Siete años después de su debut en el largometraje, Santiago Tabernero ha vuelto a las andadas cambiando radicalmente de tercio sobre su obra anterior. Si en Vida y color (2005) nos asomaba con no poca ternura y sentido del detalle a la vida rutinaria de un barrio obrero de extrarradio, a través de la mirada de un niño a punto de acceder a la adolescencia con Franco a punto de morir como marco contextualizador; en Presentimientos adapta, junto a su protagonista, el actor Eduardo Noriega, la novela de Clara Sánchez sobre los mecanismos de ensamblaje emocional de una joven pareja inmersa en una encubierta crisis sentimental, que eclosionará cuando ella sufra un desgraciado accidente de tráfico que la postrará en un coma profundo. Para ello, en lugar de abrazar la trama desde una óptica meramente romántica, Tabernero y Noriega han optado por aclimatar la historia a los códigos del thriller, contándonos tanto las vivencias de él, tratando de desentrañar qué causas originaron el quiebro en la relación, como de ella, pugnando por regresar al mundo "real" desde el inconsciente.
Como punto de partida, Presentimientos no puede resultar más atractiva. Sin embargo, las expectativas suscitadas por tan prometedora premisa no terminan nunca de quedar satisfechas durante el visionado de la cinta. Primero, porque una historia como la presentada por Presentimientos pedía a gritos una puesta en escena, de algún modo, algo más arriesgada y no tan acomodaticia como termina siendo la empleada por Tabernero; quien, a través de una planificación estándar y funcional, va alternando en un trivial montaje paralelo las dos caras de la misma historia: la de él, a través de un tratamiento aséptico y monocorde, acaba perdiendo fuerza a medida que en su avance no se vislumbra ni un solo elemento que se desmarque del lugar común del melodrama romántico más simplista y reconocible; la de ella termina decepcionando, pues siendo una historia de tan manifiesto componente fantástico, Tabernero opta por filmarla de manera rutinaria, como si de una vida paralela se tratara y no como un onírico y angustioso viaje a través del remordimiento y la culpa por parte de una mujer encerrada en un pasado necio, catalizador de su infelicidad en el presente.
Así, las vivencias del personaje de Julia no funcionan en su premeditado sentido metafórico y sí como mera y anodina ilustración de aquello que irá descubriendo el personaje de Félix, por no hablar de los recurrentes e innecesarios flash-backs que se suceden en un conjunto que se torna pronto demasiado explícito, desastrosamente obvio. La manifiesta falta de arrojo demostrada por Santiago Tabernero en la construcción de su película supone el gran déficit de Presentimientos, que termina pareciéndose más a un somnoliento telefilme de sobremesa que a un thriller cinematográfico, por culpa de la corriente linealidad por la que circula la historia, neutra y plana, carente de los necesarios giros y bifurcaciones que han de acompañar a todo buen thriller y llena, para colmo, de algunas incongruencias y fallos de guión que juegan peligrosamente con la verosimilitud interna de las imágenes (¿por qué Julia acude a la policía a denunciar la desaparición de su familia y no aprovecha para denunciar el robo de su bolso?). A pesar de ello, Presentimientos no disgusta y se deja ver con permisivo interés y no poca benevolencia, a pesar de que también, cerca del desenlace, la película se muestra excesivamente tradicionalista en aras de un manufacturado e indulgente final feliz, cargado de previsibilidad e, incluso, hasta de impostura (la historia del anillo).
Pero se sostiene, sobre todo, por la entregada labor de sus intérpretes, que logran hacer más que llevadera la letanía de la trama. Eduardo Noriega cumple con convicción, aunque su papel le obligue a lidiar con la insulsez y la monotonía interpretativa en más de una ocasión. Tampoco llegan a brillar una ingenuamente seductora Irene Escolar o una sobria Gloria Muñoz. El peculiar Jack Taylor evidencia su magna apostura cinematográfica una vez más, pero apechuga con el papel más desubicado y hasta prescindible de la función. Por el contrario, Alfonso Bassave tira de encanto personal para desempeñar con notable y cautivadora arrogancia toda su intervención y Marta Etura se gana a pulso el ser considerada lo mejor de una película que, vistos los resultados, desmerece de tan brillante ejercicio de introspección psicológica, exhibido a través de una pormenorizada y sensitiva sucesión de matices, lo que evidencia el sumo nivel de profesionalidad y talento de una intérprete particularmente dotada para representar ante la cámara, de forma excelente, las tragedias y traumas internos de sus personajes. Como dato anecdótico, hay que señalar la, por desgracia, breve pero sugestiva recuperación para el cine de la otrora estrella Silvia Tortosa, de exquisita y aún remarcable belleza.
Puntos fuertes a los Goya 2014:
- Mejor Actriz: Marta Etura.
- Mejor Actor Revelación: Alfonso Bassave.
- Mejor Dirección de Fotografía: Pablo Rosso.
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