jueves, 21 de noviembre de 2013

Quiniela a los Premios Goya 2014 (IV): Mejor Actor.

Pocas sorpresas deparará también la categoría al mejor actor protagonista y es que podríamos aventurar ya, sin miedo a equivocarnos, tres de los cuatro finalistas definitivos. La cuarta plaza para estos Premios Goya será la más reñida, pues a ella aspiran algunos trabajos estrenados en salas comerciales relativamente pronto y que cuentan con el obstáculo que supone la selectiva memoria de los académicos; así como también otros adscritos a un género tan poco premiable como es la comedia.

1. Javier Cámara, por Vivir es fácil con los ojos cerrados.
2. Antonio de la Torre, por Caníbal.
3. Eduard Fernández, por Todas las mujeres.
4. Javier Pereira, por Stockholm.
5. Mario Casas, por La mula.
6. Álex González, por Alacrán enamorado.
7. Ricardo Darín, por Tesis sobre un homicidio.
8. Quim Gutiérrez, por ¿Quién mató a Bambi?
9. Ernesto Alterio, por ¿Quién mató a Bambi?
10. Javier Cámara, por Ayer no termina nunca.
11. Ricardo Darín, por Séptimo.





Favorito a ganar la Concha de Plata en San Sebastián, Javier Cámara tiene asegurada su sexta nominación al Goya este año gracias a Vivir es fácil con los ojos cerrados, de David Trueba, por un trabajo de enorme aprehensión, que invita a descartar a cualquier otro actor para tal empeño, incapaces todos de abordarlo de forma tan sobresaliente como él lo hace. Cámara parece haber nacido para interpretar a este personaje, pues resulta un intérprete especialmente dotado para reflejar sin coartadas ante las cámaras todo el patetismo de sus criaturas, sin caer nunca en convencionalismos pueriles o en falsas y amaneradas caricaturas, estériles siempre de emoción. El actor está literalmente espléndido a lo largo de todo el filme, sin alardes desorbitados, desde una agradecida y primorosa contención, plasmando con una naturalidad cercana a la espontaneidad todos los claroscuros de un personaje eminentemente ingenuo.


Con toda la crítica rendida a sus pies y la alta expectación que ha despertado en el público el que se denomina ya como su mejor trabajo para el cine, el Antonio de la Torre de Caníbal, de Manuel Martín Cuenca, es el otro gran favorito en todas las quinielas. Radicalmente demoledor en su esterilizada y minuciosa exposición del carácter retraído y autosuficiente de su personaje, a través de una conveniente contención y una solidez apabullante, De la Torre sustenta toda su actuación en el magnífico partido que de su expresiva y contundente mirada líquida extrae el director para que los pensamientos, las dudas y hasta los miedos del personaje traspasen la pantalla y, llegado el caso, congelen el ánimo del respetable. Todo ello, además, protegido por una descollante naturalidad, sin subrayados ni estridencias del todo innecesarios, lo que ayuda a implantar la conseguida condición de absoluto personaje anónimo, de ser otro tipo más del montón, que sobrevuela al protagonista, añadiendo con esto un componente aún más sobrecogedor a la historia. Literalmente devorado por la personalidad de su personaje, De la Torre termina confeccionando una actuación de implacable y árido efectismo en el respetable, razón más que suficiente como para creer que será uno de los cuatro nominados al Goya.


Habitual en las nominaciones desde que irrumpiera en el cine hace solo 14 años, lleva ya acumuladas siete, de las que dos se materializaron en sus correspondientes cabezones. Además, conduce con mano diestra, segura y fascinante la desequilibrada película de Mariano BarrosoTodas las mujeres, logrando una actuación en absoluto estado de gracia. El intérprete se permite el lujazo de pasearse sin tapujos por todos los vericuetos de su personaje, ahondando incluso en los más desagradables, y hacerlo además desde una sublime precisión, matizando y depurando hasta el extremo cada uno de los rasgos (físicos, psíquicos y emocionales) de su personaje, logrando que tan impresentable protagonista no solo nos resulte simpático sino que, para más inri, nos induzca a no poca compasión. Eso sí, en su pletórica exhibición interpretativa colabora el sugestivo juego dialéctico y la química mutante que logra establecer con todas sus oponentes. Probablemente no sea el favorito al premio, pero sus opciones de colarse entre los cuatro nominados no menguarán fácilmente.



