Karra Elejalde regresa el viernes a los cines.

Repasamos la filmografía del actor cuando regresa a la comedia con "Ocho apellidos vascos".

Palmarés XXIII Premios de la Unión de Actores.

"Caníbal", de Manuel Martín Cuenca, una de las vencedoras con 2 premios.

17º Festival de Málaga. Cine Español.

La Sección Oficial está compuesta por 15 largometrajes muy esperados para este 2014.

17º Festival de Málaga. Cine Español.

Seis títulos integran la sección paralela, competitiva, Zonazine, el espacio independiente.

17º Festival de Málaga. Cine Español.

Málaga Premiere y Estrenos Especiales completan la oferta de novedades del certamen.

lunes, 29 de abril de 2013

Entre el artificio y el vacío: "La venta del paraíso".


Tras el visionado de La venta del paraíso, de Emilio Ruiz Barrachina, uno al final comprende la poco menos que mala distribución que se ha ocupado de ella al llegar a las salas comerciales el pasado 19 de abril. Y es que, con semejante material, extraño es incluso el que haya llegado a gozar de "vida comercial". A priori, esta historia de una inmigrante mexicana estafada que choca de golpe y porrazo con la realidad de un país, el nuestro, que no es el paraíso imaginado, pero encierra no poca "magia", representada por la galería de personajes a cual más estrambótico que la atribulada protagonista se va cruzando en su particular odisea, tenía bastante chicha y podría dar origen a una buena película. Pero en manos de Barrachina, debido al tono empleado para narrar tremenda aventura, la película termina naufragando en sus más que evidentes buenas intenciones, pecando en todo momento de un excesivo uso y abuso de la ambivalencia. Porque el director juega a transformar un drama de contrastado calibre social en un cuento surrealista sin lograr, primero, dar la necesaria hondura al drama y, segundo, encajar adecuadamente los momentos "mágicos" en la trama.


De este modo, La venta del paraíso hace aguas en todos sus frentes, convirtiéndose en un viaje algo confuso y, por desgracia, también soporífero a un lugar completamente imprevisto y, creemos, indeseado por cualquier cineasta: el del quiero y no puedo. El drama de la inmigrante engañada, sin papeles y sin dinero para regresar a su país de origen se desarrolla a través de no pocos lugares comunes, sucediéndose por la pantalla algunos de los tópicos más reconocibles del tema, al mismo tiempo que van cobrando importancia las situaciones paralelas que la infortunada chica irá viviendo rodeada de esos histriónicos y peculiares inquilinos de la pensión en la que ella misma se hospeda, lo que tampoco nos depara sorpresa alguna, pues aquí aprovecha el director para insertar equivocados toques de humor que están a años luz del surrealismo crítico de, por ejemplo, Berlanga y Azcona, quedándose mucho más cerca de un humor en cierta medida escatológico y subdesarrollado. Una verdadera lástima, sobre todo cuando la cinta se abría con un conseguidísimo gag de desopilante humor negro (la confusión de la protagonista sobre el contenido del misterioso paquete que transporta consigo).


De nada sirve que toda la puesta en escena de la película se nos presente en exceso sobrecargada y artificiosa, diríase de inspiración claramente barroca, con movimientos de cámara embriagadores y evocadores, una fotografía preciosista, unos decorados pomposos y exhuberantes, un montaje atiborrado de simbolismos, si al final todo ello adquiere un molesto y desafortunado matiz de falso, hueco y tosco, por lo que a su falta de inadecuación y efectismo se refiere; pues ninguno de estos elementos logran dar sentido, ni tan siquiera la más mínima intención de hacerlo tienen, a unas imágenes que se nos presentan en todo momento sin brío, carentes de una personalidad propia y no impuesta. Porque a Barrachina se le notan demasiado sus referentes (Realismo Mágico a la cabeza) y eso mosquea por la incapacidad del director para traspasar la simple y anodina anécdota y elaborar una película con sustancia, que trate de ir un paso más allá de lo establecido y apueste y arriesgue por un planteamiento formal de verdadero impacto y locura, que es lo que la historia de La venta del paraíso pedía a gritos y no una historia deslavazada y muy puerilmente escrita en un guión, principal obstáculo de todo el producto, que da de sí un filme que, debajo de su envolvente apariencia, no encierra más que banalidad y desidia.


Con semejante material, es normal que su protagonista, la mexicana Ana Claudia Talancón no acierte con el dibujo de un personaje para el que, por otro lado, tampoco da el tipo (ni el físico, por mucho que se empeñen desde el departamento de vestuario y peluquería en presentarnos a esta guapa actriz carente de glamour y atractivo). Talancón hace lo que puede pero no convence ni como inocente y defraudada inmigrante, ni tampoco como mujer traumatizada por un pasado horrendo, por mucho que tire de mohínes para encauzar unas emociones que en su encarnación brillan por su ausencia. El elenco español, empero, trata de salvar sus correspondientes partes, sin conseguirlo, obviamente. William Miller se saca de la manga un sutil y liviano acento argentino y trata de dar carisma a su personaje resultando al final absolutamente descorazonador por la torpeza de sus planteamientos. Carlos Iglesias y María Garralón cumplen sin mojarse, mientras que Txema Blasco acierta al abordar a su rol desde un gratificante sarcasmo y cuya eficiencia es contraproducente por la escasa cancha que el director le ofrece. Mención aparte merece un travestido Juanjo Puigcorbé, que aporta algo de hondura emocional a su estereotipado personaje, sacándolo de la linealidad generalizada de toda la película. Por último, cabe destacar las apariciones puntuales de Saturnino García, Lola Marceli y Mariví Bilbao, todos ellos desaprovechadísimos, en especial la última, a la que una sola escena le basta para comerse con patatas al resto del elenco.


Puntos fuertes a los Goya 2014:
(desierto).

Tráiler de "Tres60": taquillazo veraniego sólo apto para adolescentes.


Ya tenemos taquillazo para el próximo verano. O, al menos, eso es lo que se espera de un producto como Tres60, debut en la dirección de largometrajes de Alejandro Ezcurdia, que cuenta con la producción de Antena 3 Films y que distribuirá la todopoderosa Warner Bros. España a partir de su estreno el próximo 26 de julio. La cinta, producida por Santiago Segura, responsable de su presentación oficial a los medios en el reciente Festival de Málaga, nos contará como un joven universitario, Guillermo, apasionado del surf, descubre de manera casual un antiguo carrete fotográfico. Su revelado destapa enigmáticas imágenes y una cara conocida: motivos suficientes para embarcarse en una peligrosa investigación para descubrir qué esconden las fotografías. En sus pesquisas, Guillermo contará con la ayuda de Daniela, una estudiante de Bellas Artes; y con la pericia informática de su hermano menor. Ninguno de los tres es consciente de que el camino hacia la verdad puede cambiar sus vidas para siempre.


