Karra Elejalde regresa el viernes a los cines.

Repasamos la filmografía del actor cuando regresa a la comedia con "Ocho apellidos vascos".

Palmarés XXIII Premios de la Unión de Actores.

"Caníbal", de Manuel Martín Cuenca, una de las vencedoras con 2 premios.

17º Festival de Málaga. Cine Español.

La Sección Oficial está compuesta por 15 largometrajes muy esperados para este 2014.

17º Festival de Málaga. Cine Español.

Seis títulos integran la sección paralela, competitiva, Zonazine, el espacio independiente.

17º Festival de Málaga. Cine Español.

Málaga Premiere y Estrenos Especiales completan la oferta de novedades del certamen.

sábado, 8 de junio de 2013

Bárbara Lennie será la reina de la cartelera en 2014 con cuatro proyectos.


Os presentamos a una de las más brillantes estrellas del próximo curso cinematográfico del 2014. Sí, sí, por todos es de sobra conocido el bello y sofisticado rostro de Bárbara Lennie, pero es que parece ser que se confirma que esta joven actriz de talento singular, dotada como pocas de su generación para cautivar a la cámara y expresar todo con muy poco esfuerzo, va a alcanzar por fin la categoría que se merece dentro de la industria fílmica patria. Acaba de rodar Estrella fugaz, regreso al cine histórico para nuestra cinematografía de la mano de Luis Miñarro, se encuentra rodando uno de los que seguro será uno de los títulos más esperados y destacados del año que viene, El niño, lo nuevo de Daniel Monzón, y este verano compartirá cartel con el gran José Sacristán en la independiente y de bajo presupuesto Magical Girl. Pero la cosa no acaba ahí.

Acabamos de enterarnos de que Lennie suma otro proyecto, ahora en fase de pre-producción, para el 2014 y éste, además, cuenta con su presencia como auténtica protagonista de la cinta. Se trata de 10.000 km, una película que será dirigida por Carlos Marques-Marcet, con guión de su propia autoría junto a Clara Roquet, y cuyo rodaje se espera que dé comienzo a finales de este año. Junto a Lennie, comparte protagonismo el catalán David Verdaguer, muy conocido por su trabajo para la televisión autonómica de Cataluña.


Producida por Lastor Media, LA Panda y con el apoyo de TVE, 10.000 km va a ser una comedia romántica sobre Alexandra y Sergio, una pareja que acaban de decidir tener un bebé cuando ella descubre que ha sido aceptada en una residencia de artista durante un año en Los Ángeles. Se trata de la única oportunidad para relanzar su carrera profesional como fotógrafa. Ambos piensan que su relación va a sobrevivir a la distancia. Chats de vídeo, mails, redes sociales, fotos y videos se convertirán en sus herramientas diarias para mantenerse en contacto desde tan lejos. Durante meses, la vida en común será puramente virtual, con sus problemas de comunicación, con la obligación de hablar todos los días, incluso cuando no tienen nada que decir, los celos, el deseo de contacto físico.

Tan sugestiva sinopsis para una película que llevará a su protagonista femenina a subir de una vez el peldaño estelar en el panorama artístico actual. Y si no es así, no será por su casi omnipresencia en las carteleras a partir del 2014.

viernes, 7 de junio de 2013

La Verdú y Querejeta aterrizan en la cartelera por "15 años y un día".

¡¡¡Ya es viernes!!! Y cuando todavía no parece que vayamos a ver primavera alguna por este país, la cartelera se renueva con la esperanza de dar alas al consumidor y hacerle pasar por taquilla. La cosa está muy mal, pero la nueva oferta que llega hoy a las salas no podía ser más dispar, más 'para todos los gustos'. El cine español lanza al ruedo uno de los títulos más esperados del año con el propósito de hacernos olvidar los pobres resultados que han venido obteniendo en la taquilla los diferentes títulos de nuestra cinematografía estrenados recientemente.

La(s) peli(s) del finde.


Gracia Querejeta vuelve a su particular universo temático centrado en las relaciones familiares con 15 años y un día, drama en el que a Jon, un adolescente rebelde y conflictivo que ha sido expulsado del colegio, lo envía su madre a vivir con su abuelo Max, un militar retirado que estuvo en Mostar, en la guerra de Bosnia, y que ahora vive en un pueblo de la Costa de la Luz. Max tendrá a su cargo la difícil tarea de meter en cintura al adolescente, algo que no le resultará del todo fácil por la afición de Jon a bordear el peligro. El choque entre ambos caracteres será, al final, difícil de sortear. Semejante sinopsis es el eje sobre el que se sustenta una de las películas más esperadas del presente curso cinematográfico. Por varias razones: la primera, su reciente éxito en la 16ª edición del Festival de Málaga, de donde la película salió victoriosa con cuatro galardones, los correspondientes a la mejor película, al mejor guión, a la mejor música y el premio especial de la crítica. La siguiente y la más obvia, es el reencuentro que este filme supone entre la realizadora y su máxima estrella femenina, Maribel Verdú, en lo que promete deparar un nuevo y delicado trabajo interpretativo de ésta (atención a las palabras que en su crítica a la película le dedica Carlos Boyero en El País), en consonancia con el previo a las órdenes de Querejeta en la estupenda Siete mesas de billar francés (2007), a la sazón el primer Goya de la Verdú. Pero también, 15 años y un día supone la vuelta a la gran pantalla de uno de nuestros característicos más eficaces y menos valorados, un Fernando Valverde que suena indiscutiblemente favorito en todas las quinielas para la próxima temporada de premios. Junto a ellos, el protagonismo de la película recae en el joven Arón Piper, bastante bien secundado por las estupendas Susi Sánchez y Belén López. Todo esto y la inteligente y sentida mano de la directora para afrontar historias íntimas y cercanas de las que construir películas cálidas y profundamente emotivas. Si el recibimiento entusiasta otorgado a la película en Málaga se repite también entre sus espectadores potenciales es posible que estemos hablando de uno de los pocos títulos rentables en el cine español del momento. Su distribuidora, de momento, la saca con 125 copias y se estima que podría superar holgadamente los 300.000€ de recaudación en su primer fin de semana.

