martes, 2 de abril de 2013

Marta Etura, la estrella desperdiciada.


Empecemos dejando claro un punto al respecto de este artículo: amamos, adoramos, idolatramos a Marta Etura. Pero tras el visionado de Los úlimos días, de Álex y David Pastor, su último estreno cinematográfico, en actoresSinVergüenza no podemos evitar recuperar esa sección tan ingrata como esta "Estrellados" para, a través de su figura, abordar una problemática que comienza a ser acuciante en el reciente cine español. Nos referimos a la escasez o, literalmente, ausencia de buenos, suculentos y potentes personajes femeninos en la producción cinematográfica actual, aunque el escenario tampoco es como señalaba la actriz en una reciente entrevista publicada en El País, haciendo hincapié en que sólo Pedro Almodóvar escribe actualmente personajes femeninos realmente fuertes. El problema surge no sólo de que no se creen personajes femeninos con sustancia, sino que aún existiendo historias que presentan protagonismo femenino absoluto (lejos incluso del universo almodovariano), éstas recaen siempre en las mismas manos. Pero sí, en líneas generales, aún podemos hablar de un considerable machismo en la construcción de las tramas de cine en nuestro país, sin lugar a dudas, un paso atrás con respecto a la producción española de, por ejemplo, finales del siglo XX, cuando actrices emergentes por aquél entonces, encabezaban los repartos y se posicionaban en una industria que todavía mimaba a consolidadas veteranas con adecuados y atractivos vehículos para su exclusivo lucimiento. Entre las primeras, se me vienen a la cabeza los casos de Ariadna Gil, Aitana Sánchez Gijón, Penélope Cruz o Maribel Verdú. Entre las segundas, Verónica Forqué, Carmen Maura o Victoria Abril. En el panorama actual, una actriz con poco recorrido (como Etura) difícilmente encontrará vehículos que ayuden a consolidarla y a procurarle una posición de respeto, no hablemos ya de brillo estelar, dentro de la industria. Con respecto a las veteranas, exceptuando los casos de Cruz o Verdú, deberían darse con un canto en los dientes si logran incorporar, como mínimo, un secundario decente al año.

Cuando Etura saltó a la palestra cinematográfica con el cambio de siglo, la situación era bien distinta y existía una relativa igualdad de género en lo que a los protagonistas cinematográficos se refiere. Por ello, cuando esta donostiarra se reveló por todo lo alto con su primera experiencia profesional recién terminada su formación en la escuela de Cristina Rota, muchos quisimos ver en ella a una solvente futura estrella de nuestra cinematografía. Joaquín Oristrell puso en pie una de las últimas mejores comedias españolas que se recuerdan como vehículo de una todavía rentable Verónica Forqué y la rodeó de un destacado grupo de caras nuevas, todas ellas alumnos recién diplomados de Rota, para dar forma a la historia de esa directora de una escuela de interpretación con serios y divertidos problemas sentimentales, en los que jugaba un papel muy importante la figura de su hija, aspirante a actriz, a la que daba vida Etura. Sin vergüenza (2001) no extrajo de la joven intérprete vis cómica alguna, éste era un campo reservado a los "adultos" de la función, pero le permitió responder con ahínco y precisión al prototipo de hija rebelde e independiente, aunque en el fondo vulnerable, por el que habían transitado otras tantas actrices jóvenes en nuestra cinematografía, aunque ninguna de ellas resultara tan fuertemente empática como ella. Hay en el trabajo de Marta Etura en Sin vergüenza motivos más que suficientes para considerarla una de las olvidadas a los Premios Goya en la categoría revelación, nominación que se ganó a pulso al siguiente año. Un 2002 en el que ejerció de guapa y fugaz Dulcinea para Manuel Gutiérrez Aragón en su visión de El caballero Don Quijote y de mero elemento decorativo en la trama de suspense de Trece campanadas, de Xavier Villaverde, pequeños y obligados pasos para una recién llegada, que terminaría por seducir no sólo a Jose Coronado en La vida de nadie, de Eduard Cortés, manifestando un insólito aplomo dramático mientras extraía de un físico presentado de forma algo convencional una excelente capacidad de atracción. Eso y evitar quedar reducida a escombro frente a una excepcional Adriana Ozores son motivos suficientes como para merecer aquella nominación al Goya a la mejor actriz revelación.

La vida de nadie (2002).

