sábado, 12 de octubre de 2013

Marian Álvarez nos hiere de un mazazo en la conciencia.


El visionado de La herida, de Fernando Franco, no es fácil. Y no tiene por qué serlo. Primero porque lo que el debutante realizador nos propone es un viaje sin concesiones hacia un estado emocional que de desagradable, por inhóspito e incómodo, se hace difícil de soportar. Segundo porque La herida no pretende contarnos una historia al uso, sino que a lo que realmente aspira, y consigue con noqueante destreza, es a estamparnos con un golpe seco el proceso emocional, psíquico y sentimental por el que deambula sin mucha conciencia del mismo el personaje protagonista. Para ello, la opción de que toda la puesta en escena quede al servicio del personaje resulta ser no ya la opción más indicada, sino también la más respetuosa. De ahí que Franco literalmente pegue su cámara a la nuca de su actriz protagonista y nos obligue a seguir sus pasos, un tanto a la deriva, en un viaje inconsciente de malestar e insalubridad psicológica y afectiva.


Porque Ana, su criatura, padece serios problemas para gestionar adecuadamente sus modos de relacionarse con los demás e incluso consigo misma, lo que la lleva frecuentemente a autolesionarse. Retrato seco, árido y despojado de una persona afectada por el Síndrome de Borderline, La herida no quiere indagar en las causas ni en las consecuencias, no arriesga a ser maniqueísta ni propicia un mensaje o un discurso con el que sentirse más de acuerdo o no. En este latigazo cinematográfico, la cámara sólo asiste, como otro espectador más, a la cruda manifestación de la soledad en la que vive inmersa, angustiada y extraviada, la protagonista. Y es por ello por lo que se hace tan insoportable mirar esta película, porque la sensación de realidad que transpira toda la puesta en escena resulta insondable, lo que genera una dolorosa impotencia en el ánimo de un servidor, sobre todo ante la vívida contemplación de esa atmósfera enraizada que se desprende de los pensamientos y actos de Ana.


Hacía tiempo que un filme no llegaba a remover tanto la reflexión y la autoconsciencia en el respetable. La herida lo logra gracias a ese audaz manejo del tempo cinematográfico, que parece acompasarse con la propia respiración del personaje. Eso y el inteligente uso del sonido (fuera y dentro de campo), que logran hacer hincapié, aún más si cabe, en la enfermiza soledad en la que vive Ana y donde no es díficil sentirse identificado por momentos, lo que termina proporcionándonos una insostenible sensación de pánico. Por ello es de toda justicia señalar a esta película no ya solo como el mejor debut cinematográfico de lo que llevamos de año, incluso de los últimos años, sino como uno de los filmes más redondos y compactos de nuestra cinematografía. Un estoico y contundente ejercicio de estilo, capaz de noquear desde una impertérrita frialdad narrativa.


Algo de lo que La herida tiene mucho que agradecer al heróico trabajo llevado a cabo por Marian Álvarez. Decir que la película es ella puede ser la vía fácil para expresar que sin su salto sin red a las mismas entrañas de su personaje, La herida no supondría el mazazo a la conciencia que concluye siendo. Porque la actriz evoluciona desde la primera secuencia hasta el final completamente enfrascada en la piel de Ana, exponiendo sin estridencias y sin tabúes de ninguna clase, todos los pormenores, todos los entresijos, que construyen la precaria situación psicológica y emocional de su personaje. La generosa planificación de Franco, a través de planos secuencia, le sirven a Álvarez en bandeja la oportunidad de crear y confeccionar sin cortapisas el entramado interno de su rol, lo que nos invita a hablar de un modélico trabajo interpretativo, que debería ser ya objeto de estudio en cualquier escuela de interpretación. Convenientemente arropada en el reparto por un sobrio Manolo Solo, una emotiva Rosana Pastor, un tierno Ramón Barea y un gélido Andrés Gertrúdix, Marian Álvarez soporta con maravillosa autenticidad todo el peso de una película que, con y por ella, esculpe en nuestra consciencia una herida tan honda que duele solo contemplarla.


Puntos fuertes a los Goya 2014:
- Mejor Película.
- Mejor Dirección Novel: Fernando Franco.
- Mejor Guión Original: Fernando Franco y Enric Rufas.
- Mejor Actriz: Marian Álvarez.
- Mejor Fotografía: Santiago Racaj.
- Mejor Maquillaje y/o Peluquería: Ana Renedo.
- Mejor Montaje: David Pinillos.
- Mejor Sonido: Nacho Arenas y Aitor Berenguer.

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