El otro título nacional que llega hoy a las pantallas, con dos años de retraso, es la ópera prima de su Pepe Carbajo, habitual productor televisivo, y que lleva por título Clara no es nombre de mujer. Su trama gira en torno a Jorge, un boticario atractivo que ya ha cumplido los cuarenta y lleva una vida que él considera válida y cómoda, pero que, en realidad, resulta mucho más cómoda y menos válida de lo que él había pensado. Está casado desde hace años con Ruth, su novia de la Facultad, pero ella no le quiere como se merece, por lo que Jorge se refugia en sus amigos y en su querida moto. Por su parte, Juan, sobrino de Jorge, mantiene una relación con Ana y ambos planean su viaje de fin de curso a Cuba. Sin embargo, existe una persona cuya razón de ser en este mundo es evitar a toda costa que Ana y Juan estén juntos, por lo que urde un plan para que la relación de ambos se rompa antes de que llegue el fin del curso escolar y todos partan hacia Cuba de viaje. Encuentros y desencuentros entre Madrid y La Habana para una comedia que, ya en su tráiler, acusa demasiado su referente televisivo y un humor, desgraciadamente, bacuo y superficial, lo que le resta bastantes puntos para una carrera comercial de cierta dignidad, salvo que llegue a venderse convenientemente ante su público potencial. Así, de entrada, parece una desgraciada vuelta a la comedia casposa y casi de subproducto a la que fue tan asidua nuestra cinematografía durante la década de los noventa. Para rizar el rizo del despropósito, la película supone un nuevo protagonismo del todo desmerecedor de la otrora estrella Jorge Sanz, secundado para la ocasión por un retablo de pintorescos y televisivos secundarios "de lujo" como Jorge Perugorría, Míriam Díaz-Aroca, Enrique Villén, la veterana María José Alfonso, Goyo Jiménez y los televisivos cómicos Juan Muñoz y Pepe Carabias, dando la alternativa a los jóvenes Juan Dorá, Miriam Benoit y Esmeralda Moya. Con semejantes ingredientes y con tan sólo 32 copias en circulación, Clara no es nombre de mujer pinta que pasará bastante desapercibida a su paso por la taquilla nacional.

¿Bienvenido Mr. Marshall?

Si nos referimos a lo que Hollywood nos obsequia este finde, no. Y es que, por mucho que intentemos hacer caso omiso a nuestros prejuicios, el que llegue a las carteleras una película cuyo gancho comercial más relevante es el protagonismo de un "actor" de la talla (extragrande) de Dwayne Johnson, alias The Rock, invita, como mínimo, a salir corriendo despavoridos en dirección contraria al cine. Lo sorprendente de Snitch (El mensajero), de Ric Roman Waugh, no es ni su trama (Un padre -Johnson- recibe un duro golpe cuando condenan a su hijo adolescente a una pena de treinta años de cárcel por un delito relacionado con el narcotráfico. Para conseguir que reduzcan su condena, intenta ponerse en contacto con un importante traficante) ni su puesta en imágenes, es decir, su estilo visual. Lo sorprendente es que en su reparto figure una actriz como la copa de un pino y del prestigio de Susan Sarandon. Una de dos: o las estrellas también tienen que comer o El mensajero no es otra película de acción convencional al uso con las que tanto disfrutan desde Hollywood bombardeándonos. Las críticas desde Estados Unidos no han sido, aún más sorprendente, tan demoledoras como cabría esperar, valgan de ejemplo las publicadas en el San Francisco Chronicle o en el New York Times. Con todas nuestras reservas puestas sobre la mesa, nosotros nos quedamos con la crítica de uno de nuestros críticos de cabecera, Jordi Costa, en El País.

Por suerte, el cine en habla inglesa nos presenta este fin de semana el estreno de la comedia independiente procedente del Reino Unido Sightseers (Turistas), tercer largometraje de Ben Wheatly, en la que se nos cuenta como Chris (Steve Oram) quiere mostrarle a su introvertida novia Tina (Alice Lowe) su mundo por medio de un viaje por las Islas Británicas en su querida caravana Abbey Oxford. Pero, lo que empiezan siendo unas idílicas vacaciones, acaban convirtiéndose en una divertida y perturbadora odisea. Saludada como un verdadero soplo de aire fresco en el panorama de estrenos del momento, Turistas viene de ganar los premios relativos al mejor guión y a la mejor actriz en el pasado Festival de Sitges 2012 y de conquistar irremisiblemente a la crítica a través de su irreverencia manifiesta, ahí quedan los artículos publicados en el Hollywood Reporter o en la británica Empire. Parece contener todos los ingredientes para convertirse en el auténtico sleeper de la taquilla de este verano en nuestro país y, si no, atentos al tráiler, que de tan divertido que es ya dan ganas de verla.


Ganadora del Premio FIPRESCI en la sección Panorama en el Festival de Berlín, Inch'Allah (2012), de Anaïs Barbeau-Lavalette, es una co-producción entre Canadá y Francia que aborda el conflicto árabe-israelí que se vive en la franja de Cisjordania y en la que, en un campo de refugiados palestino de Cisjordania, Chloé, una joven canadiense, cuida a mujeres embarazadas. Su relación con personas que se hallan a ambos lados de los muros y puntos de control del campo, hará cambiar sus creencias y convicciones. Se trata de un drama recibido con sumo respeto por la prensa especializada, como leemos también en El País y que su distribuidora, Golem, la sitúa en 30 salas en nuestro país, seis de las cuales la ofrecerán en su versión original.


También de Francia nos llega hoy a las salas Populaire (Popular) (2012), de Régis Roinsard. Ambientada en la primavera de 1958, la película nos cuenta cómo la joven Rose Pamphyle vive con su padre, un viudo cascarrabias que dirige la tienda del pueblo. Comprometida con el hijo del mecánico local, parece destinada a la vida tranquila y monótona de un ama de casa. Pero no es eso lo que ella desea. Cuando viaja a Lisieaux, en Normandía, para una entrevista de trabajo en una agencia de seguros, el resultado es desastroso. Pero Rose tiene un don especial, puede mecanografiar a una velocidad endiablada. Nominada a en cinco categorías a los últimos Premios César, entre ellas la de mejor ópera prima, Popular es uno de los últimos acontecimientos cinematográficos producidos en el cine francés del pasado año, con cerca de casi diez millones de dólares recaudados en su país. En el nuestro, su distribuidora, Vértigo, la trata con precaución y la coloca en 68 salas y es que el éxito de la película no la ha acompañado en su carrera internacional. De hecho, su recepción crítica fuera de las fronteras galas ha sido bastante tibia e irregular, como leemos en Hollywood Reporter o en El País. En su reparto, una auténtica estrella del cine galo como Romain Duris, la fresca presencia protagonista de Déborah François y la participación de la nominada al Oscar y reciente ganadora del Premio a la mejor actriz en el Festival de Cannes 2013 Bérénice Bejo.

