miércoles, 4 de diciembre de 2013

El regreso de una diva fuera de lo común: Rossy de Palma.



No hay en el mundo muchas cinematografías que puedan presumir de haber aupado al estrellato figuras como la de Rossy de Palma. Personaje absolutamente icónico de una peculiar e intransferible época de nuestra cultura reciente, por todos conocida como 'La Movida', la actriz retorna esta semana a lo grande, como no podía ser de otra manera tratándose de ella, al Cine Español, con un personaje secundario en la esperada comedia 3 bodas de más, de Javier Ruiz Caldera, en un cometido que a buen seguro hará las delicias de todos los aficionados que venían preguntándose donde estaba metida tras tantos años lejos de nuestras pantallas, en los que, sin embargo, ha venido evidenciando una clara preferencia por su trayectoria ante las cámaras en otras cinematografías. Ahora, dando vida a la madre de la protagonista, Inma Cuesta, De Palma promete resarcirnos de tan injusto abandono, proporcionándonos una de las interpretaciones más descaradamente divertidas que se recuerdan en nuestro cine, tanto que se la cuenta ya entre las actrices con más puntos para ser una de las finalistas a los próximos Premios Goya en la categoría de reparto.

Con María Barranco y Antonio Banderas, en Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988).

Natural de Palma de Mallorca, Rossy de Palma se dio a conocer a mitad de la década de los 80 en ciertos ambientes de 'La Movida Madrileña' con el nombre artístico de Rosy Von Donna, gracias al éxito obtenido con el grupo musical del que formaba parte, Peor Imposible, con el que llegaría a grabar varios LP's y a realizar una gira por Italia junto a míticas bandas del momento, como Gabinete Caligari o La Frontera. Descubierta por la inquieta personalidad de un Pedro Almodóvar en auge, De Palma debutó oficialmente en el cine con una surrealista y estrambótica entrevista al personaje que interpretaba Eusebio Poncela en La ley del deseo (1987), breve participación de la que nacería un personaje casi mítico de nuestra cinematografía, el de la virginal Marisa de Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988), la exitosa comedia loca de Almodóvar a la que De Palma aportó una altivez de inesperada eficacia cómica y su singular rostro, que muy prontamente le valdría el apelativo de 'picassiana', se terminó imponiendo en una de las marcas señeras del cine del manchego.

Don Juan, mi querido fantasma (1990).

Finiquitada su carrera musical, Rossy De Palma, conocida también fuera de nuestras fronteras gracias al éxito internacional obtenido con Mujeres al borde de un ataque de nervios, que le valió además una nominación como mejor actriz secundaria a los premios otorgados por la Crítica de Nueva York, encarrila su carrera como actriz, que vuelve a contar con un nuevo y divertido empeño secundario para Almodóvar en ¡Átame! (1990) y que conoce continuidad también sobre las tablas, donde debutaría precisamente con una adaptación de la película del manchego "Entre tinieblas" (1992), a cargo de Fermín Cabal. En el cine, debido a un físico que no se prestaba a ser catalogado fácilmente, no tarda en quedar encasillada en personajes pintorescos, obteniendo, por ejemplo, un jugoso y desquiciado personaje de ágil y acróbata devora-hombres en la decepcionante comedia Don Juan, mi querido fantasma (1990), de Antonio Mercero, y haciendo pronto sus pinitos en cinematografías foráneas, como la italiana, donde participaría en Nel giardino delle rose (1990), de Luciano Martino, con la estrella Giancarlo Giannini, y Alcune signore per bene (1990), de Bruno Gaburro.

Con Verónica Forqué, en Kika (1993).

