Karra Elejalde regresa el viernes a los cines.

Repasamos la filmografía del actor cuando regresa a la comedia con "Ocho apellidos vascos".

Palmarés XXIII Premios de la Unión de Actores.

"Caníbal", de Manuel Martín Cuenca, una de las vencedoras con 2 premios.

17º Festival de Málaga. Cine Español.

La Sección Oficial está compuesta por 15 largometrajes muy esperados para este 2014.

17º Festival de Málaga. Cine Español.

Seis títulos integran la sección paralela, competitiva, Zonazine, el espacio independiente.

17º Festival de Málaga. Cine Español.

Málaga Premiere y Estrenos Especiales completan la oferta de novedades del certamen.

viernes, 24 de mayo de 2013

"La fotógrafa": un debut exquisito con una Susi Sánchez de Goya.


El plano inicial de La fotógrafa, debut en la dirección de largometrajes de Fernando Baños Fidalgo, ya nos pone sobreaviso acerca del tipo de película al que estamos a punto de asistir: un plano fijo de una hermosa y solitaria casa cerrada a cal y canto, que se transforma en una evocadora y atmosférica panorámica de 360º mostrándonos el yermo paisaje que rodea a la casa primero y a una mujer frente a ella después, con expresión desconcertada, extraña, pero serena. La cámara vuelve a detenerse en el mismo plano fijo de la casa y una niña pequeña entra y sale de campo de manera un tanto ingenua. Aquí, en este preciso y detallado plano circular, se encuentra el germen de una película que revela, pronto, una admirable, serena e inteligente voluntad de estilo en su recién llegado realizador, que además de productor de la película, también es el responsable de su cautivadora banda sonora y de su cristalino montaje.


Dan buena cuenta de ello unas imágenes decididamente primorosas siempre, donde todo lo que se nos muestra con ellas parece cuidado y mimado al milímetro, generando una puesta en escena absolutamente transparente, limpia y sencilla, que no coarta en ningún momento, más bien al contrario, la enorme capacidad creativa que demuestra Fidalgo, que articula su primera película a través de elegantes y sinuosos planos secuencia, que no sólo dan fe de una forma casi documental y sin estridencias del espacio físico en el que se hallan los personajes, sino que además sirven a su realizador para realizar prodigiosos, magníficos saltos en el tiempo narrativo, funcionando como elipsis invisibles que fomentan la naturalidad y humildad de la narración al mismo tiempo que ponen de manifiesto la inventiva visual de su artífice. Y lo mejor de todo, es que todo el aparato visual que da forma y sentido a La fotógrafa se nos muestra siempre de manera casi inmaculada, sin estridencias, sin efectismos, sin las vanaglorias ridículas a las que nos tienen acostumbrados la mayoría de nuestros jóvenes debutantes con muchas ganas por destacar.


Fidalgo no. Es precisamente esta falta de ambición que se desprende de absolutamente todo el metraje de su película lo que hace de La fotógrafa el mejor debut cinematográfico en lo que llevamos de año y, probablemente, muy difícil será que no termine el curso entre los mejores. Porque, a pesar de no contarnos nada que no nos hayan contado antes en tantas películas sobre secretos familiares en difíciles períodos históricos, en La fotógrafa predomina la sana y honesta intención de contar bien la historia, con un guión perfectamente medido y calculado para aportar y desvelar siempre la información justa y necesaria, sin caer nunca en efectismos dramáticos ni complacientes con los personajes, y que se distingue de otras producciones por no andarse por las ramas, incorporando al metraje únicamente las historias y situaciones más adecuadas para lograr contar y transmitir su historia de la forma más clara y concisa posible. Todo ello, como decíamos al principio, benefiado por una concepción visual sumamente virtuosista y creativa, serenamente bella y dentro de la que brilla con luz propia la formidable transición temporal a la historia de la madre a través de un plano de lento y cadencioso acercamiento a las fotografías colgadas de la pared y la banda sonora procedente del pasado incrementándose paulatinamente.


Lastra, no obstante, el alcance final de esta, sobre todas las cosas, hermosa película, el que el tono elegido para contarnos ese viaje emprendido por una hija al pasado oculto de su madre y, por extensión, también al suyo propio, roce por momentos cierta gelidez emocional, frialdad que también se desprende de la interpretación de su actriz protagonista, una Zay Nuba que emprende su andadura en el relato a través de un trabajo decididamente ambiguo, que impide la implicación emocional de un espectador claramente sugestionado por la exquisita concepción formal de la película. Por suerte, para rematar el excelente catálogo de aciertos de La fotógrafa, a mitad de la misma aparece ese portento de actriz que es Susi Sánchez, que en pocos segundos caldea el nivel empático de la cinta, logrando además, con pocas pero decisivas escenas, componer un personaje de lo más potente, una mujer herida que busca venganza en su inefable verdugo, a través de un matizadísimo y ejemplar trabajo de exposición interpretativa, sin artificios, sobrio y contenido y que permanece en todo momento feliz y sentidamente apegado a una radiante naturalidad. Lejos de toda duda, el mejor y más premiable trabajo cinematográfico que este servidor le ha visto a la actriz hasta la fecha.


Puntos fuertes a los Goya 2014:
- Mejor Película.
- Mejor Dirección Novel: Fernando Baños Fidalgo.
- Mejor Actriz Secundaria: Susi Sánchez.
- Mejor Guión Original: Fernando Baños Fidalgo y Javier Rodríguez de Fonseca.
- Mejor Música Original: Fernando Baños Fidalgo.
- Mejor Dirección de Fotografía: David Cendrós.
- Mejor Dirección Artística: Carlos Fernández-Pello.
- Mejor Montaje: Fernando Baños Fidalgo.

"La última isla": una aventura sin magia ni argumento.


Las referencias al clásico de Lewis Carroll están decididamente patentes a lo largo y ancho de todo el transcurso del debut de la sevillana Dácil Pérez de Guzmán en la realización de largometrajes. La última isla toma no sólo el nombre de la protagonista de la inmortal "Alicia en el país de las maravillas" sino, además, quiere lanzar una baza a favor y en defensa del poder de la imaginación, como contrapunto nihilista a la marcianada vida robótica que nos han dicho que hemos de vivir. Por ello, decide mandar a su caprichosa y mimada protagonista, una niña habituada a una gran ciudad como Barcelona, absolutamente repelente, a pasar sus vacaciones estivales a la lejana, extraña y bellísima isla de El Hierro, con una tía lejana y donde el progreso lo representa un anticuado teléfono colgado de un poste en medio de la carretera, en medio de ninguna parte. A la infeliz de Alicia, literal y metafóricamente hablando, no le quedará otra que echar mano de su imaginación para hacer de tan desventurada situación una experiencia inolvidable. Y, por supuesto, lo consigue.


Todo el planteamiento de La última isla posee no poca atmósfera a cuento mágico, que se desprende por la evocadora e intrigante fotogenia del paisaje que sirve de contexto a la historia, así como también al concurso de unos personajes secundarios bastante peculiares, desde esa tía adusta al principio y que dicen que es bruja hasta unos niños que viven y disfrutan de su armonía con la naturaleza, pasando por ese hombretón estrafalario tratando de aprenderse de memoria las palabras de un enorme diccionario mientras aspira a dar caza al dragón que esconde la isla. Pero La última isla descubre pronto que todo lo que se nos antojaba atrayente y sugestivo de su premisa, no está convenientemente sustentado por un desarrollo profundo y caval. Ninguno de los personajes tiene más bagaje interno que el esbozado en las líneas descriptivas anteriores y ni tan siquiera el paisaje ejerce la influencia mágica que se nos pronosticaba. Y, lo que es aún peor de todo, esta ópera prima revela en seguida que no posee una verdadera trama cinematográfica que sustente tanta extrañeza.