El último de los estrenos del fin de semana es un título destinado claramente al público infantil, la alemana Fünz Freunde (Las aventuras de los cinco), de Mike Marzuk. ¿Alguien recuerda aquella serie británica de finales de los setenta en la que un grupo de dos chicas y dos chicos, en compañía de un perro, ejercen como detectives ante numerosas situaciones de misterio y aventura y que a su vez estaba basada en una colección de libros publicados por la escritora inglesa Enid Blyton, aquellos míticos libros que poblaron nuestra (al menos la mía sí) imaginación infantil y nos alejaron del rumor de los juegos en las calles para vivir fantásticas aventuras impresas sobre el papel? Bueno, pues Las aventuras de los cinco pretende, desde Alemania, apelar a la nostalgia del mundo adulto y, al mismo tiempo, también dar a conocer al público infantil aquélla mítica colección de libros de aventura que tanto nos hicieron soñar mucho antes del fatal golpe de realidad que acontece siempre en la adolescencia. Para la ocasión, la película cuenta cómo se conocen los cinco protagonistas (Julian, George, Dick, Anne y Timmy) durante unas vacaciones de verano y cómo se ven envueltos en una peligrosa intriga internacional en la que varios bandos luchan por hacerse con una novedosa fuente de energía que ha descubierto el Tío Quentin (padre de George y tío de Julian, Dick y Anne). Obviamente, prescindible para los que ya tenemos cierta edad.

Hasta aquí este (retrasado) repaso a los estrenos de un fin de semana que, además, amenaza tormenta (literalmente) y no hay mejor sitio para refugiarse de la lluvia que una buena, confortable y plácida sala oscura de tu cine habitual. Si es en versión original (subtitulada) mucho mejor.

¡¡Un saludos, Sinvergüenzas!!

jueves, 6 de junio de 2013

Goya 1988 al mejor actor para Fernando Rey ante un cuarteto de lujo.


Con la ampliación de tres a cinco nominados en cada categoría, la de mejor actor protagonista de la tercera edición de los Premios Goya fue, probablemente, una de las más redondas de las que hayamos tenido constancia. Así, y a pesar del limitado número de buenas y conseguidas actuaciones masculinas protagonistas vistas aquél año, la Academia logró elaborar una lista de candidatos de gran altura, no sólo desde un nivel eminentemente interpretativo, sino también de prestigio porque coincidieron en la terna final por el tercer Goya al mejor actor cuatro intérpretes de talento sobradamente contrastado tras sus dilatadas trayectorias. A los que sumaron uno de los más representativos intérpretes jóvenes del momento, cabeza visible de la renovación del star system patrio de los ochenta.


La tercera edición de los Premios Goya pasará a la historia por significar el reconocimiento de nuestra industria al talento de uno de nuestros más grandes e internacionales intérpretes de todos los tiempos: Fernando Rey, gracias a Diario de invierno, en un personaje-símbolo -un padre que a su vez es Dios, pues se trata de un viejo curandero cuya primera dedicación es proporcionar una muerte plácida a todo aquél que requiera de sus servicios-, en esta perturbadora alegoría fílmica del mito de Caín llevada a cabo con sobriedad por Francisco Regueiro. Un papel claramente inferior en extensión al de su compañero de reparto, Eusebio Poncela, pero de insigne importancia en el tenebroso recorrido de toda la película, que la estrella ejecutaba con aplastante pulcritud, estimulando con su sola presencia las extrañas y desiguales imágenes del filme, cobrando especial relevancia secuencias como el encuentro de Rey con el personaje de la abuela, interpretado por la actriz Lilí Murati, cargada de esperpéntica complicidad, o la más conseguida de toda la película, donde Fernando narra, cual viejo y sentido héroe de un western, el descubrimiento de la penicilina. Con una fuerza en su oratoria a prueba de balas, la actuación de Fernando Rey en Diario de invierno rezuma poder y maestría, como debía corresponder a un personaje dibujado con esas características. Merecidamente, el intérprete se ganó su segunda Concha de Plata al mejor actor en el Festival de San Sebastián y, por primera vez en la historia, la Academia siguió el ejemplo y otorgó su Goya al vencedor en el Zinemaldia, aunque se premiara de este modo un trabajo netamente secundario en la categoría principal, pero es que el cabezón, más que reconocer el depurado y elegante empeño llevado a cabo por Fernando Rey en Diario de invierno, parecía un premio-homenaje a una trayectoria incomparable, propia de uno de los más grandes actores que ha dado nuestro cine.


Si Fernando Rey fue un justo vencedor por motivos de prestigio, el que lo hubiera sido por razones justamente interpretativas fue el argentino José Soriano, que debutó en nuestra cinematografía tal y como su enorme categoría artística merecía, con un personaje netamente protagonista en la amable Espérame en el cielo, de Antonio Mercero, dando vida a ese insignificante comercial de una tienda de ortopedia secuestrado por su parecido físico con el dictador español y obligado a imitar sus intransferibles gestos, su regio porte y su peculiar modo de hablar para llegar a hacerse pasar por el generalísimo en los momentos de supuesto peligro, como visitas a minas o inauguraciones de puentes. La habilidad del intérprete para deshacerse de su marcado acento porteño resulta uno de los primeros detalles que invitan a la admiración por el trabajo de Soriano en esta película, pero pronto se hace patente, primero la convicción con la que el actor da vida a un Paulino Alonso simplón e ingenuo y el sumo mimo y detalle con el que el actor matiza pormenorizadamente la transformación a la que es sometido su personaje (ejemplares y sobrecogedoras resultan las ahogadas lágrimas el intérprete rodeado de más copias de Franco cuando es descubierto por el personaje de Sinsoles en el vestidor), para estamparnos luego una imitación perfecta del famoso dictador, apechugando de paso también con la encarnación del mismo en algunas desternillantes secuencias finales. El retrato que Soriano ofrece de Franco jamás lograría pasar por una encarnación fiel y realista, pero responde convenientemente al tono tierno y dulzón de todo el filme y que tiene su máxima expresión en esa bonita, emocionante e incluso hilarante historia de amor que el intérprete protagoniza con la actriz Chus Lampreave. En suma, un estupendo debut en la cinematografía española que se saldó con una muy merecida nominación al Goya como actor protagonista.


