¡Ahí están! ¡Ahí las tienen! Creo que no hacen falta palabras para describir el público y el alcance que ansían conseguir los creadores de Dark Tide, del acuático John Stockwell (a juzgar por su filmografía parece que sólo sabe mover la cámara bajo el líquido elemento, aunque también es el artífice de la última tontería de nuestra Paz Vega en Hollywood, Cat Run, fechada en 2011 y aún pendiente de estreno en Europa... ¿por qué será?). Pues a este tío parece que lo que le pone no ya sólo es meter la cámara en el agua, sino meter con ella a alguna tía buena de turno (por supuesto, con el bikini más diminuto posible) y hacerla pasar un mal rato. Vamos, que es una versión surfera de los maestros del Giallo italiano, lo que pasa es que donde allí había sangre y vísceras (de mentira, se notaba mogollón) como excusa para que los pivones de la época mostraran carnaza, aquí hay agua y tiburones para que, dentro de los márgenes permitidos por Hollywood, podamos ver también (o intuir mejor) carnaza de la buena.
Hasta aquí todo bajo los límites de lo normal. Todo bastante rutinario y, ciertamente, poco interesante. Cuando la tía buena en cuestión es Jessica Alba nadie se inmuta. Pero es que la tía buena no es otra que Halle Berry, quien, por si alguien lo ha olvidado, se convirtió en la primera actriz de color en alzarse con un Oscar en la categoría principal hace ahora justamente 10 años. 10 años bastante mal invertidos, para qué vamos a obviarlo. Otro ejemplo de Oscar mal rentabilizado. Cierto es que cuando hablo de Halle Berry tengo muy presente que no hablo de una gran intérprete. Pero lo es más que su trabajo en Monster's Ball (2001), de Marc Forster, es impecable y está lleno de una hondura y una emoción escalofriantes sin renunciar (he ahí uno de los méritos) a exponerse también extremadamente sexy, aún no apareciendo explícitamente guapa. Y a pesar de que competía con trabajos bastante fuertes (el de Sissy Spacek de En la habitación, el de Judi Dench de Iris e incluso el de Nicole Kidman de Moulin Rouge) ganó un Oscar merecido, sin duda. El problema es que a la Berry nadie la tomó verdaderamente en serio.
Monster's Ball (2001). |
Y llegó el retiro. Halle Berry estuvo apartada de los sets de rodaje nada más y nada menos que 3 años. ¿Reconduciendo su carrera? ¿Meditando sobre su futuro? ¿Sometiéndose a operaciones de estética para no perder ningún rol de tía buena? Tenía la impresión de que estaba acabada, lo confieso, cuando en 2010 volvió a sonar su nombre como uno de los máximos favoritos a entrar en la lucha por el Oscar. Fue gracias a Frankie & Alice, de Geoffrey Sax, un drama basado en hechos reales sobre una joven con trastorno de personalidad múltiple. Al final sus opciones al Oscar se quedaron sólo en una nominación a los Globos de Oro, cosa que no estaba del todo mal teniendo en cuenta lo perdida que se la había visto en su trayectoria anterior. No obstante, para acabar de rematar, a la actriz no se le ocurre otra que volver al camino trillado y, aparte de intervenir en la coral y desafortunada Noche de fin de año (New Year's Eve), de Garry Marshall, se marca este protagonismo machista en Dark Tide, una cinta que apesta a testosterona pura y dura (nunca mejor dicho).
Frankie & Alice (2010). |
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