Karra Elejalde regresa el viernes a los cines.

Repasamos la filmografía del actor cuando regresa a la comedia con "Ocho apellidos vascos".

Palmarés XXIII Premios de la Unión de Actores.

"Caníbal", de Manuel Martín Cuenca, una de las vencedoras con 2 premios.

17º Festival de Málaga. Cine Español.

La Sección Oficial está compuesta por 15 largometrajes muy esperados para este 2014.

17º Festival de Málaga. Cine Español.

Seis títulos integran la sección paralela, competitiva, Zonazine, el espacio independiente.

17º Festival de Málaga. Cine Español.

Málaga Premiere y Estrenos Especiales completan la oferta de novedades del certamen.

miércoles, 22 de mayo de 2013

Quim Gutiérrez será el agente secreto Anacleto.


A Quim Gutiérrez se le acumulan los proyectos. Si hace unas semanas informábamos sobre su salto al Cine Francés, hoy tenemos que hacer lo propio con su salto al cómic. O más bien, al contrario. Y es que se prepara la adaptación a la gran pantalla de "Anacleto: agente secreto", popular tira cómica que Manuel Vázquez creó en 1965 para la editorial Bruguera. Y Gutiérrez será el encargado de dar cuerpo y vida a tan peculiar personaje con mechón en el flequillo y permanente cigarrillo en la boca, parodia de las películas de espías con la saga James Bond a la cabeza.


Según Fotogramas, la película se articulará en base aun guión escrito por Fernando Navarro y, en él, Anacleto descubre que su padre, al que hace 20 años que no ve, es un famoso agente secreto. El rodaje está previsto para marzo de 2014 bajo la producción de Paco Ramos para Zeta Audiovisual, productora que está también detrás de la adaptación cinematográfica de Zipi y Zape y el Club de la Canica, de Oskar Santos, que se estrenará el próximo 14 de octubre. Además, también tienen en cartera el inicio de la producción de Mortadelo y Filemón contra Jimmy el Cachondo, tercera película para los famosos personajes de Francisco Ibáñez y que contará nuevamente con la dirección de Javier Fesser.

Para Anacleto, Gutiérrez se pondrá a las órdenes de Javier Ruiz Caldera, para el que ya ha trabajado en Tres bodas de más, comedia que llegará a las salas españolas el próximo mes de diciembre y en la que compartirá cartel con Inma Cuesta, Rossy de Palma, María Botto, Paco León o Joaquín Reyes.


martes, 21 de mayo de 2013

Antonio Banderas confirmado para "The 33", entre otras.



Como de todos es sabido, la realidad supera con creces a la ficción. Por ello, Hollywood siempre anda a la caza y captura de historias reales que sirvan para dar pie a películas potentes. En este caso, han puesto sus ojos en la angustiosa historia de los mineros chilenos que permanecieron sepultados durante 70 días a unos 700 metros de profundidad antes de su rescate en octubre de 2010 en el yacimiento de San José, en pleno desierto de Atacama. La película parte de un guión escrito por Mikko Alanne (5 días de guerra) y José Rivera (Diarios de motocicleta) en colaboración con los propios mineros e incluye detalles nunca relatados sobre sus primeros 17 días bajo tierra, antes de que lograran contactar con el exterior.
La dirección correrá a cargo de la mexicana afincada en Hollywood Patricia Riggen y según anunció Mike Medavoy, su productor, en el Festival de Cannes, el rodaje comenzará este próximo otoño y tendrá lugar íntegramente en Chile, mientras el periodista y autor Héctor Tobar ya prepara el libro oficial sobre la historia de los mineros. En lo que respecta a su reparto, la exclusiva que publicaba Variety era que Antonio Banderas ya está confirmado para formar parte de la película, que llevará por título The 33 (Los 33). El malagueño, también a la caza y captura de papeles con enjundia en su estelar y poco sustancial carrera norteamericana, dará vida a Mario Sepúlveda, apodado "Super Mario", el más mediático de todos los mineros encerrados y que se ganó rápidamente el favor del público en sus intervenciones en la prensa. Liderará así un reparto en el que, de momento, también están confirmados el brasileño Rodrigo Santoro, que interpretará a Florencio, el primer minero en salir a la superficie, y el veterano Martin Sheen.
Banderas va a estar bastante ocupado a lo largo de este año, pues se prevé que este verano comience a rodar, de una vez, Autómata, la nueva película de Gabe Ibáñez, director de la fantástica y atmosférica Hierro (2009), cinta de Ciencia Ficción que tiene como trasfondo la Singularidad Tecnológica, teoría que especula sobre el momento en el que la Inteligencia Artificial alcanzará y superará a la inteligencia humana. Con un presupuesto inicial que se estima en torno a los 35 millones de dólares, Autómata será una producción de Vértice 360, Quinta Communications (Francia) y Green Moon (la productora del propio Banderas), se rodaría en localizaciones de Egipto y Túnez y contaría con un reparto internacional en el que destacan Jessica Alba, Sofía Vergara, Danny Trejo y la cantante Lady Gaga.
Mientras tanto, llegarán a las salas Knight of Cups, lo último del prestigioso Terrence Malick, muy activo últimamente, y en el que el actor español compartirá cartel con nombres como Christian Bale, Cate Blanchett o Natalie Portman; escucharemos su voz (para la versión en inglés) en uno de los personajes de la cinta de animación española Justin y la espada del valor, de Manuel Sicilia; y le volveremos a ver a las órdenes de su amigo Robert Rodríguez en la secuela que se está ultimando ya de su último éxito Machete (2010), vehículo para Danny Trejo, que llevará por título Machete Kills. Todo ello a la espera de que Carlos Saura reúna la financiación necesaria para poner en marcha su publicitado rodaje de 33 días, sobre la creación de la célebre obra de Pablo Picasso "El Guernica", y en la que Banderas dará vida al su también famoso paisano malagueño y estará acompañado en el reparto de Gwyneth Paltrow, Óscar Jaenada, Bárbara Goenaga e Imanol Arias.

lunes, 20 de mayo de 2013

"El cosmonauta": un Terrence Malick descafeinado.


Después de la tremenda campaña promocional habida en Internet, que conforme se fue acercando la fecha de su estreno también se contagió a otros medios de comunicación, el visionado de El cosmonauta, debut en la dirección de largometrajes de Nicolás Alcalá, resulta decepcionante en demasía. Sobre todo, por las enormes expectativas suscitadas por un tráiler promocional sumamente atmosférico y evocador, realmente bello, que, no obstante, también planteaba serias e intrigantes cuestiones sobre la trama de una película que, por primera vez dentro de nuestra cinematografía, se aventuraba a abordar un tema tan alejado de nosotros como es la carrera espacial establecida a finales de los años sesenta del siglo pasado entre las dos superpotencias mundiales del momento: Estados Unidos y la Unión Soviética.


El cosmonauta toma partido por los segundones europeos, sobre todo teniendo en cuenta que la meta, entonces, era pisar la Luna y, desde una perspectiva que poco o nada tiene que ver con el tono heroico y elegíaco con el que se ha frecuentado el tema desde las cinematografías foráneas (principalmente la estadounidense), Alcalá trata de rendir homenaje a todos aquéllos pioneros que de su particular aventura espacial jamás regresaron. El punto de partida, como decíamos, resulta harto sugestivo pero la película no está a la altura de las expectativas, ni siquiera aún cuando éstas no hubieran sido tan altas como en esencia lo han sido. Principalmente porque la premisa argumental de El cosmonauta nunca, jamás, obtiene en su plasmación cinematográfica un desarrollo suficientemente profundo y estirado, obligándonos a hablar de una película sin trama, en la que el tema inicial pervive como una sinopsis sugerente, sí, pero a todas luces insuficiente como para justificar casi hora y media de metraje.


