Karra Elejalde regresa el viernes a los cines.

Repasamos la filmografía del actor cuando regresa a la comedia con "Ocho apellidos vascos".

Palmarés XXIII Premios de la Unión de Actores.

"Caníbal", de Manuel Martín Cuenca, una de las vencedoras con 2 premios.

17º Festival de Málaga. Cine Español.

La Sección Oficial está compuesta por 15 largometrajes muy esperados para este 2014.

17º Festival de Málaga. Cine Español.

Seis títulos integran la sección paralela, competitiva, Zonazine, el espacio independiente.

17º Festival de Málaga. Cine Español.

Málaga Premiere y Estrenos Especiales completan la oferta de novedades del certamen.

sábado, 14 de diciembre de 2013

Segundo e incontestable Goya a Carmen Maura por "¡Ay, Carmela!".


Damos por concluido el repaso a las candidaturas interpretativas de la V edición de los Premios Goya abordando la relativa a la mejor interpretación femenina protagonista, en un año donde la Academia dispuso de poco margen de maniobra a la hora de elegir a las tres finalistas, dado el más bien escaso número de producciones con verdaderos valores artísticos reseñables y, sobre todo, por no ofrecer nuestra cinematografía muchos papeles femeninos protagonistas a nuestras actrices, una norma no escrita en la producción cinematográfica nacional que obtuvo resultados verdaderamente alarmantes en aquel no tan lejano curso de 1990. No obstante, la terna final por el Goya a la mejor actriz reunió para la ocasión dos de las más elaboradas y emblemáticas interpretaciones femeninas vistas en el Cine Español.


¿Había vida después de Almodóvar? Carmen Maura no tardó mucho en acallar los rumores que señalaban un posible declive artístico lejos de la protectora sombra almodovariana y, tras un breve paréntesis, se puso a las órdenes de nada menos que Carlos Saura, probablemente el cineasta español más reconocido internacionalmente después del maestro Luis Buñuel. Para él encarnó, literalmente, a Carmela, la artista ambulante dedicada a entretener durante el conflicto civil al bando republicano junto a su marido Paulino y al muchacho sordomudo que tienen acogido hasta que, en su regreso a Valencia, se pierden en la niebla, yendo a parar al territorio nacional, donde serán detenidos. Consciente tal vez de que de esta extraordinaria oportunidad iba a depender el resto de su carrera, la Maura se empleó a fondo alcanzando en su interpretación cotas de maravillosa y soberana perfección, que elevan el nivel de ¡Ay, Carmela! al de casi una obra maestra. Descarnada, auténtica, brillante. Cualquier calificativo se queda corto para describir el portentoso despliegue de la actriz en la película de Saura, un trabajo que actúa como una vibrante bomba de relojería a lo largo de todo el metraje, tal es el estado al que le somete al espectador la actuación de Carmen Maura hasta el extenuante y desasosegante final, con la Maura en una impresionante performance trágica. En medio, la exposición de un maravilloso abanico de registros acometidos desde esa naturalidad tan suya que hace que todo lo que lleva a cabo su personaje sea tan de verdad, a lo que ayuda esa mirada famélica que luce durante toda la cinta. Sólo en el apartado estrictamente musical cojea el trabajo de Carmen Maura en ¡Ay, Carmela!, pero su desinhibida poca adecuación para la canción y el baile folclóricos se contrarrestan con el descaro y la gracia personal exhibidos por la actriz en los contados números musicales que protagoniza, lo que da idea del carácter aficionado dentro de la profesión que desempeña su personaje y da fe del extraordinario talento de la actriz. Un talento que, una vez más, puso a sus pies a toda la industria cinematográfica europea, que le concedió un nuevo Premio del Cine Europeo a la mejor actriz. La española no iba a ser menos y la coronó como la mejor interpretación femenina protagonista de 1990 otorgándole su segundo Goya en la que significaba su segunda nominación. Dos importantísimos premios (a los que habría que sumar un nuevo Fotogramas de Plata a la mejor actriz de cine y el Premio del CEC a la mejor actriz) que le cubrían las espaldas a la hora de afrontar la nueva década en solitario, sin la seguridad que debía dar el disponer de una batuta tan firme y rentable como la ofrecida por Almodóvar en los ochenta.


La justicia del premio a Maura volvió a cebarse otra vez con Victoria Abril, que aquél año validó su condición de "actriz más nominada" a los Premios Goya al ganar su quinta candidatura consecutiva a la mejor actriz y es que, a pesar de tenernos ya acostumbrados a sus excepcionales dotes de actriz, el encuentro entre, quizás, la mejor actriz joven del panorama cinematográfico español del momento, con el director de actrices por antonomasia de la industria, amenazaba con deparar una sugestiva sorpresa de no poco impacto. Y, verdaderamente, hay que reconocer que el trabajo realizado por Victoria Abril a las órdenes de Pedro Almodóvar en ¡Átame! supera con creces todas las expectativas que se pudieran haber generado. Dando vida a un personaje marginal, ex-prostituta, ex-actriz porno y ex-drogadicta, reconvertida en musa del cine basura, que ha alcanzado cierto estatus económico arropada por una familia que la cuida como a un tesoro, especialmente su hermana Lola, Victoria Abril prácticamente se deja la piel por dar la suficiente carga emotiva en cada uno de sus planos para hacer creíble el radical cambio sufrido por su personaje en su relación con el chico que la mantiene cautiva. Sin concesiones ni impudores de ninguna clase, ni físicos ni emocionales, el trabajo de la actriz posee una insoportable carga de sinceridad y una portentosa energía expresiva, por la que fluye, primeramente, una descomunal y afilada rabia e insana maldad e incomprensión hacia los actos de su raptor, que poco a poco se irá apaciguando, serenándose el tempestuoso instinto de esta mujer encerrada en su propio domicilio y que, en segundo lugar, se permitirá el lujo de dejar aflorar de una manera absolutamente explícita un insondable sentimiento de compasión, que desembocará en una irracional, hermosa y entregada pasión. Sólo un monstruo de la interpretación como ella podría pasar de un extremo a otro de tan drástico arco interpretativo, transmitiendo siempre esa impresionante veracidad en cada una de sus intervenciones, dándolo completamente todo en su trabajo y convirtiendo su composición en un verdadero espectáculo pormenorizado y excepcionalmente calculado. Un trabajo cargado además de una emoción sobrenatural, que transforma cada una de sus locuciones en verdadero sentimiento, y apechugando con sobresaliente honestidad en cometidos a priori tan arriesgados como ese coito descarnado, donde la intérprete abre por completo todo su "ser" dramático, evolucionando en la escena con un aplomo y una integridad soberbios, que le permiten exponer sin fisuras la incontenible felicidad que se ha apoderado de su personaje, mostrada emocionantemente también en ese último plano al volante del coche donde suena "Resistiré" a modo de consigna utópica del futuro y anhelado bienestar que le depara. Estamos pues ante uno de los prodigios interpretativos más deslumbrantes de los que se han podido ver en una pantalla de cine en mucho tiempo, debido a una auténtica fiera en su arte, una actriz magistral, capaz de hacer carne cada trazo sutil de su personaje. Capaz de caminar con pies de plomo, con una confianza absoluta en sí misma y una fe ciega en el alcance de sus herramientas de trabajo, por los rincones más hondos del alma de las criaturas que debe incorporar, para extraerles toda su savia vital y exponerla sin paliativos ante las cámaras, dando forma a un trabajo de sublime perfección y, como tal, merecedor, sin ningún género de dudas, no sólo de este Goya a la mejor actriz para el que fue propuesto y que finalmente no consiguió, sino de absolutamente todos los premios imaginables.