De este modo, la película se convierte pronto en un apresurado viaje a un mundo fantástico generado por la imaginación de sus personajes protagonistas pero que nunca llega a ser plasmado, ni siquiera esbozado, ante la cámara. La cinta la componen un encadenado de secuencias rápidas, como anecdóticas, que sí fomentan la extrañeza del espectador, pero únicamente por encubrir la ausencia de verdadera consistencia en una trama excesivamente exigua, absolutamente testimonial. Por ello, al final, la resolución del conflicto se nos antoja no ya precipitada, sino totalmente gratuita, y no por falta de previsibilidad (pues todo el conjunto, además, adolece de una flagrante incapacidad para la sorpresa), sino por el escaso desarrollo y entramado de las distintas historias, principales y secundarias, que salpican el metraje de La última isla, dando como resultado una película que como cinta familiar no funciona, al no proporcionar en ningún momento puntos de ruptura en su lánguido acontecer, no propiciando ni la intriga ni la emoción que se hubieran necesitado para satisfacer a grandes y pequeños; pero tampoco sirve como metáfora de la gris existencia de la realidad frente a las maravillas de la imaginación, al existir una absoluta falta de riesgo en la lineal y convencional planificación de toda la película y al optar, siempre, por describirlo todo en un tono molestamente ñoño y reblandecido.



Por ello, y aún elogiando las buenas y poco pretenciosas intenciones de sus responsables, hay que incluir a esta cinta en el innumerable listado de las ocasiones perdidas y/o mal aprovechadas de nuestro cine. Porque lo que podría haber generado una envolvente fábula deviene en un desvaído concurrir de tópicos sacados del cine para niños más rancio y comercial, y que, encima, no nos ahorra la inevitable moraleja final. Aunque, sin duda, lo que más hay que lamentar de esta cinta es que ni tan siquiera sus experimentados intérpretes adultos logran dar algo de enjundia a un producto finalmente soporífero. Así, Julieta Serrano apenas puede hacer más que incorporar a la causa su incombustible presencia, eso sí, con un extraño acento. Lo mismo le sucede a Eduardo Velasco, cuya doble labor ofrecía buenas posibilidades de lucimiento que el guión, esquemático y lleno de clichés le resta sin paliativos. Por no hablar de un Antonio Dechent absolutamente invisible o una Maite Sandoval estereotipadísima. Del trabajo de la debutante y protagonista Carmen Sánchez casi mejor no hablar, debido al innumerable catálogo de tics, aspavientos y mohines con el que la niña recorre tan aséptica aventura.


Puntos fuertes a los Goya 2014:
- Mejor Dirección de Fotografía: Alberto López Palacios.

Julieta Serrano recibe el Premio a Toda una Vida de la Unión de Actores.


Los Premios de la Unión de Actores y Actrices cumplen veintidós años y lo hacen otorgando su máximo galardón, el denominado Toda una Vida a una de las más excelentes y maravillosas intérpretes de nuestro país: Julieta Serrano, que tiene actualmente en la cartelera la película La última isla, de Dácil Pérez de Guzmán, cuyo estreno nos sirvió de excusa para hacer un pertinente repaso a su trayectoria cinematográfica.

La actriz, que ya había sido candidata a estos premios en el apartado teatral por su protagonismo en la obra de Luigi Pirandello "Así es (si así os parece)" en la edición del 2006, posee una larga trayectoria profesional que se remonta a los años 50 del pasado siglo, cuando hizo su revelación escénica en el Teatro Infanta Beatriz de Madrid con la obra "La rosa tatuada" de Tennesse Williams en la temporada de 1958. Desde entonces, se ha fraguado una envidiable, rigurosa y brillante carrera teatral, televisiva y cinematográfica, que dan fe de la enorme categoría de una actriz francamente irrepetible.

La gala de entrega se celebrará finalmente el próximo lunes, 3 de junio, y tendrá lugar en el Arteria Coliseum de Madrid, con el apoyo de la Fundación Autor-SGAE y la Fundación AISGE. Originariamente estaba prevista para el pasado 8 de abril y su localización anunciada fue el Teatro Circo Price de Madrid. Estará dirigida por el guionista y cineasta Juan Cavestany, dramaturgo del grupo teatral Animalario. Y en ella competirán hasta 60 profesionales de la interpretación por ganar los correspondientes galardones a los mejores del pasado año 2012 en los respectivos apartados cinematográfico, teatral y televisivo. Dentro del primero, la gran favorita es la película Blancanieves (2012), de Pablo Berger, que lidera las nominaciones con seis candidaturas, de las cuales dimos buena cuenta en su momento.




"La Estrella" luchará por imponerse a la memez yanqui de "Fast & Furious".

¡¡Ya es viernes!! Llega el momento de que la cartelera se renueve, de que aterricen nuevos títulos en las marquesinas y se nos acumulen las películas para ver. Este servidor tiene todavía pendientes de visionado tres del viernes pasado (que, a buen seguro, caerán hoy). Y es que esto de seguir tan a rajatabla la actualidad cinematográfica (menos mal que sólo la nacional) acarrea algunos inconvenientes. Este viernes se lanzan al ruedo dos títulos españoles más y la oferta cinematográfica de nuestra industria ya no puede ser más atractiva. Cine indie y cine social se dan la mano para encontrar su público.


Y Chaika, atípica co-producción entre España, Georgia y Rusia, segundo largometraje de Miguel Ángel Jiménez tras su ópera prima Ori (2009), bastante bien recibida por la prensa especializada en el Festival de San Sebastián, lo tiene fácil para dar con su audiencia potencial y es que el estreno de esta minoritaria co-producción europea lo acoge, en exclusiva, la Cineteca del Matadero de Madrid, con un público verdaderamente fiel y entregado a la causa de descubrir nuevos, diferentes y sugestivos productos cinematográficos fuera de las vías convencionales de producción en la industria. Chaika es una historia de amor entre una prostituta y un marineno perdedor, reconstruida entre dos largas estaciones; el eterno invierno de Siberia y el verano en las polvorientas estepas de Kazajistán. El joven Tursyn regresa a casa para enfrentarse a lo que queda de su familia: un viejo nómada a punto de morir y un padre náufrago. Los dos harán emerger los vagos recuerdos que Tursyn tiene de su madre. Chaika es la aventura de unir esos recuerdos que la vida ha dejado dispersos en los páramos más recónditos de la tierra, casi en el fin del mundo. Suena a cine difícil, complejo y, desgraciadamente, también invisible, digno, en el mejor sentido, de una oferta como la programación de la Cineteca. Avalada por una casi inexistente presencia en los medios de comunicación, lo que podría provocar el que pasase completamente desapercibida y quedase condenada al olvido, Chaika está compuesta por un reparto eminentemente georgiano y, por consiguiente, absolutamente desconocido aquí, formado a partir de un cásting de unas 500 personas en Tbilisi, donde está la sede de Cine Tech, la productora georgiana que ya participó en la anterior película de Jiménez, quien confesaba en una entrevista reciente para El Blog del Cine Español: "Nos basamos en la intuición y encontramos a personas que aportaban mucha veracidad, así como ternura y dureza a la historia". Os dejamos con su evocador y fantástico tráiler para que vayáis haciendo ganas de verla:


