sábado, 1 de junio de 2013

Ingrid Rubio hace inolvidable a "La Estrella".


El cine social a la española sigue estando vivo como género en sí mismo y La Estrella, debut en la dirección del habitual productor Alberto Aranda, va tras los pasos de manera indisimulada de este tipo de cine de larga, aunque joven, tradición en nuestro país, con las películas de Fernando León de Aranoa como puntas de un iceberg que, para bien o para mal, siempre ha logrado aunar en un mismo plano narrativo el drama social y la comedia costumbrista. Bajo este disfraz, La Estrella, adaptación de la novela homónima de Belén Carmona, también guionista de la película junto a Aranda, se muestra incapaz de aportar nada absolutamente novedoso al género, ni en su parte narrativa ni en su aspecto estrictamente técnico. En la primera, la película parte de los tópicos consabidos acerca de ciertas lacras sociales, mil veces vistas ya en otras tantas películas (la violencia de género, el racismo, los tejemanejes urbanísticos) y en su desarrollo y resolución se limita a aplicar con pulcritud los entresijos y giros argumentales establecidos por el manual, generando así una trama en su mayor parte previsible, que además tampoco nos es ofrecida a través de un envoltorio atractivo. 


Lo que engancha, no obstante, del desarrollo de una película como La Estrella es que, aún no aportando nada nuevo, aún no mostrándonos nada que no hayamos visto antes, Aranda y Carmona nos estampan su historia manifestando a cada paso un amor y un cariño innegables hacia cada uno de los personajes. Así, a pesar de que éstos están descritos vagamente y apenas superan el nivel de meros bocetos, se palpa en las imágenes de la película la ternura y la comprensión que desprenden hacia sus creadores, que los miran/filman con un profundo pero mimoso respeto. Esto y el que, siendo el tema del maltrato sobre el que se sustente el drama principal de la película, éste quede siempre recluido en un segundo plano narrativo, cobrando protagonismo un espíritu vitalista y arrollador que viene a querer decirnos algo así como que, a pesar de todo, la vida vale la pena vivirla y que hermana a la película con ¿Por qué se frotan las patitas? (2006), de Álvaro Begines, de similar corte y alcance. De igual modo que en ésta, Aranda trata de equilibrar con más voluntarismo que acierto un siempre difícil tránsito (cinematográfico) entre drama, comedia y tragedia y, aunque no logra hacer cátedra en ninguna de las tres materias, sí consigue imprimir a su película una constante y agradecida simpatía.


Este feliz eje tonal es lo que ayuda a soportar el visionado de una película que, en su alcance técnico, se queda en mera funcionalidad, lo que denota una falta de inventiva evidente por parte de su creador, que se limita a filmar su historia a través de un lenguaje cinematográfico pulcro, sí, pero también excesivamente reconocible, que abusa sobremanera del primer plano, acusando un servilismo de toda la puesta en escena hacia el trabajo de los intérpretes, que son, en definitiva, el motor que hace avanzar a La Estrella. La naturalidad y el costumbrismo desde el que ejecutan sus labores interpretativas la plana mayor del heterogéneo reparto de la película supone el mejor obstáculo para salvar la impericia y la obviedad en la que se hayan dibujados sus tipos. Y, afortunadamente, lo que podría redundar en un tipismo gratuito y chabacano, termina siendo un muestrario sumamente tierno y complaciente de unos personajes poco desarrollados pero franca y cariñosamente reconocibles.


Carmen Machi se involucra con sobriedad en la piel de su ama de casa maltratada y sortea con éxito el cliché inherente a su personaje y, al mismo tiempo, logra desprenderse moderadamente del personaje televisivo que la hizo famosa y en cuyos brazos podría haber sido fácil caer en determinados pasajes. Si su alcance dramático en la cinta no resulta efectivo es, precisamente, por el segundo y conveniente lugar al que queda reducido su personaje en la narración, en beneficio de la actitud última del film. Marc Clotet también evita caer en la chapucera facilidad a la hora de enfocar y exponer ante la cámara la dualidad interna de su rol, aportando verdad y sentido a las motivaciones algo superficiales e impostadas del mismo. Fele Martínez cumple con corrección como ese seductor campechano, mientras Carlos Blanco hace lo que puede con un personaje terriblemente poco bosquejado. En menor medida, las veteranas Fanny de Castro y María Alfonsa Rosso retoman sus registros más populares para decorar con su presencia una película que, en definitiva, no merecería mayor atención sin el protagonismo exhultante, arrollador y entregado de una fantástica Ingrid Rubio. Sólo ella, su fresca fotogenia y su radiante exposición de talento, justifican el visionado de la película. Como la Estrella del título, la actriz se marca uno de sus mejores trabajos cinematográficos de toda su carrera, recorrido por una frescura contagiosa, que hace irresistibles sus puntuales momentos cómicos, y una implicación emocional con su rol pasmosa, puesta de manifiesto a lo largo de todo el metraje y cuyo punto álgido es la trágica y brillante transición emocional que protagoniza en una de las clases de flamenco y en la que el trabajo metódico de la actriz queda sensacionalmente oculto tras la plasmación vívida de los pensamientos del personaje. Una interpretación luminosa y desenvuelta que no desmerecería figurar entre las favoritas a los próximos Premios Goya.


Puntos fuertes a los Goya 2014:
- Mejor Actriz: Ingrid Rubio.
- Mejor Actriz Secundaria: Carmen Machi.
- Mejor Canción Original: Jairo Perera "Muchachito".

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