martes, 8 de octubre de 2013

Antonio de la Torre, estrella de largo recorrido.


Hablar de la trayectoria de Antonio de la Torre para el cine es hacerlo en términos de una carrera de fondo o de larga distancia, pues este malagueño de 45 años hace ya casi dos décadas que debutó oficialmente en una pantalla grande y, sin embargo, para muchos sigue siendo un recién llegado. La razón es que, hasta hace bastante poco tiempo, nadie era capaz de ponerle un nombre a ese actor que aparecía, casi siempre de refilón, en las más diversas producciones españolas. Por suerte, las vacas flacas pasaron y De la Torre, a día de hoy, se cuenta entre las más rutilantes estrellas de nuestra industria, poseedor de la autonomía suficiente como para significar, por sí solo, un reclamo absoluto de cara al gran público. Algo que pone de manifiesto el estreno este mismo viernes de Caníbal, de Manuel Martín Cuenca, por la que casi gana la Concha de Plata al mejor actor en el reciente Festival de San Sebastián y en la que vuelve a dar una lección magistral de interpretación que invita a regocijarnos de que el Cine Español le diera la oportunidad una vez de abandonar los papeles "de una sola frase" que venían decorando su filmografía.

Volver (2006).

Porque fue así como este periodista deportivo del canal autonómico Canal Sur dio sus primeros pasos en el cine, donde debutó en Los peores años de nuestra vida (1994), de Emilio Martínez Lázaro, en un papel de periodista con frase que quedaba fuera de plano. Antes ya había atrapado un papel fijo en la serie Lleno, por favor (1993) y obtendría después varios episódicos en otras tantas sitcoms de la pequeña pantalla, como Hermanos de leche (1994), Los ladrones van a la oficina (1994) o Canguros (1995) hasta otro habitual en Turno de oficio: diez años después (1996-1997). En esa época, ya se había matriculado en la escuela de interpretación de Cristina Rota y lograba compaginar su trabajo en Canal Sur con los esporádicos empeños que lograba atrapar de su verdadera vocación de actor. De este modo, se fue labrando una trayectoria para el cine en la que hizo prácticamente de todo: fue taxista en Cuernos de mujer (1995), de Enrique Urbizu; dependiente en El día de la bestia (1995), de Álex de la Iglesia; guarda de aduana en Corsarios del chip (1996), de Rafael Alcázar; guardia civil en Carreteras secundarias (1997), de nuevo con Martínez Lázaro; empleado de parking en Entre las piernas (1999), de Manuel Gómez Pereira; o camionero en Flores de otro mundo (1999), de Icíar Bollaín. Directora ésta que le había dado su primera buena oportunidad en su debut Hola, ¿estás sola? (1995), con un papel de una extensión mínima, pero sustancialmente más lucido que todos los anteriores juntos.

Con Marta Etura en AzulOscuroCasiNegro (2006).

Tras participar con otro corto empeño en Torrente, el brazo tonto de la ley (1998), de Santiago Segura, De la Torre reincidió en el cine de De la Iglesia al aparecer de nuevo tanto en Muertos de risa (1999) como en La comunidad (2000). Justo antes de llamar la atención con un papel clave en la miniserie de éxito de tres capítulos Padre coraje (2002), de Benito Zambrano. En ese momento llegó a la vida laboral de De la Torre un joven cortometrajista llamado Daniel Sánchez Arévalo, que le reclutó para protagonizar Profilaxis (2003), por el que el intérprete ganaría el premio al mejor actor en el Festival de Cortos de Badajoz. A éste le seguiría Fisica II (2004), mientras engordaba su particular galería de papeles episódicos para el cine con otros tantos en Días de fútbol (2003), de David Serrano, Te doy mis ojos (2003), de Bollaín, El 7º día, de Carlos Saura, El calentito (2005), de Chus Gutiérrez, o La noche del hermano (2005), de Santiago García de Leániz. Por esta vía llegó a su episódico más importante, el del repulsivo marido de Penélope Cruz en Volver (2006), de Pedro Almodóvar, último escalón de una larga lista de empeños injustamente cortos para el cine que llegaba a su fin gracias a coincidir en el tiempo con el primer papel con enjundia y de amplia extensión de toda su trayectoria: el del hermano crápula de AzulOscuroCasiNegro (2006), puesta de largo de Sánchez Arévalo.

Con Guillermo Toledo y Javier Rodríguez en Salir pitando (2007).