Jarrapellejos, adaptación de una novela de Felipe Trigo, sirvió a Antonio Giménez Rico para poner en las expertas manos de Antonio Ferrandis un suculento personaje, de esos que dan prestigio a cualquier intérprete en su madurez interpretativa y un vehículo perfecto para huir de la almibarada imagen que había dejado en el respetable su creación del mítico protagonista de la serie Verano azul. Sereno y confiado, Ferrandis se deja llevar por esta película irregular, con aisladas virtudes y muchos errores, empezando por la propia disposición de la narración, excesivamente tópica y académica. Nada en el dibujo de su personaje, el alcalde de La Joya, pueblecito extremeño en el que ejerce una enorme influencia y en el que prácticamente maneja los hilos de absolutamente todo cuanto pasa, se escapa del tópico que suele acompañar a toda figura que ejerce un determinado poder y Ferrandis responde a ese tópico con prestancia, consciente del acartonado trazado de su rol. Así se agradece la medida y brillante sobriedad con la que el actor se pasea por el film, sin permitir que entren en su trabajo histrionismos gratuitos y esperados, dada la poca originalidad del conjunto. Sólo por el imponente carácter imprimido por el intérprete a cada una de sus intervenciones llega a resultar verosímil el profundo respeto, cercano casi al miedo, que los campesinos del lugar le profesan; y sólo por la acertada llaneza con la que Ferrandis se muestra en pantalla, se consigue una insólita complicidad con su personaje, al que el espectador no puede detestar del todo, aunque se empeñen sus autores en mostrárnoslo como un ser déspota y lascivo. De hecho, cuando ocurre el trágico acontecimiento que todo el mundo espera, el único personaje al que parece afectarle en cierto grado es al suyo, dada la emotividad que desprende su rostro mientras avanza por el caserío donde se han cometido los crímenes. La firmeza que debe caracterizar sus comportamientos queda convenientemente matizada al quedar expuesta detrás de una amable sonrisa que dice mucho más del carácter manipulador y corrosivo del personaje que todos los parlamentos que salen por su boca. Ese fue el mérito de este actor: el de eludir la cómoda y estereotipada actuación a la que daba pie el material y mantenerse regio y presencial en un trabajo interpretativo esmerado que, gracias a su buen acabado final, debía ser considerado uno de los mejores del año. Sin duda, no era el favorito al Goya, pero esta nominación, la única que conseguiría el mítico intérprete debería valer como reconocimiento puntual a la alta categoría de Antonio Ferrandis.


Con el cabezón bajo el brazo, Alfredo Landa se prestó a llevar a la pantalla la adaptación de la novela del escritor argentino afincado en España “Sinatra, un extraño en la noche”, de Raúl Núñez, titulada Sinatra, de Francesc Betriú, el retrato amargo de un perdedor deambulando sin horizonte definido por las noches de Barcelona, película del todo fallida que se convertía pronto en un premeditado vehículo para la exhibición dramática de la estrella y es que su omnipresencia a lo largo de todo el metraje es lo único que ayuda a mantener el interés sobre ese deprimido y patético hombrecillo con el corazón roto. La profesionalidad y el carisma de Landa son las únicas virtudes que salvaban, en parte, la función, pues el intérprete lograba resultar convincente en la piel de ese cantante cabaretero venido a menos, en profunda y solitaria crisis personal, recurriendo para ello a la feliz y conveniente utilización de una espléndida mirada vencida y acuosa y a una permanente expresión melancólica y alicaída. Sinatra encierra un buen trabajo interpretativo de Alfredo Landa, bastante más que correcto y eficaz, aunque en última instancia demasiado monocorde, que permitió a la estrella ser nominado al Fotogramas de Plata y, por segunda vez, al Goya al mejor actor por segundo año consecutivo, lógicamente esta vez ya sin recompensa.


Hito que también protagonizaba el quinto de los candidatos, Imanol Arias, que por segundo año consecutivo volvía a competir por el Goya al mejor actor gracias al éxito de la cinta por la que lo había hecho en el año anterior, que propició una secuela (rodada al mismo tiempo) que llevaba por título El Lute II (mañana seré libre), debida también a Vicente Aranda, donde el discurso narrativo se desvirtúa, se alarga y se dispersa gracias a secuencias del todo innecesarias y a la cancha que el director otorga a otros personajes secundarios, lo que provoca un nada recomendable distanciamiento del personaje titular y resta puntos al loable trabajo de Arias, que repetía aquí las constantes básicas y los aciertos que fundamentaban su excelente trabajo precedente y que singularizaban adecuadamente a su personaje, sacando a flote un mayor número de secuencias de acción, que ya no poseen la intriga ni la tensión de la primera parte, y también otras directamente mal enfocadas, como toda la parte central en el asentamiento gitano. A pesar del desatino general al que responde la secuela de El Lute, queda, eso sí, la esforzada interpretación de su protagonista, que se saldó con esta nueva nominación al Goya al mejor actor, convirtiéndose en el primer intérprete que lograba dos nominaciones al Premio de la Academia por el mismo personaje.

Los Olvidados.


Sin nada que reprochar, por tanto, a la lista final de candidatos, es lógico mencionar también algunos trabajos interpretativos del año que tampoco hubieran desmerecido el honor de figurar entre los nominados finales. El más obvio es, desde luego, el nuevo encuentro entre Antonio Banderas y Pedro Almodóvar, quién poseía ya una profunda fe en su “criatura” y le confió un papel de corte y características antitéticas a los anteriores en su deliciosa comedia de mujeres Mujeres al borde de un ataque de nervios, y el malagueño demostró que también sabía manejarse en un registro apegado a la alta comedia, con ese personaje tartamudo y retraído que vive prácticamente anulado por las mujeres que le rodean (su esquizofrénica madre, su dominante novia) y aunque perdiese brillantez y su trabajo quedara completamente eclipsado por el de la práctica totalidad de sus compañeras de reparto, a su favor hay que señalar que logró imprimir a su actuación, perfeccionándolo, ese agradable punto de ternura que tan buenos resultados le había venido dando en sus anteriores trabajos. El éxito internacional de la cinta terminó de consolidar la imagen de Banderas como una de las más características del cine español del momento, a lo que ayudó también su protagonismo en el thriller Baton rouge, de Rafael Moleón, logrando con ésta última erigirse en un intérprete más que competente dentro de las pieles de personajes turbios y oscuros, como este joven muerto de hambre que tras seducir a una mujer rica planea la manera de hacerse con parte de su fortuna en un thriller cargado de engaños o dobles verdades y en el que Banderas mantenía con buen pulso interpretativo el atractivo duelo entre su ser más perverso y manipulador y la imagen de inmaculada inocencia que desprendía su rostro. A este respecto es obligado mencionar la magnífica exposición que el intérprete llevaba a cabo de las dos caras de su personaje, primero como ese seductor de atractivo irresistible, del que no está exenta una palpable bravuconería, y que desemboca en una mirada gélida y severa hacia mitad del metraje, para luego transformarse en ese atemorizado y rabioso “cazador cazado”. Una justa nominación al Goya en calidad de mejor actor por Baton rouge no hubiera estado de más para coronar un año interpretativamente gratificante que se saldó, no obstante, por la consecución del Fotogramas de Plata al mejor actor de cine por toda su labor en 1988.


