viernes, 20 de diciembre de 2013

Quiniela a los Premios Goya 2014 (V): Mejor Actor.

La de mejor actor protagonista viene siendo, desde hace unos meses, la categoría más previsible de las interpretativas a los próximos Premios Goya. Primero las nominaciones a los Premios Forqué y después las de los Feroz, han ratificado las opciones de los tres máximos favoritos que se han venido barajando en todas las quinielas. La verdadera emoción surge entonces por averiguar quién será el afortunado que ocupe la cuarta plaza para estos Premios Goya, bastante más reñida de lo que parece en un principio. Pues mientras la crítica española ha ensalzado entre sus nominados trabajos que parecían perder opciones en los últimos meses, los productores incluyeron en la lista de candidatos otros verdaderamente relevantes y que ni siquiera teníamos en cuenta para la confección de este ránking de favoritos.

1. Àlex Brendemühl, por Wakolda (El médico alemán).
2. Javier Cámara, por Vivir es fácil con los ojos cerrados.
3. Antonio de la Torre, por Caníbal.
4. Eduard Fernández, por Todas las mujeres.
5. Fernando Valverde, por 15 años y un día.
6. Mario Casas, por La mula.
7. Álex González, por Alacrán enamorado.
8. Ricardo Darín, por Tesis sobre un homicidio.
9. Hugo Silva, por Las brujas de Zugarramurdi.
10. Quim Gutiérrez, por ¿Quién mató a Bambi?
11. Ernesto Alterio, por ¿Quién mató a Bambi?


La condición de co-producción de Wakolda (El médico alemán), de Lucía Puenzo, nos predisponía a no contar con él en las quinielas. Sin embargo, su candidatura al mejor actor protagonista ha sido propuesta por los productores de la cinta y existen numerosos antecedentes previos que nos invitan a pensar que Àlex Brendemühl supone un contrincante bastante serio de cara a ocupar la cuarta plaza de los finalistas al Goya. Supondría un glorioso cuarto nominado, pues el actor se marca en la cinta una prodigiosa interpretación en la piel de ese diabólico personaje, lamentablemente célebre, que fue el médico y antropólogo nazi Josef Mengele. Un trabajo metódico hasta el paroxismo, que incluso moldea su efectivo acento alemán con insertos del particular acento del sur de la Patagonia (lugar donde se localiza la trama), y que Brendemühl ejecuta con una fría contención, pero sin renunciar a una imprevista humanización de un personaje con el que el espectador llegará hasta a simpatizar, dada la considerable cercanía y llaneza con la que su actor nos lo muestra en pantalla. Doble mérito, por tanto, el de ser rotundamente fiel a la imagen establecida de un personaje a través de su legado histórico y el de traspasar el umbral de representación del mito para dotar al personaje de un alma ciertamente tangible y corpórea, que desalienta al espectador dada su palpable carga de verosimilitud interna. Con toda la crítica rendida a sus pies desde que la cinta se proyectó en el último Festival de Cannes, Brendemühl acaba de ganar por este trabajo el Premio Sur al mejor actor concedido por la Academia de Cine Argentina y merecería, más que ningún otro aspirante, recibir por Wakolda eso que hace ya mucho tiempo viene mereciendo: su primera nominación al Goya.  



Favorito a ganar la Concha de Plata en San Sebastián, Javier Cámara tiene asegurada su sexta nominación al Goya este año gracias a Vivir es fácil con los ojos cerrados, de David Trueba, por un trabajo de enorme aprehensión, que invita a descartar a cualquier otro actor para tal empeño, incapaces todos de abordarlo de forma tan sobresaliente como él lo hace. Cámara parece haber nacido para interpretar a este personaje, pues resulta un intérprete especialmente dotado para reflejar sin coartadas ante las cámaras todo el patetismo de sus criaturas, sin caer nunca en convencionalismos pueriles o en falsas y amaneradas caricaturas, estériles siempre de emoción. El actor está literalmente espléndido a lo largo de todo el filme, sin alardes desorbitados, desde una agradecida y primorosa contención, plasmando con una naturalidad cercana a la espontaneidad todos los claroscuros de un personaje eminentemente ingenuo. Sus recientes nominaciones a los Forqué y a los Feroz confirman su indiscutible condición de favorito y destierran las opciones que el actor pudiera tener de ser finalista por sus otros empeños protagonistas seleccionados entre los pre-candidatos: Ayer no termina nunca, La vida inesperada y, en menor medida, Los amantes pasajeros.