Sinopsis que, a priori, no nos depara nada nuevo y, en vista del tráiler oficial hecho público ya, tampoco nos genera unas altas expectativas sobre la calidad última de un guión que, a simple vista, parece facilón a más no poder, firmado por Luis Berdejo, responsable de la saga [·REC]. No cabe esperar mucho teniendo en cuenta que hablamos de una película cien por cien dirigida a un público adolescente, como evidencia el protagonismo del televisivo Raúl Mérida, uno de los más recientes ídolos quinceañeros por excelencia que ha propiciado la pequeña pantalla gracias a la serie Los protegidos (2010-2012). A Mérida, le acompaña en el reparto Sara Sálamo, otra joven actriz surgida de la televisión, con papel fijo en la última temporada del culebrón andaluz Arrayán (2001-2013). Junto a ellos, otro conocido de las ficciones televisivas para adoloscentes, Adam Jezierski, popular gracias a Física o química (2008-2011), dos veteranos internacionales, un tanto perdidos o desparecidos últimamente, como el portugués Joaquim de Almeida y la estupenda Geraldine Chaplin y la colaboración de uno de nuestros secundarios más eficientes, Manuel Morón. Sin más, os colgamos el tráiler para que alucinéis con la propuesta y lloréis pensando en el verano que nos espera.


El 16º Festival de Málaga echa el cierre con un palmarés discutible aunque esperado.


Sección Oficial: Ellas y el crowdfunding.
Pues llegó el final. El final del 16º Festival de Málaga. El sábado pasado se daban a conocer los ganadores de la Sección Oficial, dando así por cerrada una edición que se ha caracterizado por la austeridad, en todos los sentidos. No corren tiempos de bonanza para el cine español y el Festival de Málaga ha dado buena cuenta de ello. La austeridad se impuso no sólo en el número de películas proyectadas a concurso, menor que el de otros años, sino también en el alcance cinematográfico de la mayoría de las propuestas, donde ninguna logró encandilar cien por cien a una prensa especializada quizás, también, demasiado reacia ante la producción nacional. Huelga decir, por tanto, que el reparto de Biznagas llevado a cabo por el Jurado, presidido por Joaquín Oristrell, ha resultado bastante desalentador, una lástima, cuando muchos de nosotros teníamos bastantes expectativas puestas en los títulos presentes en esta edición para corroborar el (deseado) buen estado de nuestra cinematografía. Pues no, no ha habido consenso salvo en la afirmación de que ninguna de las películas a competición ni tan siquiera rozaba la tan anhelada redondez. Y, aunque nunca llueve a gusto de todos, al menos la película ganadora del gran premio del festival, la Biznaga de Oro, ha sido 15 años y un día, de Gracia Querejeta, quizás la cinta más solvente de la competición, quizás también la más dignamente premiable con tremendo galardón según la crítica, como evidencia el que ganara también el Premio que cada año entregan los medios acreditados en el certamen.

15 años y un día ganó otros dos premios más (guión y música) y no vio recompensada la labor de ninguno de sus intérpretes y eso que tanto Maribel Verdú como Fernando Valverde se habían colado en las quinielas previas al anuncio del palmarés. No erraron las predicciones, como la nuestra, que abogaban por Candela Peña como flamante vencedora de la Biznaga de Plata a la mejor actriz por Ayer no termina nunca, cinta de Isabel Coixet, que se erigió el sábado en la segunda gran vencedora de esta 16ª edición al ganar el Premio Especial del Jurado, así como otros dos galardones en el apartado técnico (fotografía y montaje). Sin embargo, resta algo de mérito a la Biznaga de Candela Peña el que el Jurado haya decidido entregar dicho premio de manera ex aequo a dos actrices. Así, el protagonismo de la actriz en Ayer no termina nunca resulta la mejor interpretación femenina de la Sección Oficial junto a la ofrecida por la guapa Aura Garrido en Stockholm, sin lugar a dudas, uno de los premios (gratamente) sorpresas de este año.
Aparte del premio a la mejor actriz, la arriesgada y valiente Stockholm ha saldado su paso por el Festival con otro premio gordo: el de mejor director para Rodrigo Sorogoyen. A los que hay que sumar el correspondiente al mejor guión novel, un accésit del Premio de la Crítica y el Premio del Jurado Joven, convirtiendo a Stockholm en el tercer gran título de esta edición, evidenciando la inclinación de un Jurado que, si bien ha otorgado las mayores odas a dos consolidadas y reputadas directoras de nuestro cine, también ha sabido recompensar los nuevos y casi forzosos modus operandi que vienen produciéndose en el sector a la hora de poner en pie un proyecto cinematográfico, como en este caso un sistema de financiación a través de microdonaciones. Algo a lo que también parece responder el que los premios a la mejor actriz de reparto y al mejor actor de reparto hayan recaído en el elenco al completo de Casting, ópera prima de Jorge Naranjo, que ha logrado rascar algo de un palmarés que prácticamente han monopolizado los tres títulos anteriores, pero que no deja de ser un premio agridulce para algún que otro sector de la crítica pues, según leemos en losExtras, "no todos los intérpretes de la cinta están a la misma altura y no refleja una de las mayores alegrías de esta edición: el descubrimiento de la luminosa y arrolladora Esther Rivas, que debería haber recogido hoy un premio con su nombre en solitario".
Para sorpresa de muchos, la Biznaga de Plata al mejor actor ha ido a parar a las manos de Mario Casas, por La mula, obteniendo así el segundo gran premio interpretativo de su carrera (tras el reciente Fotogramas de Plata al mejor actor de cine). Sorprendente más que por el propio trabajo del actor, unánimemente elogiado por todos los expertos, por significar un premio para una producción tan denostada por sus continuos avatares judiciales y donde, por lo visto, se hace patente en su visionado, la no supervisión en su acabado final de la mano de su principal autor, el director Michael Radford. Y ha sorprendido también el Premio del Público, entregado este año al drama Diamantes negros, de Miguel Alcantud, cuando suele ser habitual que este premio reconozca a cintas adscritas al género cómico. Así, nuestra favorita a este galardón, Somos gente honrada, de Alejandro Marzoa, se ha ido completamente de vacío del 16º Festival de Málaga Cine Español.