Por tercer año consecutivo, Eusebio Poncela vuelve a figurar entre los olvidados a los Premios Goya, esta vez gracias a su protagonismo en la turbadora alegoría sobre el mito de Caín que rodó Francisco Regueiro bajo el título de Diario de invierno, donde se puso en la piel de ese hijo de Dios, llamado para la ocasión León, metido a comisario de policía, con un fuerte conflicto paterno-filial pugnando por abrirle las entrañas y al que el intérprete se prestaba, como venía siendo habitual en él, con admirable compromiso, llevando sobre sus hombros todo el peso de una película extraña, fuertemente onírica, y en la que el dibujo de su personaje lucha constantemente por salir de las oscuridades que pueblan el conjunto, no pudiendo ni el trabajo del intérprete ni la buena voluntad del espectador, alcanzar a conocer a fondo las vicisitudes morales de ese “moderno” Caín. Todos los parabienes interpretativos fueron a parar a su compañero en los créditos, un superlativo Fernando Rey, pero no está de más señalar que Poncela lleva a cabo un trabajo loable, de notable estoicismo, que invita a hablar de este nuevo olvido académico hacia su trabajo. Y eso que también presentaba un trabajo bastante importante y lucido en la más cara y promocionada producción española de todos los tiempos hasta aquél año, la frustrada pero notable El Dorado, de Carlos Saura, superproducción en la que Poncela reincidía en su ambigüedad para dar vida a la soterrada homosexualidad de su Fernando de Guzmán en la titánica odisea narrada por el director aragonés. El aspecto físico del intérprete ayuda en la descripción de su noble personaje, pero el guión no aporta a Poncela grandes dosis de lucimiento salvo en aisladas secuencias como la de su incómoda proclamación como Príncipe del Perú a manos del protagonista Lope de Aguirre o su feroz ajusticiamiento mientras derrama dolorosas lágrimas ante el cadáver de su amante.


Uno de los característicos más desaprovechados por nuestro cine se perfiló aquél año como uno de los grandes olvidados a los Premios Goya en la categoría principal. Hablamos de Germán Cobos que, asumiendo uno de los papeles protagonistas de la última película que rodaría Antonio Isasi-Isasmendi, El aire de un crimen, estupendo thriller rural, donde encarnaba a Amaro, un viejo hombre de campo, acompañado casi permanentemente de su hija con deficiencia mental, que para ganarse unos cuartos no duda en ayudar a fugarse a unos presos del cuartel, escondiéndolos para ello en su casa y guiándoles por los montes, se llenaba de una temible austeridad para llevar a cabo toda su intervención en la película, lo que dota al trabajo de Germán Cobos de un aura malsano, convirtiendo a su personaje en un tipo antipático y poco deseable, sobre todo cuando tras descubrir que han violado y preñado a su hija, se masca la tragedia sólo con observar la mirada gélida y trastornada que se apodera de él. Este personaje supuso un feliz reencuentro con el mejor Germán Cobos y no hubiera resultado desproporcionado que la Academia le hubiese incluido dentro de la terna final en la lucha por el Goya al mejor actor del año.


En menor medida, también es de descatar el sorprendente cometido protagónico de Antonio Valero en la comedia El juego más divertido, de Emilio Martínez Lázaro, sin duda, una de las mejores de la década y en la que Valero se revelaba como un cómico de altura incorporando con divertida seducción a ese galán de telenovelas que vive en la vida real el calvario sentimental de su famoso personaje. Se nos ofrecía así la posibilidad de lanzar a Antonio Valero como uno de los actores más y mejor preparados para ocupar en la industria ese denostado puesto de honor de galán atractivo y patoso inherente al género de la comedia, concretamente la romántica. Incomprensiblemente, su hilarante trabajo pasó desapercibido en la temporada de premios de aquél año y Valero, consciente del más que posible encasillamiento, se alejó desafortunadamente del género que le habría convertido en una de las más importantes estrellas del momento.

miércoles, 5 de junio de 2013

"Hijo de Caín" debuta en el 7º puesto de la Taquilla.

Tras unas últimas semanas produciéndose una tibia recuperación de espectadores en las salas de cine españolas, este fin de semana pasado nos ha vuelto a quitar las esperanzas e ilusiones. En total, se han recaudado 5.328.326€, un 17,3% menos que lo recaudado el fin de semana anterior, cuando llegaba a las salas A todo gas 6, colocándose como uno de los mejores estrenos de lo que va de año en España, alcanzándose la cifra de 6.471.078€ de recaudación total en nuestros cines.


La buena noticia es que, por primera vez en varias semanas, una película española ha logrado colarse en el Top10 de las más vistas en el fin de semana de su estreno. Se trata, obviamente, de Hijo de Caín, de Jesús Monllaó, que con 114 pantallas ha logrado recaudar unos discretos 123.156€ más que suficientes como para colocarla en el puesto número 7 de la tabla. Estas cifras hablan de una cinta que ha sabido venderse muy bien y que posee el tirón popular innegable de Jose Coronado.


Del resto de títulos nacionales con carreras comerciales en la taquilla, la siguiente en la lista de las más vistas es La mula, que tras cuatro semanas desde su estreno cae del puesto 13 al 20. Sólo permanece en activo en 57 salas, habiendo perdido 45 con respecto al fin de semana anterior, recaudando entre ellas 18.442€ y llegando a un acumulado de 457.661€. No es una cifra desdeñable, sobre todo si tenemos en cuenta el primigenio descalabro que preveíamos debido a la polémica que rodeó a la cinta a su llegada a los cines. Parece ser que el gancho de Mario Casas sigue funcionando.


Combustión, de Daniel Calparsoro, ha sobrepasado ya con bastante holgura la barrera del millón de euros en su recaudación total, concretamente 1.266.159€. Con 72 pantallas, 87 menos que en el fin de semana anterior, ha sumado otros 6.106€ a su acumulado, un 64.8% menos, lo que indica que la cinta ha agotado ya su tirón en taquilla después de seis semanas.

Nuevo proyecto a la vista para Luis Tosar.


Vaca Films, la productora que está detrás de éxitos del más reciente cine español como Celda 211 (2009), de Daniel Monzón, o Invasor (2012), de Daniel Calparsoro, y que prepara la llegada a los cines de la ópera prima de Alejandro Marzoa, Somos gente honrada, ya tiene un nuevo y atractivo proyecto en cartera para el año que viene. Se trata de El desconocido, ópera prima también, de Dani de la Torre, para cuyo reparto parece estar ya confirmado el protagonismo de, nada menos, que Luis Tosar.

Tosar, que en estos momentos se encuentra rodando junto a Monzón El niño, encarnará en El desconocido a un banquero que en una mañana, dentro de su coche para llevar sus hijos a la escuela, recibe una llamada anónima que le dice que tiene una bomba armada debajo del asiento del automóvil y que mandará todo por los aires si no reúne una enorme cantidad de dinero en tiempo récord. 

