martes, 31 de diciembre de 2013

Nuestras 10(+1) mejores actrices del 2013.


2013 ha sido el año en el que nos dejaron actrices como la copa de un pino, tales como María Asquerino, Amparo Rivelles, Amparo Soler Leal o Anna Lizarán, la estrella por antonomasia de nuestro cine más castizo, Sara Montiel, o una de las más queridas intérpretes de la pequeña pantalla, Mariví Bilbao. Pero también ha sido el año del merecido primer Premio Donostia a una de las nuestras, Carmen Maura, y de la Medalla de Oro entregada por la Academia a modo de justo reconocimiento a toda su labor a Ángela Molina, y del tan ansiado Goya de Honor a la gran Concha Velasco. Y, además, ha sido el año en el que hemos constatado, una vez más, la extraordinaria categoría del cuadro interpretativo femenino de nuestro cine, donde un selecto grupo de actrices han dispuesto de un jugoso lucimiento, con personajes eficazmente construidos, a través de los que han podido sentar cátedra y ofrecer verdaderas lecciones de arte dramático. Terminamos nuestro repaso a lo mejor del 2013 con nuestra selección de las mejores actrices del año:

10. Olimpia Melinte, por Caníbal.


Lejos de toda duda, la rumana Melinte debe figurar entre las más destacadas revelaciones del curso cinematográfico que hoy concluye, gracias a Caníbal, la magnífica película de Manuel Martín Cuenca. La actriz, que en doble papel logra dar forma a un trabajo sensitivo y verdaderamente emotivo, que sin perder ni un ápice de frescura, se alza como una de las grandes actuaciones femeninas del año, modélica y sumamente medida y contenida, recibió excelentes críticas por su trabajo desde que la cinta se proyectase en San Sebastián. Protagonista femenina indiscutible de una de las mejores películas del año, Olimpia Melinte aporta a la inhóspita cinta el calor y la sensibilidad de la que parece estar exenta, erigiéndose en la frágil heroína de un cuento de amor absolutamente terrorífico.

9. Natalia de Molina, por Vivir es fácil con los ojos cerrados.



Pero si de revelaciones hablamos, Natalia de Molina lidera el ránking gracias a Vivir es fácil con los ojos cerrados, sobre todo por el extraordinario encanto y la luz delicada que su presencia aporta a toda la película de David Trueba, donde la intérprete brilla muy especialmente a través de la ejecución candorosa que efectúa de su personaje, sonando en cada una de sus réplicas conmovedoramente auténtica, rezumando una belleza templada y delicada que redunda en el exquisito alcance de la vertiente dramática de su intervención. Es el suyo, uno de los trabajos femeninos más redondos de los vistos también en una pantalla de cine este año, beneficiado además por la excelsa fotogenia de un rostro del que es imposible apartar la mirada. Presente también en el reparto de la desapercibida Temporal, de Catxo, De Molina puede presumir de haber llegado a la industria del cine español para quedarse.

8. Maribel Verdú, por 15 años y un día.


Un año más, la Verdú vuelve a ser una presencia ineludible en el repaso a lo mejor del año. En este 2013, aparte de una breve colaboración en la estupenda Gente en sitios, de Juan Cavestany, la que quizás sea la mayor estrella femenina con que cuenta nuestra industria en este momento, volvió a demostrar que si hay una actriz que todo lo puede en nuestro cine es ella, marcándose en la irregular 15 años y un día, de Gracia Querejeta, una interpretación ajustadísima, de muchos matices, y apechugando además con un arriesgado monólogo en un largo plano secuencia, razón ineludible para efectuar el visionado de la película, donde su participación, por desgracia, nos resulta inmerecidamente corta. He ahí el poder de fascinación de una intérprete que, lejos de menguar con los años, ha ido adquiriendo una incombustible solidez induciéndonos a desear siempre más minutos con ella en la gran pantalla.