Por su parte, La Estrella, debut en la dirección del habitual productor Alberto Aranda, buscará hacerse un hueco por los cauces convencionales. Eso sí, cuenta con el beneficio de tratarse de una comedia dramática de marcados tintes sociales centrada en un universo femenino que siempre sabe encontrar su audiencia en nuestro país. Además, esta producción de A Contraluz Films, de cuya distribución se hace cargo Splendor, cuenta con el aval de venir protagonizada por una actriz del talento de Ingrid Rubio, muy bien acompañada por la prestigiosa Carmen Machi, con un marcado tirón popular gracias a su exitoso pasado televisivo. Completan el reparto Marc Clotet, Fele Martínez, Carlos Blanco y María Alfonsa RossoLa Estrella nos contará la historia de la Estrella del título (Rubio), una optimista chica de barrio, que trabaja como limpiadora y vive con su novio en un humilde apartamento de Santa Coloma. Conserva su alegría y entusiasmo a pesar de las dificultades que la rodean, especialmente los malos momentos que está viviendo una compañera de trabajo (Machi). Espíritu positivo y luchador unen fuerzas en esta trama en la que tiene cabida la denuncia a un tema tan desgraciado como es la violencia de género. Presentada oficialmente a los medios en el pasado Festival de Málaga, dentro de la sección no competitiva Málaga Premiere, La Estrella dejó buen sabor de boca entre los afortunados que pudieron contemplarla, como leemos en Cinema ad hoc, pero estuvo lejos de entusiasmar, tal y como evidencia la opinión recogida en Cinema Bites.



¿Bienvenido Mr. Marshall?

Pues si de entrada os comunico que el estreno más rimbombante, más ruidoso y publicitado procedente de Estados Unidos esta semana es Fast and Furious 6 (A todo gas 6), de Justin Lin, ciertamente Mr. Marshall podría haberse quedado comiendo hamburguesas tan ricamente en su sofá. O, mejor, vayámonos a comer hamburguesas antes y por encima de acercarnos a ver una película como ésta, encima quinta secuela de una saga verdaderamente insultante, desde un punto de vista estrictamente cinematográfico. Como la saga ha generado importantes beneficios y, lo peor de todo, innumerables fans, a Hollywood no se le podía escapar seguir aprovechando el rendimiento de un filón como éste. Si hace doce años (sí, sí, cómo pasa el tiempo) ya nos lamentábamos de que la primera entrega hubiera llegado a producirse, en este momento resulta gratuito y zafio el que se pretenda seguir estirando tremendo producto efectista y vacuo. El responsable de esto es Justin Lin, quien recuperó la franquicia allá por el 2006 perpetrando la tercera entrega de la misma, Fast & Furious: Tokyo Drift (A todo gas: Tokio Race), y luego terminó convenciendo a sus originarias estrellas protagonistas de la primera entrega, Paul Walker y Vin Diesel, para reincorporarse a la saga en el capítulo cuarto, quizás con la excusa de revitalizar a nivel comercial unas trayectorias cinematográficas francamente desenfocadas. Para redondear el producto y ofrecer un nuevo gancho, no sea que la fórmula ya no resulte lo suficientemente atractiva para los fans, ahora incorporan al impertérrito y nefasto Dwayne Johnson. A título personal, el único gancho posible para este servidor es asistir a un nuevo y desastroso paso cinematográfico de nuestra Elsa Pataky en su trayectoria internacional, recuperando el pequeño papel que ya ejecutó en la quinta entrega de la saga. Eso y la autoría de su banda sonora, debida al joven compositor español Lucas Vidal. La buena noticia de la llegada a los cines de este inefable blockbuster es que, quizás, anime un poco la taquilla nacional y haga acudir en masa a los cines a todos los fans de las emociones fuertes, rápidas e insustanciales. Su distribuidora, la todopoderosa Universal, la va a sacar en nuestro país en la friolera de 626 pantallas de 362 cines (y sólo 5 salas ofreciendo la versión original subtitulada, claro que eso de leer subtítulos en medio de tan vertiginosas carreras automovilísticas no es un negocio realmente rentable). Así, se estima que recaude, siendo muy optimistas, unos 12.570€ por complejo y 7.270€ por pantalla.

El otro gran estreno estadounidense del día es Dead Man Down (La venganza del hombre muerto), debut en la cinematografía hollywoodiense del sueco Niels Arden Oplev, responsable de la primera adaptación del original literario Millenium (2009). Y no se podía haber estrenado de forma peor. Unánimemente descalificada por la gran mayoría de la prensa especializada, sirvan de ejemplo los artículos publicados en The Guardian o en The New York Times, la película tampoco convenció a su paso por la cartelera USA, donde recaudó $5,3M (€4M) en su primer fin de semana, hace ya un par de meses. Su distribuidora, eOne, le otorga propiedad de título importante y la saca en 168 cines y 175 pantallas con 122 copias digitales (2 de ellas exhibiéndose en versión original subtitulada), pero el batacazo parece estar ya bastante anunciado, sobre todo tratándose de una película cuya sinopsis es la siguiente: Victor es la mano derecha de Alphonse, un mafioso neoyorquino que vive bajo la amenaza de un asesino que está matando a todos los miembros de su banda. Victor conoce a Beatrice, una misteriosa francesa que vive en su mismo edificio y por la que empieza a sentirse atraído. Pronto descubre que la mujer ha sido víctima de un crimen y busca venganza. Pero ella también descubre que Víctor pretende vengar la muerte de su mujer y de su hija. Estos dos seres heridos y obsesionados llevarán a cabo juntos un oscuro y violento plan de venganza. ¿Os suena? Tampoco el protagonismo de una pareja tan poco comercial puede que la ayude a triunfar. Colin Farrell es un actor bastante mediático, pero ha demostrado su inoperancia para movilizar a las masas, no contando con grandes éxitos de taquilla en su filmografía. Y la versátil Noomi Rapace sigue siendo un rostro más apto para producciones independientes. Les secundan Armand Assante, Terrence Howard, Dominic Cooper y una inesperada Isabelle Huppert, diosa del cine francés que, casualidades del destino, se hace este fin de semana doble hueco en nuestras carteleras.

Pero antes de seguir hablando de Huppert, terminamos con los estrenos norteamericanos del día y lo hacemos con el agradable y vistoso vehículo que Jake Schreier ha confeccionado en su ópera prima, Robot & Frank (Un amigo para Frank) (2012), para el talento tantas veces desperdiciado de ese actorazo, casi siempre secundario, que es Frank Langella. La película, ganadora del Premio del Público en el pasado Festival de Sitges, nos cuenta como en un futuro no muy lejano, la integración de los robots en la vida humana hará posible que surjan androides programados para cuidar de personas mayores. Esa es la solución que encuentran Hunter y Madison para su anciano padre Frank, cuyas pérdidas de memoria son cada vez más frecuentes. Tras vencer su aversión inicial por la tecnología, el robot será para Frank un amigo atento y preocupado por su bienestar que contribuirá a su mejoría. Lo malo es que entonces se despierta en el anciano el deseo de volver a ejercer como ladrón de joyas. Ciencia-Ficción de andar por casa, intimista y sin grandes pretensiones, Un amigo para Frank estará en 92 pantallas de nuestro país y es que su distribuidora, A Contracorriente, parece darle trato de cinta independiente. Beneficiaria de buenos comentarios por parte de la crítica, que sobre todas las cosas destacan el impresionante y magnífico despliegue interpretativo de su veterano protagonista, como leemos en Arizona Republic o en el Philadelphia Inquirer, la película ofrece la posibilidad de recuperar a tres interesantes intérpretes jóvenes bastante desubicados últimamente como James Marsden, Liv Tyler y Peter Sarsgaard, así como reencontrarnos con el mito de Susan Sarandon, actriz que desperdiciaba su talento hace no mucho con el estreno de La gran boda.