Ante tamañas bestias interpretativas, poco podía hacer Charo López cuando, en pleno declive estelar, le llegó la oportunidad de acometer el papel protagonista de Lo más natural, de Josefina Molina, un guión escrito por Joaquín Oristrell que sirve un personaje a la medida de la intérprete: una mujer de buena posición social que debe enfrentarse en la madurez con la repentina ruptura de su vida conyugal, primero, y a la reedificación de su vida afectiva y sentimental con un hombre más joven, después. Melodrama satinado de un apreciable tono a comedia clásica, si por algo ha de pasar a la historia del cine español esta Lo más natural ha de ser por servir de vehículo perfecto para admirar el amplio registro cinematográfico de su actriz protagonista, una Charo López que se sabe capacitada para otorgar la convincente y oportuna cobertura emocional a las dudas, miedos, tristezas y alegrías de su desorientado personaje, que entronca con una tipología de heroína moderna de larga tradición en otras cinematografías europeas (como la francesa), pero escasamente representado en la nuestra, más pendiente de las vicisitudes de generaciones de edad menos avanzada. Charo López está perfecta, expresando siempre la medida justa de cada situación que le toca representar, pero a pesar de su entusiasta entrega y su compacto resultado, la actriz jamás alcanza la tan deseada brillantez que merecía, más por culpa de una puesta en escena insípida y sin personalidad alguna. Con todo, la Academia valoró positivamente el esfuerzo y brindó a Charo López su primera nominación a los Premios Goya, en una edición perdida de antemano. Sin embargo, lo peor no fue esto, sino que, desafortunadamente, tampoco la industria aprovechó la reincorporación de la estrella al primer plano de la actualidad cinematográfica, no volviéndole a brindar a la actriz papeles de tan altas dosis de lucimiento como el desempeñado en Lo más natural.

Las Olvidadas.

Dentro de la pobre oferta interpretativa producida en 1990, es obligado señalar en este apartado a la recientemente fallecida Amparo Soler Leal, por su trabajo en La teranyina (La telaraña), de Antoni Verdager. En esta académica adaptación que de la novela de Jaume Cabré, la veterana intérprete fue Mercé Rigau. Sobria y austera, Soler Leal ejemplarizó ante la cámara el adusto comportamiento, así como el carácter agrio, de una mujer de la clase alta catalana, solterona y beata, en permanente estado de alarma ante la desestabilizada situación de la fábrica textil propiedad de su familia. Por salvarla y por velar por el honor de su apellido, que considera corrompido, su personaje será capaz de entretejer desde la más inocente ineptitud, sólo por el afán de poder, una arrogante conspiración para arrebatar el control de la fábrica a su propio hermano, con el que la une un mutuo desprecio. Desde una admirable, por fría y cortante, contención, la Soler Leal lleva a cabo un trabajo de ajustada precisión, salpicado con gotas de enfermiza ambición y amargo rencor. Sus réplicas se convierten en dardos casi envenenados por la pulcra y medida fiereza con las que las lanza la estrella, protagonizando auténticos duelos interpretativos frente a Fernando Guillén, que elevan la dignidad media de la puesta en escena de una película a reivindicar.


A pesar de no ganar el Goya, Victoria Abril puede presumir de haber aventajado a todas sus compañeras de profesión al disponer en 1990 de nada menos que de dos magníficos trabajos protagonistas. No sólo optó al Goya por ¡Átame!, sino que obtuvo también una nueva nominación a los Fotogramas de Plata, compartida con el trabajo realizado en A solas contigo, de Eduardo Campoy, donde la intérprete nos hacía olvidar la bomba sexual a la que nos tenía acostumbrados, vistiendo las pieles de una frágil e indefensa muchacha ciega, testigo involuntario de un asesinato, que cual nueva Cenicienta, nos hacía compartir con ella el miedo y la angustia ante el acoso al que la sometía el asesino de la cinta, al mismo tiempo que nos hacía emocionarnos por el pausado y bonito romance que nacía entre ella y el teniente de la Marina encargado de su protección, su particular príncipe azul. Cierto que no había nada original en este logrado thriller militar, pero la actuación de la Abril supone una razón de peso para su visionado, pues superando la mera corrección, la actriz ejecuta cada movimiento, cada gesto, cada paso de su personaje con estudiada perfección, brillando de manera espeluznante en la tensa y espléndida secuencia del ascensor. No obstante, huelga decir que, habiendo presentado un trabajo como el de ¡Átame! en el mismo curso, sobran razones que expliquen por qué la calculada y sobria interpretación de Victoria Abril en A solas contigo se quedó fuera de las nominaciones al Goya.