Palmarés Completo:

Mejor película: 15 años y un día.
Premio especial del Jurado: Ayer no termina nunca.
Mejor dirección: Rodrigo Sorogoyen, por Stockholm.
Mejor actriz protagonista (ex aequo): Candela Peña, por Ayer no termina nunca, y Aura Garrido, por Stockholm.
Mejor actor protagonista: Mario Casas por La mula.
Mejor actriz de reparto: Las actrices de Casting.
Mejor actor de reparto: Los actores de Casting.
Mejor guión: 15 años y un dia.
Mejor guión novel: Stockholm.
Mejor música: 15 años y un día.
Mejor fotografía: Ayer no termina nunca.
Mejor montaje: Ayer no termina nunca.
Premio de la crítica: 15 años y un día.
Accésit del premio de la crítica: Stockholm.
Premio del público: Diamantes negros.

Mejor documental: A la sombra de la cruz.
Segundo premio al mejor documental: Palabras mágicas.
Premio especial del Jurado: El impenetrable.
Premio del Público al mejor documental: Pepe el andaluz.

Premio del Jurado Joven: Stockholm.
Premio ASECAN ópera prima: Hijo de Caín.
Premio Signis: Stockholm.

Zonazine: la risa como protagonista.

La sección paralela Zonazine tampoco quiso faltar a las expectativas y su Jurado decidió que la Biznaga de Plata a la mejor película de la competición fuera a parar a la peripecia cinematográfica del guionista Daniel Castro, Ilusión, que además, recibió el premio al mejor guión. Una buena noticia para esta comedia sin pretensiones, de tono casi amateur que tenía a su mayor rival en otra cinta adscrita al mismo género, aunque en este caso de un modo un tanto más convencional: Esto no es una cita, de Guillermo Groizard, comedia de treintañeros que, no obstante, se hizo con el Premio del Público y con el correspondiente a la mejor actriz, para la veterana (aunque muy poco frecuente en cine) Virginia Rodríguez.
Esto no es una cita no logró, empero, el correspondiente al mejor actor, algo que parecía cantado tras las buenas críticas cosechadas por su protagonista, el televisivo Darío Frías. Dicho galardón fue a parar a manos de Christian Dolz por la arriesgada y valiente propuesta que ha sido Frontera, un interesante estudio de la condición humana en el marco de un ambiente cerrado y claustrofóbico, que destaca además por ser la primera producción española producida e interpretada por un grupo de presos reales en colaboración con profesionales del cine. Impulsada por la productora Corneluis Films y transFORMAS, entidad dedicada a la formación y creación artística en contextos de exclusión social y resolución de conflictos, Frontera se ha hecho también con el premio relativo al mejor director para Manuel Pérez.
Puede agradecérsele al Jurado de Zonazine el que no se premiara el alegato a favor de la comercialidad que era Viral, ópera prima de Lucas Figueroa, pero a lo mejor habría que reprochársele que no se incluyeran en el palmarés definitivo propuestas tan sugestivas como El efecto K, el montador de Stalin, de Valentí Figueres, o la cinta colectiva Al final todos mueren, de Javier Fesser, Javier Botet, David Galán Galindo, Roberto Pérez Toledo y Pablo Vara.

Palmarés completo:

Mejor Película: Ilusión.
Mejor Director: Manuel Pérez, por Frontera.
Premio ‘Alma’ al Mejor Guión: Daniel Castro, por Ilusión.
Mejor Actriz: Virginia Rodríguez, por Esto no es una cita.
Mejor Actor: Christian Dolz, por Frontera.
Premio del Público: Esto no es una cita.

sábado, 27 de abril de 2013

La juventud de Juan Echanove se impuso a la experiencia de Agustín González.


Retornamos a 1987, a aquella segunda edición de los Premios Goya, para recordar los mejores trabajos secundarios de un año que, como el anterior, volvió a ningunear, sin premiarla, la figura de uno de los más destacados intérpretes de la Historia de nuestro cine: Agustín González. Un año en el que, como es norma, también figuran algunos trabajos importantes entre los olvidados a una categoría donde, por el contrario, la redondez apenas hizo acto de presencia.


Un jovencísimo Juan Echanove de 26 años lograba no sólo la nominación sino también el Goya al mejor actor de reparto de 1987 gracias a Divinas palabras, de José Luis García Sánchez. Actor atípico, lo más alejado que podamos imaginar de la imagen del galán convencional, pero dotado de una amplia versatilidad que le permite incorporar cualquier papel que se le cruce en el camino con calculada y admirable convicción, debido a un demostrado talento que le llevó a labrarse en menos de un lustro una muy firme trayectoria artística. Con su físico rechoncho y su cara de bobo, Juan Echanove casaba perfectamente con el aspecto que requería el personaje creado por Ramón Mª del Valle-Inclán hacia 1920 en su obra mítica "Divinas palabras". Si a eso sumamos la enorme capacidad del intérprete para extraer de su interior cualquier tipo de carácter, tenemos garantizado que su trabajo en el film de García Sánchez sería loable. Efectivamente, su Miguelín el Padrones se presenta como un personaje intachablemente construido desde los primeros planos en los que aparece, cuando el telón aún no se ha levantado y continúan apareciendo créditos por la pantalla. Un gañán, un crápula de cuidado, un vividor con tendencias homosexuales y hasta pederastas que vive de lo que va mangando por ahí o de lo que va sacando de feria en feria como afilador, al que Echanove presta su inconfundible vozarrón con prestado acento gallego, así como una mirada entre lasciva y pendenciera, para imponerse en el despilfarro general y sobresalir por méritos propios. Su trabajo es bueno, ofrece continuamente lo que se espera de un tipo como el suyo, participando de la estética esperpéntica que ya caracterizaba al texto original y que en su traslación fílmica se ha respetado. Aunque dispone de poco tiempo en pantalla, Echanove aprovecha lo suficiente sus escenas, a pesar de que sean pocas en las que pueda lucirse en solitario, aportando a sus intervenciones un marcado sentido de la indecencia, de un descaro deslenguado, que torna en sádica acción cuando emborracha hasta la muerte a Laureaniño, el enano hidrocéfalo protagonista. Una vez que el mal está hecho, el rostro de Echanove se descompone y la chulería abandona su cuerpo para dar cabida al miedo, la desolación y la pena, que se hará manifiesta cuando, de madrugada, sea él quien le dé la mala noticia a Mari Gaila. Mérito absoluto del intérprete el resultar al final emotivo dentro de un papel que durante todo el metraje se había mostrado ante nuestros ojos de una forma tan despreciable.