Estaba claro: Marta Etura había llegado para quedarse. En tan sólo dos años, ya encabezaba el reparto de lo nuevo de Gutiérrez Aragón, La vida que te espera (2004), en la que por fin supimos qué hacía de aquella recién llegada algo tan especial, tan sumamente bueno: la naturalidad. Allí, en medio de un ambiente rural y hostil, Etura volvía a vestirse las ropas de su nuevo personaje y nos lo regalaba con una desenvoltura aplastante en una actriz con tan poco bagaje, más mérito aún si atendemos que la película permitía a la actriz merodear por un registro diferente a los anteriores, donde podíamos intuir una sólida vena salvaje que no llegó a explotar como hubiéramos deseado (o no la dejaron). De la mano del debutante Pablo Malo regresó al esquema que mejores resultados le había venido dando, el de la hija amargada e inconformista en Frío sol de invierno (2004), donde su presencia, por primera vez, pasaba prácticamente inadvertida. Tampoco llegó a calar del todo su personaje, entre tierno y enamoradizo, compartido con la Maura, en la fallida comedia Entre vivir y soñar (2004), de Alfonso Albacete y David Menkes, directores que no supieron (o quisieron) sacar todo el potencial de una joven intérprete que buscaba (un poco a ciegas) su confirmación definitiva. Ésta llegó con su siguiente trabajo, su co-protagonismo en Para que no me olvides (2005), de Patricia Ferreira, intenso drama que permitió a la intérprete lucir su lado más trágico, evidenciando la enorme capacidad de la actriz para traspasar los lugares comunes y ahondar con insoportable arrojo en los entresijos del dolor más acusado. Este perfecto despliegue, transmitido sin mácula al espectador a través de esa (en este caso) insoportable (por dolorosa) naturalidad suya, no sólo se ganó a pulso las mejores críticas en su todavía naciente carrera cinematográfica, sino que además la colocó finalista en la categoría secundaria tanto a los Premios del CEC, como a los de la Unión de Actores y le proporcionó su segunda nominación al Goya.

Para que no me olvides (2005).

Justo un año después, su nombre sonaba fuerte como uno de los favoritos a ganar el premio de interpretación en el prestigioso Festival de Málaga, certamen donde presentó sus dos proyectos del año: Remake, de Roger Gual, donde ofrecía una creación bastante lineal, espontánea y corriente, recorrida por un punto algo vanidoso y antipático; y AzulOscuroCasiNegro, del debutante Daniel Sánchez Arévalo, donde su actuación resulta mucho más admirable por la complejidad intrínseca que lleva consigo el mismo personaje: una joven reclusa que aspira a quedarse pronto embarazada para escapar del infierno en el que vive, temerosa de perder la vida en una de las incontables peleas con otras presas, y que requería de una voluntad de acero para hacer frente con dignidad y templanza la fuerte carga dramática que acarrea su personaje. Etura, con su aspecto frágil de niña bien, no parecía la actriz más indicada para un rol de estas características. Sin embargo, la intérprete se apoya en sus expresivos ojillos para indagar y extraer ante la cámara el dolor desgarrado que guarda su personaje y supera las limitaciones de su físico, contagiando esa rabia del personaje a su porte y su actitud presencial, apareciendo hermosa y explosiva cuando no es ninguna de las dos cosas, con lo que el trabajo de aprehensión llevado a cabo por la actriz resulta encomiable. Nominada nuevamente a los CEC y por la Unión de Actores, Marta Etura ganaba también su tercera nominación a los Premios Goya, ahora como principal, en el tiempo récord de cuatro años, convirtiéndose así en la primera figura femenina de una hornada de intérpretes que llegaban con la clara intención de renovar por completo, desde dentro y con muy buena preparación, todo el aparato artístico de la industria.

AzulOscuroCasiNegro (2006).