Los Premios Forqué inauguran la temporada de premios nominando a los actores favoritos a los Goya.


EGEDA (Entidad de Gestión de los Derechos de los Productores Audiovisuales) acaba de hacer públicas las seis películas finalistas y los nombres de los intérpretes candidatos al XIX Premio Cinematográfico José María Forqué, dotado con 30.000€, y que inaugura oficialmente la temporada de premios cinematográficos en España. A diferencia de años precedentes, este año el Premio Forqué tiene seis finalistas al premio a la mejor película al haberse producido un empate en la votación, elegidas entre un total de 93 largometrajes de ficción, 58 documentales y 3 largometrajes de animación, estrenados entre el 1 de diciembre de 2012 y el 30 de noviembre de 2013.

Mejor Película:

15 años y un día, de Gracia Querejeta. Producida por Castafiore Films y Tornasol Films.

El cuerpo, de Oriol Paulo. Producida por Rodar y Rodar y Antena 3 Films.

La gran familia española, de Daniel Sánchez Arévalo. Producida por Atípica Films, Mod Producciones y Atres Media Cine.

La herida, de Fernando Franco. Producida por Elamedia Inc., Encanta Films, Euskal Telebista, Ferdydurke, Kowalski films y Pantalla Partida.

Las brujas de Zugarramurdi, de Álex de la Iglesia. Producida por Enrique Cerezo P.C. y La Ferme! Productions.

Una pistola en cada mano, de Cesc Gay. Producida por Impossible Films.

La selección de intérpretes finalistas confirma las expectativas y las quinielas que se están barajando de cara a los próximos Premios Goya. Un jurado compuesto por periodistas, actores y productores, elegirá a la actriz y al actor ganadores de los Premios de Interpretación, dotados económicamente por la Fundación AISGE, con 2.500 € cada uno.

Mejor Actor:

Antonio de la Torre, por Caníbal.

Eduard Fernández, por Todas las mujeres.

Javier Cámara, por Vivir es fácil con los ojos cerrados.

Mejor Actriz:

Aura Garrido, por Stockholm.

Marián Álvarez, por La herida.

Nora Navas, por Todos queremos lo mejor para ella.

Como principal novedad de esta edición, los Forqué incorporan este año un nuevo premio: el Premio Especial al Mejor Largometraje latinoamericano, un reconocimiento de EGEDA al talento y la calidad del cine que nos llega del otro lado del atlántico. Así mismo, el Premio Especial EGEDA al Mejor Largometraje Documental o de Animación, dotado con 6.000 €, se dará a conocer el mismo día de la gala, que será retransmitida por TVE y tendrá lugar el lunes 13 de enero en el Palacio Municipal de Congresos de Madrid (Campo de las Naciones), con dirección de Eduardo Bazo.

viernes, 13 de diciembre de 2013

Sólo el documental "Guadalquivir" representa la producción nacional entre los estrenos del finde.

¡¡¡Ya es viernes!!! La cartelera se renueva y llegan multitud de novedades y, sin embargo, entre ellas no se encuentra ninguna película española de ficción. Sí, por lo menos, accede a una carrera comercial un documental patentado dentro de nuestras fronteras, Guadalquivir, producción de José María Morales (Wanda Natura) con la participación de TVE, CANAL+ y Canal Sur, que está dirigida por Joaquín Gutiérrez Acha y que cuenta con 9 candidaturas previas a los Premios Goya 2014.


Dieciocho copias lanza Wanda de esta cinta que supone el primer largometraje de naturaleza rodado íntegramente en nuestro país, rodado a lo largo de dos años y medio de rodaje. Esta película nos muestra la vida al paso de la corriente del río andaluz, los paisajes de Cazorla, Sierra Morena y Doñana, tres de los más grandes e importantes espacios naturales de nuestra geografía, en las diferentes épocas del año. Comienza en otoño en las sierras de Cazorla y Segura, donde nace el gran río y el agua, más que fluir, se despeña por los riscos y cortados de piedra; son las tierras del águila real, el ciervo y la cabra montés. Siguen las laderas suaves y ásperas de Sierra Morena en invierno, los paisajes de las grullas, el buitre negro y el lince ibérico. El viaje aguas abajo concluye en Doñana, en primavera y verano, allí donde una barrera de dunas detiene al río antes de disolverse en el mar, las aguas se desbordan en las marismas y la biodiversidad alcanza los máximos niveles de toda Europa. En esta película las imágenes y los sonidos de la naturaleza se combinan para ofrecer una experiencia sensorial, una auténtica inmersión en el medio natural a través de los sentidos.

Para Nuria Vidal, en Fotogramas, Guadalquivir es "una aventura en la que la presencia humana es prácticamente nula y que, cuando aparece, lo hace para demostrar que el hombre es el mayor predador de todos porque no mata por necesidad sino por placer y no lo hace arriesgando la vida, sino utilizando perros mercenarios"; mientras, en Cinema ad hoc, señalan que se trata de "un experimento que acaba por caer de pie gracias en buena parte a todo su apartado técnico (...) y en sus mejores momentos no tiene tanto que envidiar a una de esas grandes superproducciones mudas como Océanos". En Cine Maldito, por el contrario, aportan matices a las virtudes señaladas: "a los pocos minutos la inexistencia de un hilo argumental (fallidamente asignado a los movimientos de un zorro que termina por ser tan solo un personaje que aparece de forma intermitente) hacen que nuestra atención se desvíe de la pantalla en más de una ocasión, convirtiéndose la película en un cuaderno de imágenes a ratos interesantes y a ratos reiterativo".


Sin más, queridos amigos, entramos de lleno en el fin de semana previo al conocimiento de los nominados a la I edición de los Premios Feroz, de los que daremos buena cuenta a su debido momento, junto a la quinta entrega de nuestra particular Quiniela a los Premios Goya 2014, que llegará repleta de importantes e inesperados cambios entre nuestros favoritos.

¡¡Un saludo, Sinvergüenzas!!

jueves, 12 de diciembre de 2013

Crítica de "10.000 noches en ninguna parte": la estética de lo insustancial.