De este modo, el transcurrir de El cosmonauta por la pantalla deviene en un viaje absolutamente falto de intriga y suspense, donde ni siquiera existe la remota intención por parte de su creador de sacar partido de la, por otro lado excelente, idea argumental sobre ese retorno del piloto espacial protagonista a una Tierra vacía, donde la vida humana ya no existe. De este modo, las posibilidades de presenciar una atípica y atractiva cinta española de Ciencia Ficción se desvanecen debido a la nulidad argumental del guión que sustenta El cosmonauta. En su lugar, Nicolás Alcalá ha construido un filme que se apoya única y ortodoxamente en un andamiaje esencialmente visual y sonoro, tan evocador y atmosférico como se nos prometía desde las imágenes de su tráiler promocional, pero falto de la garra necesaria como para traspasar la pantalla, tocar la fibra sensible del respetable y hacerse un hueco en su exigente memoria cinéfila.


Por ello importa poco que los bellos y radiantes encuadres de Alcalá evidencien un sentido visual muy a tener en cuenta en su revelado director; como tampoco el que nos sintamos cómodamente extasiados ante la espléndida y cálida frialdad de la fotografía, de un marcado cariz nostálgico y retro, debida a Luis Enrique Carrión; o que el marco sonoro de la cinta retroalimente las imágenes, jugando con ellas en un embelesante baile en donde, por un lado, cobra importancia la banda de sonido extradiegético tratando de dotar de cierto significado filosófico a la imagen, mientras la música compuesta por Joan Valent intenta apelar a la emoción gracias a una banda sonora hermosa pero en exceso altisonante, con reminiscencias poco disimuladas a la magnífica partitura creada por Michael Nyman para Gattaca (1997), de Andrew Niccol, cinta con la que ésta guarda no pocos aspectos formales en común.


El cosmonauta, en su anárquica estructura narrativa no lineal, revela la incapacidad de su autor por dotar de verdadero sentido cinematográfico una propuesta inequívocamente cercana a los estilemas propios del cine de Terrence Malick, pues ni siquiera logra imprimir a sus preciosistas imágenes la necesaria carga de hondura como para erigirlas en portavoces de un claro discurso metafísico quedándose las pretensiones existencialistas y trascendentalistas de El cosmonauta lamentablemente muy cortas en comparación con tremenda referencia conceptual, pudiéndose tacharlas de meras ideas insinuadas, bocetos poco trabajados escritos en una servilleta para cualquier película de Malick. En esas, la película de Nicolás Alcalá termina siendo todo lo contrario a lo que creíamos que sería: un displicente, laxo y yermo viaje espacial en una nave deleitosamente decorada, jugosamente vendido por la compañía como una experiencia apasionante e irrepetible. Lo que constata que, ilusos de nosotros, hemos vuelto a ser pasto de una publicidad engañosa.


Puntos fuertes a los Goya 2014*:
- Mejor Música Original: Joan Valent.
- Mejor Dirección de Fotografía: Luis Enrique Carrión.
- Mejor Montaje: Carlos Serrano Azcona.
- Mejor Sonido: Rubén Durán, Jose Luis Lara Romero y David Rodríguez.
- Mejores Efectos Especiales: Javier Cebrián.

*Siempre que su peculiar modo de exhibición no incumpla las bases para ser seleccionada.

El viernes 17 se estrenó también "La fotógrafa" en los Cines Verdi.



Este pasado viernes 17 de mayo llegaba a los cines españoles, concretamente a los Verdi de Madrid y Barcelona, La fotógrafa, debut en la dirección de Fernando Baños Fidalgo, producción netamente independiente cuyo estreno desconocíamos, razón por la cual no la incluimos en nuestro repaso semanal a las novedades en la cartelera española y por la que, ahora, nos encargamos de cubrir, como se merece, su llegada a los cines.


La fotógrafa cuenta como durante una visita a la casa de sus abuelos, Kath encuentra unas fotografías de las revueltas civiles de Argentina de 2001. A su regreso a Buenos Aires intentará descubrir el vínculo que existe entre dichas fotografías y su madre recién fallecida, autora de las imágenes. La película, que se encuentra producida por Films 59, productora propiedad del fascinante cineasta Pere Portabella, está protagonizada por Zay Nuba y Susi Sánchez, talentosas actrices nacionales que lideran un reparto de caras prácticamente desconocidas.


Espléndidamente recibida por la crítica nacional, sólo hay que echarle un vistazo a las críticas publicadas en El País, La Razón o La Vanguardia, se alza como uno de los títulos más sugerentes del actual panorama cinematográfico nacional y, de lejos, en el estreno nacional más recomendable del pasado fin de semana.

sábado, 18 de mayo de 2013

Equívoco teatro filmado.


Ponerse ante un film como Mussolini va a morir, de Rafael Gordon, es una tarea ardua. No hablemos ya de la tarea que conlleva el escribir un texto crítico sobre una obra que, a priori, puede resultar adversa. Se trata de una propuesta muy poco convencional para los gustos actuales de un público acostumbrado a que se lo den todo perfectamente envuelto y mascado. Mussolini va a morir pretende hacer pensar, recapacitar, convulsionar, a través de ese monólogo que el mismo dictador italiano se marca frente a su amante, Claretta Petacci, en el reducido espacio de una celda que ambos comparten horas antes de su ajusticiamiento. Basada en la obra de teatro homónima, la película de Gordon comienza mostrándonos un Duce prepotente y superlativamente soberbio que busca dignificar su legado contándonos en primera persona su trayectoria y que termina divagando sobre cuestiones altamente filosóficas acerca del poder y la Historia. 


El texto de Mussolini va a morir posee fuerza y no deja indiferente. El problema principal de la película que lo enmarca es que las imágenes no acompañan al texto, pues no existe emoción alguna que se desprenda de ellas, limitándose la cámara a filmar impasible un extenso y soporífero speech, apoyándose toda la película en una puesta en escena eminentemente sobria y funcional, equivocadamente teatralizante. Cierto es que se parte de un texto dramático, pero en cine se debería intentar desligar la narración de fuente tan poco cinematográfica. De este modo, las imágenes de Mussolini va a morir carecen de fuerza de expresión, no tienen garra, se limitan a ilustrar con aplicada transparencia un discurso grandilocuente sobre un personaje fascinante, sí, pero al que en ningún momento se llega a conocer, ni tan siquiera se pretende darlo a comprender.


El Mussolini de Gordon se queda, entonces, como un insondable tópico sobre el dictador italiano, un boceto lamentablemente esquemático. Consiguiendo que verdaderas bombas de relojería como la comparación entre el fascismo y el capitalismo actual se queden en meros apuntes que no logran golpearnos con el efecto deseado. No hay en la película amago de humanización alguna, ni tan siquiera de crítica hacia la figura y el mito de un personaje tan importante en el transcurso de la Historia reciente, de manera harto desgraciada. Sólo se atisba cierto posicionamiento ante él en la interpretación del actor encargado de darle cuerpo y voz, que no vida: un Miguel Torres que incorpora a su actuación leves toques de inteligente ironía, que acercan por momentos las palabras de su personaje a los desvaríos o delirios de un loco. Pero nada más.


La pretendida audacia narrativa con la que el director intenta dar ritmo e identidad estética a su película se torna hueca y poco efectiva, como las constantes relaciones que establece en su ensimismamiento verborreico el personaje central tanto con el otro personaje de la función, Petacci (Julia Quintana), que permanece la mayor parte del relato como un agente pasivo, inerte, como con los distintos objetos que pueblan el escenario único de la cinta; o como los continuos cambios en la iluminación tratando de utilizarla como elemento dramático de no poco impacto. Todo ello podría resultar efectivo en su montaje teatral, pero en una narración cinematográfica resultan recursos excesivamente planos, decididamente superfluos y, lo que es peor, molestamente afectados. 


viernes, 17 de mayo de 2013

"El cosmonauta" aterriza para revolucionar la cartelera.