Del Reino Unido nos llega este fin de semana The Trip (2010), una de las últimas películas del interesante realizador Michael Winterbottom y del que llegan títulos a nuestras carteleras con cuentagotas. De hecho, tiene tres películas más posteriores a ésta que tampoco han llegado a nuestras salas. La que ahora nos ocupa, es la adaptación al cine de una miniserie de seis episodios de igual nombre llevada a cabo por el propio director también en 2010 para la BBC. En ella, un hombre (Steve Coogan) es seleccionado por The Observer para recorrer los mejores restaurantes del país, lo que le permitiría hacer un estupendo viaje con su novia. Pero, cuando ella lo abandona, no tiene más remedio que conformarse con la compañía de un extravagante amigo (Rob Brydon). Comedia sencilla y poco trascendente que, a pesar de lo poco atractivo de su propuesta, se ha convertido en uno de los títulos de Winterbottom más brillantemente recibidos por la prensa especializada, tal y como demuestran las críticas vertidas por el San Francisco Chronicle, el New York Times, el Chicago Tribune o el Chicago Sun-Times. En definitiva, una road movie gastronómica que, a buen seguro, no defraudará los paladares cinematográficos más exquisitos y exigentes.

Y ahora sí, nos dejamos llevar por nuestra vena mitómana y abordamos el estreno de Da-reun na-ra-e-suh (In Another Country - En otro país) (2012), de Hong Sang-soo, cinta de Corea del Sur que gustó mucho en su pasada presentación en el Festival de Cannes 2012 y cuyo gran gancho supone el protagonismo de esa turbia, desconcertante, ejemplar y magnífica actriz que es Isabelle Huppert. La sinopsis oficial nos habla de una joven y su madre que huyen a la ciudad costera de Mohang para eludir las deudas que han contraído. La joven empieza a escribir un guión para un cortometraje que tiene como protagonistas a tres mujeres llamadas Anne. Las tres llegan a Mohang y allí reciben la ayuda de la dueña del motel donde se hospedan y la de un socorrista que vagabundea por la playa. Estamos ante una película abiertamente fuera de lo convencional, saludada con muy buenos comentarios por la prensa internacional, como en el New York Times, así como también en las distintas crónicas de medios españoles sobre el festival (El Mundo, La Razón), una comedia decididamente distinta que, sin embargo, disfruta de un estreno bastante limitado, pues Golem la saca solamente con 7 copias (4 digitales y 3 analógicas) y todas ellas, como debería ser norma, en versión original subtitulada.


La Mujer parece la gran protagonista de este fin de semana de estrenos, pues a la llegada de la española La Estrella, se suman también dos propuestas minoritarias y casi invisibles sobre el universo femenino desde Italia y Argentina. La primera es Maternity Blues (2011), de Fabricio Cattani, que llega con dos años de retraso a nuestras carteleras. Se trata de una exploración del alma femenina, a la que se suele atribuir un instinto natural que la inclina a la maternidad. Al mismo tiempo, trata de comprender cuáles son las razones que llevan a algunas mujeres a asesinar a sus hijos. Cuatro mujeres distintas abordan su destino con cinismo o fragilidad, pero todas están unidas por un sentimiento común de culpa. Y la segunda es Madres de mayo (2010), de Pablo Yotich, que llega también con bastante retraso. Es la historia de una joven pareja que sufrió los trágicos acontecimientos de la Argentina de finales de los setenta. Él, debido al embarazo de su novia,, decide abandonar la militancia política, sin saber que los militares los están buscando. Tras ser arrestados y conducidos a un centro de reclusión clandestino, serán salvajemente torturados. Su hija Natalia será educada por una familia de la burguesía militar. Pero, con el tiempo, la chica decide investigar la verdad sobre sus orígenes y su autentica identidad.

Hasta aquí el repaso semanal a las novedades cinematográficas de este fin de semana que, esperamos, invirtáis en, por lo menos, una buena sesión de cine, a poder ser en versión original subtitulada.

¡¡¡Un saludo, Sinvergüenzas!!!

jueves, 23 de mayo de 2013

José Sazatornil se impuso justamente como el Mejor Actor Secundario de 1988.


La tercera edición de los Premios Goya, que se encargaba de premiar los mejores trabajos cinematográficos del año 1988, incorporó una celebrada novedad al ampliar el número de candidatos por categoría de los tres iniciales de las anteriores ediciones a cinco. Una decisión que, a priori, permitiría que fuesen olvidados menos trabajos significativos en la terna por un Goya, algo realmente lamentable en la edición anterior. A pesar de esto, los cinco finalistas definitivos al Goya al mejor actor secundario de, ésta, la tercera edición volvieron a dejar constancia, en algunos de los casos, del incomprensible y cuestionable criterio selectivo de los académicos, pues vistos con ojos actuales, sólo dos de los cinco contendientes merecían formar parte de la pugna goyesca; aunque, eso sí, el nivel de los cinco trabajos seleccionados superaba, con creces, al de las ediciones precedentes. Así, no es de extrañar, que el tercer Goya al mejor actor secundario sea, además, uno de los más justos en la historia de estos galardones.


Y es que se premió el rescate definitivo, a nivel artístico, que se había producido ese año con Espérame en el cielo, de Antonio Mercero, sobre la excelsa y mil veces desperdiciada figura de un grande como José Sazatornil, que por fin se permitía el lujo de llevar a cabo una actuación que rayaba en lo excepcional como ese Alberto Sinsoles, miembro del equipo de propaganda franquista encargado de instruir convenientemente al futuro doble de Franco. Desenvolviéndose a lo largo de toda su, por fortuna casi protagónica, intervención con entusiasmo fervoroso y siempre dentro de esa impertérrita rigidez militar que define eficazmente a su personaje, la actuación de ‘Saza’ no está exenta de un corrosivo sentido de la ironía, perfecto para alcanzar el tono adecuado de su rol dentro de una película que es, esencialmente, amable. Logrando esquivar la parodia, recurso facilón y nada conveniente en el que habría sido fácil caer, este experimentado intérprete logró hacerse inolvidable en la película de Mercero, haciendo hincapié en la soberana y altiva dignidad de su devoto personaje, que venera al generalísimo equiparándole a un Dios, ayudado por un espléndido ejercicio vocal y un rictus facial de estudiado y divertido espíritu marcial. En suma, un soberbio trabajo que permitió obtener a este inigualable característico del cine español el reconocimiento que tan largo tiempo le había dado la espalda, materializado en la consecución de un merecidísimo Goya al mejor actor de reparto, que significaba además el primer premio importante logrado por José Sazatornil ‘Saza’ en su fecunda carrera cinematográfica.


Su máximo rival o, por decirlo de otra manera, el otro candidato realmente fuerte aquél año se resarcía de su olvido el año anterior con ésta, su primera nominación al Goya gracias a uno de los papeles principales en el prestigioso éxito Remando al viento, de Gonzalo Suárez, como el frustrado médico y secretario personal de Lord Byron, John William Polidori, a través del que José Luis Gómez expone sin complejos la insondable sensación de tristeza impotente que asola a su histórico personaje cuando se ve sometido a las continuas burlas del que cree su amigo y considera su modelo a seguir en su nada oculta aspiración de convertirse en un gran escritor. Así, mientras declama con majestuosa belleza y encomiable perfección punzantes e irónicas réplicas a cada uno de sus interlocutores, logra transmitir con sencilla caligrafía ese estado de desaliento ante una velada frustración manifestada a través de ese leve y vergonzoso pinchazo que sacude al orgullo propio ante la constatación de que su talento como escritor queda muy lejos de los  imponentes “amigos” que le rodean y que se escapa por los intensos e hipnóticos ojos del actor. O el indigno sentimiento de culpa que golpea a su personaje tras haber envenenado al perro de Byron, expuesto ante la cámara con profundo patetismo en esa gloriosa borrachera que protagoniza enredándose por todo el cuerpo la cadena del can y que finaliza con su estremecedor encuentro con “el monstruo”, donde el trabajo de José Luis Gómez se imbuye de un palpable e inhóspito horror, que transforma todo su cuerpo, paralizándolo, y se escapa por unos ojos que se humedecen consternados, para inculcarnos a nosotros, desconcertados espectadores, un miedo escalofriante y perturbador, siendo mérito absoluto de Gómez y no de la puesta en escena de Suárez, el que una escena como ésta resulte tan terroríficamente efectiva. Candidato al Fotogramas de Plata aquella temporada, José Luis Gómez se ganaba una merecida y aplaudida nominación al Goya en la categoría de reparto. Huelga decir que resulta imprescindible visionar este trabajo en su versión original en inglés.


