queda otra que deleitarse con la deslumbrante puesta en escena de Grand Piano.


Y, en esto, se obtiene un gran disfrute. Porque si algo evita que podamos hablar de Grand Piano como de una mala película (en todos los sentidos) es la fascinante factura técnica con la que su director demuestra el oficio que posee, a la par que deja entrever no poca cinefilia, lo que siempre es de agradecer. Tal y como se ha repetido hasta la saciedad desde que inaugurara el pasado Festival de Sitges, Grand Piano transporta ecos del mejor Brian De Palma, incluso de Dario Argento, pero sobre todo huele a Alfred Hitchcock y no sólo porque toda la película se sustente en un consabido macguffin que el genio británico tan bien supo practicar, sino porque, al igual que ocurre en la obra del maestro del suspense, en ésta brillan con luz propia soluciones de puesta en escena realmente prodigiosas, con una inspiradísima planificación, a través de una cámara que, literalmente, vuela a lo largo de prácticamente toda la función. O una bellísima música diegética que acompasa maravillosamente el discurrir de una trama que, de no ser por la música, pasaría prácticamente inadvertida.


Elegante, evocadora y fascinante, toda la parafernalia empleada por Mira para poner en imágenes este increíble macguffin alargado hasta el paroxismo, sirve para mantener los ojos del espectador bien abiertos, ensimismado en la belleza casi plástica de muchos planos e hipnotizado por un montaje que, como la cámara, siempre está en continuo movimiento. No es algo que sea negativo en sí, pero en el caso que nos ocupa, todo resulta contraproducente a la generación de la tan anhelada intriga, pues distraen al respetable sin que haya nada verdaderamente sustancioso y remarcable aconteciendo bajo tan llamativa envoltura. Al final, terminamos pensando que dentro de Grand Piano existen dos cintas antitéticas condenadas a entenderse: por un lado, la de un guión imperfecto y mal acabado, que hubiera necesitado de una puesta en escena algo más humilde y sencilla para lograr el alcance perturbador deseado; y otra, la de una magnífica y deslumbrante peripecia visual, de un empaque técnico apabullante, que precisaba de un guión realmente redondo y original para no terminar condenada al olvido.


Puntos fuertes a los Goya 2014:
- Mejor Música Original: Víctor Reyes.
- Mejor Dirección de Fotografía: Unax Mendía.
- Mejor Dirección Artística: Javier Alvariño.
- Mejor Diseño de Vestuario: Patricia Monné.
- Mejor Maquillaje y/o Peluquería: Ana López Puigcerver y Belén López Puigcerver.
- Mejor Montaje: Jose Luis Romeu.
- Mejor Sonido: Francisco Elías Toro Ramírez y Albert Manera.
- Mejores Efectos Especiales: Javier Jal y Marcos Sagasta.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

La película es muy mala, para oir música me voy a un concierto real, o pongo un disco. Perdí hora y media de mi vida en este vodrio

Unknown dijo...

Tildarla de "mala" a secas, sin matizar... tampoco. "Gran Piano" tiene una factura de campeonato y merece la pena verla simple y llanamente por el espectáculo visual y sonoro que ofrece... Lástima que a nivel "contenido", la trama y su desarrollo no esté a la altura.