¡¡¡Ya es viernes!!! Y esta semana parece que todo es Cannes y su recién inaugurada edición del 2013 con, prácticamente lo mejorcito del año, a punto de ver la luz dentro de su programación. Pero no, aquí en España, debemos seguir atentos a la actualidad cinematográfica, en vista de que este año no nos han seleccionado ningún filme para competir en el festival de festivales, y ésta pasa por renovar la cartelera con los nuevos estrenos que van a intentar hacerse notar en las marquesinas. Mucho cine español llega este viernes, concretamente tres títulos, uno de ellos inesperado hasta hace unos pocos días y otro, por el contrario, bastante anhelado desde hace bastantes meses.

La(s) peli(s) del finde.


Iniciamos este repaso a las novedades del fin de semana con el esperado estreno en salas de El cosmonauta, de Nicolás Alcalá, de la que ya os habíamos informado en nuestro pertinente y previo repaso a los estrenos nacionales del mes. Se trata del primer filme financiado casi exclusivamente a través del (ya os debería sonar el nombre) crodwfunding, un sistema de microdonaciones en el que cualquier persona podía convertirse en productor de la película aportando desde, tan sólo, 2 insignificantes euros. El cosmonauta, que narra la historia de un joven que se pierde en el espacio durante siete meses y que, al regresar a la Tierra, la encuentra inhabitada, es el primer proyecto "transmedia" que se hacen en España, lo que quiere decir que además de su exhibición en cines, el sábado día 18 de mayo el público podrá visionarla de manera simultánea a través de Internet, DVD y televisión de pago. Las previsiones de éxito de la cinta, debido a la falta de antecedentes, no están claras, lo que sí que llama la atención es la intención manifiesta de desafiar el sistema establecido con semejante opción para su distribución y exhibición. ¿Repercutirá el ejemplo de El cosmonauta en la forma de consumir Cine a partir de ahora?


Por vías convencionales llega este viernes a los cines la ópera prima de Dácil Pérez de Guzmán, La última isla, una cinta de marcado corte familiar que ha supuesto para su debutante directora andaluza un auténtico esfuerzo llevar a cabo y es que, además de directora, también es su productora. Con el apoyo del Gobierno de Canarias y de la Junta de Andalucía, además del concurso de las productoras Sakai Films (andaluza), Rainbow Films & Video (canaria) y Fausto Producciones (catalana), De Guzmán ha logrado por fin sacar adelante una película de la que, también, es co-guionista. En ella, nos cuenta la historia de Alicia (la detutante cinematográfica Carmen Sánchez), una niña mimada y egoísta que está loca por los videojuegos y a la que su madre decide mandar a una isla donde vive la vieja tía Belinda. Sin agua corriente ni electricidad, junto al mar y al pie de volcán, Alicia teme que las vacaciones sean un muermo. Por añadidura, se rumorea que su tía es bruja, que hay un hombre que persigue dragones y dos niños muy extraños. Algo misterioso y magnético emana de la montaña. Con reminiscencias a la "Alicia" de Lewis Carroll, pero según el crítico Joaquín Torán (en el nº433 de Dirigido por...) también al escritor de fantasía alemán Michael Ende, La última isla llega a las salas para proponernos un cuento mágico, intentando con ello abrir nuevas vías para el cine español actual. La intención les honra y, además, la película cuenta con presencias secundarias del calibre de Julieta Serrano, Antonio Dechent, Eduardo Velasco o Maite Sandoval.


El último de los estrenos nacionales en aterrizar este viernes en las pantallas lo conocimos hace apenas una semana y es Ali (2012), debut en la dirección de Paco R. Baños. Inicialmente previsto su estreno para el pasado 26 de abril, Ali, que lleva más de un año esperando ser estrenada comercialmente (participó en la Sección Oficial del Festival de Málaga 2012), logra por fin llegar a las salas, eso sí, con poca campaña promocional a su espalda, lo que repercutirá (lamentablemente) en una más que invisible carrera comercial. De nuevo, contamos con otro protagonismo femenino, esta vez adolescente, llamado Alicia, una chica que vive en "el país de Ali", un lugar donde no es frágil ni vulnerable. Tiene dieciocho años, una madre, dos amigas, un vecino y un trabajo en un supermercado. Aunque piensa que lo controla todo, ahora Ali se ha enamorado y tiene que atreverse a abandonar el país de Ali para asomarse al país de Alicia. La película, que se pudo ver también en el reciente Atlántida Film Fest de este año y que organizaba Filmin, ha gustado en general a quienes la han visto, como leemos en Cine Maldito, Blog de Cine o en No Solo Cine, precisamente por su evidente sencillez. Es una lástima que, un título como éste, llegue tan de tapadillo a las carteleras nacionales, por muy independiente que sea. También por contener el primer papel protagonista en el cine de la encantadora Nadia de Santiago, muy bien acompañada por Julián Villagrán y Verónica Forqué, en la que supone su primera actuación para el cine en el último lustro.

¿Bienvenido, Mr. Marshall?

De primeras, para nada. Y es que desembarca en las salas españolas uno de las más sonados bodrios estadounidenses de los últimos años: Dark Tide (Marea Letal) (2012), de John Stockwell, un tío especialista en películas con ambientación submarina, aunque lo que parece que de verdad le pone no es sólo meter la cámara bajo el agua, sino meter con ella a alguna tía buena de turno, con el bikini más diminuto que sea posible, y hacerla pasar un mal rato. En esta ocasión le tocó a una desorientadísima Halle Berry, que desde que ganara el Oscar nunca más supo qué hacer con su trayectoria. Le acompaña el inexpresivo Olivier Martínez en este película sobre una monitora de buce que, tras nueve años después de sufrir el ataque de un gran tiburón blanco, decide enfrentarse al miedo y volver a bucear en aguas profundas junto al gran escualo cuando le hacen una oferta irrechazable para nadar entre tiburones. Sí, amigos y amigas, es un bodrio. Y no hace falta pararse a leer las críticas vertidas en Estados Unidos, donde no llegó ni a estrenarse en salas, pasando directamente al VOD (Video On Demand), vídeo a la carta por la Televisión por Cable americana. Aunque si alguno siente curiosidad por saber cómo se las gastan los especialistas despachando semejantes productos como éste, atentos a las publicadas en su día en Variety, en The New York Times o en The Hollywood Reporter. Lo más cabreante de todo es que, hablando mal y rápido, algo con lo que han vomitado en los Estados Unidos, nosotros lo vamos a estrenar por todo lo alto, copando bastante espacio en nuestras marquesinas y dándoles pasta a mansalva. ¿Nos toman el pelo o qué?

El otro estreno netamente estadounidense del finde es lo nuevo de Rob Zombie, The Lords of Salem (2012), que como viene siendo habitual en él se adscribe de nuevo al género fantástico. Esta vez para contarnos que hace mucho tiempo, Salem (Massachusets) era el centro neurálgico del mal, el lugar donde las brujas celebraban sus aquelarres. En la actualidad es, al menos en apariencia, una ciudad normal. Heidi presenta un popular programa de radio centrado en el rock duro; un día, recibe un vinilo promocional de una banda llamada The Lords. La música, extraña y siniestra, la deja profundamente turbada, provocándole pesadillas y alucinaciones. La cinta ha dividido por completo a la crítica estadounidense, así leemos comentarios positivos en Time Out o en The Hollywood Reporter, pero también algunos bastante condenables desde Entertainment Weekly o The New York Times. En nuestro país, uno de los primeros en posicionarse fue el crítico Tomás Fernández Valentí en su blog, de quien os dejamos la siguiente observación, extraída de su crítica en el nº433 de la revista Dirigido por...: "Zombie firma su obra más radical y provocativa con The Lords of Salem, un film de terror de bajo presupuesto pero pletórico de inventiva que confirma la gran categoría que su realizador ostenta en el contexto del actual cine fantástico norteamericano".