No deja de tener su gracia el que Ramón Salazar, el director de esta 10.000 noches en ninguna parte, haya aconsejado a los futuros espectadores de su película el que no intenten entenderla al minuto 15 de metraje, algo que nos insta a pensar que nos encontramos ante una cinta difícil y compleja, lo que nos predispone, de forma inconsciente, a abordarla desde una óptica distinta a la que manejaríamos para cualquier otra propuesta cinematográfica, digamos más convencional. Sin embargo, presuponer que 10.000 noches en ninguna parte se alzará como un afanoso ejercicio intelectual significa otorgarle a la tercera película de Salazar un crédito que en modo alguno merece. Nacida en los márgenes de la industria cinematográfica española, autofinanciada por el propio realizador y rodada con una cámara reflex digital, Ramón Salazar ha podido construir a su antojo y con total libertad y arbitraje la película que ha querido, pero a poco que la observemos con detenimiento, 10.000 noches en ninguna parte no resulta ni tan arriesgada ni tan innovadora como han proclamado sus artífices.


Localizada en tres escenarios urbanos distintos (Madrid, París y Berlín), la película intenta ser la plasmación de la búsqueda interior que lleva a cabo el personaje principal, un joven con graves y manifiestos problemas para relacionarse, afectiva, sentimental y hasta sexualmente, a través del viaje físico (también emocional y hasta sensorial) que lleva a cabo el protagonista huyendo de la vida gris e incómoda de su Madrid natal, viviendo, compartiendo y sintiendo reveladoras y novedosas experiencias a su paso por las otras dos capitales europeas. La ambigüedad que recorre los planteamientos de las historias acaecidas tanto en París como en Berlín no deja de resultar atractiva, desde un punto de vista conceptual, pero el mínimo e insustancial hilvanado argumental que las sostienen se revela pronto bastante endeble como para propiciar en el espectador la necesaria empatía con las imágenes, no produciéndose ni tan siquiera una esperada y conveniente evolución interna en su protagonista. 10.000 noches en ninguna parte se sustenta aquí de un desbordante esteticismo, a través de un pretendido estilo visual y sonoro de onírica y embelesante belleza, con encuadres fotográficamente hermosos y movimientos de cámara profundamente evocadores, así como también la inspirada intencionalidad dada por Miguel Amoedo y Ricardo de Gracia a la luz dependiendo de la localización (fría y deshumanizada en Madrid, nostálgica y retro en París o luminosa y utópica en Berlín); por no hablar de una banda sonora íntimamente emocional. Lo disuasorio del aspecto formal de la cinta de Salazar estriba en que, más que incitarnos a apelar a una primorosa y poética concepción de puesta en escena inherente a su autor, nos remite de manera harto fastidiosa a múltiples y archiconocidas referencias cinematográficas, que terminan de dilapidar la supuesta originalidad de toda la armadura. 


Lo lamentable de todo ello es que tremendo armazón de pretendida lírica visual no arrope no ya una historia al uso, es que ni tan siquiera ofrece un plausible análisis al corazón de los traumas y carencias en la personalidad de su protagonista, que no deja de ser exhibido como un ente inerte y pasivo, observador con una casi nula capacidad de implicación en las vivencias en las que se ve inmerso, incapaz siquiera de evidenciar una tenue movilización interior dentro de su asepsia vital. Sólo el episodio ubicado en Madrid aporta claves de interés en lo que a trama y dibujo de personajes se refiere, hallándose en él matrices y pistas de sugestiva insalubridad en torno a la desequilibrada relación del protagonista tanto con su progenitora como con su hermana; conatos de genialidad que, por desgracia, no germinan en un desarrollo sostenible y acabado, por no conocer continuidad en el continuo ir y venir de la puesta en escena entre unas historias y otras. De este modo, la única vía de presunta coherencia intrínseca, no estilística, de la que podía hacer gala 10.000 noches en ninguna parte queda totalmente desangelada, a modo de premisa abandonada a su suerte en una cuneta cualquiera, utilizada solo a modo de excusa barata para justificar todo lo demás; negándose su autor la ambiciosa, pero también admirable voluntad de llevar su incómoda idea de base hasta sus últimas consecuencias, haciendo primar sobre la posible contundencia del contenido, sus esteticistas aspiraciones en el marco del continente.


Es tanta la obstinación que evidencia Salazar en fascinar a través del aspecto formal que logra, incluso, perjudicar el entregado trabajo, desbordado de ciega confianza, llevado a cabo por todo el reparto, edificando personajes que parecen surgir de una constante improvisación y a los que la pretenciosidad de las imágenes les dota pronto de una falta considerable de elaboración. Pasa, por ejemplo, con el incorporado con naturalizada sencillez por Najwa Nimri, cuyo clímax dramático (un desgarrador monólogo) no obtiene el alcance emotivo necesario, más que el distanciado y bucólico tratamiento ofrecido por la puesta en escena a su personaje, algo que también resulta achacable a los incorporados con desnuda y sincera prestancia por Paula Medina y Manuel Castillo. Lola Dueñas acarrea con dulzura y entusiasmo con el personaje más marciano de una función sostenida sobre los hombros de un Andrés Gertrúdix sobrio, convincente en su parquedad, pero que hubiera precisado perfilar la ejecución de algún tipo de arco interpretativo, por lo menos para dar solidez y verosimilitud a su desorientado personaje. Por el contrario, en el cómputo de aciertos, 10.000 noches en ninguna parte contiene la revelación de Rut Santamaría, gracias a la austera y casi hiriente interpretación que efectúa del personaje de la egoísta hermana; pero, sobre todo, sirve una arriesgada y purgativa performance por parte de una excepcional y dolorosamente minuciosa Susi Sánchez como la alcoholizada y decadente madre del protagonista, imprescindible razón de peso para dejarse embaucar por una película hueca, extasiada de sí misma.