De momento, la película se encuentra en fase de preproducción y, casi con toda seguridad, se rodará en localizaciones de Galicia.

martes, 4 de junio de 2013

Palmarés de los XXII Premios de la Unión de Actores.


Los Premios de la Unión de Actores se terminaron desmarcando de la tónica general seguida por casi todas las citas de premios de nuestro país. A la película claramente favorita, con seis nominaciones, casi la dejan irse de vacío. Y, por el contrario, ensalzaron a una de las mejores cintas del 2012, que prácticamente había pasado inadvertida en otras entregas de premios.

Blancanieves, de Pablo Berger, se hizo sólo con el correspondiente a la mejor actriz protagonista para, obviamente, Maribel Verdú. Y, por su parte, Grupo 7, de Alberto Rodríguez, se llevó a casa tres de los tres premios a los que optaba: mejor protagonista, secundario y de reparto, todos en la categoría masculina.


De este modo, tanto Julián Villagrán, mejor secundario, la Verdú y Candela Peña, ganadora del correspondiente a la mejor secundaria del año por Una pistola en cada mano, de Cesc Gay, revalidaron su título de los mejores ya obtenido en los pasados Premios Goya. En la categoría de reparto se impuso la veteranidad de Amparo Baró por Maktub (2011), de Paco Arango, toda una experta en ganar Premios de la Unión de Actores.

Esta XXII edición de los Premios de la Unión de Actores y Actrices, entregados ayer lunes en el Teatro Arteria Coliseum de la Gran Vía madrileña, entregaba anoche también el Premio a Toda una Vida a la actriz Julieta Serrano, que ha asegurado que para ella es todo "como un sueño", y ha hecho una emocionada defensa de la profesión: "En este momento tan agrio y malvado que vivimos, pienso que somos un equipo. Y que vamos a salir de esta noche tan negra, porque podemos, y vamos a seguir resistiendo y yendo hacia delante".


En la categoría revelación, común para los tres ámbitos interpretativos (cine, teatro y televisión), por la película Entre esquelas (2009), de Adán Martín, el ganador fue Alex García. Ninguna de las actrices candidatas en el bando femenino por sus papeles cinematográficos, Carmina Barrios por Carmina o revienta, de Paco León, y Aránzazu Garrastázul, por 12+1, una comedia metafísica, de Chiqui Carabante, lograron imponerse ante la nominada teatral Elena Rayos, por el montaje "Farsas y Églogas".

A continuación, os mostramos el palmarés completo en Cine:

CATEGORÍA MASCULINA

Actor protagonista:
- Antonio de la Torre, por Grupo 7. (Ganador)
- Daniel Giménez-Cacho, por Blancanieves.
- Luis Tosar, Operación E.

Actor secundario:
- Julián Villagrán, por Grupo 7. (Ganador)
- Eduard Fernández, por Una pistola en cada mano.
- Victor Clavijo, por Holmes & Watson, Madrid Days.

Actor de reparto:
- Alfonso Sánchez, por Grupo 7. (Ganador)
- Pere Ponce, por Blancanieves.
- Ramón Barea, por Blancanieves.

CATEGORÍA FEMENINA 

Actriz protagonista:
- Aida Folch, por El artista y la modelo.
- Maribel Verdú, por Blancanieves. (Ganadora)
- Sonia Almarcha, por Orson West.
Actriz secundaria:
- Ángela Molina, por Blancanieves.
- Candela Peña, por Una pistola en cada mano. (Ganadora)
- Chus Lampreave, por El artista y la modelo.

Actriz de reparto:
- Amparo Baró, por Maktub. (Ganadora)
- Inma Cuesta, por Blancanieves.
- Goya Toledo, por Maktub.

La previsibilidad le gana la partida a este "Hijo de Caín".


Desde These Three (Esos tres) (1936), de William Wyler, y su remake The Children's Hour (La calumnia) (1961), también de Wyler, hasta el clásico del cine de terror The Omen (La profecía) (1976), de Richard Donner, pasando por The Bad Seed (La mala semilla) (1956), de Mervyn LeRoy, o la más reciente We Need to Talk About Kevin (Tenemos que hablar de Kevin) (2011), de Lynne Ramsay, el argumento con niño más o menos diábolico o malvado ha venido dando mucho juego en esto del cine, ya sea para instaurar el eterno debate acerca del germen del mal en la mente humana (¿el asesino nace o se hace?) o, simplemente, para elaborar productos de género con ánimo meramente comercial capaces de generar espectáculo a través de una pormenorizada intriga en aras de la sorpresa final. Es por ello que un título como Hijo de Caín, adaptación al cine de la exitosa novela "Querido Caín" (2006), escrita por el escritor y psicólogo educativo Ignacio García-Valiño, tiene más que limitada su capacidad para sorprender por encontrarse estrictamente adscrito a un (sub)género ampliamente reconocido por el respetable.


Porque el guión de la película, escrito al alimón entre Sergio Barrejón y David Victori tiende a lo largo de todo el metraje una esquemática tela de araña con la intención de encubrir ante el espectador al verdadero culpable, soslayándole o tratando de exculparle apuntando sus dardos siempre hacia el falso. Y lo cierto es que Jesús Monllaó articula la puesta en escena de su ópera prima con notable pulso y no poco gusto estético. Es de alabar este debut en el largometraje del anteriormente premiado cortometrajista, precisamente por su capacidad manifiesta para generar una conveniente y efectiva atmósfera de inquietante penetración, contextualizando su historia a través de lujosas cenas burguesas y dinámicas y tensas partidas de ajedrez. Sin embargo, a pesar de construir un filme que jamás decae en ritmo y que se encuentra formalmente bastante bien manufacturado, Hijo de Caín termina no siendo un thriller solvente. Primero por la indecisión a través de la que acaba bifurcándose el tono de la película, que empieza con fuerza narrativa y potencia visual aclimatándose a los estilemas del thriller psicológico, para luego vagabundear entre el policíaco y el melodrama familiar, restando alcance perturbador al primero.


Y segundo, y mucho más importante, por la clara impericia de un guión que se adecua y respeta a rajatabla las normas impuestas en el género, lo que en un principio puede ser tenido como una virtud, pero a la larga se descubre un auténtico lastre. Debido a él, Hijo de Caín jamás consigue lo que se supone ha de conseguir todo buen thriller: sorprender al espectador. Consciente de haber visto esta misma historia muchas veces antes, el público siempre va por delante de la narración, haciendo de la trama de la película algo demasiado previsible, incapaz de aportar nada nuevo o diferente y desvelando, para más inri, cierta insuficiencia de inventiva incluso para no hacer tan evidentes las costuras de su entramado, como por ejemplo, la forma en la que el psicólogo protagonista va descubriendo los secretos en el dormitorio de Nico y encaja las piezas del puzzle resulta en exceso premeditada y planificada, lo que añade obviedad a la resolución final del conflicto, por no hablar de la acumulación de giros gratuitos y nada efectivos en su tercio final.