Y ahora llegamos, por fin, al título más destacado de todos los que se estrenan esta semana en las carteleras. Sí, no podíamos hablar de cualquier otro si no de The Great Gatsby (El gran Gatsby), adaptación de la novela homónima de F. Scott Fitzgerald en la que se nos cuenta cómo en la alta sociedad norteamericana de los años 20 del pasado siglo, llama la atención la presencia de Gatsby, un hombre misterioso e inmensamente rico, al que todos consideran un advenedizo, lo que no impide que acudan a sus fastuosas fiestas mientras Gatsby vive obsesionado con la idea de recuperar al amor de su juventud. Estamos ante la tercera versión cinematográfica de tan célebre obra literaria y no siendo ninguna de las dos anteriores obras maestras en absoluto (ni siquiera están cerca de serlo), ¿iba a poder el australiano Baz Luhrmann, responsable de esta nueva revisión, lograr transmitir con imágenes el poderoso sentido de las palabras de Fitzgerald? La película, que ha inaugurado el presente Festival de Cannes (fuera de concurso) parece erigirse en la gran decepción cinematográfica del año. Y es que, reconozcámoslo, el sentido cinematográfico sumamente estrafalario, recargado y fastuoso del director de, por ejemplo, el Moulin Rouge del 2001, poco adecuado se presentaba para llevar a buen puerto la puesta en imágenes de una novela de tamaño calibre. La pregunga a continuación es la que sigue: ¿era necesario una nueva visita al personal e inadaptable universo Fitzgerald? Según Carlos Boyero, desde Cannes, no. Pero es que la prensa especializada extranjera se ha dividido casi por completo ante esta videoclipera nueva película de Luhrmann, así encontramos opiniones para todos los gustos, desde los que encuentran motivos para recomendarla, como en The New York Times o en The Hollywood Reporter, hasta los que directamente la atacan como una película para público adolescente, como leemos en The New Yorker, o escandalosamente ruidosa, como en The Wall Street Journal. Lo mejor que se puede decir de El gran Gatsby, versión 2013, es el protagonismo de un entregado Leonardo DiCaprio, como siempre inmerso en algunos de los proyectos más decididamente importantes del Hollywood actual, bien acompañado (parece) por Tobey Maguire y una encantadora Carey Mulligan.

Y, para cerrar este repaso a los estrenos de ficción del fin de semana, Kauwboy (2012), de Boudewijn Koole, que parece llegar a las salas para confirmarnos eso de que el buen cine siempre llega de fuera de los Estados Unidos. Al menos, esta máxima se ha cumplido esta semana. A priori, esta cinta holandesa se nos presenta como el estreno foráneo más sugestivo del finde. La película nos pone en la piel de Jojo, un niño que tiene unos diez años y vive con su padre, casi siempre ausente debido a su trabajo. Según Jojo, su madre – una cantante country– está de gira. Su padre no pasa por un buen momento y Jojo oscila entre una precoz independencia y la necesidad de contención. La cinta, que ha encandilado a la prensa extranjera, como leemos en Time Out y en The Hollywood Reporter, es una pieza pequeña, de esas que cautivan con pocos elementos, y que fue la encargada de representar a su país en los últimos Premios Oscar. Al final no resultó nominada, pero eso no quiere decir que no estemos ante una pequeña joya cinematográfica que no deberíamos perdernos y que se une a otras obras recientes, como Tomboy (2011), de Céline Sciamma, como radiografías honestas y sencillas, sin florituras de ningún tipo, de esa etapa tan marcadamente significativa en las vidas humanas como es la de la infancia.


Vamos a intentar levantar un poco los ánimos de la taquilla este fin de semana, ¿no? Buenas ofertas hay y si no, siempre podéis (mal)gastar el dinero en ver las últimas superproducciones alienantes que nos brinda generosamente la Meca del Cine. Yo os aconsejaría inclinarse por la Versión Original Subtitulada y no creo que la distribuidora de un título como Marea letal ponga en circulación ninguna copia de su engendro en tales condiciones.

¡¡Un saludo, Sinvergüenzas!!

jueves, 16 de mayo de 2013

Ni siquiera "La mula" anima la taquilla del Cine Español.

Como viene siendo norma, las noticias desde la taquilla vuelven a ser poco halagüeñas. Resulta que del 10 al 12 de mayo sólo se han recaudado 3.743.952€, vamos, un 13,9% menos que en el fin de semana anterior. Trágico. Verdaderamente trágico. Claro, que con una avalancha de estrenos no del todo sonados, la cosa podía haber ido incluso peor. De todos modos, tal y como reza Pau Brunet en su informe semanal de la taquilla nacional en El Economista, acabamos de pasar un fin de semana para olvidar.


En lo que se refiere a los títulos españoles, comprobamos echándole un vistazo al ránking, las malas cifras con las que se ha estrenado en la cartelera La mula. La cinta tuvo presencia, al final, en 124 cines y sólo ha recaudado 164.197€ quedándose finalmente en el puesto número 8 de la tabla. Pobres resultados, temidos y esperados, por otro lado. Pobres por tratarse de una película que cuenta con el tirón popular de un actor protagonista, Mario Casas, que ha venido protagonizando taquillazos en los últimos años. Temidos y esperados porque estamos ante una película cuya llegada a los cines ha estado precedida de no poca polémica, lo que ha podido jugar en contra de los ánimos de sus espectadores potenciales. Eso y que, parece ser, el tema de la Guerra Civil en el cine parece no enganchar del todo al público español. Cosas de la memoria histórica.


Justo un puesto por detrás cae Combustión, de Daniel Calparsoro, que en su tercer fin de semana sigue aferrándose a la desesperada dentro del Top10, habiendo perdido ya 28 salas. Suma 124.082€, frenando de alguna manera su pérdida de espectadores, perdiendo sólo un 40,1%. No son grandes cifras, sí, pero al menos logra superar en algo la barrera del millón de euros en su acumulado, concretamente 1.070.640€ de recaudación. De todos modos, parece tener ya agotado su alcance comercial y se prevé una fuerte caída en la tabla para las próximas semanas.


La que ya ha desaparecido del Top10 ha sido su compañera de fatigas, por haberse estrenado en el mismo fin de semana, Ayer no termina nunca, de Isabel Coixet, que pierde 14 salas, recauda un 54,6% menos y se desploma nada menos que siete puestos en el ránking, quedándose en el número 16 gracias a los escasos 30.211€ recaudados. Su acumulado de apenas 384.379€ la coloca como la película menos taquillera de la directora.


Mejor suerte y resultados sigue obteniendo Tesis sobre un homicidio, de Hernán A. Golfrid, que sigue descendiendo entre las más vistas (del puesto número 15 baja al 19), pero su caída está resultando, hasta cierto punto, moderada. Este fin de semana sólo ha recaudado un 44,3% menos, concretamente 26.318€ en 75 cines, 23 menos que la semana anterior, y obtiene un acumulado de 1.585.344€, lo que indica el buen rendimiento de esta co-producción entre España y Argentina que todavía sobrevive en la cartelera tras seis semanas.


También el descenso de Los últimos días, de los hermanos Pastor, se ha venido relajando. Pierden tres puestos en el ránking, caen al 25 y sólo recaudan un 41,6% menos que la semana anterior, habiendo perdido también 22 cines. En total suma otros 11.316€ y sobrepasa ya holgadamente los dos millones de recaudación acumulada, exactamente 2.145.745€.