Puntos fuertes a los Goya 2014:
- Mejor Actriz Secundaria: Susi Sánchez.
- Mejor Actriz Revelación: Rut Santamaría.
- Mejor Música Original: Najwa Nimri e Iván Valdés.
- Mejor Dirección de Fotografía: Miguel Amoedo y Ricardo de Gracia.
- Mejor Dirección Artística: Alejandro Prieto.
- Mejor Montaje: Abián Molina y Ramón Salazar.
- Mejor Sonido: Simón Weissner, Nicolás de Poulpiquet y Álvaro López Arregui.

miércoles, 11 de diciembre de 2013

Crítica de "3 bodas de más": Inma Cuesta se gana el trono de "Reina de la Comedia".


Cierto es que hay que alegrarse (y mucho) de que 3 bodas de más, la nueva comedia dirigida por Javier Ruiz Caldera, haya significado el mejor estreno del fin de semana en la taquilla española, con una recaudación cercana al millón cuatrocientos mil euros, lo que sobrepasa con holgura incluso las mejores y más optimistas previsiones previas a su estreno. Una gran noticia para el Cine Español que tiene su principal razón de ser en la efectiva y apabullante campaña promocional de la cinta y en las entusiastas críticas recibidas por parte de la mayoría de la prensa especializada. Pero no nos llamemos a engaño porque, lamentablemente, 3 bodas de más sólo significa un caso aislado en nuestra industria y, además, ha originado comentarios en exceso positivos que, dependiendo del color del cristal con el que se miren, llegan a resultar hasta desproporcionados. Respecto a si la cinta de Ruiz Caldera merece tremendo éxito comercial, la respuesta claramente es sí, pues nos hallamos ante un producto de clara e indisimulada vocación comercial, que tiene como su principal razón de ser la misión de entretener a toda costa, algo que consigue con absoluta plenitud a lo largo y ancho de todo su metraje.


No obstante, sobre si 3 bodas de más es, como glosan ya algunos, la mejor comedia parida por nuestra cinematografía en mucho tiempo, deberíamos tranquilizar a las masas e invocar al todopoderoso Tiempo, el único capaz de, con su contrastada sabiduría basada en la experiencia, poner cada cosa en su sitio. De momento, hay que felicitarse por la sana y desprejuiciada condición de ser de una película que, si bien no llega a engrosar en las filas de las grandes muestras del género en nuestro país con el paso de los años, por lo menos se marca el afortunado tanto de conjugar con refrescante soltura los códigos definitorios de algunas de las corrientes más destacadas por las que ha venido transitando la comedia cinematográfica de los últimos tiempos. A saber, 3 bodas de más se sostiene sobre la bien manida premisa imperante en la moderna comedia romántica, pero se permite el lujo de aderezarla con la salvaje comicidad exprimida hasta la saciedad por la vertiente más gamberra y chabacana importada desde USA, no privándose de, mientras sus gags tontean con lo ordinario y lo soez, ofrecer una astuta y malintencionada reflexión sobre las carencias afectivas de toda una generación (la nuestra, románticos extraviados procedentes de los 80), quedando todo ello, para colmo de aciertos, mezclado, agitado y fabulosamente servido con la agilidad y la vigorosa cadencia de la más disparatada screwball comedy parida por el Hollywood clásico.


A Ruiz Caldera, y a sus guionistas, Pablo Alén y Breixo Corral, se les escapa la fórmula en algunos (pocos) desvaídos momentos, con algún que otro gag cogido con pinzas o, directamente, fuera de tono, pero logran eso tan difícil de hacer en la comedia actual que es acertar de lleno a la hora de rizar el rizo en las postrimerías del chiste, hilando bastante bien los clímax cómicos a base de mil y un recursos, desde unos agudos diálogos hasta la eficaz planificación de muchos momentos; lo que acentúa la hilaridad de todo en su conjunto y brinda al espectador la imposibilidad de parar en seco en el complicado ejercicio de la carcajada. Puede que la trama romántica que se va gestando en el seno de toda la función peque de ser excesivamente previsible, entorpeciendo el cierre con un final demasiado lánguido, sobre todo en comparación con el alto nivel exhibido durante todo el metraje, pero esto no es un error achacable sólo a la película, sino más bien al género en su conjunto. Lo mejor de 3 bodas de más es que, a diferencia de los convencionalismos vigentes en las comedias románticas anglosajonas, nuestra atribulada heroína no ansía conquistar y enamorar hasta las trancas al galán de turno, sino que se ve obligada a autoafirmarse a sí misma y a darse a valer antes de encontrar al tipo que realmente la merezca. Dicho de otro modo, esta Bridget Jones a la española se aleja de la ñoñez y la blandura de cuento de hadas del modelo británico, para abordar con combativa desfachatez el eterno tema de la "guerra de sexos", con una protagonista perennemente anulada ante la inmadurez sentimental del macho alfa en todos sus modelos.


Este mérito encierra una fantástica construcción del personaje central, al que una espectacular Inma Cuesta se entrega con deslumbrante ingenio, consciente tal vez de tener entre manos uno de los personajes femeninos más jugosos y ricos que se hayan escrito para una comedia en mucho tiempo. Sería injusto no reconocer que parte de las virtudes que encierra 3 bodas de más tienen su origen en el desternillante trabajo de su actriz, capaz de sortear las limitaciones que su (atractivo) físico podían propinar a la consecución de la verosimilitud de su rol y, a través de una hilarante y atinada manifestación de tics y mohínes, dar con la medida justa del carácter anodino y patoso del personaje. Tan brillante recital obtiene su réplica en el trabajo de la plana mayor de todo el elenco de secundarios, todos acarreando con roles más bien esquemáticos, sí, pero tirando de carisma y gracia personales para fomentar el grado de jocosidad de la propuesta. Si los registros empleados por Paco León y Berto Romero carecen de brillo por ser, de alguna manera, esperables, dada la trayectoria televisiva de ambos, la distendida y modélica actuación de Martiño Rivas sobre el clásico arquetipo del "amigo con derecho a roce" (que contrasta con la habitual representación de Quim Gutiérrez del rol de galán), sirve de aliciente dentro de una galería de estrambóticos e insuperables secundarios, donde sobresalen una desquiciada y altisonante Rossy de Palma, la ladina y venenosamente feliz recuperación para el cine de María Botto y la breve, pero genial participación en clave canalla, a cargo de Bárbara Santa Cruz. Virtudes, como decíamos, para una comedia que, aunque no traspase el umbral de lo mítico con el paso del tiempo, sí debería sentar algún tipo de cátedra en nuestra cinematografía, aunque sea para echarse unas (buenas) risas.


