Llega mañana a las salas españolas, en un fin de semana anticipado debido a las vacaciones, La fría luz del día (The Cold Light of Day), de Mabrouk El Mechri, thriller de acción rodado prácticamente en Madrid, que pone de manifiesto la malograda situación en la que vive actualmente una de las más reputadas actrices americanas, de las de mayor aceptación entre crítica y público, Sigourney Weaver, que en tan sólo una década ha pasado de ser una estrella puntera en la órbita de Hollywood a prestar su nombre y su imagen a productos que, al menos sobre el papel, no la merecen en absoluto. Resulta irónico que la icónica teniente Ripley, a la que creíamos invencible, esté paseando su trasero últimamente por películas de clase B, alimentadas únicamente por su presencia y la de otros colegas de apellidos también rimbombantes hace un tiempo. Las cosas han cambiado de tal modo que, si bien hace unos años una película con el apellido Weaver en su reparto podía albergar cierto interés, hoy la inclusión de ese mismo apellido indique que estamos ante un film menor y, por desgracia, olvidable.