martes, 3 de diciembre de 2013

Crítica de "Diamantes negros": imperfecta pero necesaria denuncia.


Miguel Alcantud posee indiscutibles créditos como realizador por su trayectoria televisiva, pues se ha puesto al frente de numerosos capítulos de series de gran éxito como El internado o Águila roja. Por la cinematográfica, se estrenó detrás de las cámaras hace ya unos cuantos años con un thriller del todo fallido llamado Impulsos (2002), que bebía claramente de la fórmula impuesta por el éxito de Seven (1995), de David Fincher, y reincidió en el género con la co-producción entre España y Gran Bretaña Anastezsi (2007), vista aquí en el marco del Festival de Málaga, pero inédita en salas comerciales. Con Diamantes negros, Alcantud se aleja del thriller para poner en pie, con llamativa y admirable humildad, la historia de dos adolescentes malienses que sueñan con convertirse en grandes estrellas de eso capaz de fascinar a más de medio mundo que es el fútbol, y que son captados por las mafias que operan a espaldas de las normas impuestas por la FIFA y traídos a España con la falsa promesa de fichar por algún equipo grande.


Diamantes negros funciona a la perfección como un nuevo y doloroso relato de 'sueños rotos', en este caso, los de unos inocentes y entusiastas menores de edad que, creyendo estar a punto de ver cumplido su gran sueño, emprenden el viaje sin valorar las posibles consecuencias negativas, para ellos y para sus familias, que tal aventura les pueda procurar. Engañados y obligados a dar de sí lo mejor que tienen, en el terreno de juego, y a adaptarse y acomodarse a un estilo de vida, el europeo, que en nada se parece al que están acostumbrados, mientras esperan a que suenen las trompetas. La puesta en escena de Alcantud acierta en pleno al no cargar las tintas en el componente dramático que puede desprenderse de situaciones como las presentadas en la trama, adoptando la función los patrones del documental para observar con respetuosa mirada el procesamiento emocional y la toma de conciencia que llevan a cabo los dos protagonistas, frente a un sistema que, más que como a personas, les trata como a mercancías. Diamantes negros desprende luz y optimismo en su primera parte, ayudada por las naturalizadas interpretaciones de su pareja protagonista, Setigui Diallo Hamidou Samaké, para, en la segunda, cuando los sueños dejan paso a la realidad y la mentira desvela su verdadero rostro, tornarse en una película amarga, cruda y desesperanzada.


Por el contrario, como película-denuncia de una realidad verdaderamente incómoda, Diamantes negros peca de resultar, por momentos, maniqueísta, pues jamás ofrece un retrato hondo y profundo de los tres ejes responsables del devenir de los protagonistas, a pesar de las simbólicas y logradas interpretaciones de sus tres intérpretes -Guillermo Toledo, Carlo D'Ursi y, sobre todo, Carlos Bardem-. Al final de la función, lo único que conoceremos de ellos es que sus actos están regidos únicamente por sus ambiciones económicas, mientras en el otro lado del campo sus incautas víctimas no dejarán de sufrir a causa de ellos. El alcance final de la consabida crítica a tales prácticas, equiparables al comercio de esclavos, deviene por esta razón en un ejercicio frustrado y frustrante, desde el punto de vista racional, pues uno acaba teniendo la impresión de que en Diamantes negros, más que mostrarnos con honesta imparcialidad la fatídica realidad que se oculta bajo el bien llamado negocio del fútbol, se quiere obligarnos a tomar partido, soslayando además parte de la información que completa y redondea la historia. A este respecto, cabe mencionar la precipitada resolución de una de las tramas, con el empleo de una elipsis, a modo de parche, como recurso atropellado para no embrollarse en dar mayores explicaciones.


Sin embargo, la impresión final es agridulce. Por un lado, Diamantes negros no alcanza nunca la altura emocional que debiera, tratando además un tema de sabor inequívocamente humano, pero es obligado agradecer a Alcantud, primero, la solvencia técnica con la que construye todo el filme, a través de un lenguaje limpio y sencillo, eficaz de puro directo, donde sobresale el estupendo montaje de Pablo Blanco, dinámico y efusivo, que no sincopado, y que aporta realismo y verosimilitud a las secuencias futbolísticas propiamente dichas, hasta ahora enemigas del séptimo arte; y segundo, su valentía, por atreverse a hablar sin tapujos o rodeos sobre una problemática impunemente escamoteada para la opinión pública en base a los intereses económicos y mercantilistas de unos pocos, pero en demasía poderosos. Diamantes negros podrá ser tachada en el futuro de no ser una película redonda, de caer en algunos tópicos y no brillar especialmente desde sus moderados resultados, pero lo que nunca podrá reprochársele es el no poseer la voluntad de ser notablemente franca en sus ambiciones y leal con aquello que denuncia.


Puntos fuertes a los Goya 2014:
- Mejor Guión Original: Miguel Alcantud.
- Mejor Actor Secundario: Carlos Bardem.
- Mejor Actor Revelación: Carlo D'Ursi.
- Mejor Dirección de Producción: Rafael Álvarez.
- Mejor Montaje: Pablo Blanco.

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