7. Roser Camí, por La por (El miedo).


Habitual del teatro y del doblaje, esta catalana se ha hecho un importante hueco en nuestra más honda sensibilidad este 2013 por marcarse uno de los trabajos más redondos vistos en nuestro cine este año en esa dolorosa maravilla que es La por (El miedo), de Jordi Cadena. Un trabajo que duele mirar, como esa madre literalmente anulada que ha asumido, con no poco estoicismo, la presencia en su cuerpo de los moratones, que se resiste a rebelarse y se conforma con seguir viviendo por inercia. En su piel, Camí ejemplifica el absentismo de voluntad propia en su rol, ejecutando con notable delicadeza el ensimismado automatismo de su personaje, dando de sí un trabajo riguroso y templado, que termina por romperse en un convulsivo y desgarrador clímax dramático en uno de los finales más desoladores y poco complacientes que hemos visto este 2013.

6. Petra Martínez, por Todas las mujeres.


Muy corta también es la intervención de esta veterana en Todas las mujeres, de Mariano Barroso, donde, sin embargo, la actriz termina imponiéndose como uno de los aspectos fundamentales que obligan a visionar la película. Exhibiendo una clase y elegancia desbordantes, Martínez se marca un portentoso duelo interpretativo con su oponente en pantalla, un hijo al que su personaje tiene tan calado y, en el fondo, hastiada, que tal confrontación se perfila pronto como una gozosa batalla. Con una eminente mala uva, Petra Martínez nos borra de un plumazo la imagen establecida de mujer candorosa a la que parecía relegada en el cine, acometiendo un personaje femenino árido y complejo, con la maestría acostumbrada.

5. Candela Peña, por Ayer no termina nunca.


El 2013 ha sido el año de la feliz recuperación de ese portento de actriz que siempre fue Candela Peña, primero con su tercer Goya bajo el brazo y después con la magnífica demostración de su talento que manifiesta el visionado de Ayer no termina nunca, de Isabel Coixet, donde la actriz, literalmente desgarrada y desgarradora, lleva a cabo un agresivo y contundente despliegue de sus armas interpretativas, inconteniblemente subyugada por el inmenso dolor que acarrea su personaje, lo que permite a la actriz un demoledor y sincopado tour de force que juega peligrosamente en su intensidad y arrojo a hacer que el trabajo de la actriz, verdaderamente entregada, caiga en una excesiva afectación en puntuales momentos que, no obstante, no ensombrecen el alcance último de la que podríamos calificar ya como una de las mejores interpretaciones de la intérprete en toda su trayectoria.

4. Susi Sánchez, por 10.000 noches en ninguna parte.

Este ha sido el año, sin duda, de Susi Sánchez. Primero robó planos por doquier en 15 años y un día y luego se marcó una magnífica interpretación en una de las obras imprescindibles del año, La fotógrafa, de Fernando Baños Fidalgo, donde caldea el nivel empático de la cinta, logrando además, con pocas pero decisivas escenas, componer un personaje de lo más potente: una mujer herida que busca venganza en su inefable verdugo, a través de un matizadísimo y ejemplar trabajo de exposición interpretativa, sin artificios, sobrio y contenido y que permanece en todo momento feliz y sentidamente apegado a una radiante naturalidad. Pero cuando creíamos que no podía ir a más, a final de año tuvimos la ocasión de echarle un vistazo al trabajo de Sánchez en la película de Ramón Salazar, única e importante razón de peso para visionar 10.000 noches en ninguna parte, pues tan artificiosa película sirve una arriesgada y purgativa performance por parte de una excepcional y dolorosamente minuciosa Susi Sánchez, como la alcoholizada y decadente madre del protagonista, en un trabajo pormenorizadamente vívido, hiriente, de esos que traspasan la pantalla y se pegan al alma, congelándola. Sin dejar hueco para la compasión fácil, Susi Sánchez dota a su trabajo de una permanente hostilidad, mostrándose insoportablemente arisca en su insondable exhibición de amargura y logrando así dar cuerpo al carácter áspero y dolido de su personaje.

3. Inma Cuesta, por 3 bodas de más.


Sin temor a exagerar, podríamos hablar de este trabajo como uno de los mejores empeños cómicos vistos para la gran pantalla en mucho tiempo y es que la actriz está en 3 bodas de más sencillamente espectacular. Inma Cuesta se entrega con deslumbrante ingenio a su difícil cometido, consciente tal vez de tener entre manos uno de los, precisamente, personajes femeninos más jugosos y ricos que se hayan escrito para una comedia en mucho tiempo. Sería injusto no reconocer que parte de las virtudes que encierra 3 bodas de más tienen su origen en el desternillante trabajo de su actriz, capaz de sortear las limitaciones que su (atractivo) físico podían propinar a la consecución de la verosimilitud de su rol y, a través de una hilarante y atinada manifestación de tics y mohínes, dar con la medida justa del carácter anodino y patoso del personaje. Un enorme triunfo personal el conseguido por la actriz en esta película que, además, abre para ella nuevas vías de actuación y sugestivos futuros registros para el cine español.