El siguiente en la lista de los favoritos es, sin lugar a dudas, Guillermo Montesinos, pero más que por su trabajo interpretativo, por desarrollarse éste en la película finalmente ganadora del año, Mujeres al borde de un ataque de nervios, de Pedro Almodóvar. Su taxista estrafalario, erigido en muy poco tiempo en su personaje más característico y reconocible por el gran público, resulta una intervención de pocos pero divertidísimos minutos, que el intérprete aprovecha para lucir ese estilo cómico chulesco y desinhibido que le caracteriza, no exento en esta ocasión de una reconfortante dulzura que encuentra su perfecta exposición en el inolvidable juego artístico que ejecuta con la protagonista. Ese luego afamado conductor del Mambo-Taxi, con tinte amarillo en el pelo y mil y un productos que ofertar a la atribulada protagonista de la formidable persecución final, le brindó a Guillermo Montesinos el alcanzar la cima de su trayectoria artística al quedar seleccionado entre los finalistas a este Goya que para ganarlo no fue suficiente con el tirón de votos recibidos por la película como flamante triunfadora final.

Menos posibilidades tenía de resultar vencedor Ángel de Andrés López, por mucho que la Academia de Cine se dejara seducir por su trabajo en el thriller Baton Rouge, de Rafael Moleón, de una manera algo inesperada. Muestra de la definitiva consolidación del intérprete dentro del cuadro actoral de la industria del cine español gracias a este nuevo empeño de policía, ahora en un registro descaradamente influenciado por el mejor cine negro, Ángel de Andrés López acometía con aplomo y serenidad su intervención, bordando su pequeño pero decisivo cometido de inspector inquisitivo y avispado que trata de unir las inconexas piezas del puzle criminal escrito por Moleón y su guionista, un joven Agustín Díaz Yanes. El limitado y acartonado dibujo de su personaje quedaban superados por la voluntad férrea del actor, que se imponía a sus algo estereotipadas secuencias derrochando con su sola presencia no poca autoridad, siendo buen ejemplo de esto su corto speech acerca de una foto del torero Manolete ante un acorralado Antonio Banderas en la comisaría.

Tampoco partía con muchos puntos a su favor el quinto y último de los candidatos, un joven Jorge Sanz que lograba aquí su segunda nominación al Goya, la primera como secundario, gracias a haberse estrenado a las órdenes del director que más partido ha sabido sacarle hasta el momento al intérprete. Hablamos de Vicente Aranda. Con él debutó en El Lute II (mañana seré libre), donde Sanz daba vida al hermano menor del protagonista titular, en un trabajo colmado de naturalidad, con algún que otro lapsus corporal o vocal, pero efectivo y consecuente con ese personaje ingenuo y entregado que admira sobremanera la figura de su hermano, erigido para él casi en su propio padre. La química que se establece en este sentido entre Sanz y el intérprete de El Lute, Imanol Arias, es quizás el motivo por el que la actuación del primero resulta mejor acabada y más sincera que la de, por ejemplo, Ángel Pardo, actor que incorpora al otro hermano del protagonista. Aún sin ser del todo un trabajo redondo y aún no poseyendo ningún tipo de característica que lo eleve de la mera corrección, Jorge Sanz se sumaba una segunda nominación al Goya sin haber cumplido aún los 20 años.

Los Olvidados.

Aunque aumentaran el número de candidatos para esta edición, la Academia no pudo evitar dejar fuera de la competición trabajos verdaderamente conseguidos y que no desmerecían el haber llegado a una final por el Goya. Como es el caso del enorme Francisco Rabal, al que en El aire de un crimen, de Antonio Isasi-Isasmendi, se le encomendaba la función de dar credibilidad fílmica al personaje del Coronel Olvera, preso en un cuartel, a pesar de que su ilustre porte y su exquisito comportamiento nada ayuden a equipararlo con alguien realmente peligroso. Sin embargo, la inabarcable sapiencia y el espléndido talento de Rabal pronto nos exhortan a indagar en una personalidad que, tal y como la expone el actor, deja entrever una doble dimensión, que intuimos gracias a la desorbitada carga de dobles sentidos con la que la estrella refuerza sus parlamentos y al añadido de un trabajo corporal repleto de misterio y que acerca por momentos su actuación al mito fílmico de un gángster. Adquieren sus intervenciones en la adaptación de la novela de Juan Benet la magnífica cualidad de despertar al espectador de su letargo y devanarse los sesos buscando alguna explicación, intentando anticiparse a los hechos, alzándose así el trabajo de Rabal como una de las grandes virtudes de la que sería la última película de Isasi-Isasmendi, que no logró nominación alguna para ninguno de sus intérpretes, ni siquiera este espléndido secundario ofrecido por Francisco Rabal, en una tercera edición de los Premios Goya donde la película injustamente sólo quedó finalista en el apartado de mejor guión original.

Tampoco hubiera desmerecido una nueva candidatura al Goya el primer actor en conseguirlo de la Historia, Miguel Rellán, gracias a Jarrapellejos, donde el actor se imponía sobre el atractivo grupo de compañeros en esta película de Antonio Giménez Rico, aunque no resultaba difícil estar por encima de otros intérpretes cuando algunos de ellos se limitaban a exagerar las esquemáticas líneas esbozadas sobre sus respectivos papeles en el guión y otros, sencillamente, no actuaban, desfilando por la pantalla como si tal cosa. Rellán es un férreo actor, de esos que se fusionan con su personaje (sea éste el que sea) y desaparece de la vista del espectador exhibiendo en pantalla absolutamente todas las aristas (buenas y malas) que definan a su rol sin ningún tipo de miramientos ni coartadas. Así se explica que desde que hace su aparición en la película a uno le dé náuseas observarle por la despreciable e insolente actitud que le acompaña. Su campesino guardián o sereno es un hombre de comportamientos primarios, casi salvajes, que sólo conoce un tipo de moral y esa es la honra, y cuándo ésta queda manchada se vuelve en un ser sin escrúpulos, capaz de testificar en falso contra un vecino con tal de saciar su sed de venganza. Su Gato tiene malas ideas y las pone de manifiesto en esa ejemplar escena al lado de Antonio Ferrandis, en la que entre ambos tejen una enrevesada acusación contra un inocente. Tiene tan dentro de sí a su personaje, que Rellán se come enterito a su partenaire: su cuerpo permanece rígido, en palpable tensión, mientras su rostro mira a su amo confiado, tanto que en ciertos momentos parece estar retándole a un duelo de espadas para limpiar su honor, mientras son perceptibles las estrategias que se van formando en su cabeza para justificar la culpabilidad del vecino. Sólo este momento bastaba para tenerle presente a la hora de seleccionar a los candidatos al Goya, pero la película nos proporciona otros: esa escena de servilismo absoluto y vergonzante ante los señoritos del pueblo en el bar que regenta, el posterior acoso vejatorio con consecuencias trágicas a las dos mujeres o la declaración ante el juez en la que el intérprete hace uso de un descaro inmenso dejándole en ridículo. Por si esto fuera poco, Miguel Rellán incluye en su rostro el hambre y la necesidad de cumplir con las órdenes, voluntades o caprichos de los ricos para granjearse un buen futuro para su hija, lo cual terminará siendo mostrado muy superficialmente por su director, pese al esfuerzo del intérprete en que no se juzgara a su personaje únicamente por sus actos malvados. Fue, de lejos, el cometido más significativo y el más redondo de todos los ejecutados por el intérprete más pluriempleado en aquel curso cinematográfico.