Para encontrar al siguiente título español en la tabla hay que bajar hasta el puesto número 36, hasta donde ha caído, desde el 27 la semana pasada, Alacrán enamorado, de Santiago A. Zannou, con la que parece estar cebándose la mala suerte en su carrera comercial. Si la semana pasada lograba aumentar en nada menos que 366 pantallas su presencia en los cines, para este fin de semana ha perdido la friolera de 426, quedando únicamente programada en 28 cines. Aún así, ha recaudado menos de la mitad que el fin de semana anterior, un 51,4% menos, que se traduce en unos escuetos 5.408€, que hacen un acumulado exiguo de 356.145€. Una cifra verdaderamente ridícula, dadas las ambiciones y pretensiones iniciales de una cinta que tendrá que sudar lo suyo para llegar a los 500.000€.


Los amantes pasajeros, de Pedro Almodóvar, sigue cayendo, pero para una película que ya lleva un acumulado de 5.049.535€ no resulta alarmante que, en su décimo fin de semana de exhibición, se hayan perdido 11 cines, se recaude ya un 79,1% menos (1.186€) y se descienda en la tabla hasta el puesto número 54 (desde el 37). No importa, sobre todo, cuando la película se mantiene en su segunda semana de exhibición dentro del Top10 británico, recaudando un total de 945.556$.


La nula campaña promocional que ha acompañado en su estreno a Mussolini va a morir, de Rafael Gordon, hace comprensible que la película se haya estrenado en el puesto número 56 de las más vistas, eso y el que haya estado presente sólo en 7 cines de toda la geografía española. Recauda solamente 1.171€.


En el puesto número 65 volvemos a encontrarnos con una auténtica superviviente, con 23 semanas de carrera comercial ya. Se trata, cómo no, de Una pistola en cada mano, la magnífica película de Cesc Gay, que logra recaudar otros 271€ más en el único cine en el que ha sido exhibida durante el fin de semana. Ingresa un 8,3% menos que en el fin de semana anterior y hace un total de 1.942.423€, lo que todo hace pensar que podríamos hablar la semana que viene de un nuevo título nacional en sobrepasar la barrera de los dos millones de euros.


Por último, Emergo, de Carles Torrens, logra mantenerse en el puesto número 77 que ya ocupara la semana anterior. En ésta, su tercera semana de exhibición, sigue programada en un único cine y recauda 34€ más, claro que comparados con los 24€ de la semana anterior, podemos hablar de cierta recuperación económica, concretamente de un 41,9%. Tiene un acumulado de 529€ y un futuro bastante negro, nos tememos.

miércoles, 15 de mayo de 2013

Mario Casas crece como actor en "La mula".


Probablemente, nuestra opinión sobre un filme como La mula distaría mucho de la que es tras su visionado si ésta hubiera llegado a las salas en la forma y en el fondo en los que la había concebido su autor original, el director británico Michael Radford. Cierto es que su toque, entre sentimental y academicista, se deja ver en buena parte del metraje, se intuye y se adivina en la concepción de algunas partes de la película, pero no en todas. Ahí radica el principal defecto de la película, en que los problemas y tensiones que provocaron la retirada del director diez días antes de concluir el rodaje de la película se hacen patentes en notorios y poco disimulados errores técnicos que salpican toda la puesta en escena de La mula. Son especialmente llamativos algunos fallos de raccord, discontinuidades espaciales desconcertantes y confusas, incómodos cambios en las texturas y la iluminación de unas cuantas imágenes, que por momentos, dan la impresión de pertenecer a películas distintas. En cierto modo es así, al menos pertenecen a directores distintos y el montaje final, debido a una experta en el campo como es Teresa Font (El día de la bestia, Días contados), acusa en exceso la parcheada concordancia entre el material original, rodado por Radford, y el añadido, atribuido a Sebastián Grousset.


Esto y un guión que estira sin demasiada inspiración una premisa argumental que más que trama debe llamarse MacGuffin, pues sólo hace las veces de pretexto para invitarnos a acompañar a ese joven acemilero jienense en pleno frente de batalla, más preocupado por el bienestar de su mula y por su romance sentimental, que por los olores a guerra y la batalla ideológica que dividía al país. De este modo, el guión, basado en la novela homónima de Juan Eslava Galán, desaprovecha escandalosamente las infinitas posibilidades que la historia le ofrecía de efectuar un certero y desmitificador retrato de la Guerra Civil española, y que al no profundizar en las diversas situaciones que nos plantea, ni tan siquiera hace un mínimo esfuerzo en ahondar en las voluntades y los ánimos de los diversos personajes que jalonan el metraje, da de sí un nada hiriente paseo por la contienda. Todo está en La mula cogido como con pinzas y falto de verdadero interés cinematográfico, pues resulta demasiado evidente la escasa voluntad autoral de sus imágenes, que no emocionan ni conmueven y simplemente se suceden dejándonos imperturbables en nuestras butacas.


Y, sin embargo, a pesar de todo ello, La mula no es una mala película. Pues sobre tanta adversidad, siempre prevalecen las múltiples virtudes de un filme que resulta loable y valiente. Loable por lograr mantener intacta la atmósfera algo naif que impregnaba ya el original literario y porque esté toda la puesta en escena de la cinta salpicada de un aura verdaderamente entrañable y candoroso. Planteada bajo los estilemas de la comedia romántica tradicional, La mula logra traspasar los tópicos y pervivir como una simpática, que no divertida, mirada a una trágica contienda fratricida, alejándose desde su mismo arranque de la, tan socorrida por nuestro cine, actitud panfletaria y apologética. Sin siquiera tener la intención de llegar al despiece satírico de Berlanga y Azcona en La vaquilla (1985), La mula obtiene buenos resultados en la materia al ironizar desde una base oportunamente ternurista sobre los leit-motivs de la barbarie bélica, lo que la convierte en una película en cierto modo valiente. También porque, por primera vez en mucho tiempo en una cinta española, se afronta la Guerra Civil desde dentro de las mismas trincheras, donde los bombardeos y las balas perdidas son el pan de cada día, siendo estos momentos los más certeramente conseguidos de toda la película, gracias a la intensidad y a la verosimilitud que contienen las imágenes, a lo que ayuda definitivamente la renuncia del film a utilizar un escenario ranciamente recreado.


Esta apuesta por la utilización de localizaciones realistas dota a la película de la garra y el empuje del que carece el libreto que la sustenta, algo que también sucede en el campo interpretativo, donde es el trabajo actoral el que otorga sustancia y entidad a unos personajes demasiado lineales, en apariencia superficialmente bosquejados. El gran pilar sobre el que se sostiene toda la película es, de lejos, la labor de su protagonista, un Mario Casas absolutamente empático y convincente en la piel de ese descreído e inocente cabo que supone el mejor empeño interpretativo del actor hasta la fecha. Su acemilero se nos presenta imprevistamente matizado siempre, incluso allí donde hubiera sido fácil salir airoso tirando de tics y viciados hábitos interpretativos, Casas responde con notable entereza y no poco encanto. A su lado, María Valverde, pizpireta, juguetona, ilumina la pantalla, irradia frescura, pero no logra solventar el que su personaje no sea más que un mero elemento decorativo en la función. Es, por el contrario, Secun de la Rosa el otro intérprete que ha de recibir más parabienes, tirando de su contrastado buen hacer en cometidos similares se impone pronto como el elemento cómico del relato, evolucionando con entusiasta soltura y campechanía. Tanto ellos como el resto de un aplicado y correcto reparto, donde se hace obligado destacar el concurso de Pepa Rus, Luis Callejo, Jesús Carroza, Eduardo Velasco y Maite Sandoval, todos con ejemplares acentos, elevan al final la inconexa y ensimismada ligereza corrosiva del conjunto consiguiendo que merezca la pena detenerse a contemplar La mula.