De la Torre supo aprovechar al máximo la fantástica oportunidad que le brindaba el joven realizador y efectuó un trabajo formidable, mostrándose plenamente capacitado para ese tipo de registro entre canalla y bobalicón, siendo su gran arma interpretativa un físico anodino, corriente, que casaba bien, convenientemente trabajado, con cualquier tipo de personaje. No obstante, la sorpresa fue mayúscula cuando en la temporada de premios, Antonio de la Torre se hizo nada menos que con el correspondiente al mejor actor en el Festival Cinespaña de Toulouse (compartido con su compañero en el film, Quim Gutiérrez), así como también con el Premio de la Unión de Actores al mejor secundario de cine y, para rematar, un Goya del todo merecido que inauguró para el intérprete una nueva etapa en su trayectoria como actor. Con una excedencia tomada en Canal Sur, De la Torre pudo responder a conveniencia ante la oferta de papeles que se le vino encima. No solo reincidió con su "salvador" Sánchez Arévalo en sus siguientes cortometrajes, Traumalogía (2007) o Pene (2007), sino que subió de categoría estelar de un curso al siguiente, primero en calidad de co-protagonista, formando un divertido trío cómico junto a Guillermo Toledo y Javier Gutiérrez en la intrascendente Salir pitando (2007), de Álvaro Fernández Armero, y luego asentándose como un secundario eficaz y más que competente en títulos relevantes como Mataharis (2007), de nuevo a las órdenes de Bollaín, o El prado de las estrellas (2007), de Mario Camus, obteniendo por Mataharis una nueva candidatura a los Premios de la Unión de Actores, esta vez en la categoría de reparto.

Gordos (2009).

Al año siguiente, De la Torre ya podía presumir de un considerable aumento en la extensión de sus personajes para el cine, pudiendo hablar de Una palabra tuya (2008), de Ángeles González Sinde, como de su primer protagonista para el cine, a pesar de tratarse de un papel de soporte a las dos protagonistas de la función, tal y como quedaría reflejado al ganar el Premio del Círculo de Escritores Cinematográficos (CEC) al mejor actor de reparto. Retorno a Hansala (2008), de Chus Gutiérrez, sí fue un protagonista con todas las de la ley que el actor supo resolver con estoicismo, a pesar del componente trágico de la historia, registro en el que aún no había tenido la oportunidad de desenvolverse. Acto seguido, sorprendió a toda la industria al ganar peso de forma considerable para dar entidad fílmica al protagonsita de Gordos (2009), la comedia dramática que nuevamente le regaló Sánchez Arévalo y donde De la Torre literalmente ofrecía un recital de precisión y naturalidad como ese gordo homosexual y deprimido, en un trabajo por el que volvió a quedar finalista a los Premios de la Unión de Actores (ahora como principal) y le brindó su segunda nominación al Goya.

Balada triste de trompeta (2010).

Fantásticos secundarios en la independiente La isla interior (2009), de Dunia Ayaso y Félix Sabroso, y la superproducción Lope (2010), de Andrucha Waddington, precedieron a su consolidación definitiva como estrella cinematográfica con el protagonismo de la atronadora Balada triste de trompeta (2010), la llamada obra de madurez de Álex de la Iglesia, en la que el intérprete se sometía literalmente a un desquiciado espectáculo interpretativo que le valió el Premio Sant Jordi al mejor actor (compartido con su compañero de armas en el filme, Carlos Areces) y su tercera nominación al Goya, la segunda como actor principal. Poco importa que sus siguientes empeños para la primera división de nuestro cine volvieran a ser de reparto, como en Primos (2011), de Sánchez Arévalo (nuevo Premio de la Unión de Actores en la categoría de reparto), o La chispa de la vida (2011), de De la Iglesia; el nombre de Antonio de la Torre poseía ya tal peso en la industria que el intérprete podía permitirse el lujo de apoyar con su presencia proyectos de carácter más independiente (La mitad de Óscar (2010), de Manuel Martín Cuenca) o, literalmente, experimental (Dispongo de barcos (2010), de Juan Cavestany), sin perder ni por asomo la categoría adquirida.

Con Mario Casas en Grupo 7 (2012).

Algo de lo que dan fe sus tempranos emparejamientos artísticos junto intérpretes más jóvenes y guapos y que ponen de manifiesto la clase y el talento de Antonio de la Torre ejerciendo ya labores de veterano versado en la materia. Sin quererlo, se comió enteritos tanto a Mario Casas en Grupo 7 (2012), de Alberto Rodríguez, como a Alberto Ammann en Invasor (2012), de Daniel Calparsoro. Dando forma con ambos empeños a un año cinematográficamente inmejorable, coronado con un nuevo Premio de la Unión de Actores al mejor actor principal por la primera y sendas nominaciones tanto a los CEC como al Goya por ambas películas, como secundario por Invasor y principal por Grupo 7. La seguridad que puedan proporcionar un nuevo secundario para Almodóvar en Los amantes pasajeros (2013) o el retorno al cine de Sánchez Arévalo en La gran familia española (2013), sólo refuerzan al intérprete ante la gran prueba de fuego que supone afrontar un protagonista del calibre de Caníbal, donde todo el peso de la cinta recae sobre sus hombros y, parece ser, de manera estremecedora y brillante, a tenor de las críticas recibidas que lo señalan como el gran trabajo interpretativo de la estrella, que muy probablemente le proporcionará su sexta nominación al Goya. No cabe duda de que el límite al talento de De la Torre aún dista mucho de estar cerca en una trayectoria que terminará convirtiendo al actor en uno de los imprescindibles del Cine Español.

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