Y aunque el joven actor no desmereciera el Goya, clama al cielo el que en su segunda nominación consecutiva, la Academia no se dignase a premiar como debía al gran Agustín Gónzález y más por un trabajo en el que esa tendencia al descontrol tan suya que veíamos en Mambrú se fue a la guerra, fue brillantemente utilizada por Luis García Berlanga en su siguiente colaboración, la menor pero recomendable Moros y cristianos, donde encarnando a ese hijo mayor codicioso y trepa, González fingía una maravillosa sobreactuación, en un tono acorde con el disparate generalizado de la película, que se manifestaba adecuadamente en los innumerables cabreos que protagoniza, algunos de ellos antológicos. Pasada la tormenta, la posterior quietud y docilidad de su personaje dejaba constancia del estupendo trabajo de equilibrios que estaba efectuando el intérprete, sin abandonar nunca ese matiz grotesco que otorga a su actuación la coherencia necesaria como para sacar al personaje de su cliché. De la mano de Berlanga, Agustín González no ganaría el Goya pero sí se convirtió en el primer intérprete masculino en obtener dos nominaciones al Goya consecutivas en la misma categoría, partiendo en la competición como el principal favorito por legítimo derecho, aunque la Academia desestimara una vez más su candidatura a favor de otro intérprete menos curtido.


Por suerte, el Goya no cayó en las manos del inesperado nominado Pedro Ruiz, figura popular gracias a la televisión que con escasa y poco destacable experiencia interpretativa, lograba con Moros y cristianos, una sorprendente nominación al Goya en calidad de actor secundario, que se quedó finalmente en algo anecdótico, aunque no por falta de mérito, pues no es moco de pavo el que con un papel tan lucido e importante dentro del conjunto de la cinta, compartiendo planos con actorazos de la talla de Fernando Fernán Gómez, Agustín González o José Luis López Vázquez, no sólo no quedes reducido a la altura del betún, sino que además logres mantener el tipo y salir bastante airoso del empeño. Pero, ¡claro!, la inexperiencia lo dice todo y la nominación de Ruiz al Goya se nos antoja producto de una acertada y eficaz campaña promocional debido a que su participación en la cinta de Berlanga jamás llega a ser cómica por sí misma y sólo resulta plenamente disfrutable cuando participa del disparate generalizado al lado de otros compañeros en el reparto, más curtidos y dotados. No obstante, en su favor diremos que sí que consigue un trabajo sobrado de naturalidad, dinámico y, en ocasiones, hasta efectivo. Pero del todo desmerecedor de un reconocimiento como éste, sobre todo teniendo en cuenta a algunos de los trabajos olvidados aquella segunda edición de los Premios Goya.

Los Olvidados.

El primero de todos ellos, ¡qué duda cabe!, fue otro grande: José Luis López Vázquez, que en Mi general, de nuevo con Jaime de Armiñán, superaba el cómodo convencionalismo en el que de una forma molesta está inmersa toda la puesta en escena de la película, y alejándose completamente del exceso formal, cercano a la sobreactuación, del que hacen gala la mayoría de sus prestigiosos compañeros de reparto, traspasaba el estereotipado dibujo de su personaje a través de una serenidad encomiable. Con el papel más especial, el que menor abuso ejerce de su condición castrense, López Vázquez se permitía el lujo de imprimir a su composición la calidez y hondura humana que habrían necesitado el resto de trabajos interpretativos incluidos en el filme para hacer de éste una película medianamente interesante. A través de la sobriedad y la entereza justas, el intérprete ahonda en la frágil voluntad de su general, exponiendo sin coartadas ante las cámaras una personalidad afectada, carcomida por un miedo atroz a la irreversible muerte y un desconcierto absoluto ante ese estado en la vida en el que uno se ve acompañado de forma obligada por el sentimiento de lo efímero, por la certeza de que todo lo que acontece a tu alrededor tiene los días contados. La vulnerabilidad con la que el actor impregna cada una de sus intervenciones aporta una emoción tranquila a su composición, alcanzando cotas magistrales en determinados momentos en los que la soledad y la impotencia del personaje campan a sus anchas por la escena, ya sea a través de un arrebatado e irracional berrinche acerca de la constante renovación técnica sufrida por el Ejército o por un balanceo nocturno en la butaca cargado de ausencia. No es extraño, por tanto, que ante este triste aspecto de su actuación, a uno se le alegre el corazón al verlo disfrutar despreocupado con las gamberradas perpetradas por todo el elenco hacia la mitad del metraje, alegría suprema que parece colmar una existencia vacía y sin perspectivas para la que esta vuelta al jardín de infancia parece suponer una segunda oportunidad. La brillantez exhibida por López Vázquez en ambas partes, la tremenda veracidad con la que se apropia de las pequeñas ilusiones que van salpicando su paso por ese cursillo para generales tan peculiar, así como la conmovedora perfección con la que expone el dolor que sacude su cabeza hasta esa escena final resuelta con triste pero esperanzadora sencillez, hacen obligado señalar su olvido entre los nominados al Goya al mejor actor de reparto como uno de los más injustos de aquella edición.


Pero también brilla con especial intensidad en este apartado el nuevo, más lucido y conseguido, encuentro de Antonio Banderas con Pedro Almodóvar, que pasó completamente inadvertido para la Academia, al igual que el grueso de la película. Y sí es cierto que Banderas hubiera merecido figurar entre los candidatos al Goya al mejor actor de reparto de 1987 por La ley del deseo, película que demostraba que el intérprete podía resultar óptimo en personajes límite, en este caso un joven tan obsesionado con un veterano director de cine que llegará incluso a cometer asesinato para poseer el amor que tanto codicia. Tierno y encantador en los primeros momentos, aunque denotando siempre cierta inestabilidad emocional, el actor se revela sádico y salvaje a mitad del metraje, ganando puntos su trabajo a partir de este tramo porque todo el atractivo físico de Banderas, y que el cineasta manchego no duda en exponernos de manera explícita, se torna peligroso y trastornado, lo que añade al trabajo del malagueño un plus de atracción. Mérito suyo es además el hecho de que pudiendo descontrolarse gestual y vocalmente en algunos momentos de su intervención, Antonio aplaca sus ademanes y proyecta su voz de manera limpia, lo que invita a congratularse con el crecimiento artístico de la estrella.


A pesar de ser la gran triunfadora del año, El bosque animado, de José Luis Cuerda, procuró pocas alegrías a su abultado y brillante reparto (a excepción del Goya al mejor actor para Alfredo Landa). Así, nos es obligado incluir en esta frustrante lista al también joven Fernando Valverde, que llevaba a cabo un trabajo formidable como ese pocero cojo que lleva por nombre Genaro, enamorado hasta las trancas de una vecina. El hermoso brillo que refulge en los ojos del intérprete para evidenciar la pasión y el deseo son dignos de elogio, pues encierran no poca idolatría y mucha candidez, reforzada por los momentos de galanteo y cortejo en los que el actor poco actúa de galán y sí mucho de bisoño mocito. Indispensable trabajo, enaltecido por una naturalidad aplastante que incluye hasta una más que verosímil cojera, que obliga a hablar de verdadera injusticia sobre su ausencia entre los nominados, pero que le prepara para una futura, aunque escalonada carrera cinematográfica.