Pero la industria no estaba dispuesta a admitir tremenda osadía. Tras unos primeros y suculentos pasos en firme en esta dirección, como fue liderar el espléndido elenco femenino de una de las grandes apuestas del cine nacional reciente: Las 13 rosas (2007), de Emilio Martínez Lázaro, que la volvió a reunir con su cara más dulce y romántica, aunque también volvió a recordarnos lo buena que era conmoviéndonos desde la pantalla grande, ganándose una nueva candidatura a los Premios de la Unión de Actores. O formar parte del elenco protagonista de la comedia coral Siete minutos (2009), de Daniela Fejerman, donde su más que evidente escaso apego al género se veía reforzado por protagonizar la historia menos interesante del conjunto. Entre una y otra, el único vehículo para su exclusivo lucimiento, el papel donde más y mejor disfrutable resultaría le vino del otro lado del Atlántico, con la co-producción con Chile Desierto Sur (2008), de Shawn Garry. Aquí comenzaban ya a escasear los buenos protagonistas femeninos o, al menos, no pusieron sus miradas sobre una Etura que pasaría figurar como una presencia destacada y poco o nada desarrollada en los repartos eminentemente masculinos de producciones fervorosamente masculinizadas. Así, el que su bello y cada vez más sugerente rostro se asomase en la gran pantalla en cintas como Flores negras (2009), de David Carreras, o el taquillazo de Celda 211 (2009), de Daniel Monzón, no aporta nada a una trayectoria artística que, de pronto, comenzó a languidecer y a conformarse con dar bien (y hacerlo muy bien) el tipo de la chica dulce, amorosa y paciente del protagonista metido en problemas de turno, por mucho que con el incorporado en breves y episódicas secuencias, caracterizadas por el dominio de la actriz de la naturalidad, que roza la perfección en Celda 211, ganara el Goya a la mejor secundaria del año. Más que un reconocimiento artístico, el cabezón podía verse como un premio de consolación por adelantado de una industria que ya no iba a ofrecerle a una de sus intérpretes con más futuro posibilidades de ampliar su abanico profesional. Estábamos en crisis y había que hacer sacrificios. Y encumbrar como se merecía una intérprete que podía no resultar rentable, al menos no tanto como otras procedentes de la televisión y con una audiencia más que garantizada, era un riesgo que no se podía asumir.

Celda 211 (2009).

De este modo, nos hemos tenido que conformar con ver prácticamente infravalorado el talento de una de las actrices jóvenes mejor preparadas del momento en papeles que no la merecían, aunque como es norma en ella, siempre bien ejecutados, dejando de brillar para acomodarse a una corrección que, aún servida con la frescura habitual, ya no entusiasma sino que cabrea. Y es que, además, ha formado parte en algunos de los títulos más destacados de los últimos dos años: la estupenda sorpresa que significó Eva (2011), de Kike Maíllo, donde se desaprovechaba tan perfecta sonrisa; o el vehículo dispuesto para un magnífico (como siempre) Luis TosarMientras duermes (2011), de Jaume Balagueró, donde el director únicamente se limitaba a explotar el encanto seductor que desprendía una actriz que se transformaba para la ocasión en una belleza inesperada; o Lo imposible (2012), de J.A. Bayona, en un trabajo de colaboración, que roza el cameo, única participación destacada de un intérprete español en esta superproducción. Hasta llegar a Los últimos días, de nuevo con personaje de 'chica del prota' en el que Etura comienza ya a encasillarse, que no especializarse, de manera alarmante y preocupante. ¿Por qué con semejante trayectoria ascendente, en tan poco tiempo se le ha negado el acceso a protagonistas a una actriz de su categoría? ¿Tendrá algo que ver su actual cargo de Vicepresidenta de la Academia? ¿Acaso se tratará de la rumoreada maldición del Goya? Fuera de tan banales conjeturas que no llevan a ningún sitio, desde actoresSinVergüenza ansiamos con ferviente pasión la llegada a las salas de su próximo proyecto: Presentimientos, de Santiago Tabernero, donde aparentemente recae sobre ella todo el peso de una trama que la emparejará con Eduardo Noriega. ¿O volverá a hacer de 'la chica del prota'? Ojalá el Dios del Cine Español oiga pronto nuestros ruegos y le caigan a Marta Etura los protagonismos que la afiancen en lo que hace tiempo viene mereciendo ser: una de las primeras figuras de nuestro star system actual.


4 comentarios:

Unknown dijo...

Grande Marta, si tiene suerte con los papeles que la ofrezcan puede llegar muy lejos. De talento anda sobrada.

Unknown dijo...

Mucho, muy grande!! A ver si hay suerte y la pasamos de "Estrellados" a "Estrellas".

Anónimo dijo...

Un lujo d artículo. Refleja exactamente la trayectoria de esta gran actriz...
A mi me encanta, tiene algo especial que la hace diferente a todas las demás.

Este año ha hecho un espectaculo de danza-teateo en el matadero con Chevi Muraday, que ha sido una absoluta maravilla.. a ver si algun guionista/ director.. ha escarmentado viéndola, porque es una pena lo que la está pasando, la verdad....

Unknown dijo...

Cierto! Me enteré tarde de su espectáculo de danza en el Matadero. Lo mismo me pasó con la obra que dirigió en el Español... Todo un portento esta chica! Tiene futuro en el cine español, pero todo es cuestión de que le faciliten el camino de una vez por todas.