Con toda la crítica rendida a sus pies y la alta expectación que ha despertado en el público el que se denomina ya como su mejor trabajo para el cine, el Antonio de la Torre de Caníbal, de Manuel Martín Cuenca, es el otro gran favorito en todas las quinielas. Radicalmente demoledor en su esterilizada y minuciosa exposición del carácter retraído y autosuficiente de su personaje, a través de una conveniente contención y una solidez apabullante, De la Torre sustenta toda su actuación en el magnífico partido que de su expresiva y contundente mirada líquida extrae el director para que los pensamientos, las dudas y hasta los miedos del personaje traspasen la pantalla y, llegado el caso, congelen el ánimo del respetable. Todo ello, además, protegido por una descollante naturalidad, sin subrayados ni estridencias del todo innecesarios, lo que ayuda a implantar la conseguida condición de absoluto personaje anónimo, de ser otro tipo más del montón, que sobrevuela al protagonista, añadiendo con esto un componente aún más sobrecogedor a la historia. Literalmente devorado por la personalidad de su personaje, De la Torre termina confeccionando una actuación de implacable y árido efectismo en el respetable, razón más que suficiente como para creer que será uno de los cuatro nominados al Goya, más aún tras sus aplaudidas nominaciones a los Forqué y a los Feroz.


Habitual en las nominaciones desde que irrumpiera en el cine hace solo 14 años, lleva ya acumuladas siete, de las que dos se materializaron en sus correspondientes cabezones. Además, conduce con mano diestra, segura y fascinante la desequilibrada película de Mariano BarrosoTodas las mujeres, logrando una actuación en absoluto estado de gracia. El intérprete se permite el lujazo de pasearse sin tapujos por todos los vericuetos de su personaje, ahondando incluso en los más desagradables, y hacerlo además desde una sublime precisión, matizando y depurando hasta el extremo cada uno de los rasgos (físicos, psíquicos y emocionales) de su personaje, logrando que tan impresentable protagonista no solo nos resulte simpático sino que, para más inri, nos induzca a no poca compasión. Eso sí, en su pletórica exhibición interpretativa colabora el sugestivo juego dialéctico y la química mutante que logra establecer con todas sus oponentes. Probablemente no sea el favorito al premio, pero sus opciones de colarse entre los cuatro nominados no han hecho más que reafirmarse tras ser nominado, como los dos anteriores, tanto a los Premios Forqué como a los Premios Feroz.


Con una nominación más que cantada en la categoría secundaria, los responsables de 15 años y un día, de Gracia Querejeta, optaron por proponer el trabajo de Fernando Valverde en la película en el apartado protagonista, lo que aparte de conferir a las predicciones para esta terna un poco más de emoción, si cabe, le resta posibilidades al actor de lograr la que sería su segunda nominación al Goya de toda su trayectoria. Su trabajo en 15 años y un día roza la perfección en cada uno de sus planos, estoico, admirable, cargado de humanidad y rebosando empatía en cada frase, logrando que la calidez de la que está exenta la cinta, se la otorgue de sobra la presencia de este veterano. Sus opciones al Goya, como decíamos, han menguado con el imprevisto cambio de categoría, pues aunque su estupenda actuación represente a la película seleccionada por la Academia de cara a los Oscar y suponga su vuelta a una pantalla grande después de ocho años, lo que podría propiciar un pertinaz homenaje a modo de bienvenida con una nominación, Valverde se halla en franca desventaja frente al cerrado y más que previsible trío de favoritos que hemos mencionado más arriba, luchando por una cuarta plaza sin el aval que supondría el haber obtenido previos galardones en festivales o similares y con el que sí cuentan algunos de sus más duros contrincantes.

A principios de año nadie lo hubiera dicho, pero tras ganar la Biznaga de Plata al mejor actor en el Festival de Málaga, Mario Casas se aupó a todas las quinielas para los próximos Goya gracias a La mula, película de la que su labor se alza como el gran pilar sobre el que sostenerse. Absolutamente empático y convincente en la piel de ese descreído e inocente cabo, supone el mejor empeño interpretativo del actor hasta la fecha. Su acemilero se nos presenta imprevistamente matizado siempre, incluso allí donde hubiera sido fácil salir airoso tirando de tics y viciados hábitos interpretativos, Casas responde con notable entereza y no poco encanto, resultando finalmente preferible éste trabajo al llevado a cabo en Ismael, de Marcelo Piñeyro, promocionado empeño dramático donde el actor no consigue superar una permisible corrección, muy mermada por el insondable y ostentoso afectamiento hiperromántico desde el que se afana en elaborar el carácter profusamente sensible de su personaje. Dicho esto, el temprano estreno de La mula dentro del primer semestre del año hace peligrar las opciones del actor, aunque su reciente nominación a los Premios Feroz nos invite a no perderle de vista por completo. ¿Valorará la Academia el logrado esfuerzo interpretativo de la estrella o le subestimará por su consabido estatus de 'chico guapo'?

