viernes, 17 de febrero de 2012

¿Tiran las tetas de Halle Berry más que dos carretas?


¡Ahí están! ¡Ahí las tienen! Creo que no hacen falta palabras para describir el público y el alcance que ansían conseguir los creadores de Dark Tide, del acuático John Stockwell (a juzgar por su filmografía parece que sólo sabe mover la cámara bajo el líquido elemento, aunque también es el artífice de la última tontería de nuestra Paz Vega en Hollywood, Cat Run, fechada en 2011 y aún pendiente de estreno en Europa... ¿por qué será?). Pues a este tío parece que lo que le pone no ya sólo es meter la cámara en el agua, sino meter con ella a alguna tía buena de turno (por supuesto, con el bikini más diminuto posible) y hacerla pasar un mal rato. Vamos, que es una versión surfera de los maestros del Giallo italiano, lo que pasa es que donde allí había sangre y vísceras (de mentira, se notaba mogollón) como excusa para que los pivones de la época mostraran carnaza, aquí hay agua y tiburones para que, dentro de los márgenes permitidos por Hollywood, podamos ver también (o intuir mejor) carnaza de la buena.

Hasta aquí todo bajo los límites de lo normal. Todo bastante rutinario y, ciertamente, poco interesante. Cuando la tía buena en cuestión es  Jessica Alba nadie se inmuta. Pero es que la tía buena no es otra que Halle Berry, quien, por si alguien lo ha olvidado, se convirtió en la primera actriz de color en alzarse con un Oscar en la categoría principal hace ahora justamente 10 años. 10 años bastante mal invertidos, para qué vamos a obviarlo. Otro ejemplo de Oscar mal rentabilizado. Cierto es que cuando hablo de Halle Berry tengo muy presente que no hablo de una gran intérprete. Pero lo es más que su trabajo en Monster's Ball (2001), de Marc Forster, es impecable y está lleno de una hondura y una emoción escalofriantes sin renunciar (he ahí uno de los méritos) a exponerse también extremadamente sexy, aún no apareciendo explícitamente guapa. Y a pesar de que competía con trabajos bastante fuertes (el de Sissy Spacek de En la habitación, el de Judi Dench de Iris e incluso el de Nicole Kidman de Moulin Rouge) ganó un Oscar merecido, sin duda. El problema es que a la Berry nadie la tomó verdaderamente en serio.

Monster's Ball (2001).
Su estatuilla dorada se vendió más como un premio a su raza que a su capacidad y alcance interpretativo. Y éstos en Hollywood han pasado desapercibidos, puesto que después de Monster's Ball cada nuevo proyecto ofrecido a la actriz volvía a reincidir en sacar de ella aquéllo que mejor sabía mostrar: carnaza. Y lo peor de todo es que ella pasó por el aro, quizás consciente de su propia limitación, quizás más consciente aún de que sólo así lograría mantener un estatus dentro de la industria, aunque éste fuese a las claras tan superficial. Fue probablemente la chica Bond más explosiva que se recuerda en Muere otro día (Die Another Day), de Lee Tamahori; se marcó una interpretación paranoica y algo excesiva en la de todo menos terrorífica Gothika, de Mathieu Kassovitz; intentó hacernos olvidar a Michelle Pfeiffer convirtiendo a su Catwoman, de Pitof, en un putón berbenero refinado y se llevó el Razzie a la peor actriz mejor encajado de la historia (esto hizo que ganara puntos su imagen pública, pero no su faceta interpretativa); trató de imponerse como mito erótico con el thriller Seduciendo a un extraño (Perfect Stranger), de un James Foley en horas tan bajas como las bragas de la actriz; y quiso que nos desentendiéramos de todo esto, que nos olvidáramos de sus tetas para convencernos de que por encima de ello era buena actriz, lo que no tuvo en cuenta fue que el vehículo elegido para ello iba a resultar tan endeble e insustancial como lo es Cosas que perdimos en el fuego (Things We Lost in the Fire), de Susanne Bier. Menos mal que, en términos de taquilla, siempre la salvaron las cifras de la franquicia X-Men.

Y llegó el retiro. Halle Berry estuvo apartada de los sets de rodaje nada más y nada menos que 3 años. ¿Reconduciendo su carrera? ¿Meditando sobre su futuro? ¿Sometiéndose a operaciones de estética para no perder ningún rol de tía buena? Tenía la impresión de que estaba acabada, lo confieso, cuando en 2010 volvió a sonar su nombre como uno de los máximos favoritos a entrar en la lucha por el Oscar. Fue gracias a Frankie & Alice, de Geoffrey Sax, un drama basado en hechos reales sobre una joven con trastorno de personalidad múltiple. Al final sus opciones al Oscar se quedaron sólo en una nominación a los Globos de Oro, cosa que no estaba del todo mal teniendo en cuenta lo perdida que se la había visto en su trayectoria anterior. No obstante, para acabar de rematar, a la actriz no se le ocurre otra que volver al camino trillado y, aparte de intervenir en la coral y desafortunada Noche de fin de año (New Year's Eve), de Garry Marshall, se marca este protagonismo machista en Dark Tide, una cinta que apesta a testosterona pura y dura (nunca mejor dicho).

Frankie & Alice (2010).
La cinta, de lo buena que debe ser, la van a sacar directamente en VOD (Video On Demand), vídeo a la carta por la Televisión por Cable, el próximo 8 de marzo y, después, se estrenará en cines limitados el día 30. Vamos, un poco lo mismo, pero a la inversa y peor de lo sucedido con Bajo amenaza (Tresspass), ese más que probable bodrio interpretado por Nicolas Cage y la Kidman. Y es que, no me llevéis la contraria, pero ya sólo por el póster apesta a truño de videoclub (quién lo haya diseñado se ha lucido, sí señor). Pobre Halle Berry. ¿Es lo que tiene estar tan buena? ¿No decían que dos tetas tiran más que dos carretas?  Que el tráiler indigesto sirva de respuesta.


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