Otro actor digno de figurar aquí reseñado es el anterior ganador del Goya en esta misma categoría, un Miguel Rellán que se marcó tres secundarios importantes en 1987, uno muy vistoso aunque finalmente poco consistente, más por la calidad final del film que por la ejecución del intérprete, en Cara de acelga, de José Sacristán, como un borracho algo majara y retorcido; un segundo de mayor alcance mediático en la taquillera La vida alegre, de Fernando Colomo, dando vida a ese en apariencia frío y firme ministro de sanidad que se descubre en un consumado mujeriego cuyo retrato, a pesar del oficio del actor, acaba quedándose en un arco algo superficial; y un último decididamente genial e inolvidable en la maravillosa El bosque animado, encarnando al ánima de Fiz de Cotobelo, el fantasma que vaga por el bosque buscando expiar su sentimiento de culpa por no haber cumplido una promesa en vida. La impavidez y la sosez con las que el intérprete lleva a cabo todos sus parlamentos o apariciones acaban por generar un motivo más de gracia dentro del film y su química con Alfredo Landa eleva su trabajo a lo extraordinario, no habiendo desmerecido una nueva candidatura al Goya como actor de reparto.


Inesperado fue el trabajo que acometió Antonio Resines en Luna de lobos, de Julio Sánchez Valdés, donde abandonaba la ligereza de sus acostumbrados empeños protagonistas para dejar constancia de que también podía resultar válido en argumentos serios. El papel de este guerrillero republicano atrapado, junto a otros compañeros, en la áspera montaña leonesa lo ejecuta el actor con estoica parquedad gestual, tanto que juega por momentos con la delgada línea roja de la inexpresividad y es que la rigidez y reserva de las que se sirve el intérprete para llevar a buen puerto su trabajo salen perjudicadas por la frialdad que desprende toda la película. No obstante, queda la mirada de Resines, tan franca y espontánea, para infundir algo de calor a sus secuencias, como aquélla en la que prácticamente desnuda a la hija del “correo” que les cobija. Era difícil aquel año, pero este trabajo hubiera podido proporcionarle una primera nominación al Goya como actor de reparto, lástima que la eficacia última de su actuación resultara disminuida debido al tono destemplado que rezuma todo el film.


Algo similar es lo que echa un poco por tierra las posibilidades de su compañero de reparto Álvaro de Luna con su modesto papel de reparto en Luna de lobos, donde daba vida a otro combatiente republicano durante la Guerra Civil, esta vez un maqui recluido junto a otros compañeros en las montañas de León. La sequedad y falta de emoción de la película perjudica el alcance último de las interpretaciones de todo el elenco, como ya hemos dicho, pero De Luna lleva a cabo un excelente trabajo sustentado en la austeridad más acérrima, aunque se cuelen fogonazos de emoción por su expresión en algún que otro aislado momento, que ayudan al espectador a encontrar la empatía con su personaje que la historia en sí misma le escatima. 


También resultó meritorio el Antonio Ferrandis de ¡Biba la banda!, de Ricardo Palacios, aunque sólo sea por conseguir que su trabajo fuese de lo poco salvable de una comedia que tiende al lugar común y a lo chabacano por momentos, y donde el intérprete, en la piel de ese comandante entusiasta, director de la banda titular, es lo único que garantiza el dibujo de una sonrisa en el rostro del respetable. Aparte de entrañable, Ferrandis se muestra especialmente cómico apechugando con los mil y un obstáculos a los que se enfrenta su personaje para llevar a buen puerto los obligados ensayos de la banda. Junto a Florinda Chico, a la sazón su esposa, el actor da forma a una serie de momentos realmente inspirados, como ese rezo desesperado casi al final de la cinta.


Por último, resulta obligado incluir aquí la vuelta al ruedo, después de varios años alejado de las pantallas, de la estrella Andrés Pajares gracias a la mediación de Berlanga, que lo reclutó para su reparto coral de Moros y cristianos, donde el actor aportaba un elemento innovador a su perpetuo registro de “salido” encarnando al primo retrasado y “salido” de la familia turronera protagonista, logrando protagonizar momentos ciertamente divertidos que llegan a inspirar no poca ternura, gracias a la concienzuda economía gestual llevada a cabo por la estrella, que llega a participar del excelente nivel interpretativo de todo el film, ganándose un merecido hueco entre estos olvidados por la Academia en la categoría al mejor actor secundario de 1987.

viernes, 26 de abril de 2013

16º Festival de Málaga: nada nuevo bajo el sol.

Día 6: falta de entusiasmo y redondez.


Ayer le llegó el turno a una de las películas más esperadas de la Sección Oficial a concurso, 15 años y un día, lo nuevo de la directora Gracia Querejeta, que, como viene siendo habitual en el certamen, también ha dividido a la crítica especializada. Desde losExtras señalan que "resulta algo menos redonda que sus cintas anteriores. Las razones para explicarlo son tan sutiles como el propio cine de la directora. Es fácil diagnosticar que la película resulta de la suma de elementos excesivamente dispares: cada tramo tiene no sólo su argumento sino su tono y hasta su ritmo". Mientras que en La Opinión leemos prácticamente la misma idea: "lo que yo particularmente echo en falta en el cine de Querejeta es mordiente, algo que rompa el clima excesivamente civilizado y amabilísimo de sus películas", aunque se concluya la reseña salvando en cierta medida la propuesta: "es un producto satisfactorio, honesto porque cumple lo que promete sin trampas ni cartones, y con unas interpretaciones meritorias –especialmente, cómo no, la de Maribel Verdú" y se la considere desde esas páginas como el título favorito a ganar el premio más importante del festival.


Presentada como su película más personal, Querejeta contaba en declaraciones recogidas por el Diario Sur que “todo comenzó con una anécdota que le conté a Antonio (Mercero) sobre mi hijo. A partir de ahí trabajamos un texto que no ha sido fácil levantar, por la dificultad que supone rodar en los tiempos que corren. Hemos tenido que ajustarnos a un presupuesto muy definido, pero los directores tenemos dos opciones: o nos adaptamos o nos quedamos en casa, y yo no tengo ganas de quedarme en casa”, lo cierto es que 15 años y un día despierta no poco interés, primero por asistir una vez más a una cinta que cuenta con el sello inconfundible de su directora, que tan buenos adeptos tiene en nuestro país, y segundo por un reparto en el que destaca, aparte del protagonismo de la Verdú, la recuperación para el cine de un grande de la interpretación como es Fernando Valverde, secundados ambos por las experimentadas Susi Sánchez y Belén López. Todos llegarán a los cines el próximo 14 de junio.


