martes, 7 de febrero de 2012

Nic & Nic tocan fondo!!


Llevo unos días viendo este cartel en las marquesinas. Bueno, no exactamente este, sino el español. Y he de confesar que ando aturdido. También me han bombardeado con el tráiler en las diversas pantallas de algunos medios de transporte. E inevitablemente han suscitado mi interés. Nicolas Cage y Nicole Kidman juntos en una superproducción, un thriller con secuestro en domicilio. Nada más y, sobre todo, nada menos. ¿Acaso no me suena el argumento? Me vienen a la memoria desde la fascinante Funny Games (1997), de Michael Haneke, hasta la adrenalínica Secuestrados (2010), de Miguel Ángel Vivas. Y cuando busco información sobre Bajo amenaza (Trespass) me quedo loco al comprobar que tremendo artefacto lo dirige, nada más y nada menos, que el insoportable Joel Schumacher, director especializado en naderías de tres al cuarto, caracterizadas por un estruendoso acabado visual y un pobre, ridículo y, la mayoría de las veces, insoportable fondo literario. En otras palabras: guiones malos no, paupérrimos, enmascarados con pirotecnia y astucia comercial, siempre con alguna que otra estrella de renombre para atraer al público a las salas.

Que quede constancia de que no he visto Bajo amenaza ni tampoco tengo el más mínimo interés en hacerlo. Sobre todo después de constatar que la película, en su estreno estadounidense, únicamente recaudó 24.094 dólares de los 35 millones con los que se saldó el presupuesto. Y más aún, cuando me entero de que no sólo se estrenó con un número muy limitado de copias en unas pocas ciudades, sino que además lo hizo de un modo bastante inusual para una película de tan gran presupuesto y tan renombrados intérpretes encabezando el elenco: en los cines en los que se exhibía ofrecían a los espectadores potenciales la opción de VOD (Video On Demand), es decir, la posibilidad de ahorrarse la entrada al cine y alquilar la película  en los servicios de cable por televisión. ¿Tan mala es que ni los mismos distribuidores confiaban en ella? No me extraña que Nicolas Cage se rebotase. El DVD salió a la venta sólo 10 días más tarde.


La paradoja del asunto es que en esta ocasión las estrellas en cuestión hace ya un tiempo que andan estrelladas. Aún así, a este humilde servidor no se le pasa otra pregunta que hacerse que la de ¿qué hacen Nicolas Cage y Nicole Kidman metidos en este berenjenal? Por muy estrella que seas en Hollywood y por muchos dólares que ingreses por película, es cierto que todo el mundo tiene derecho a comer. Pero ¿a semejante coste? Cierto que ambos intérpretes ya habían trabajado a las órdenes del inefable realizador y que uno por sus amigos es capaz de hacer cualquier cosa. Pero, vuelvo a repetir, ¿a semejante coste?

Pobrecillos. De Cage no me sorprende en absoluto, he de reconocerlo. Creo que su caso es el ejemplo perfecto de una mala rentabilización de un Oscar. Y es que desde que ganó la estatuilla dorada, allá lejos en 1995, no ha levantado cabeza salvo para destrozarse su cuero cabelludo. Mamotretos de acción del tipo La roca (The Rock), de Michael Bay, Con Air, de Simon West, Cara a cara (Face/Off), de John Woo o 60 segundos (Gone in Sixty Seconds), de Dominic Sena, así como bodrios romanticones como City of Angels, de Brad Silberling o La mandolina del capitán Corelli (Captain Corelli's Mandolin), de John Madden, echaron por tierra su credibilidad interpretativa primero y, mucho más importante, su buen juicio a la hora de elegir proyectos, puesto que, reconozcámoslo, parecía estar empeñado en cargarse su carrera. Y nunca ha sido mi tipo de actor predilecto. Jamás casé con su estilo, ni con su nervio, ni mucho menos con sus insoportables 'tics', siempre tan tendente al exceso y la sobreactuación. Sólo Adaptation. El ladrón de orquídeas, de Spike Jonze, y en menor medida El señor de la guerra (Lord of War), de Andrew Niccol, nos devolvieron la esperanza de recuperar al intérprete cabal y creíble de Leaving Las Vegas. Pero sólo eran dos pequeños y aislados oasis en un desierto atestado de macro, super y mastodónticas producciones al servicio del dólar, insultos la mayoría de ellos a la inteligencia media del espectador y, lo peor de todo en tiempos de crisis, robos a mano armada al bolsillo miserable de la mayoría del público potencial. Hace mucho que perdí el interés por la trayectoria de Nicolas Cage y no creo, sinceramente, que un título como Bajo amenaza cambie mucho las cosas.

Adaptation. (2002)

Otro caso muy distinto es el de Nicole Kidman. No hace mucho me declaraba fan de su técnica. Siempre me pareció el ejemplo de actriz perfecta. Ya me gustaba en los noventa, aunque por aquélla época se prodigase demasiado en productos vacuos y en modo alguno interesantes, pero también se tiró a la piscina con un personaje inolvidable en Todo por un sueño (To Die For), de Gus Van Sant, y eso era ya motivo más que suficiente para adorarla. El Oscar se le resistió muchos años. Debía haber aspirado en 1995 por la antes mencionada y no creo que peque de exagerado si digo que también hubiese merecido tremendo honor gracias a Eyes Wide Shut, de Stanley Kubrik. Su año decisivo fue el 2001, puesto que se marcó dos éxitos personales y comerciales, dos trabajos impecables, en Los otros, de Alejandro Amenábar, y en Moulin Rouge, de Baz Luhrmann. Es aquí donde comienza una segunda carrera para la actriz, encumbrada a los altares, aceptada por la gran mayoría como estupenda actriz. No les faltaba razón. Encadenó, uno tras otro, protagonismos complejos en películas de toda índole y su técnica se iba abrillantando con cada nuevo personaje. A mí siempre me resultó fría, es cierto, pero no era (ni soy) capaz de discutir su técnica: es impecable, pulcra, milimétricamente calculada. Sin embargo, algo ocurrió. No sé si tendría algo que ver con sus sonadas operaciones de estética (a la vista está que su rostro no es el que era, su capacidad de expresión se haya muy limitada ahora y a mi me resulta no ya sólo fría, sino irrisoria -¿no os recuerda a la cerdita Peggy?-). Haciendo un repaso a su filmografía uno advierte que tampoco han sido tantos los malos papeles que ha protagonizado en los últimos años, los años del bótox; de hecho, resulta muy disfrutable en algunos de ellos, sobre todo los que se adscriben al cine independiente donde, parece ser, a la actriz se le permite trabajar con mayor libertad creativa, veánse si no la comedia Margot y la boda (Margot at the Wedding), del muy interesante Noah Baumbach, o su resurrección en los Oscar del pasado 2010 gracias al intenso drama Rabbit Hole, de John Cameron Mitchell, aún pendiente de estreno en nuestro país aún siendo una película estupenda donde la Kidman logra emocionar derritiendo ese bloque de hielo con el que suele envolver sus intervenciones. Y en estas estaba yo, reconciliado con ella, cuando va y estrena Bajo amenaza.

Rabbit Hole. (2010).
No me cabe otra que resignarme y esperar a que el tiempo borre de mi memoria este desafortunado capítulo. Esperemos no tener que tomarla de nuevo con los Nic.


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