Puntos fuertes a los Goya 2014:
- Mejor Actriz: Inma Cuesta.
- Mejor Actriz Secundaria: Rossy de Palma.
- Mejor Actriz Secundaria: María Botto.
- Mejor Actriz Revelación: Bárbara Santa Cruz.
- Mejor Canción: "Ruido de naves que parten", de Ana Naranjo.
- Mejor Dirección Artística: Sylvia Steinbrecht.
- Mejor Montaje: Alberto de Toro.
- Mejor Sonido: Salva Mayolas, Nacho Royo-Villanova y Pelayo Gutiérrez.
- Mejores Efectos Especiales: Pablo Perona y Lluís Castells.

La tragedia de "Otel·lo" regresa a los cines en enero.


Nos informan que Otel·lo, la ópera prima del director catalán de origen sirio Hammudi Al-Rahmoun Font, llegará a nuestras pantallas el próximo 24 de enero. Se trata de una adaptación radical y arriesgada del clásico de William Shakespeare, que llegará a las salas después de su exitoso paso por diversos certámenes entre los que destacan: ECU Independent European Film Festival (con premios a la mejor película y mejor actriz), Atlántida Film Fest (Premio del Público), Festival Internacional de Cinema d´Autor de Barcelona (Premio del Público), Festival Du Film Espagnol de Toulouse (Premio mejor opera prima), Festival Plataforma Nuevos Realizadores (Premio mejor película), así como el Festival de Cine Europeo de Sevilla(Sección Nuevas Olas).

La película, una producción ESCAC de Escándalo Films en producción asociada con Corte y Confección de Película, se estrenará de la mano de Splendor Films, se localiza durante un rodaje del Otelo de Shakespeare, con casting minucioso para una adaptación intensa y arriesgada, y un director dispuesto a sacar el máximo de sus actores, sin escrúpulos morales, legales ni sexuales. Toda una sabandija que con tal de mostrar pasiones, intrigas y celos candentes en la pantalla se esforzará al máximo para crearlos en la vida real, con pasmosas y cómicas consecuencias. Sólo que la frontera entre los hechos y la imaginación se desdibuja y los límites de la representación se ponen en juego. Quizás la tramoya de este film de negrísimo humor, nos deje ver más de lo que nunca hubiésemos imaginado. En su reparto, lleno de rostros desconocidos para el gran público, figuran los nombres de Ann M. Perelló, Youcef Allaoui, Kike Fernàndez y el propio director, Hammudi Al-Rahmoun Font.

Los Premios Feroz ya presumen de estatuilla.


Se ha desvelado una de las incógnitas que rodeaban la creación de los inminentes Premios Feroz, concedidos a partir de este año por la recién creada Asociación de Informadores Cinematográficos de España: el trofeo de los Premios Feroz, que será una escultura del diseñador Rafael Peralta y el escultor Pablo Tardáguila con la silueta de un lobo enmascarado. La imagen 3D que os mostramos ha sido desarrollada por Laura Ortega Lacasa. Además, la AICE ha hecho pública también la imagen gráfica de los Premios Feroz, que gira en torno a un dibujo esquemático del trofeo.

Los Premios Feroz, que tendrán carácter anual a partir de 2014, nacen con la intención de convertirse en la antesala de los Premios Goya, los grandes premios del cine español. Los galardones se entregarán en una gala que se celebrará en Madrid el próximo 27 de enero de 2014.


La distribución de premios se articula en 11 categorías: mejor película dramática, mejor comedia, mejor dirección, mejor actriz protagonista, mejor actor protagonista, mejor actriz de reparto, mejor actor de reparto, mejor guión, mejor música original, mejor tráiler y mejor cartel.

Además, se entregarán dos premios adicionales designados por el Comité Organizador de los galardones: el Premio de Honor, a toda una carrera, y el Premio Especial a la película que, según la Asociación, hubiera merecido una mejor carrera comercial.

Los Premios Feroz cuentan con el patrocinio de Gas Natural Fenosa, dentro de su campaña En el cine como en casa.

Crítica de "Memoria de mis putas tristes": tediosa memoria.


Confieso que tal vez fuera mi excesiva juventud la culpable de que, en el momento en el que se produjo mi temprano acercamiento a la novela de Gabriel García Márquez, "Memoria de mis putas tristes", las sensibles palabras del escritor no calaran en mí de la forma esperada. La lectura de sus páginas no me removió las tripas como esperaba y el recuerdo que conservo de ella, difuso ya por el acontecer del tiempo, apenas desprende un leve suspiro de desgana. Quizás no era el momento para abordar una obra semejante, lo reconozco. Por ello, cuando me dispongo a asaltar su correspondiente adaptación cinematográfica, intento no hacerlo influido por este sentimiento de pesada ambivalencia, confiando en que, tal vez, la misma historia, en su tratamiento cinematográfico, pudiera engatusarme. Sin embargo, tras el visionado de Memoria de mis putas tristes me embarga la misma desazón que recordaba tras la lectura de la novela.


La película de Henning Carlsen posee, a priori, todos los elementos inherentes a una impoluta adaptación de un prestigioso original literario. Lo que, por desgracia, tampoco es decir mucho a su favor. Memoria de mis putas tristes cuenta con el acostumbrado acabado técnico que se presume para productos de esta naturaleza (una bellísima y evocadora dirección de fotografía, una cuidadísima y esmerada dirección artística, un delicado y exquisito diseño de vestuario), que más que aportar una personalidad propia al producto final, lo que invitan es a asociarlo a una serie de títulos adscritos a un determinado cine europeo de qualité, que brilla especialmente por haber degenerado en sus niveles últimos de calidad intrínseca, sobresaliendo como filmes de perfecta y calculada, preciosista, factura técnica, pero poco consistentes en su entramado argumental.