El chileno Nelson Villagra también se alza como uno de los grandes olvidados aquél año gracias a su cometido en Viento de cólera, de Pedro de la Sota. Es de suponer la enorme presión psicológica padecida por todo el equipo técnico y artístico de esta ópera prima, bienintencionado intento de construir un film histórico de aventuras localizado en el pasado medieval y rural español llevado a cabo con cierta impericia por su debutante director. Las duras condiciones de rodaje a las que fueron expuestos los actores dada la naturaleza de las localizaciones reales, pudo tener algo que ver con el pobre resultado alcanzado por algunos de ellos, siendo especialmente reseñable la equivocada sobreactuación de un Juan Echanove protagonista. Por contra, el intérprete Nelson Villagra se mantiene apegado a una gratificante línea realista durante toda la peripecia, imponiéndose con holgura como lo mejor de la función. Su papel del viejo Balanzategui, el dueño de las tierras por cuyos derechos el acartonado protagonista inicia un descorazonador acoso. Dibujado como un personaje noble, justo e íntegro, un hombre que carga en el pecho con los antepasados de los que heredó sus pertenencias, Villagra aporta una hondura humana a su rol encomiable, lo que da pie al espectador a identificarse rápidamente con él y con su sufrimiento, ese que le provoca el sentimiento de pérdida de lo que es suyo, de lo único que tendrán sus hijas para vivir. La controlada parsimonia con la que el intérprete da sus primeros pasos en el relato, la calibrada precisión con la que pronuncia sus primeras frases frente al cura y la inteligente ausencia de efectismos en su expresión, son los pilares en los que Nelson Villagra fundamenta el retrato base de su personaje, ese que debe dar al espectador la primera y fundamental información necesaria del mismo y que en esta ocasión se halla genialmente transmitida. El amoroso cuidado que ejerce sobre sus hijas y la creciente preocupación a la que se ve expuesto debido al acoso sufrido por los 'malos' son elementos que el actor va incorporando después, según lo vaya disponiendo el guión a lo largo de un metraje cansino, a pesar de todo. Su final explosión, cargada de una rabia visiblemente contenida, dada la tensión a la que somete su cuerpo y que ilustra a la perfección un miedo latente, se ve en cierto modo perjudicada por la pobre planificación que el realizador efectúa de esa lucha cuerpo a cuerpo entre Villagra y Echanove. No obstante, estamos ante un trabajo notable, de lograda comunicabilidad dramática precisamente por el escaso énfasis del intérprete en cada una de sus intervenciones.

Fiel a su fama de característico eficaz y carismático, en la desconcertante Diario de invierno, de Francisco Regueiro, Francisco Algora ejecutaba con tino y brillantez a ese siervo fiel, descarado y deslenguado, experto culebrero, encerrado en una celda al principio, que suelta sus frases con endiablada lucidez y estudiada caligrafía, gracias a un dominio excelso de su aparato vocal, y que deambulaba más tarde a sus anchas por esa casucha destartalada en la que acompaña al padre protagonista en su repugnante trabajo, ejerciendo de un contrapunto casi cómico ante la turbiedad que domina el conjunto de la obra de Regueiro y protagonizando la escena más trágica de la película, sin perder ni un ápice de compostura humorística. Llevaba a cabo un extraordinario trabajo de difícil catalogación que, inesperadamente, no obtuvo su correspondiente recompensa con una nominación al Goya en el apartado de reparto.

Y si el ganador fue finalmente un grande de nuestro cine, la Academia se olvidó aquél año de incluir entre los candidatos a un grande también, aunque esta vez del teatro, que como solía acostumbrar, volvía a ser lo único bueno de una película. En este caso, Soldadito español, desatinado drama de Antonio Giménez Rico al que la presencia de ese Luis Escobar en la piel del abuelo enfermo, metido en la cama o postrado en su silla de ruedas, lo que no le impide lanzar punzantes dardos a toda su familia en un tono decididamente recriminatorio, aporta unas sanísimas gotas de tronchante humor, generando en el espectador el ansia por asistir a nuevas y jocosas intervenciones del intérprete, que se hace muy fácilmente inolvidable mientras arremete contra su nuera fingiéndose enfermo, refunfuña ante la estricta moralidad de sus hijos o disfruta como un crío de unos chipirones en su salsa en la boda de su nieto, ayudado por un confeso vicio al vino. Momentos breves y pasajeros que, de no haber sido por la poco conseguida altura artística final del filme, hubieran sido más que suficientes para proporcionar a Luis Escobar una nominación al Goya.

La cinta perdedora aquella edición también hubiera merecido colar entre los intérpretes candidatos a uno de los actores de su abultado reparto. Concretamente a Francisco Merino, que volvía a ser olvidado por la Academia por su capitán Alonso Esteban, el guía español de la tiránica aventura narrada en El Dorado, la película más cara de la historia del cine español hasta el momento, debida a Carlos Saura. Sus secuencias al lado del protagonista, el actor italiano Omero Antonutti, dan debida cuenta del talento interpretativo de Merino y dejan en pañales la vergonzosa falta de registros de la estrella italiana, valga de ejemplo su brillante ejecución de borracho visionario en la secuencia sobre el bergantín que, por sí sola, hubiese justificado la presencia del intérprete entre los finalistas al Goya.

Por último, no nos olvidamos del mítico Fernando Rey por uno de los dos trabajos que le dieron la Concha de Plata del Festival de San Sebastián, en este caso nos referimos al realizado en El aire de un crimen, otra breve intervención, de nuevo como hombre cultivado, tal y como acostumbraba, esta vez un exiliado republicano que en sus continuas idas y venidas por el hotel en el que se hospeda, se va haciendo eco de todos y cada uno de los rumores que salpican al nutrido grupo de protagonistas y de los que irá dando buena cuenta ante su antiguo y buen amigo el médico, interpretado por Miguel Rellán. Un trabajo escueto, en términos estrictamente interpretativos, aunque resuelto con la soberana elegancia y la clase magistral que eran ya comunes a los cometidos de Don Fernando y que no hubiera desmerecido en modo alguno una nominación al Goya para la estrella en el apartado de reparto, aunque teniendo en cuenta que fue él quien ganaría precisamente el Goya de aquél año en la categoría principal, no queda otra que calificar su olvido aquí como un mal menor.

"La fosa" reunirá a Lluís Homar y a Emma Vilarasau, vía "crowdfunding".

En momentos como el que vive el Cine Español actual, el crowdfunding se está convirtiendo en una de las mejores formas para lograr parte de la financiación necesaria para llevar a cabo distintos proyectos cinematográficos. El último en recurrir a él ha sido el catalán Pere Vilà Barceló, quien a través de su productora Verkami ha iniciado su particular odisea para recaudar 7.000 de los 36.000€ que costará la puesta en pie de su próxima película, que llevará por título La fossa (La fosa). Según leemos en la web del proyecto, se trata de un proyecto arriesgado temáticamente. Es una apuesta diferente visualmente y de guión, que se rodará en 16mm y en blanco y negro para buscar una estética cercana a la Nouvelle Vague. La película se estructurará en tres bloques muy bien definidos. Como si se tratara de un retablo medieval en forma de tríptico, con tres historias diferenciadas y a la vez vinculadas entre ellas.