2. Aura Garrido, por Stockholm.


Si hay una actriz que merezca poseer el título de intérprete del año esa es Aura Garrido, pues este 2013 ha constatado que lo que intuíamos hace unas temporadas es ya toda una realidad: estamos ante una de las más aventajadas y compactas actrices de su generación, una de las más claras herederas del futuro cine nacional. Este años, además, la intérprete ha demostrado su valía en distintos frentes: dotó de solidez y magia una propuesta tan personal y arriesgada como Los ilusos, de Jonás Trueba; antepuso su profesionalidad a un personaje endeble en Viral, de Lucas Figueroa; y, para rematar, lidió con el arco dramático más complicado de los dos personajes protagonistas de esa maravilla llamada Stockholm, de Rodrigo Sorogoyen, marcándose al final una actuación gigantesca, de puro perfecta, porque el comportamiento esquivo de su personaje al inicio no es sólo una pose, sino que encierra siempre algo enfermizo y endémico, algo que vertebra toda su actuación y que Garrido logra transmitir a lo largo de todo el metraje, por mucho que también, y al mismo tiempo, nos obsequie un esmerado y detallado transcurrir de emociones y actitudes, hilvanadas con sensatez y armonía.

1. Nora Navas, por Todos queremos lo mejor para ella (ex-aequo).


Hablar de las excelencias interpretativas de esta catalana nunca será gratuito y menos cuando resulta vital su trabajo para entender y disfrutar plenamente de Todos queremos lo mejor para ella, de Mar Coll, donde Nora Navas está en absoluto estado de gracia, haciendo recaer sobre sus hombros todo el peso de una película que, ciertamente, no sería lo mismo sin ella. Ya en la primera secuencia, con su cojera perfecta y el tartamudeo oportuno, la intérprete nos bosqueja un aplicado y preciso retrato de su personaje, que a lo largo de los siguientes minutos logrará desarrollar y desplegar ante la cámara con absoluta libertad, haciendo fácil lo difícil, logrando que las rarezas de su comportamiento nazcan y se expongan ante nosotros con pasmosa naturalidad, no siendo capaces en ningún momento de advertir de qué mecanismos o de qué métodos surge tal prodigio interpretativo, llegando incluso a brindarnos de manera magistral la exposición escrupulosa, medida y esmerada del desconcierto que embarga a su personaje, no por nada El desconcierto era el título que manejaba la película durante su rodaje. Es tan sublime el grado de perfección alcanzado por la actriz, que incluso hay momentos del filme en el que el cambio de registro ambiental, del drama a la comedia o viceversa (pues la cinta coquetea con ambos por igual), lo marca el propio trabajo de Nora Navas.

1. Marián Álvarez, por La herida (ex-aequo).


Algunos hablarán de revelación, pero en su caso hace ya unos años que esta madrileña se nos reveló, cinematográficamente hablando, con lo que lo ofrecido por la intérprete este 2013 no es más que una ansiada y felizmente aprovechada demostración de uno de los talentos menos exprimidos de nuestro actual panorama artístico. Heróico es el adjetivo que mejor define el trabajo llevado a cabo por Marián Álvarez en La herida, de Fernando Franco. Decir que la película es ella puede ser la vía fácil para expresar que sin su salto sin red a las mismas entrañas de su personaje, La herida no supondría el mazazo a la conciencia que concluye siendo. Porque la actriz evoluciona desde la primera secuencia hasta el final completamente enfrascada en la piel de Ana, exponiendo sin estridencias y sin tabúes de ninguna clase, todos los pormenores, todos los entresijos, que construyen la precaria situación psicológica y emocional de su personaje. La generosa planificación de Franco, a través de planos secuencia, le sirven a Álvarez en bandeja la oportunidad de crear y confeccionar sin cortapisas el entramado interno de su rol, lo que nos invita a hablar de un modélico trabajo interpretativo, que debería ser ya objeto de estudio en cualquier escuela de interpretación.

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