Puntos fuertes a los Goya 2014:
- Mejor Actor: Mario Casas.
- Mejor Actor Secundario: Secun de la Rosa.
- Mejor Dirección Artística: Jonathan McKinstry.
- Mejor Diseño de Vestuario: Nereida Bonmatí.
- Mejor Sonido: Licio Marcos de Oliveira y Jordi Rossinyol Colomer.
- Mejores Efectos Especiales: Reyes Abades.

Tercer Goya para la Forqué ante inolvidables olvidadas.



Retomamos el pertinente repaso a la Historia de los Premios Goya y lo hacemos concluyendo con el análisis a aquella segunda edición de 1987, observando la categoría a la mejor actriz secundaria, ardua tarea pues nos ha sido prácticamente imposible localizar y visionar uno de los tres trabajos interpretativos presentes entre los finalistas, concretamente el correspondiente a Terele Pávez en Laura, del cielo llega la noche, de Gonzalo Herralde. Verdadera lástima, primero por tratarse de la primera interpretación nominada de una actriz genial, lo que nos predispone a pensar en un más que estimable trabajo interpretativo y, segundo, porque nos impide valorar con justicia una categoría para la que quedaron finalistas otros dos trabajos verdaderamente poco consistentes y fueron olvidados auténticos recitales interpretativos.


Sólo un año después de obtener el primer Goya a la mejor actriz de reparto, Verónica Forqué hizo historia en la segunda edición al ganar, conjuntamente, los dos Premios Goya destinados a labores interpretativas femeninas. El de actriz de reparto le fue concedido por su gracioso y dinámico empeño como secretaria cachonda con marcado acento argentino en la comedia coral Moros y cristianos, film menor en la filmografía del genio Luis García Berlanga, un trabajo al que la Forqué presta su indudable atractivo personal, basado en esa melena rojiza y esa sonrisa entre inocente y picarona, pero que en esencia se traduce también en una actuación floja, cargada de clichés y sin ninguna pretensión de ahondar y hacer carne al tópico que representa su personaje. Estamos ante una actuación vistosa, sí, y muy fresca, pero en modo alguno entendemos la razón por la que un trabajo tan lineal y, además, poco desarrollado (ni siquiera desde el guión) llegó a una final por el Goya y, mucho menos, se alzó como el triunfal vencedor, coronando a la Forqué como la actriz con más Goyas en su haber (tres) ya en la segunda edición, una marca ciertamente imbatible para cualquier otro intérprete (hombre o mujer), por lo menos a corto plazo. 


Por ello, y sin haber podido emitir un juicio verdaderamente objetivo ante la ignota actuación de la nominada Terele Pávez, nos es obligado señalar que aquél Goya hubo de caer en las manos de Marisa Paredes, que con los 40 años ya cumplidos y habiendo realizado pequeñas intervenciones cinematográficas en los años precedentes, nada hacía prever que en esta segunda edición de los Premios Goya, ella iba a figurar entre las tres nominadas. Una absoluta sorpresa que colocó a Marisa Paredes en el punto de mira de toda la industria. El éxito se lo debía a José Sacristán, que le regaló el misterioso y atractivo personaje de Olga, la amante de un experimentado ladrón, de ademanes pulcros y precisos, de sonrisa intrigante y mirada seductora, en la irregular road movie Cara de acelga. Y aunque haya que agradecer a la Academia el empujón que esta nominación pudo significar para la trayectoria cinematográfica de la Paredes, hay que señalar que el trabajo de la intérprete en la película sólo merece un justo aprobado y es que la actriz apenas hace otra cosa que lucirse guapa y espléndida, aportando altas dosis de glamour y magnetismo a un personaje que juega durante toda su participación en contra del trabajo de la actriz, por el escaso relieve en el que se encuentra descrito y, también, por el temible lugar común al que queda reducido; obstáculos que tampoco Marisa Paredes intenta sortear, limitándose a crear ante las cámaras un desdibujado retrato de una astuta y taimada femme fatale, a lo que no ayuda el hecho de que toda su intervención se encuentre concentrada dentro de la parte menos conseguida e interesante del filme de Sacristán.

Las Olvidadas.


Ante semejante nivel en los trabajos nominados, no es de extrañar que el visionado de una película como La casa de Bernarda Alba, de Mario Camus, nos invite a arrancarnos la cabellera por los olvidos académicos producidos hacia dos miembros de su excelente reparto. Larguirucha y desgarbada, la catalana Vicky Peña volvió a quedarse a las puertas de una más que merecida nominación al Goya por segundo año consecutivo, y esta vez por uno de los personajes emblemáticos del Teatro Español: Martirio, la hija mediana de Bernarda Alba, un bicho desesperado que no quita ojo a su hermana pequeña, consciente de los deseos que guarda bajo su pecho, y que manifiesta un profundo ardor por debajo de sus faldas, que sólo consigue aliviar a través del reproche hacia aquellas que sí pueden gozar de lo que ella aún no conoce. Martirio vive inmersa en la pena, en una insoportable sed de hombre, de uno en concreto, y finge diariamente porque sabe que lo que le quema por dentro es pecado. La fuerza, la sinrazón y la obsesión de los personajes de La casa de Bernarda Alba eran explícitos ya en la obra original y las actrices de la adaptación cinematográfica llevada a cabo por Camus únicamente deben dar cobertura interpretativa a un universo poético muy complejo, que se halla latente en cada palabra, en cada frase, en cada parlamento. Con una entereza abrumadora, Vicky Peña hace suyo todo el simbolismo implícito en la obra de Federico García Lorca y se deja arrastrar hasta ese infierno situado en la propia casa, desenvolviéndose en la piel de la celosa Martirio con delicadeza, componiendo un estremecedor retrato de esa joven virgen y oprimida, capaz de mentir a su propia hermana, provocando así su trágico suicido, con tal de impedir que otras posean lo que ella nunca tocará. El acierto de Peña está en partir de la base teatral del texto para dar verdad a cada gesto, cada movimiento, cada mirada de su personaje e ir, poco a poco, mesuradamente, "cortándose las alas". Logra un trabajo meticuloso, pulido en todos sus aspectos, esencialmente cinematográfico hasta cuando el halo teatralizante de según qué parlamento amenaza con hacer acto de presencia. Emotiva y frágil al mismo tiempo que pérfida y malvada, Vicky Peña se desata dentro de una brillante contención, logrando momentos sublimes: la confesión que realiza a Amelia tumbada en la cama sobre la llegada del otoño, donde la actriz revela en su angustiosa expresión el verdadero sentido que acompaña a las palabras de Lorca; la manera en la que entona la cancioncilla que cantan los segadores fuera de campo, con un inesperado aire nostálgico en su mirada y una voz entrecortada que invita a pasear a las ahogadas lágrimas que afloran en sus ojos; o su escena final, en el patio con Adela, donde el drama amenaza con verterse en un trágico acontecer, mientras Peña devora enterita a su compañera, dado el alto grado de implicación que posee la actriz en comparación con la equivocada teatralidad adoptada por la estrella Ana Belén. Por no hablar de sus solitarias escenas al amparo de la luna, vigilando cada ruido de la noche, cada paso descarriado de su hermana pequeña o cada exhalación sexual de ésta con su objeto de deseo. Momentos, en definitiva, antológicos que merecían una buena consideración por parte de la Academia para unos segundos premios Goya a los que sí optaron trabajos notablemente menos conseguidos y redondos. 