El otro título a concurso del día fue Stockholm, la nueva película de Rodrigo Sorogoyen, una de las primeras cintas puestas en pie a través del sistema de microdonaciones (crowfunding), dotada con un presupuesto de 60.000 euros, del que alrededor de un 20 por ciento corresponde al micromecenazgo, Stockholm se rodó en 13 días. El equipo de producción participó en tareas técnicas como el montaje o la dirección artística. En este sentido, el miembro del comité de selección de la sección oficial, Fernando Méndez-Leite, ha precisado que la inclusión de esta película en el certamen es una apuesta decidida por los canales alternativos de financiación. Aproximadamente 250 mecenas han hecho posible la realización de un largometraje que aún no tiene asegurada su distribución.


El resultado, según los especialistas, tampoco ha sido para tirar cohetes, aunque se alaban la capacidad de riesgo y su decidida voluntad de estilo, como leemos en losExtras: "El problema de Stockholm es que funciona mejor como idea que como película. En pantalla, su discurso a veces se atasca en lo formal, no encuentra suficiente densidad en los personajes ni logra que su ritmo fluya de forma homogénea. Pero, sobre todo, se agradece su valentía y su voluntad renovadora. Y eso prevalece sobre su ingenuidad"; o en La Opinión: "Estimulante y bien perfilada en su concepto, Stockholm, sin embargo, también tiene las trazas de un producto fallido de alguna manera, malogrado". En cierto sentido, una lástima para esta cinta protagonizada por Javier Pereira y Aura Garrido, que tampoco ha logrando levantar el entusiasmo hacia una Sección Oficial demasiado lánguida y desenfocada.

Zonazine: el final está cerca, literal.


Fiel a su estilo, Zonazine presentó ayer la película de varios directores Al final todos mueren, un largometraje colectivo en el que cuatro directores de renombre en el mundo de los cortometrajes plasman sendas historias que se suceden desde que quedan 42 días para que un meteorito acabe con la vida en la Tierra hasta tres horas antes del final. Apadrinados por Javier Fesser, quien se encarga de dirigir el prólogo de la cinta, Javier Botet, David Galán Galindo, Roberto Pérez Toledo Pablo Vara nos ponen en la piel de un psicópata centrado en finalizar su plan maestro, la búsqueda del amor que guía los pasos de un gran grupo de románticos, la encarnizada batalla por ocupar una de las plazas salvadoras de algún búnker y una mujer que va a traer al mundo al último ser humano en una película claramente apocalíptica, que con escasísimo presupuesto, busca ahora distribución. En el reparto, compuesto en su mayoría por caras desconocidas, sobresalen los rostros de los populares Manuela Vellés, Miguel Ángel MuñozMacarena GómezAlejandro Albarracín Juan Blanco, que venía de presentar el día anterior Viral en la misma sección.

Málaga Premiere: ¿telefilme nacionalista?



La sección paralela Málaga Premiere presentó ayer al público la nueva película del director catalán Ventura Pons, Un berenar a Ginebra (Una merienda en Ginebra), que habla sobre la vida de Mercè Rodoreda, considerada la escritora de lengua catalana contemporánea más influyente, a través de una larga conversación entre ésta y el crítico literario y editor Josep Maria Castellet, al que invitó a merendar a su residencia de Ginebra. La película, rodada en catalán y producida por Televisió de Catalunya, ha levantado ampollas por su velada apología del idioma catalán en detrimento del español, como leemos en El Blog del Cine Español. Fuera de esta polémica pueril, lo que parece dejar bien claro la cinta es que cuenta con una mastodóntica interpretación de la actriz Vicky Peña, convenientemente secundada por Joan Carreras y Cristina Plazas.





El Cine Español y Europeo campa a sus anchas en las marquesinas.

¡¡¡Ya es viernes!!! Y este fin de semana, en España, estamos de enhorabuena. Sí, ya sé que las cosas no andan muy bien por ahí, en la taquilla, pero vamos a ser optimistas, porque la cartelera se renueva con ocho títulos más y, esta es la buena noticia, tres son españoles, dos franceses, uno italiano, otro danés y un último norteamericano. Sí, sí, habéis leído bien. Sólo un estreno USA se cuela esta semana en las marquesinas, así que a ver si a nuestros productos les da por aprovechar la coyuntura y levantan un poco los ánimos del personal. Y es que, además, los tres títulos españoles que recalan en las carteleras este fin de semana parecen estar dirigidos a audiencias diametralmente distintas, lo que puede jugar a favor de las tres y lograr que ninguna de ellas se quede sin encontrar su merecido hueco, su indispensable público, en las salas.

La(s) peli(s) del finde.


Con el Festival de Málaga a punto de clausurarse, aterrizan comercialmente dos de las propuestas que compiten por colarse en el palmarés final, precisamente el fin de semana en el que conoceremos el fallo del Jurado, que de incluirlos entre los premiados, quizás sirva de acicate para llevar a la gente en masa a los cines en busca de las propuestas nacionales. El más esperado de ellos es, ¡qué duda cabe!, Ayer no termina nunca, último trabajo de Isabel Coixet, cuyo nombre ya de por sí supone un gancho difícil de pasar por alto. Aunque no arrancará con unas cifras muy elevadas en su estreno, lo más seguro es que la película guste a los incondicionales de la directora catalana, genere entre ellos un buen boca-oreja y logre hacer una carrera comercial bastante digna, sobre todo tratándose de una producción en modo alguno ambiciosa, al menos desde un punto de vista económico. En esta ocasión, la directora vuelve al terreno que mejor conoce, contarnos una historia de amor desde el personalísimo universo que la caracteriza, para a través de ella o, tomándola como excusa, explorar un futuro próximo (2017) masacrado por la crisis económica. Carlos Boyero, como es costumbre, se mostró absolutamente en contra de la propuesta de la directora en su pertinente crónica del Festival de Berlín (donde la película fue programada en la Sección Panorama), publicada en El País, mientras que Luis Martínez, durante la cobertura del mismo certamen, en su correspondiente crónica en El Mundo, tampoco se mostró excesivamente receptivo. Un poco menos duro se muestra José Arce en La Butaca. De todos modos, no descubro nada nuevo si atendemos al natural rechazo que la crítica española suele procurar a los films de Coixet. En Málaga, la película fue recibida con aplausos y elogios, así que mientras la crítica le da la espalda, nosotros abogamos por juzgarla por nosotros mismos, sobre todo para asistir al cacareado duelo interpretativo de su pareja protagonista: unos, parece ser, Javier Cámara y Candela Peña, en auténtico estado de gracia.