En España, intervino en la costumbrista comedia, de tono alocado, Los gusanos no llevan bufanda (1992), de Javier Elorrieta, demencial híbrido entre la comicidad norteamericana y la española, con un reparto improbable que recogía intervenciones de auténticos y venerables mitos del cine como Anthony Perkins y Roddy McDowall, de auténtica capa caída. Peor aún fue su concesión al humor de baja estofa que representaba Aquí el que no corre vuela (1992), de Ramón Fernández, en medio de un elenco con varias presencias de famosos presentadores de televisión, lo que delataba la naturaleza y pésimo objetivo de la propuesta. De Palma tuvo a bien refugiarse en el cine francés, donde debutó con Sam Suffit (1992), de Virginie Thévenet, para luego efectuar un cameo en la ópera prima de Álex de la Iglesia, Acción mutante (1993) y ser rescatada del oprobio por su mentor, que le volvió a brindar un papel a la medida de sus posibilidades en Kika (1993), donde Rossy de Palma por fin pudo disfrutar de las verdaderas dosis de lucimiento que merecía, incorporando a esa chacha lesbiana de indiscutible penetración en la memoria cinéfila y que le valió, aparte del premio de la Crítica de Nueva York a la mejor actriz secundaria, nominaciones en la misma categoría a los Premios de la Unión de Actores y a los Goya.

El porqué de las cosas (1995).

Tras participar en el desapercibido debut de Dunia Ayaso y Félix Sabroso, Fea (1994), retornó a la cinematografía italiana para prestarse a una caricaturesca colaboración en la execrable parodia Chicken Park (Pollo Jurásico) (1994), de Jerry Calá, surgida a raíz del éxito del multimillonario filme de Steven Spielberg. Pero, como prueba fehaciente de la rotunda fascinación que su característico perfil había provocado en todo el planeta, Rossy de Palma se marcó el tanto de figurar dentro de uno de los emblemáticos y abultadísimos repartos del gran director Robert Altman, que la escogió personalmente para formar parte de esa ácida crónica al mundo de la alta costura que fue Pret-a-porter (1994), ganando, junto al grueso del reparto, un merecido premio por parte de la influyente National Board of Review. Para, acto seguido, ser incluida dentro de otro gran reparto, esta vez a la española (o a la catalana), en la adaptación que Ventura Pons llevó a cabo de la novela de Quim Monzó El perquè de tot plegat (El porqué de las cosas) (1995), sarcástica y magnífica película de sketches que sigue siendo una de las mejores obras del realizador.

Con Chus Lampreave, en La flor de mi secreto (1995).

Regresó a Italia para intervenir en Peggio di così si muore (1995), de Marcello Cesena, antes de regresar al universo almodovariano para un pequeño papel en La flor de mi secreto (1995), en una itervención gritona, exagerada y grandilocuente, retrato afilado y a la vez mimoso de la mujer inculta y primaria, en la que De Palma demostraba las enormes posibilidades de aprehensión que poseía sobre tipos completamente ajenos a ella. Con muy poco margen para una exhibición personal e individual, la actriz logra destacar gracias al ritmo imprimido a sus pocas intervenciones, cargado de una campechanía exultante, una extrovertida ligereza y una comicidad genial, que elevan sus escenas a los altares de la eternidad cinematográfica. Nuevamente candidata a los Premios de la Unión de Actores en la categoría secundaria, Rossy de Palma sumó su segunda y, hasta la fecha, última nominación a los Premios Goya por La flor de mi secreto antes de acceder a una más que merecida condición de protagonista con Un cos al bosc (Un cuerpo en el bosque) (1996), de Joaquim Jordà, thriller social con la actriz en un inesperado papel de una atípica teniente de la Guardia Civil que, literalmente, borda con notable sobriedad en la que, posiblemente, sea la interpretación más depurada y perfecta que ha llevado a cabo la actriz para la gran pantalla, haciéndose obligado incluirla dentro de las grandes olvidadas al Goya de aquélla edición.

Un cos al bosc (Un cuerpo en el bosque) (1996).