Con el mismo grado de estupefacción hay que tomarse el olvido de Enriqueta Carballeira gracias a desempeñar el papel de Angustias en la versión cinematográfica de La casa de Bernarda Alba, personaje que ya había realizado con muy buenas críticas en la versión teatral estrenada en 1984, dirigida por José Carlos Plaza. Dando vida al último de los personajes importantes de la espléndida obra de Lorca, esta madrileña supo hacerse un hueco destacado dentro de la brillante labor desempeñada por el conjunto de actrices de la película. Su fuerte para ello fue una discreción ejemplar, consciente del segundo plano al que queda reducido su personaje en comparación con el conflicto principal que domina el texto. Con dignidad, con un dominio excelente del medio cinematográfico, Carballeira encarnó a esa mujer con edad para ser tenida ya por una "solterona", pero que aún no sabe lo que es dormir en una cama caliente, obligada a guardar castidad incluso ahora, cuando debe cumplir un luto por un hombre que no es su padre. A pesar de la fuerza imbuida a su personaje, la Angustias de Enriqueta Carballeira representa la obediencia y la sumisión al poder establecido, contra el que nunca se levantará en armas, sino que se limitará a descargar lágrimas impotentes en la soledad de su alcoba. Carballeira está frágil, dulce y miedosa durante todo el transcurso de la obra, sabedora del delicado carácter de su rol. Intensa en su emotivo patetismo, la actriz se vistió las ropas de la decencia, actuando con clase y prudencia, evitando excesos en todos sus parlamentos, logrando que su voz se escape levemente de sus labios en pequeños, casi inaudibles suspiros, provocados por el miedo a levantar la ira de su madre. Víctima primera de ese cautiverio, azotada miserablemente nada más comenzar la película, Carbelleira no reniega de aportar a su caracterización un halo inocente, de esa mujer que a pesar de su edad no ha dejado de ser una niña que aún sueña con su Príncipe Azul. Un elemento clave para entender por qué Angustias no abre los ojos a la realidad en ningún momento y comprende que la única razón por la que es cortejada por Pepe "el Romano" es su cuantiosa herencia. La veneración infantil hacia su prometido permite a la actriz mantener esa mirada ruborosa todo el tiempo, aunque detrás de ella se encuentre también un ardor incontenible hacia el macho, mostrado recatadamente, tal y como corresponde a un personaje de estas características, en el ejemplar plano fijo que protagoniza sentada junto a la ventana, iluminada por la luna, mientras espera la visita de su hombre y la posterior reacción de la intérprete cuando su sombra la alcanza: un leve sobresalto y unos ojos envueltos de manera sutil en insoportables llamas. Por ello, al final del filme, cuando la tragedia desvela su implacable rostro, el corazón del espectador no está con la insurrecta actitud de Adela, sino con la engañada y cruelmente despierta Angustias, que llora desconsoladamente en la cocina ante la nefasta realidad. Estamos ante un trabajo aplicado y más que correcto, que logra un especial lucimiento debido a la sensible hondura humana que aportan el tacto y la reserva con la que la actriz va evolucionando ante la cámara y que hubiera merecido mayor atención por parte del público y también de la Academia.


Y si de nominar a Marisa Paredes se trataba, la Academia bien podría haber desestimado el trabajo de la actriz en Cara de acelga y haber preferido su trabajo en la hoy obra de culto Tras el cristal, sorprendente ópera prima enmarcada en el género fantástico debida a Agustí Villaronga, en la que la Paredes daba vida con escalofriante austeridad a la soberbia y desconfiada esposa de un ex oficial nazi postrado en un pulmón de acero debido a un accidente. El proverbial despliegue de arrogancia y frialdad del que hace gala la actriz no sólo logra sacar un extraordinario partido a la imagen casi de diosa que desprende la estilizada figura de Marisa, sino que se erige en el foco de mayor interés a lo largo de la primera parte de la película, hasta esa intensa y diabólicamente agónica última secuencia de la actriz, donde, a pesar de no haber simpatizado en ningún momento con su Griselda, al espectador le posee un miedo irracional durante el periplo de la intérprete por los oscuros pasillos enmarcados de acechantes cortinajes. La desconfianza en el extraño y el amor propio traicionado son las constantes sobre las que se articula el intenso y turbador trabajo de la Marisa Paredes de Tras el cristal, cinta por la que sí hubiera merecido aquella nominación al Goya a la mejor actriz secundaria.


Pero La casa de Bernarda Alba no fue la única cinta denigrada en esta categoría, también Divinas palabras, de José Luis García Sánchez, hubiera merecido colar en la final por el Goya a alguna de sus intérpretes de reparto, como la otrora estrella de nuestro cine Aurora Bautista que demostró que, aunque la extensión de sus personajes ya no superaba la condición de colaboración, podía exprimir al máximo sus intervenciones y erigirse en una de las virtudes de una película, en este caso gracias a su saber estar característico, su soltura imperturbable y su talento inmarchitable. La Bautista se metió de lleno a dar vida a Marica del Reino, la hermana del sacristán del pueblo, cuñada por tanto de la protagonista Mari Gaila, y heredera como ellos del niño hidrocéfalo y de los bienes que éste pueda reportar. El resultado es una de las actuaciones cómicas más ricas de las que se han visto por nuestras pantallas. Miserable, tacaña, roñosa, convenida, rastrera… Todos los adjetivos se quedan cortos para describir el veneno que lleva dentro de sí esta víbora a la que Bautista encarna con una grandiosidad ejemplar. Cada intervención de la intérprete se ajusta con peligro a la caricatura, al exceso (como era norma en ella), a una sobreactuación burlesca donde la actriz alcanza momentos de comicidad inimitables: su rostro ante los poéticos lamentos de su cuñada junto al cuerpo sin vida de la difunta deparan risas de indudable regocijo, así como cada salida al balcón que protagoniza, especialmente la primera, cuando le comunican el fallecimiento de su hermana. La falsedad de su personaje es subrayada por la actriz con sus ademanes impulsivos y primarios, así como por sus alarmantes expresiones de fingida afectación, alcanzando cotas de desmesurada jocosidad. En el punto contrario se hallan sus conversaciones con las vecinas del pueblo o con su propio hermano, donde la Bautista demuestra un dominio absoluto del 'tempo', inflando sus escenas con el ritmo adecuado para lograr un brioso y modélico resultado del que carece buena parte de la película. Malvada tanto por lo que dice por cómo lo dice, Aurora Bautista volvió a dar rienda suelta a sus desmanes para ofrecernos un trabajo inigualable, enérgico, cargado de toda la fuerza teatral de la que disponía esta auténtica dama de la escena que se quedó injustamente fuera de las nominadas al Goya.


Algo que también merecía su compañera en la película Esperanza Roy, que con su peculiar poder de atracción cinematográfica, no debe extrañar a nadie que una vez finalizada la proyección de Divinas palabras a uno no se le pueda ir de la cabeza el magistral despliegue de esta comediante nata, una reina absoluta del género que ya comenzaba a espaciar peligrosamente sus incursiones para la pantalla grande. Encarnó a Rosa la Tatula, una mujer licenciosa y dicharachera, de vida alegremente alcohólica, que se pasea por las ferias desempeñando el único trabajo que sabe hacer: mendigar. Todo el talento, todo el arte, toda la chispa de esta actriz tantas veces puestos en entredicho a lo largo de su trayectoria, quedaron al servicio de un personaje realmente emblemático, que a pesar de su evidente importancia dentro de la trama, se le echa de menos cuando no aparece. Es tanta la atención que se gana Esperanza Roy en la piel de esta tunanta que logra ensombrecer a todos aquellos que osen compartir plano con ella. Hiperbólica y divertidamente exagerada, realmente esperpéntica, cada intervención suya es un regalo para el oído gracias a esa voz con eterno carraspeo en la garganta a la que añade el puntito iluso de pobre infeliz que convierten a su Tatula en un ser realmente entrañable. Cada plano que se le dedica lo devoran esos ojazos suyos, tan elocuentes, que no queda otra que rendirse irremisiblemente ante este portento de mujer, que avanza toda la película con su cómica cojera. Ya puede ser capaz de los actos más groseros y elementales, como que en pleno entierro de su amiga a ella sólo se le ocurra pensar en labrarse pronto una nueva compañera de fatigas, o que viendo la rentabilidad que ofrecen los desproporcionados órganos genitales del hidrocéfalo se dedique a explotarlos campechanamente; el retrato que de ella nos obsequia Esperanza está lleno de cariño, de una ternura inabarcable, con lo cual resulta imposible odiarla. Grotesca, miserablemente divertida e inolvidable, la actriz se superaba con este espontáneo y vivaz acercamiento al peculiar universo satírico de Valle-Inclán, probablemente la opción más clara de la que ha disfrutado la actriz de cara a un reconocimiento goyesco. 