El que Alacrán enamorado, de Santiago A. Zannou, fuera incluida dentro de la terna de las cuatro películas pre-seleccionadas por la Academia a los Oscar ha dado alas también a las opciones de su protagonista de cara a una justa nominación al Goya al mejor actor. A pesar del también temprano estreno de la película, Álex González tiene a su favor el haber superado las expectativas, gracias a la admirable y convincente labor que realiza del protagonista de la cinta, detallando con aplomo minucioso todo el arco emocional que recorre su personaje a lo largo de la película. Sin duda, una excelente noticia que invita a concebir no pocas esperanzas en un actor perteneciente a una generación de intérpretes, en general, poco solventes en papeles tan rigurosos como éste. Por contra, su juventud y su atractivo físico son un lastre para tomar en serio sus opciones al Goya, a lo que hay que sumar la implacable competencia que suponen pesos pesados del calibre de los arriba mencionados.

Como con Àlex Brendemühl, las opciones de Ricardo Darín por Tesis sobre un homicidio, de Hernán A. Golfrid, pasan por la condición de co-producción de su película. Eso, el estreno demasiado anticipado de la cinta y la prácticamente tapiada competencia que suponen empeños protagonistas en películas cien por cien españolas. No obstante, quede constancia del sobrio, impecable, infinitamente matizado, proverbialmente expresivo trabajo llevado a cabo por Darín, alma, motor y estructura base de Tesis sobre un homicidio, demostrando una magistral capacidad para, tras los primeros minutos de metraje, desaparecer por completo dentro de su hermético personaje sin dejar en ningún momento de traspasar la pantalla, conectar con el espectador y que éste empatice hasta el paroxismo con su rol.


Tras su sorpresiva nominación a los Premios Feroz, resulta obligado introducir a Hugo Silva en este ránking de favoritos al Goya por su trabajo en Las brujas de Zugarramurdi, de Álex de la Iglesia. No lo tendrá fácil, a pesar de marcarse un empeño ciertamente dinámico y sugestivo, vibrante y felizmente cómico por momentos, pero carente de la perdurabilidad inherente a muchos de sus más directos competidores. No obstante, cuenta con la gran baza de participar en la competición con una de las películas que, se prevén, más número de nominaciones obtendrá, lo que podría arrastrar los votos de los académicos a su favor, a pesar de que, también, se pueda producir cierta división en los mismos entre su trabajo y el de su compañero de fatigas en el filme, el también propuesto como principal Mario Casas, nominado como él a los Feroz, aunque en el apartado de reparto.


Si existiera la categoría de mejor actor de comedia, Quim Gutiérrez sería a día de hoy uno de los favoritos indiscutibles a alzarse con el premio gracias a ¿Quién mató a Bambi?, de Santi Amodeo, donde el actor nos desvela un pulso cómico de la mejor ley, sustentado en una comicidad histriónica altamente efectiva en gran consonancia con el tono exagerado y disparatado de la función. La pega, de cara a una posible nominación a los Goya, es que, salvo gloriosas excepciones, la comedia nunca ha figurado entre las debilidades de una Academia que, además, ya cuenta con el trabajo de Javier Cámara en Vivir es fácil con los ojos cerrados como la mejor representación del género. Su opciones, además, han perdido peso debido a que, incluso habiendo estrenado la friolera de cuatro películas este año, la crítica española no le ha tenido en cuenta para la composición de sus nominados a los Premios Feroz, ni siquiera por su labor en una de las cintas más nominadas: La gran familia española.


Lo mismo se podría decir de las opciones de Ernesto Alterio por la misma película, aunque es obligado señalar que de colarse entre los cuatro finalistas, sería con todo el merecimiento del mundo, pues, aunque evidencia cierta desorientación en algunas escenas de transición, la estrella logra estamparnos luego un jocoso y sádico recital de primera, de esos que elevan el listón de cualquier función. Lo tiene difícil Alterio, aunque confiamos en que disponga en años sucesivos de mejores oportunidades para ganarse esa tan merecida tercera nominación al Goya que se le viene resistiendo desde hace unos años.

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