Después, la pudimos ver brevemente en Metalmeccanico e parrucchiera in un turbine di sesso e di politica (1996), comedia dirigida por la prestigiosa Lina Wertmüller, y en un curioso cameo en la gamberra Airbag (1997), de Juanma Bajo Ulloa, antes de asaltar definitivamente la cinematografía gala con la co-producción con España La femme du cosmonaute (La mujer del cosmonauta) (1997), de Jacques Monnet, secundando a nuestra Victoria Abril en una comedia hecha a la medida de la estrella. Su recibimiento en el cine francés no pudo ser más entusiasta, pues con su siguiente filme, Hors jeu (Fuera de juego) (1998), de Karim Dridi, volvía a ostentar la condición de protagonista, marcándose otra divertida composición y ganando el premio a la mejor actriz en el Festival de Locarno.

Hors de jeu (1998).

Nuevos papeles de colaboración se sucederían para finalizar la década de los noventa, en la co-producción con Gran Bretaña Talk of Angels (Pasiones rotas) (1998), de Nick Hamm, y en la extraña y metafórica The Loss of Sexual Innocence (Adiós a la inocencia sexual) (1999), del interesante Mike Figgis, antes de formar parte del cuarteto femenino protagonista de la comedia de enredo Esa maldita costilla (1999), de Juan José Jusid, insustancial co-producción española con Argentina que no hacía otra cosa que desaprovecharla. A su regreso a Francia, la esperaban nuevos papeles secundarios, en Nag la bombe (1999), de Jean-Louis Milesi; en el drama protagonizado por nuestra Ángela Molina L'origine du monde (2001), de Jérôme Enrico; en la comedia de humor bestia Le Boulet (El embolao) (2002), de Alain Berberian y Frédéric Forestier; o en la burda parodia Double Zero (Espías super secretos) (2004), de Gérard Pirès.

Le Boulet (El embolao) (2002).

Sus prestaciones al cine de fácil consumo y más rápido olvido nos hicieron olvidar la sensación del desaprovechamiento artístico al que se estaba prestando Rossy de Palma y llegamos a acostumbrarnos a verla aparecer por la pantalla casi como un lustroso guiño cinéfilo. Como en la insoportable comedia People Jet Set 2 (People) (2004), de Fabien Onteniente, la italiana Tu la conosci Claudia? (2004), de Massimo Venier, Les aristos (2005), de Charlotte De Turckheim, o su incorporación a nuestra industria, para intervenir de forma simplemente decorativa en el fallido musical 20 centímetros (2005), de Ramón Salazar. A partir de aquí, De Palma comenzaría a espaciar notablemente sus intervenciones para el cine, no participando en ningún título digno de mención hasta su reencuentro con Pedro Almodóvar en Los abrazos rotos (2009), en una colaboración ciertamente nostálgica de aquél humor esperpéntico que tanto hizo por su carrera en sus comienzos.

Con Penélope Cruz, en Los abrazos rotos (2009).

Y, después de una nueva concesión al humor de brocha gorda francés en No pasarán (2009), de Emmanuel Causé y Eric Martin, pareció reconducir al fin su carrera con su intervención en el musical absolutamente kitsch uruguayo Miss Tacuarembó (2010), de Martín Sastre, y dando vida a una andrógina cantante en Gigola (2010), drama francés de temática homosexual dirigido por Laure Charpentier. Este año, al fin, se ha prodigado en la gran pantalla más de lo que nos tenía acostumbrados, con una participación en la mexicana No sé si cortarme las venas o dejármelas largas, comedia de tono cosmopolita dirigida por Manolo Caro; la holandesa &Me, de Robert ter Hall, cinta romántica protagonizada por nuestra Verónica Echegui, y 3 bodas de más, la cinta que nos la devuelve al cine español en toda su plenitud, mientras rueda de nuevo a las órdenes de Caro la comedia Amor de mis amores, confiando que su retorno a nuestra cinematografía sea recibido con todos los honores que merece la figura de una artista de exclusividad incalificable, una actriz a todas luces singular, definitivamente única.

3 bodas de más (2013).

2 comentarios:

RafaOnFire dijo...

Grande Rossy!!!, espero que no se le escape este año la nominación al Goya.

Unknown dijo...

La cosa está muy reñida, pero al no haber una favorita realmente clara (salvo Terele Pávez, claro está), todo puede pasar. Cruzaremos los dedos! ^^