Adscrita también al género cómico queda otra actuación flagrantemente olvidada aquél año, el regreso de María Luisa Ponte a los brazos de Berlanga para intervenir en Moros y cristianos, donde la actriz conseguía deslumbrarnos a todos con el estupendo sentido del humor que poseía en un trabajo desternillante como esa rica cantante de ópera retirada que trata de regresar a la actualidad pública vía prensa del corazón. Desde su primera aparición, la risa y el deleite campan a sus anchas por la cinta del genio gracias al estrafalario look que presenta la actriz durante toda su intervención y, aún más importante, por el gozoso y festivo recital que nos brinda la Ponte, transformada para la ocasión en toda una diva, que como tal peca de extravagante y colosal. Sus parlamentos, lanzados en agudo y casi a voz en grito, resultan tan impagables, aún más cuando vienen acompañados por esa actitud entre relamida y refinada, que no esconde un soberbio punto de caprichoso infantilismo, que se hace incomprensible que la Academia olvidase este descacharrante trabajo de María Luisa Ponte en beneficio del menos logrado de su compañera en el reparto Verónica Forqué.


Tampoco se comprende la ausencia entre las nominadas de algunas de las actrices del glorioso reparto de El bosque animado, de José Luis Cuerda, finalmente la ganadora del Goya a la mejor película. No hubiera desmerecido tal honor el diminuto empeño, de gran efectividad humorística, realizado por Amparo Baró, actriz que se marca un divertidísimo retrato de la típica señorita cincuentona, solterona y remilgada procedente de la gran ciudad y que se encuentra indefensa ante los “peligros” del campo y el bosque. Con la estimable colaboración de su compañera de fatigas en el reparto, Alicia Hermida, la Baró nos regaló algunos de los momentos más decididamente jocosos de la película y, aunque la profundidad y el realismo brillen por su ausencia en su trabajo (tampoco el tiempo del que dispone en pantalla así se lo permitía), sí que es cierto que su “caricatura” goza del inmediato favor del espectador debido a la cercanía y a lo reconocible de los aspectos externos que conforman la actuación de Amparo Baró.

Por supuesto, de este éxito bebe también el trabajo de Alicia Hermida, que junto a la Baró, nos obligó a pasar de la sonrisa cómplice y tierna en la que nos manteníamos durante todo el visionado de El bosque animado a una sonora y estrepitosa carcajada gracias a su estereotipado, sí, pero fiel, calcado retrato de esas señoritas melindrosas de ciudad que se vuelven quisquillosas ante los hábitos campestres. Sus secuencias, siempre en perfecta sintonía con la Baró, estaban cargadas de una sana y complacida ironía, hasta la secuencia nocturna, cuando ambos personajes, fuertemente autosugestionados, creen ser víctimas de los fantasmas que habitan en el bosque; aquí el disparate cobraba protagonismo y Hermida se revelaba como una enorme cómica, derrochando frescura y surrealismo a partes iguales, que bien hubieran merecido una justa candidatura al Goya.


Como también la merecía Encarna Paso, que en El bosque animado daba vida a esa tía avara y mezquina que trata a su sobrina de forma casi tiránica, dotando a su trabajo de una fuerza y una energía supremas, que nos estampan la actuación de la actriz haciendo casi imposible olvidarla. Son pocas las secuencias donde podemos disfrutar de la frialdad perversa y desconfiada con la que lleva a cabo toda su participación en el filme, pero la del reencuentro con su sobrina se erige pronto en la mejor de las que protagoniza, pues la altanería y la soberbia con las que había venido jugando la intérprete desaparecen de su rostro en el mismo plano para dejar paso a una sorprendente turbación, no poca envidia y algo de falso arrepentimiento. Todo ello en unos pocos, escasos, segundos. Este maravilloso momento daba fe de la estupenda categoría de una de las más desaprovechadas actrices del Cine Español.

Aprovechamiento artístico es como debe llamarse al regreso cinematográfico efectuado por Teresa Gimpera en Asignatura aprobada, de José Luis Garci, donde lograba dar muestras de una estupenda y maravillosa madurez interpretativa, muy alejada de la indecisión de su primera etapa, y es que, a pesar de lo poco desarrollado que está sobre el guión su personaje, la actriz lograba, de forma sencilla y serena, quedar como lo mejor de una película que pecaba en exceso de trascendente. Como esa fiel y leal amiga del protagonista, Gimpera aportaba el glamour y la elegancia que corresponden a su categoría artística, pero también sabía aprovechar la ocasión y marcarse un bonito y emotivo speech sobre la pérdida de la belleza y la desencantada madurez en una de las mejores y más recordadas secuencias de la película. Es de lamentar que, tras este desnudo emocional por parte de su personaje, que la intérprete ejecutaba con maravillosa suavidad y entereza, los responsables de la película nos privasen de su presencia. Con todo, la actriz se ganó el Premio de la Crítica de Nueva York a la mejor secundaria y también podría haberse colado entre las finalistas en la misma categoría a los Goya en la única clara ocasión que ha disfrutado para ello.


Tampoco Amparo Soler Leal tuvo suerte en los Goya de 1987. Su olvido el año anterior se repetiría, ahora en la categoría secundaria, cuando tampoco la incluyeron en la lucha final por el cabezón por su romántica y nostálgica actuación en Cara de acelga, especie de road movie espiritual dirigida por su amigo José Sacristán. Como Acacia, Soler Leal se queda grabada en la memoria del espectador al aportar a su personaje un tono casi infantil que, en la segunda parte de su intervención, adquiere un matiz considerable de desdicha, logrando ahí, con tan pocas palabras y con el uso magnético de una mirada francamente expresiva como arma principal, tocar la fibra sensible del respetable inspirando compasión hacia esa mujer que ha perdido por completo la orientación en el presente y vive refugiada de manera inconsciente entre sus recuerdos. Lejos de toda duda, un empeño mucho más interesante y conseguido que el de su compañera de reparto, la nominada Marisa Paredes.


Por último, habría que destacar también el trabajo llevado a cabo por la denostada Pilar Alcón en la del todo fallida Policía, de Álvaro Sáenz de Heredia, como una cabecilla avispada de la red de narcotraficantes protagonista. Un papel muy deslucido, por tiempo en pantalla y por la mala y escasa planificación que le dedica su director, pero con el que la intérprete sabe imponerse fácilmente en lo mejor de una función desastrosa a todos los niveles, sacando del vulgarismo y la obviedad en el que se encuentra su personaje gracias a una generosa dosis de magnetismo erótico, convenientemente salvaguardada por la aspereza de sus rasgos y la actitud represora y dominante a través de la que ejecuta toda su intervención en la película. Por lo menos, Alcón consigue dotar a su personaje de entidad propia y de cierto carisma con tan pocos elementos, todo lo contrario que la pareja protagonista, un novato cinematográficamente hablando Emilio Aragón y una siempre equivocada Ana Obregón, que por mucho que se empeñan sólo obtienen parodias donde debíamos encontrar interpretaciones.