Apuesta personal nuestra, el trabajo de Javier Pereira en Stockholm, de Rodrigo Sorogoyen, debería con toda justicia llegar a la final por el Goya de este año, pues en ella el intérprete se marca la que, con diferencia, se debe contar ya como su mejor interpretación para el cine, desplegando primeramente un contagioso encanto, derrochando sensualidad a través de una mirada de fingida inocencia y una sonrisa que, cual zorro, se sabe arma infalible para conseguir sus propósitos; para luego desvelar sus cartas atropelladamente y acabar estampando en la pantalla la idiosincrasia necia e incongruente de un auténtico capullo. Un empeño que Pereira, literalmente, borda, en uno de los mejores títulos del año y que no debería pasar inadvertido para los académicos.

A principios de año nadie lo hubiera dicho, pero tras ganar la Biznaga de Plata al mejor actor en el Festival de Málaga, Mario Casas se aupó a todas las quinielas para los próximos Goya gracias a La mula, película de la que su labor se alza como el gran pilar sobre el que sostenerse. Absolutamente empático y convincente en la piel de ese descreído e inocente cabo, supone el mejor empeño interpretativo del actor hasta la fecha. Su acemilero se nos presenta imprevistamente matizado siempre, incluso allí donde hubiera sido fácil salir airoso tirando de tics y viciados hábitos interpretativos, Casas responde con notable entereza y no poco encanto. ¿Valorará la Academia el logrado esfuerzo interpretativo de la estrella o le subestimará por su consabido estatus de 'chico guapo'? No obstante, el temprano estreno de la película dentro del primer semestre del año hace peligrar las opciones de un Mario Casas que, además, tiene previsto otro importante y sugestivo empeño dramático a finales de año.

El que Alacrán enamorado, de Santiago A. Zannou, fuera incluida dentro de la terna de las cuatro películas pre-seleccionadas por la Academia a los Oscar ha dado alas a las opciones de su protagonista de cara a una justa nominación al Goya al mejor actor. A pesar del también temprano estreno de la película, Álex González tiene a su favor el haber superado las expectativas, gracias a la admirable y convincente labor que realiza del protagonista de la cinta, detallando con aplomo minucioso todo el arco emocional que recorre su personaje a lo largo de la película. Sin duda, una excelente noticia que invita a concebir no pocas esperanzas en un actor perteneciente a una generación de intérpretes, en general, poco solventes en papeles tan rigurosos como éste. Por contra, su juventud y su atractivo físico son un lastre para tomar en serio sus opciones al Goya, a lo que hay que sumar la implacable competencia que suponen pesos pesados del calibre de los arriba mencionados.

Como con Mario Casas, las opciones de Ricardo Darín por Tesis sobre un homicidio, de Hernán A. Golfrid, pasan por otro protagonismo de la estrella argentina en uno de los títulos más taquilleros del año, Séptimo, de Patxi Amezcua. Eso, el estreno demasiado anticipado de la cinta y la condición de co-producción entre España y Argentina, lo que puede provocar que la película no entre en la competición por los galardones ordinarios. No obstante, quede constancia del sobrio, impecable, infinitamente matizado, proverbialmente expresivo trabajo llevado a cabo por Darín, alma, motor y estructura base de Tesis sobre un homicidio, demostrando una magistral capacidad para, tras los primeros minutos de metraje, desaparecer por completo dentro de su hermético personaje sin dejar en ningún momento de traspasar la pantalla, conectar con el espectador y que éste empatice hasta el paroxismo con su rol.