La película nos contará la huida de José, un anciano que vive en un geriátrico, que trata de llegar a las montañas donde tuvo lugar la decisiva Batalla del Ebro durante la Guerra Civil después de escuchar por la radio la noticia del hallazgo de una fosa común de la contienda con cientos de soldados republicanos. A través de esta huida, conoceremos su pasado, cuando volvió a España después de su exilio a la muerte de Franco y su reencuentro con Laura, la protagonista de su amor imposible.


En su reparto, ya figuran confirmados el ganador del Goya al mejor secundario en 2012 Lluís Homar y la nominada al Goya a la mejor actriz en 2006 Emma Vilarasau, intérpretes sólidos y de prestigio que se interesaron por el proyecto nada más leer el guión por la radicalidad artística del mismo, hasta el punto de rebajar sus respectivos cachés con tal de ajustarse al limitado presupuesto de la cinta. Junto a ellos, el último en incorporarse ha sido el nominado al Goya al mejor actor revelación en la pasada edición Àlex Monner, que dará vida a uno de los jóvenes del grupo de desplazados que emprenden la búsqueda del anciano protagonista.


Las donaciones recaudadas mediante el crowdfunding serán destinadas, según la productora, a pagar el alquiler de la cámara de 16mm, así como a la adquisición de la película para rodar, su respectivo proceso de laboratorio y a los distintos costes del rodaje (alojamientos, comida, desplazamientos) y de la postproducción (montaje de imagen y sonido, copias y envíos de la película a determinados festivales internacionales). Tienen previsto comenzar a rodar entre los meses de julio y agosto de 2013 en diferentes localidades de Cataluña, como Girona o las inmediaciones del Ebro y esperan tener listo un primer montaje de la película para el mes de noviembre, con lo cual La fosa podría llegar a las salas en el primer cuatrimestre del 2014.

miércoles, 22 de mayo de 2013

Se rueda "Reverso", ópera prima de Carlos Martín.


Nos enteramos, vía Amadores del Cine, que desde el pasado 1 de abril el director Carlos Martín se encuentra rodando su ópera prima en localizaciones de Torrejón de Ardoz. La cinta, que llevará por título Reverso, es un thriller que cuenta la historia de Álex y Marcos, dos hermanos que no se ven desde hace tres años. Ambos esconden al resto del mundo un secreto: un juego mortal que casi acabó con la vida de uno de ellos la última vez que estuvieron juntos. Carlos Martín maneja algunas populares referencias para su debut detrás de las cámaras, ya que afirma que entre sus inspiraciones para esa película se encuentran Tesis (1996), de Alejandro AmenábarIntacto (2001), de Juan Carlos Fresnadillo o las películas de David Fincher El Club de la Lucha (1999) o Seven (1995). No son referencias desdeñables, pero se echa en falta alguna de algún modo menos efectista.


Numerosas asociaciones culturales del municipio forman parte del proyecto, como la Asociación de Fotógrafos de Torrejón de Ardoz (AFOTAR), la Agrupación Fotográfica Ortiz Echagüe (AFOE) y la Escuela de Música de la Caja del Arte, en un película que el director espera estrenar el próximo mes de septiembre. Sus protagonistas principales son Raúl Mérida e Iván Hermes, secundados por Elena BallesterosMariana Cordero, Reyes Abades, Chojin y Ángel Plana.

Rodada con la nueva cámara C 300 de Canon y con un juego de cinco ópticas fijas Zeiss Compact Prime 2,  las imágenes que ya nos han llegado desde su primer teaser tráiler ofrecen, por lo menos, cierto sentido de la atmósfera, indispensable que para construir un buen producto de género como éste. 

En busca de "La Estrella" de Ingrid Rubio.



La echábamos de menos. Nosotros y el Cine Español. Esta semana vuelve a las carteleras uno de los rostros más singulares, expresivos y bonitos de nuestro particular Star System, aunque Ingrid Rubio jamás haya logrado brillar de una manera autónoma dentro de él. Y es que, a pesar de ser una de las grandes revelaciones en el campo interpretativo de nuestra cinematografía a mediados de los noventa, esta catalana no logró cuajar del todo dentro del panorama artístico nacional. Este viernes llega a los cines La Estrella, debut en el largometraje de Alberto Aranda, que supone un nuevo protagonista para una actriz a la que hemos visto poco últimamente por la pantalla grande y casi siempre en papeles que no la merecían o, directamente, en producciones que han disfrutado de una distribución realmente oscura. La Estrella, cinta independiente y de buenas intenciones, vista en el pasado Festival de Málaga, juega a ganar adeptos en la taquilla gracias al concurso en su reparto de un gancho infalible como es la reputada actriz Carmen Machi, pero lo que todos los que la han visto dicen es que supone una nueva demostración del talento dramático de Ingrid Rubio, otra actriz desperdiciada por nuestro cine.

Taxi (1996).

Tras haber participado en algunos anuncios televisivos y haberse hecho popular en su Comunidad Autónoma gracias a la serie Secrets de família (1995), fue seleccionada por el mismísimo Carlos Saura para ejecutar el papel protagonista de Taxi (1996), tarea que esta actriz con apenas 20 años de edad, llevó a cabo con no poco arrojo, sacándose de la manga una de las mejores interpretaciones vistas en el cine español de la década de los noventa. Ganadora de una Mención Especial en el Festival de San Sebastián de aquél año y del Premio Revelación otorgado por la Unión de Actores, Ingrid Rubio terminaba de redondear su ingreso en la producción cinematográfica nacional al ganar también el correspondiente Goya a la actriz revelación por su, menos lucido, trabajo secundario en el drama Más allá del jardín (1996), de Pedro Olea. Una decisión hasta cierto punto inexplicable y es que habiendo estrenado en el mismo año un trabajo como el realizado en Taxi, resulta incomprensible como la Academia decidió optar por su menos conseguida participación en Más allá del jardín para erigirla como la mejor actriz revelación del año. 

Más que amor, frenesí (1996).

Comparada con la presencia protagónica en aquélla, la corta intervención de la actriz en Más allá del jardín, en la piel de Elena, la hija de la protagonista, resulta desdeñable, sobre todo teniendo en cuenta el esquematismo con el que está construido el personaje y por la altanería exhibida por la intérprete en la mayoría de sus momentos clave. Un rasgo que casa a la perfección con la protagonista de Taxi, pero que aquí no sirve para transmitir el carácter autónomo e independiente de una jovencita que no abandona la cómoda y molesta bidimensionalidad del papel dónde ha sido creada a pesar de, eso sí, la naturalidad y la excelsa fotogenia de Ingrid Rubio. Un Goya que de premiar la labor de la intérprete en Taxi hubiera resultado merecido, pero que se antoja gratuito al recompensar un trabajo tan plano como el de Más allá del jardín; y que, no obstante, catapultó la trayectoria de la intérprete a la primera línea de fuego de la producción nacional, beneficiada por su participación en la generacional, petarda y éxitosa Más que amor, frenesí (1996), de Alfonso Albacete, Miguel Bardem y David Menkes.

El faro del sur (1998).