Memoria de mis putas tristes encaja a la perfección en esta descripción, pues su guión, escrito al alimón entre su director y el respetado guionista francés Jean-Claude Carrière, no logra exponer en pantalla la particular e inusitada historia de amor entre el protagonista nonagenario y la virginal adolescente que tanta polémica había venido suscitando desde la publicación de la novela. En última instancia, lo que proporciona la película es una colección de hermosísimas estampas visuales mientras asistimos con ojos indulgentes a los desvaríos y caprichos de un anciano, enemigo acérrimo del matrimonio. No están presentes, si quiera, el discutido perfil misógino que caracterizaba al personaje central en el texto original, ni mucho menos la visión afligida y lúgubre que imperaba en la novela sobre el mundo de la prostitución, tratado en la película como un motor de esparcimiento para el lujurioso protagonista, lo que incluso resta valor al título de la película y no tarda en aparecer el inhóspito tedio como desagradable acompañante de las modélicas, pero huecas imágenes de la película.


En vista de ello, toma especial relevancia el trabajo llevado a cabo por su actor protagonista, un Emilio Echevarría que aporta a su personaje un oportuno componente ternurista que impide los posibles juicios negativos que podría suscitar su personaje, lo cual puede ser tachado también de algo negativo, pues eran precisamente los claroscuros presentes en el dibujo del personaje central, lo que hacía atractiva la historia en la novela. Para nuestra desgracia, la presencia española de Ángela Molina sólo puede describirse de insustancial y mal aprovechada, algo que también podríamos decir de su hija, Olivia Molina, muy guapa, sí, pero con una intervención plana y fugaz. Nos queda, y no es poco, el trabajo de la gran Geraldine Chaplin, en un papel que se ajusta a su medida, como esa envejecida e incapacitada madame, que la intérprete acomete con endiablada desfachatez, convirtiendo sus frecuentes secuencias en verdaderos deleites para cualquier aficionado. Demostrando, de paso, con tremendo y espléndido despliegue, derrochando una energía y un ritmo deslumbrantes y convirtiéndose en lo mejor de la función, la capacidad y el talento inherentes a las grandes intérpretes cinematográficas, capaces, como Chaplin en Memoria de mis putas tristes, de vencer y anular las limitaciones de un pobre y mal dibujado personaje.


Puntos fuertes a los Goya 2014:
- Mejor Actriz Secundaria: Geraldine Chaplin.
- Mejor Dirección de Fotografía: Alejandro Martínez.
- Mejor Dirección Artística: Roberto Bonelli.
- Mejor Diseño de Vestuario: Gilda Navarro.

martes, 10 de diciembre de 2013

El doblete de Julián López para el 2014: "Torrente V" y "Perdiendo el norte".


Ya tenemos otro candidato a ostentar el título de estrella por antonomasia del próximo curso cinematográfico: Julián López. El popular humorista televisivo mantendrá su ascendente trayectoria cinematográfica en 2014 apuntándose, además, el tanto de participar en uno de los que, se prevé, llegará a ser uno de los grandes taquillazos del año. Porque el actor se encuentra rodando ya Torrente V: Misión Eurovegas a las órdenes de Santiago Segura, de cuyo argumento todavía no ha trascendido nada a los medios, salvo que tendrá como marco el comentadísimo proyecto de ocio que el magnate norteamericano Adelson y el Gobierno de la Comunidad de Madrid aspiran a construir en el municipio de Alcorcón. Lo que sí se ha sabido es que, junto a López, en el reparto también figura la cantante Angy y el mediático Jesulín de Ubrique, aparte de que se rumoree el fichaje de, nada menos, que Mel Gibson para protagonizar un estelar cameo.

Por otra parte, Julián López también estará en el tercer largometraje de Nacho García Velilla, uno de nuestros más triunfales directores de comedia, suyas son Fuera de carta (2008) y Que se mueran los feos (2010), que regresa al género para contarnos la fuga de cerebros, impuesta en nuestro país en virtud de la crisis económica, para encontrar oportunidades laborales fuera de España. Al frente del reparto de esta película, que llevará por título Perdiendo el norte, y con el tema de la movilidad exterior como telón de fondo, lo que podría remitirnos a algún que otro hito cinematográfico nacional de cierta importancia (Españolas en París (1971), de Roberto Bodegas, o Vente a Alemania, Pepe (1971), de Pedro Lazaga, dos miradas distintas a la misma problemática), se encuentra un trío protagonista que, además del ya mencionado López, contiene a Blanca Suárez y al televisivo Yon González, que tratará con esta película de dar el salto a la producción de clase A de nuestra industria. Junto a ellos, la película contará con la participación en un pequeño papel del gran José Sacristán. Si todo sale bien, su rodaje está previsto que se inicie en la primera semana de febrero del 2014.

"Memoria de mis putas tristes" también llegará a las salas en enero.


Con casi dos años de retraso, por fin conocíamos la semana pasada el estreno en salas comerciales de Memoria de mis putas tristes (2012), última película dirigida por el danés Henning Carlsen, de larga y escogida filmografía. La cinta, que supone una adaptación de la célebre novela homónima del Nobel colombiano Gabriel García Márquez, es una co-producción entre España, México y Dinamarca, que ya pudo verse en el 15º Festival de Málaga (2012), donde obtendría el Premio Especial del Jurado Joven, y que aterrizará en las marquesinas el próximo 17 de enero de 2014.

Con 13 candidaturas previas a los próximos Premios Goya, Memoria de mis putas tristes parte del guión adaptado escrito entre el propio director y el veterano y mítico guionista francés Jean-Claude Carrière, colaborador de, entre otros, Luis Buñuel, en El discreto encanto de la burguesía (1972), Luis García Berlanga, en Tamaño natural (1974), Philip Kaufman, en La insoportable levedad del ser (1988), o, más recientemente, Fernando Trueba, en El artista y la modelo (2012). En ella, "El sabio", longevo columnista en un periódico provincial, pasa la vida en soltería pagando a toda mujer con quien tiene encuentros sexuales. En la víspera de su 90 cumpleaños, decide celebrarlo dándose un buen regalo: una noche de locura amorosa con una jovencita virgen. Sin embargo, encuentra el amor en el final de su vida, cuando la única aventura que le quedaba era la muerte. Esta es la historia de una relación de amor y obsesión entre un anciano periodista y una niña de clase obrera, que vende su virginidad para ayudar a su familia.