Si existiera la categoría de mejor actor de comedia, Quim Gutiérrez sería a día de hoy uno de los favoritos indiscutibles a alzarse con el premio gracias a ¿Quién mató a Bambi?, de Santi Amodeo, donde el actor nos desvela un pulso cómico de la mejor ley, sustentado en una comicidad histriónica altamente efectiva en gran consonancia con el tono exagerado y disparatado de la función. La pega, de cara a una posible nominación a los Goya, es que, salvo gloriosas excepciones, la comedia nunca ha figurado entre las debilidades de una Academia que, además, ya cuenta con el trabajo de Javier Cámara en Vivir es fácil con los ojos cerrados como la mejor representación del género.


Lo mismo se podría decir de las opciones de Ernesto Alterio por la misma película, aunque es obligado señalar que de colarse entre los cuatro finalistas, sería con todo el merecimiento del mundo, pues, aunque evidencia cierta desorientación en algunas escenas de transición, la estrella logra estamparnos luego un jocoso y sádico recital de primera, de esos que elevan el listón de cualquier función. Lo tiene difícil Alterio, aunque confiamos en que disponga en años sucesivos de mejores oportunidades para ganarse esa tan merecida tercera nominación al Goya que se le viene resistiendo desde hace unos años.

Ayer no termina nunca, de Isabel Coixet, aterrizó en la cartelera demasiado pronto para la temporada de premios, pero Javier Cámara se marcaba en ella una actuación deslumbrante, expresando mucho a través de muy pocos elementos, haciéndose sublime, componiendo una interpretación sosegada y pragmática, convenientemente medida y ajustada en un cadencioso crescendo dramático que se erige en la mejor actuación del actor para el cine, hasta el momento. Tiene a su favor, además, la sensación de que la Academia le debe un Goya después de nominarle hasta cinco veces de manera infructuosa, pero el proverbial despliegue efectuado por la estrella en Vivir es fácil con los ojos cerrados eclipsará por completo el aquí comentado.


Tras su mal recibido estreno (a nivel crítico), Séptimo parece propiciarle pocas opciones de ser finalista al ajustado y completo trabajo de Ricardo Darín, que logra con su actuación transmitirnos de manera palpable, casi visceral, desde el desconcierto inicial de su personaje hasta el coraje de un hombre capaz de tirar por la borda toda su existencia con tal de recuperar a sus hijos, exponiendo ante la cámara a lo largo de ese viaje la angustia, el miedo, la rabia y la desesperación que van sucediéndose en el ánimo de su criatura. Logrando él solo generar en el espectador el verdadero leit-motiv para asistir sin pestañear a toda la función. Si la Academia hubiera de elegir entre los dos empeños de la estrella argentina de este año, éste de Séptimo debería quedar descartado.

ATENTOS A:


Mañana mismo aterriza en las salas comerciales La por (El miedo), lo último de Jordi Cadena, visto en Valladolid y que trae consigo un aplaudido trabajo protagónico de Ramón Madaula, en un registro duro y contundente, como padre maltratador, de esos que tan del gusto académico son.


Historia melodramática para el protagonismo de un Mario Casas que se intuye supondrá un cambio de registro importante en el actor. Ismael se encuentra además dirigida por un excelente director de actores, Marcelo Piñeyro, ¿convencerá todo esto a la Academia?


Presente en la Seminci, de donde salió beneficiado de buenos comentarios críticos, el trabajo de Eduardo Noriega en el thriller psicológico Presentimientos, de Santiago Tabernero, no llegará a las pantallas hasta enero, lo cual podría dificultar sus opciones de lograr su tercera nominación al Goya.



Tras el mal recibimiento suscitado entre la prensa por Blockbuster, de Tirso Calero, en su presentación oficial en el presente Festival de Gijón, las esperanzadoras opciones que merodeaban al veterano y gloria del cine nacional Manuel Zarzo parecen desinflarse. La película tendrá un estreno limitado a partir del 29 de noviembre, momento en el que discerniremos qué posibilidades tiene Zarzo de llegar a la final.





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