Tras otro pequeño papel en En brazos de la mujer madura (1997), de Manuel Lombardero, Rubio se precipitó a una constante e insospechadamente irregular carrera en el cine, con unos consistentes primeros pasos en papeles realmente lucidos, como en la curiosa fábula En dag til i solen (Un día bajo el sol) (1998), de Bent Hamer, co-producción de España con Francia y Noruega; y, sobre todo, la hispano-argentina El faro del sur (1998), de Eduardo Mignogna, con un papel netamente protagonista, el de una joven que perdió a sus padres y quedó coja en un accidente automovilistico y que emprende un balsámico viaje por Uruguay y Argentina junto a su hermana pequeña. Una interpretación dolorosa y carnal que, con toda justicia, le hizo ganar el Cóndor de Plata a la mejor actriz en Argentina (el equivalente a nuestros Premios Goya), así como el Premio a la mejor actriz del Festival de Cine de Montréal.

El viaje de Arián (2000).

Este temprano éxito la situó en una situación de privilegio en nuestra industria del todo inesperada y que, vista con la distancia, fue desgraciadamente mal aprovechada, pues la actriz intervino sucesivamente en una serie de títulos, perdiendo su recién adquirida categoría estelar, que pasaron diametralmente desapercibidos a su llegada a los cines, como fue el caso de Extraños (1999), inconsistente thriller de un Imanol Uribe en horas bajas; Un banco en el parque (1999), independiente y arriesgada comedia sentimental de Agustí Vila; o L'altra cara de la lluna (La otra cara de la luna) (2000), de Lluís Josep Comerón, película de época de buenas intenciones pero insignificantes resultados y de la que sólo merecía la pena destacarse el trabajo interpretativo, en un papel secundario, precisamente de Ingrid Rubio. Por ello, conviene destacar su participación secundaria en el elogiable y original thriller Sé quién eres (2000), ópera prima de Patricia Ferreira, aunque no tanto como su especialmente grato protagonismo en el drama El viaje de Arián (2000), imperfecta ópera prima de Eduard Bosch, en el que la actriz lograba transmitir de manera ejemplar el proceso emocional por el que circula su personaje, una joven romántica que, por amor, va progresivamente infiltrándose en ETA, en una impecable demostración de talento interpretativo que no hubiera desmerecido, en modo alguno, una nueva candidatura al Goya. Ganó, no obstante, una nueva Mención Especial, esta vez en el Festival de Málaga.

Todas las azafatas van al cielo (2002).

No convenció, empero, pese a la dignidad global de la película, su protagonismo al frente de un estupendo reparto para un director de la talla de Manuel Gutiérrez Aragón en Visionarios (2001). Todo lo contrario a lo sucedido en su nuevo empeño argentino, su protagonismo en la comedia agridulce Todas las azafatas van al cielo (2002), de Daniel Burman, donde la actriz lograba enamorar a propios y extraños irradiando un magnetismo arrollador y sumamente morboso, a través de una interpretación recorrida libremente por el don de la naturalidad. Así, ante tan deslumbrante despliegue por parte de Ingrid Rubio, no es de extrañar que consideremos en verdad desaprovechada su participación en la co-producción hispano-argentina La soledad era esto (2002), de Sergio Renán, adaptación de la novela homónima de Juan José Millás servida como un esquemático vehículo para el lucimiento de una madura Charo López. Mucho mejor, sin género de dudas, resultó el sentido y personal drama sobre las secuelas emocionales y morales del terrorismo de ETA que fue La playa de los galgos (2002), uno de los mejores títulos de la última trayectoria fílmica de Mario Camus, injusta e incomprensiblemente ignorada por el público.

El alquimista impaciente (2002).

Por suerte, volvió a afrontar un nuevo protagonista, de nuevo a las órdenes de Ferreira, ahora en un argumento de suspense criminal, en El alquimista impaciente (2002), en un trabajo verdaderamente sólido como una inquietante detective de la Guardia Civil con un punto de conveniente virilidad en toda su actuación que la llevó a luchar por un Premio del Círculo de Escritores Cinematográficos a la mejor actriz del año. Pero ni por esas, a pesar de ser tenida ya como una notable y efectiva intérprete, la trayectoria de Ingrid Rubio en el cine parecía seguir estancada, víctima del envidiable y polivalente desapego de la actriz a corrientes y modas y deficitaria de un éxito crítico o comercial que avalase a la intérprete de cara al gran público. Éste podría haber llegado con la comedia negra Haz conmigo lo que quieras (2003), divertidísimo debut en la dirección de Ramón de España, apoyado magníficamente en la química establecida entre Rubio y su partenaire, Alberto San Juan, ambos manteniendo un altísimo combate interpretativo que se saldaría con el Premio a la mejor actriz para ella en el Festival de Comedia de Peñíscola, con una nominación al Goya para el director en la categoría de dirección novel y con un imperceptible eco popular.

Haz conmigo lo que quieras (2003).

Mayor repercusión obtuvo Noviembre (2003), segundo largometraje de Achero Mañas, en el que su presencia pasaba bastante inadvertida entre el estrafalario y coral reparto. A este estreno, sucedieron dos años de silencio cinematográfico, por fortuna, roto gracias a su retorno a la cinematografía argentina con su protagonismo, compartido con la excelente Valeria Bertuccelli, en el claustrofóbico drama familiar Hermanas (2005), de Julia Solomonoff, ópera prima intimista y sutil que guarda no pocos puntos en común con el siguiente trabajo de Ingrid Rubio ante las cámaras, el más efectista y referencial thriller Trastorno (2006), de Fernando Cámara, con la actriz llevando al límite la psicopatía de su personaje en un trabajo que rozaba, en algunos momentos, la sobreactuación. Por ello, son preferibles sus secundarios en dos de las producciones más ambiciosas del aquel año: la estupenda Salvador (Puig Antich) (2006), de Manuel Huerga, y el tediosamente erótico drama histórico Tirante el Blanco (2006), de Vicente Aranda; que pusieron sobre la mesa el desperdicio artístico al que parecía abocada la intérprete y que terminaron de confirmar sus siguientes trabajos para la gran pantalla: la ignota y poco estimulante cinta independiente Road Spain (2008), de Jordi Vidal; la fallida y acartonada cinta histórica La vida en rojo (2008), de Andrés Linares, en un personaje francamente deficiente; o el soporífero y justamente perdido intento de cine negro que fue 7 pasos y medio (2009), de Lalo García.

Trastorno (2006).

Cuando el Cine Español de primera línea la volvió a reclamar fue ya en un papel secundario dentro de una película cómica al servicio de otros intérpretes, como sucedió en la tópica y chabacana Que se mueran los feos (2010), de Nacho G. Velilla. Recluida en la tele desde entonces, sólo la volvimos a ver en una pantalla grande con su papel en la independiente Los días no vividos (2012), de Alfonso Cortés-Cavanillas, película sentimental poco conseguida y que pasó justamente inadvertida. El ya al caer estreno de La Estrella, película que parte de las mismas y minoritarias premisas que la anterior, nos predispone a pensar de forma bastante negativa ante su repercusión comercial. Quizás no estemos ante el título de renombre del que tanto necesita la carrera de Ingrid Rubio para terminar de eclosionar como una auténtica estrella dentro de nuestro cine, pero a lo mejor, si lo que dicen sobre su trabajo es cierto, estemos ante una nueva demostración de lo que se está perdiendo el Cine Español de primera fila, más atento a dar cancha a otras jóvenes y menos experimentadas intérpretes que a permitir el afianzamiento de una afortunada etapa de madurez para una de nuestras más dúctiles, carismáticas y eficaces actrices, una Ingrid Rubio que de contar con los vehículos apropiados posee suficiente materia prima como para erigirse en pocos años en una intérprete de referencia dentro de nuestra cinematografía.