El segundo título español, que también viene de dividir al personal en su pase dentro de la Sección Oficial del Festival de Málaga, es Combustión, lo nuevo del artificioso y efectista Daniel Calparsoro, que esta vez llega respaldado por una importante campaña promocional a través del grupo Antena 3. Sí señores, Combustión llega a las salas dispuesta a reventar las taquillas. ¿Lo logrará? Mirad que tenemos ejemplos recientes de títulos que prometían el oro y el moro y luego se han quedado con una mano delante y otra detrás. Por el bien de los creadores de Combustión (y por el del índice de la recaudación española), esperemos que el batacazo no se vuelva a repetir. En principio, la película posee numerosos ingredientes para atraer al público (sobre todo, al joven) a las salas: acción trepidante, carreras de coches que se prometen adrenalínicas, una historia que vagabundea por el territorio del thriller y un trío protagonista de absoluto infarto tanto para ellas (nada menos que los guapos Alberto Ammann y Álex González), como para ellos (Adriana Ugarte, más sexy y explosiva que nunca). ¿Colará la fórmula? El cóctel puede resultar molotov, pero recordemos que el encargado de agitarlo ha sido el eficiente Calparsoro, al que se le presume bastante crédito en productos de estas características, sobre todo después de títulos como Invasor (2012) o Guerreros (2002), algo así es lo que se desprende de las palabras publicadas en El País por Gregorio Belinchón en su crónica del presente Festival de Málaga, mientras Arce, en La Butaca, no se muestra tan considerado con el resultado final de la película, como tampoco la salva Juan Carlos Ferrer en Mundocine.


El tercer y último título nacional también va dirigido a una audiencia eminentemente joven, pero juega a las de ganar, pues apuesta por uno de los géneros predilectos de este target de audiencia: el terror paranormal. Se trata de Emergo, debut en la dirección del catalán Carles Torrens, que lleva a la pantalla un guión escrito nada menos que por Rodrigo Cortés, sí, sí, el director de Buried (2010), quién también firma el montaje de la cinta. La película, rodada en inglés con el concurso de un desconocido reparto internacional, donde tienen cabida los españoles Fermí Reixach y Francesc Garrido, atrajo no pocos adeptos a su paso por el Festival de Sitges del 2011, de donde, no obstante, salió sin ningún premio, pero dejando claro el potencial de su director, como recogían en su pertinente crónica del festival en la web losExtras. La cinta nos cuenta cómo tres expertos en lo paranormal intentan ayudar a un hombre viudo y sus dos hijos a entender qué sucede en su casa, donde las cosas se mueven solas y sucesos extraños tienen lugar. Todo ello, a través de una puesta en escena que bebe claramente de influencias muy reconocibles en el género gracias a títulos recientes como la saga Rec (2007), de Jaume Balagueró y Paco Plaza, o Paranormal Activity (2007), de Oren Peli. Quizás Emergo no aporte nada nuevo al género, pero seguro interesará a los fans del fantástico, como bien parece ocurrirle a Arce, desde La Butaca.

¿Bienvenido, Mr. Marshall?

Bueno, hoy vamos a ser buenos. Pero porque ellos lo han sido primero y no nos han bombardeado con sus megaproducciones con presupuestos de escándalo o, peor aún, con sus productillos de relleno que no hay ni por donde coger. Como viene siendo norma, de Estados Unidos nos llega un más que previsible taquillazo, previsible porque se estrena en nuestro país una semana antes que en el suyo: Iron Man 3 (¿Ya van por la tercera?), que esta vez dirige Shane Black, director con la estrambótica comedia negra Kiss, Kiss, Bang, Bang (2005) en sus créditos. Vaya por adelantado mi más profundo respeto ante esta saga por el simple hecho de dar de comer (y muy bien) a actorazos como Robert Downey Jr., Ben Kingsley, Gwyneth Paltrow o Don Cheadle, que, ciertamente, no se vieron en otra y es que participar en esta franquicia les ha devuelto la vida, cinematográficamente hablando. Dicho esto, he de reconocer mi más inabarcable indiferencia ante la colosal llegada a los cines de esta película. Claro, que ni soy fan de los cómics originales, ni tan si quiera he visto las dos anteriores películas (ni The Avengers (Los vengadores), de Joss Whedon, de la que también es secuela). Y tampoco creo que lo haga como excusa para poder ver esta tercera entrega, por mucho que la crítica norteamericana se haya deshecho en elogios con ella, como demuestran las críticas escritas por el prestigioso Todd McCarthy en The Hollywood Reporter, destacando la excelente interpretación de Downey Jr., o el siempre interesante, el británico Peter Bradshaw en The Guardian. Sí, la recepción de esta gran superproducción entre la prensa especializada ha sido escandalosamente positiva, pero con tres nuevos títulos nacionales en las marquesinas, yo me quedo con el producto interior, por muy bruto que éste llegue a ser (llamadme patriota, si queréis).

Aunque, eso sí, también hay que tener en cuenta la estimulante oferta que nos llega a los cines desde la Vieja Europa. Como decíamos al principio, este fin de semana nos visitan de casi todas partes. Empecemos por nuestros vecinos, los franceses, que nos ofrecen dos especímenes de los más representativos de su filmografía. Por un lado, se estrena la comedia Les seigneurs (Un gran equipo) (2012), de Olivier Dahan, interesante realizador responsable del Oscar a la mejor actriz que ganó la estupenda Marion Cotillard por La Môme -La vie en rose- (La vida en rosa) (2007). Con Un gran equipo, el director se pasa a la comedia (algo chabacana, de chistes fáciles y burdos) para contarnos la historia de Patrick Orbéra, una vieja gloria del fútbol que no ha logrado reconducir su vida. Sin trabajo y arruinado, ha perdido incluso el derecho a ver a su hija Laura. Apremiado por un juez para que consiga un empleo estable, no le queda otra elección más que irse a una pequeña isla bretona para entrenar al equipo de fútbol local. Si consiguen ganar los tres próximos partidos, habrán conseguido reunir el suficiente dinero para salvar a la fábrica de conservas de la isla, que da empleo a la mitad de sus habitantes, y que está en situación de suspensión de pagos. Patrick se encuentra inmediatamente ante un obstáculo aún mayor: transformar a pescadores en futbolistas casi profesionales. Con semejante sinopsis tampoco es que logre convencernos del todo, aunque la protagonice el español, afincado en Francia (donde es considerado una auténtica estrella del cine), José García. Eso sí, parece que esta vez todas las miradas han ido a parar a uno de los miembros de tan impresentable equipo de fútbol, interpretado por el actor de moda en el país galo: Omar Sy