La película supone la vuelta del actor mexicano Emilio Echevarría (Amores perros) a un papel de envergadura, netamente protagonista. A él, lo acompañan, por parte española, Ángela Molina y Olivia Molina, madre e hija en la vida real que dan vida al mismo personaje en diferentes épocas. Sobre ellas, sin embargo, destaca la participación de Geraldine Chaplin, en el personaje femenino más lucido de la función, el de la madame Rosa Cabarcas. Completando el elenco principal, Paola Medina y Luis Miguel Lombana.

Crítica de "Pensé que iba a haber fiesta": apacible pero incómodo duelo interpretativo.


¿Es correcto enamorarse de la expareja de tu mejor amiga? ¿Existe un tiempo prudencial que haya que esperar para que sí lo sea? ¿Y si no, se corre el riesgo de pudrir esa amistad? Pensé que iba a haber fiesta, la tercera película de la directora argentina Victoria Galardi, parte de la formulación de tales cuestiones no sólo para propiciar el genuino gancho en los espectadores, sino para edificar alrededor de ellas un contemplativo estudio sobre los lazos que unen a dos personas en una amistad y lo terriblemente frágiles que se pueden volver cuando los actos, los pensamientos y las emociones de esos dos seres no van en consonancia. Ana, una actriz española residente en Argentina, accede a cuidar de la casa y la hija de su mejor amiga, Lucía, mientras ésta se marcha de vacaciones a Uruguay en compañía de su actual pareja. Durante esta estancia, Ana se reencontrará con Ricky, el ex de Lucía y padre de su hija, y la atracción no tardará en aparecer y con ella los remordimientos, la culpa, la angustia y la confusión. Galardi sabe plantear de manera harto minuciosa el nacimiento del conflicto central y le bastan pocos segundos para exponer correctamente la inestabilidad interior que sacude a su protagonista principal tras el inesperado primer giro de los acontecimientos.


El guión de Galardi logra indagar en tremendo dilema moral a través de la vívida plasmación en pantalla de hechos del todo intrascendentes (dos mujeres tomando el sol, las mismas mujeres sobreviviendo a una incómoda cena de Año Nuevo), destilando cotidianidad y rutina con el sabio uso de unos diálogos sencillos, que suenan como reconfortantes soplos de verdad, propiciando a la puesta en escena de la película un generoso matiz de verosimilitud, que propicia la identificación con la historia en el espectador. La cámara de Galardi, así mismo, refuerza esta complicidad al mostrarse siempre segura, pero no firme y rígida, sabedora de aquello que debe registrar para, a pesar de algún que otro desmayo en la elección formal de algunos recursos (un zoom en retroceso más digno de un spaguetti western italo-español de los años sesenta, por ejemplo), conseguir ejercer sin artificios de ninguna clase, esa función de atenta, pero imparcial observadora de unos hechos que en modo alguno quiere, porque no puede y no debe, juzgar. Consecuencia de ello resulta el que nos caiga bien y compartamos la postura de Ricky, quien jamás muestra cuestionamiento alguno acerca de la incorrección de sus actos.


Lo que más sorprende, y para bien, del conjunto de Pensé que iba a haber fiesta es que, abordando conflictos bastante serios (aparte del principal, se perfilan otros en tramas secundarias que no llegan a desarrollarse plenamente), a uno se le dibuje una tímida sonrisa en el rostro durante su visionado. Tal es el grado de penetración que ejerce sobre el espectador una película que, como si fuésemos testigos reales, personados en carne y hueso dentro la función, nos saca esa maldita risa nerviosa que no podemos controlar cuando asistimos al desarrollo de una situación verdaderamente incómoda. Sucede así a lo largo de múltiples momentos del metraje, pero resulta especialmente catárquica para sobrellevar la angustia que subyace bajo el tenso interrogatorio que antecede al desenlace, un desgarrador duelo dramático que nos descoloca precisamente por su imprevisibilidad y por la manifiesta espontaneidad con la que se desarrolla. A tal logro contribuye el portentoso trabajo de las dos actrices protagonistas, dueñas y señoras de una función que su directora hace reposar, confiada y acertadamente, sobre ellas, permitiéndoles espacio para generar con sus respectivos trabajos los tonos y el clima que poseen cada una de las secuencias.


Valeria Bertuccelli vuelve a demostrar lo bien que se le da componer el carácter interno de un personaje mientras en su superficie exhibe su extraordinaria capacidad para la verborrea ligera, construyendo con mucho menos tiempo en pantalla que su compañera, un rol de primeras adusto y agrio, pero en el fondo amable y hermosamente honesto. De su actuación apenas podría decirse que supera una exquisita corrección, si no fuera por el despliegue que se le permite en la recta final, donde Bertuccelli brilla por la naturalizada exposición que lleva a cabo de las oscilaciones emocionales de su personaje. Por su parte, Elena Anaya apechuga con mayor tiempo en pantalla y, como tal, tira del carro de la función, conduciéndonos de manera armoniosa gracias a una interpretación limpia e íntegra, absolutamente irreprochable, sostenida sobre un esmerado muestrario de las motivaciones de su personaje, por mucho que también represente de forma precisa sus esfuerzos por disimularlos. Un trabajo magnífico y reposado en el que, además, la actriz sabe imponer y hacer visible el espacio privado de su personaje, logrando con ello que compartamos la inquietud y el desasosiego que la acompañan a lo largo y ancho de una película que tampoco aspira a responder las preguntas que planteaba al inicio, pero sí invita a generar un saludable debate donde la respuesta a si es correcto o no lo que acontece en Pensé que iba a haber fiesta dependerá de cada uno de nosotros.



Puntos fuertes a los Goya 2014:
- Mejor Guión Original: Victoria Galardi.
- Mejor Actriz: Elena Anaya.
- Mejor Actriz Secundaria: Valeria Bertuccelli.
- Mejor Dirección de Fotografía: Julián Ledesma.
- Mejor Dirección Artística: Patricia Pernía.
- Mejor Montaje: Alejandro Brodershon.