Que Jose Coronado vuelva a resultar convincente en su papel no sería destacable si no fuera porque, en esta ocasión, es capaz de echarse sobre sus hombros todo el peso de una película que le maltrata sobremanera. Julio Manrique se muestra entregado a su cometido pero se queda lejos de brillar, sobre todo cuando tiene delante a una María Molins estupenda y matizada añadiendo a su trabajo una formidable carga dramática. La estrella de la función debería ser el debutante David Solans, pero a pesar de valorar positivamente el trazado perturbador sobre el que el joven actor lleva a cabo toda su actuación, también es de señalar su nula intención por desmarcarse de los estereotipos y clichés habidos para este tipo de personajes, lo que tampoco supone que pierda opciones de cara a una posible nominación al Goya revelación. Por ello, no es de extrañar que lo más grato del reparto sea el concurso de un veterano de la talla de Jack Taylor, aportando una exquisita disciplina y su acostumbrado estoicisimo a un personaje poco desarrollado pero que, gracias a él, resulta el de más indiscutible interés fílmico dentro de un thriller que revela a un director dotado de talento, capaz de construir una producto comercial de estimable factura técnica, pero que deberá escoger mejor y perfilar más en detalle su futuros textos.


Puntos fuertes a los Goya 2014:
-Mejor Dirección Novel: Jesús Monllaó.
-Mejor Actor Secundario: Jack Taylor.
-Mejor Actriz Secundaria: María Molins.
-Mejor Actor Revelación: David Solans.
-Mejor Dirección Artística: Josep Massagué.
-Mejor Montaje: Bernat Aragonés.
-Mejor Sonido: Isaac Bonfill.

El "come-back" más esperado se lo marca este viernes el "comisario" Tito Valverde.


El estreno este próximo viernes de la película 15 años y un día, de Gracia Querejeta, nos devuelve de la mejor manera posible a un grande de la actuación en nuestro país, después de permanecer alejado de la gran pantalla a lo largo de los últimos ocho años. En la piel de Max, un abuelo estricto, militar retirado, que tendrá que vérselas en el momento más plácido y cómodo de su vida con su nieto adolescente, al que tendrá que enderezar, Fernando 'Tito' Valverde parece posicionarse entre los favoritos indiscutibles para la todavía lejana temporada de premios, sobre todo después de sonar fuerte en las quinielas que le daban como indiscutible ganador del premio interpretativo del pasado Festival de Málaga, de donde la cinta salió victoriosa al conseguir cuatro galardones, entre ellos el premio a la mejor película. Un retorno al cine del todo anhelado por los incondicionales en una de las películas más esperadas del año. Tito Valverde es, indiscutiblemente, nuestra Estrella de la semana.

El bosque animado (1987).

Nacido en 1951 en Ávila, tras participar en un certamen de teatro, se incorporó al grupo teatral ARA de Málaga, dirigido por Ángeles Rubio Argüelles, fue así cómo dio sus primeros pasos sobre las tablas, abandonando en Madrid los estudios de aparejador por el arte dramático. Tras intervenir en unas cuantas obras de la mano de José Luis Alonso, como "El círculo de tiza caucasiano" o "Misericordia", debutó en la gran pantalla de la mano de Antonio Mercero en La guerra de papá (1977) y, tras unos escasos episódicos en dos títulos más, se fogueó como intérprete solvente también en algunas series de televisión como Ramón y Cajal (1982), Proceso a Mariana Pineda (1984), Tristeza de amor (1986) o Turno de oficio (1986), antes de volver al cine con un papel bastante destacado dentro de la mágica y coral El bosque animado (1987), de José Luis Cuerda, donde llevaba a cabo un trabajo formidable como ese pocero cojo que lleva por nombre Genaro, enamorado hasta las trancas de una vecina, y que bien hubiera podido llevarle a figurar entre los nominados al mejor actor secundario en la segunda edición de los Premios Goya. No obstante, este trabajo le prepara para una futura, aunque escalonada carrera cinematográfica. En los próximos años se decantó por la televisión, donde protagonizó series como Lorca: muerte de un poeta (1987), de Juan Antonio Bardem, donde encarnaba al mismísimo Luis Buñuel, o El mundo de Juan Lobón (1989), de Enrique Brasó.

Alas de mariposa (1991).

Su siguiente peldaño fílmico fue la estupenda Esquilache (1989), de Josefina Molina, en una corta intervención en un registro eminentemente duro y desagradable, a la que siguió otra en Amanece, que no es poco (1989), de nuevo a las órdenes de Cuerda. Saltando de manera equilibrada de las tablas a la pantalla, pequeña o grande, se inició en los noventa con un nuevo trabajo televisivo en la serie El obispo leproso (1990), antes de volver a ser reclamado por Josefina Molina para un breve papel en el rídiculo drama feminista Lo más natural (1990). Así, llegamos al año 1991 en el que la Unión de Actores inauguraba sus premios anuales y otorga el correspondiente a la mejor actuación secundaria de cine a Valverde por Alas de mariposa, la original e imprescindible ópera prima de Juanma Bajo Ulloa. Incomprensiblemente olvidado en los Goya, Tito Valverde se erigió gracias a su brillante composición en uno de los intérpretes de carácter más destacados del cine español del momento, algo que volvió a ponerse de manifiesto en Una estación de paso (1992), ópera prima también de Gracia Querejeta en la que tampoco resultaba muy difícil comerle la película al protagonista, un inexpresivo Omero Antonutti haciendo de Omero Antonutti.

Sombras en una batalla (1993).

Dotado de una poderosa y prominente voz se había labrado también una destacada trayectoria también como actor de doblaje -El Equipo A (1988), La chaqueta metálica (1989)-, que abandonó a principios de los noventa. Momento en el que para la tele intervino en la exitosa serie infantil Celia (1993), de José Luis Borau, antes de firmar el gran año de su trayectoria cinematográfica, que se inauguró con la llegada a los cines de la divertida comedia ¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo? (1993), de Manuel Gómez Pereira, protagonizando descacharrantes intervenciones como ese argelino homosexual, construyendo un jugoso juego cómico con la protagonista Verónica Forqué que, en cierta medida, anticipaba ya su posterior éxito conjunto en la televisión. Menos suerte tuvo al obtener su primer papel casi protagonista, donde a pesar de su esmerado trabajo, ni la calidad artística del producto final ni la distribución del debut detrás de las cámaras del actor Sancho Gracia, Huidos (1992) estuvieron a la altura necesaria. Algo similar le ocurrió también a El aliento del diablo (1993), de Paco Lucio, loable aunque poco conseguida ópera prima de clara inspiración bergmaniana. Todo lo contrario sucedió con Sombras en una batalla (1993), de Mario Camus, donde llevaba a cabo un trabajo secundario realmente espléndido y conmovedor en una de las mejores películas de aquélla temporada que, además, le consagró definitivamente en el panorama artístico nacional al ganar por su actuación un nuevo Premio de la Unión de Actores al mejor secundario de cine y, ahora sí, el correspodiente Goya.

Amor propio (1994).

Cabeza indiscutible desde ese momento de la fantástica liga de secundarios de lujo de nuestro cine, Valverde reforzó su asiduidad laboral para la gran pantalla con papeles en producciones de todo tipo: uno de los tantos filmes malditos con que cuenta el cine nacional de los 90, El día nunca, por la tarde (1994), de Julián Esteban; comedias eficaces destinadas al gran público, como Cómo ser infeliz y disfrutarlo (1994), de Enrique Urbizu, o Todos los hombres sois iguales (1994), de Gómez Pereira; un nuevo encuentro con Camus y la Forqué en el desapercibido drama Amor propio (1994); o en uno de los títulos más ambiciosos del cine español del momento, La ley de la frontera (1995), de Adolfo Aristarain. Estos trabajos precedieron a su eclosión como auténtica estrella de la pequeña pantalla gracias al éxito de la serie Pepa y Pepe (1995), de Manuel Iborra, popularidad que intensificó con las sucesivas La banda de Pérez (1997), de Ricardo Palacios y Josetxo San Mateo, y, sobre todo, la versión televisiva del éxito cinematográfico Todos los hombres sois iguales (1996-1998), de Jesús Font, ahora incorporando a uno de los tres divorciados protagonistas.

El grito en el cielo (1998).

La notoriedad a nivel popular que le granjearon sus continuados trabajos para la televisión, dejaron en segundo lugar mediático sus, por otro lado, contadas intervenciones para el cine. Claro, que tampoco su protagonismo en la ópera prima seudocómica Una piraña en el bidé (1996), de Carlos Pastor y José Picazo, merecía gran atención, igual que su intervención dentro del reparto coral de la alocada El grito en el cielo (1998), de Félix Sabroso y Dunia Ayaso. Entre una y otra, Valverde regresó al cine de Mario Camus para un pequeño papel en la exquisita El color de las nubes (1997). Fue entonces cuando llegó a la trayectoria del actor el papel del que será ya casi imposible separarle en la memoria colectiva del país: Gerardo Castilla, protagonista de El comisario (1999-2009), serie de Tele5 que le dio, entre otros un Premio de la Academia de la Televisión en el 2000 al mejor actor y nominaciones a los de la Unión de Actores en el 2000 y al TP de Oro en el 2003. La permanencia de la serie en horario de máxima audiencia a lo largo de diez años, aparte de no dejar lugar a dudas de la repercusión estelar alcanzada por el intérprete, le alejó casi por completo de emprender cualquier otro proyecto interpretativo delante de una cámara.

El comisario (TV) (1999-2009).

Durante los diez años que El comisario permaneció en antena, Fernando Valverde sólo se prestó a dos puntuales y significativos empeños para el cine: un secundario bastante lucido en la comedia La gran vida (2000), de Antonio Cuadri, y una intervención meramente decorativa en la coral y ligera Reinas (2005), de nuevo volviendo al cine de Gómez Pereira. Ahora, cuatro años después de finiquitado su trabajo para la televisión, años que el intérprete ha permanecido inactivo tanto para la pequeña como la gran pantalla, Querejeta lo recupera para marcarse uno de los come backs más sonados del último cine español, en un personaje de clara inspiración en el comisario al que irremediablemente permanecerá ligada la imagen profesional de Tito Valverde. Esperemos que su trabajo en 15 años y un día no pase a la historia como un retorno aislado y nos devuelva una continuada actividad laboral de uno de los característicos más compactos y solventes de nuestro cine actual, merecedor de grandes gestas interpretativas y una gloria cinematográfica equiparable a la televisiva.

lunes, 3 de junio de 2013

La Unión de Actores premia esta noche a los mejores del 2012.


Esta noche, por fin, se celebrará la gala de entrega de los Premios de la Unión de Actores, que tendrá lugar en el Arteria Coliseum de Madrid y que cuenta con el apoyo de la Fundación Autor-SGAE y la Fundación AISGE. Este ceremonia se celebra después de haber sido aplazada desde el pasado 8 de abril, fecha en la que estaba inicialmente prevista, "por motivos ajenos a la organización", según se anunció el pasado 26 de marzo.

Sesenta profesionales de la interpretación han sido nominados en esta, la XXII edición de unos galardones que, con carácter anual y desde 1991, reconocen el trabajo de los mejores intérpretes del panorama cinematográfico, teatral y televisivo de nuestro país. La película favorita es, sin duda, Blancanieves (2012), de Pablo Berger, con nada menos que seis candidaturas.

Son, desde luego, los premios más queridos dentro de la profesión, pues son precisamente los actores afiliados a la Unión de Actores y Actrices los encargados de reconocer a los mejores intérpretes protagonistas, secundarios y de reparto en los tres campos interpretativos. La única ganadora que ya se conoce es la gran Julieta Serrano, que recibe este año el premio especial Toda Una Vida.

Y los nominados son:

Mejor Actor Protagonista:

Antonio de la Torre, por Grupo 7.

Daniel Giménez Cacho, por Blancanieves.


Luis Tosar, por Operación E.
Mejor Actor Secundario:
Julián Villagrán, por Grupo 7.
Eduard Fernández, por Una pistola en cada mano.
Víctor Clavijo, por Holmes & Watson. Madrid Days.
Mejor Actor de Reparto:
Alfonso Sánchez, por Grupo 7.
Pere Ponce, por Blancanieves.
Ramón Barea, por Blancanieves.
Mejor Actriz Protagonista:

Aida Folch, por El artista y la modelo.
Maribel Verdú, por Blancanieves.
Sonia Almarcha, por Orson West.
Mejor Actriz Secundaria:
Ángela Molina, por Blancanieves.
Candela Peña, por Una pistola en cada mano.
Chus Lampreave, por El artista y la modelo.
Mejor Actriz de Reparto:

Amparo Baró, por Maktub.
Inma Cuesta, por Blancanieves.
Goya Toledo, por Maktub.