Mejor pinta tiene L'exercice de l'État (El ejercicio del poder) (2011), de Pierre Schöller, intriga política que fija su mirada en Bertrand Saint-Jean, ministro de Transporte, al que despierta en plena noche su secretario personal para comunicarle que un autobús ha caído por un barranco. No tiene más remedio que dirigirse inmediatamente al lugar del accidente. Empieza así la odisea de un político que debe moverse en un mundo cada vez más complejo y hostil: luchas de poder, caos y crisis económica. Avalada por el Premio FIPRESCI que obtuvo en el Festival de Cannes 2011 dentro de la sección paralela Un Certain Regard y por sus contundentes once nominaciones a los Premios César de la Academia de Cine Francesa, ganando tres: guión original, sonido y actor de reparto (Michel Blanc), la cinta se posiciona como uno de los estrenos europeos más interesantes de los últimos meses por tratarse de una ficción que indaga en la cotidianeidad del poder político, temática muy en boga en el cine francés y que, con la que está cayendo por estos lares, bien podríamos comenzar a poner en práctica también en nuestra cinematografía (que los titulares de la prensa diaria estos meses dan para muchas pelis). No obstante, su recepción ha sido más bien imprecisa y poco concluyente en la prensa especializada, como demuestra la mala crítica que leemos en Film-Foward a la que se opone la buena crítica publicada en Slant Magazine. Habrá que verla para juzgarla, aunque nos sirva de excusa el, aparentemente, excelente trabajo de su protagonista, Olivier Gourmet.

Seguimos de ruta por Europa y recalamos en el país de la bota, Italia, que vuelve a lanzarnos una muestra más de su denostada (por desconocida) cinematografía, esta vez la propuesta llega respaldada por un sonado palmarés de premios dentro del circuito de festivales, entre los que destacan el Premio al Mejor Actor del Festival de Cannes 2010 (compartido con nuestro Javier Bardem en Biutiful), la nominación al mejor actor en los Premios del Cine Europeo 2010 y nada menos que ocho nominaciones a los Premios David de Donatello, los Goya italianos, de los que ganó finalmente tres: director, actor y sonido. Estamos hablando de La nostra vita (2010), de Daniele Luchetti, que llega con nada menos que tres años de retraso a nuestro país (no es la primera ni será la última película italiana a la que le sucede esto en los últimos tiempos y más a partir del cierre de Alta Films, la más importante distribuidora de cine de autor en España). La película nos cuenta la historia de Claudio, un albañil que está muy enamorado de su mujer y espera la llegada de su tercer hijo, cuando un golpe inesperado del destino cambia su vida, lo que provocará que Claudio afronte con rabia la injusticia personal y social que se ha abatido sobre él. Intenso drama que, no obstante, recibió una acogida bastante tibia por parte de la prensa en su presentación en Cannes, como leímos en las crónicas de Boyero en El País o en la de Jay Weissberg en Variety. De todos modos, un premio en Cannes al mejor actor, para Elio Germano, siempre es una buena razón para reconciliarse con una cinematografía como la italiana, tan grandiosa antaño y tan perdida últimamente.

Y cerramos este interesantísimo viaje por Europa en Dinamarca (pero también en Argentina), desde donde nos llega la comedia SuperClásico (Noches de vino y copas) (2011), de Ole Christian Madsen, quizás el estreno más altamente refrescante no ya sólo de la semana, sino también de lo que llevamos de año. Su sinopsis es la siguiente: Christian (Anders W. Berthelsen), un danés de 40 años, viaja a Buenos Aires con Oscar (Jamie Morton), su extravagante hijo adolescente. Su propósito es recuperar a su mujer (Paprika Steen), que los abandonó para convertirse en novia y representante de un famosísimo futbolista argentino (Sebastián Estévanez). Christian se presenta con la excusa de firmar los papeles del divorcio, pero sus planes se verán trastocados debido a una serie de enredos y acontecimientos inesperados. La crítica se ha mostrado ligeramente entusiasta, como leemos en Cinemanía o en Cine Maldito y es que, tal y como está el ambiente, no pasan en balde unas buenas risas, algo que parece garantizar de sobra este título que si bien no dejará una huella remarcable en la Historia del Cine, al menos sabrá mitigar nuestras presentes preocupaciones, y todo gracias a una galería de situaciones de lo más excéntrica.

Pues hasta aquí este repaso puntual a los estrenos de una semana en la que sí o sí estamos obligados a ir al cine, primero para levantar los precarios resultados de los dos fines de semana anteriores y, segundo, porque desembarcan títulos de lo más interesantes que bien que merecen el precio de una entrada. Y recordad: a poder ser, en Versión Original Subtitulada.

¡¡Un saludo, SinVergüenzas!!


jueves, 25 de abril de 2013

"Los jueves, milagro": esbozo de una obra maestra.


Acercarse a la obra de Luis García Berlanga resulta una tarea siempre satisfactoria, salvo en el caso del título que nos ocupa, Los jueves, milagro (1957), forzosamente uno de los títulos menores en la filmografía de tan grande cineasta y no porque la película le saliera rana, sino porque se empeñaron en que así fuera. Visionando Los jueves, milagro a uno le entra no poco cabreo al atisbar lo que pudo llegar a ser una película de estas características de haberse podido llevar a cabo en otro contexto político y social diferente al que imperaba en la España de finales de los cincuenta. Estamos ante la película más masacrada de Berlanga, por ello, también la menos berlanguiana de todos sus títulos, aunque la práctica totalidad de la primera parte de la película permita reconocer la mano infalible del director, lo que da de sí una más que entusiasta, del todo disfrutable, aproximación a una historia que termina decepcionando, sorprendiendo con unos giros de guión del todo inesperados y absolutamente inapropiados tanto para la trama como para los personajes, nada habituales en un director que veía mutilada y mancillada la que a buen seguro podía haber sido una de sus obras cumbres.


Los jueves, milagro se inicia sobre el esquema básico de todas las películas de Berlanga en su primera etapa: un grupo de perdedores trata de mejorar su condición social. Para el caso, las fuerzas vivas del pequeño pueblo de Fontecilla, que vivió tiempos de esplendor gracias a la fama de su balneario, urden un plan para recuperar el turismo perdido: organizar una "aparición mariana". Con semejante punto de partida, no es de extrañar que la Censura quisiera meter mano, siempre velando por los idearios de la impositiva Iglesia Católica del momento. Sin ir más lejos, durante la escritura del guión, el productor de la película, Ángel Martínez, vendió la compañía a una empresa vinculada al Opus Dei, a la que no le gustó en absoluto el mal lugar en el que quedaba la institución religiosa, designando a un padre dominico para la supervisión del guión. Fue así cómo Berlanga y su co-guionista, José Luis Colina, se vieron obligados a elaborar un desarrollo diferente al pensado en un principio, incluyendo un personaje como el incorporado por la estrella foránea Richard Basehart para, a través de él, lanzar un mensaje harto moralizante. Pero la cosa no quedó ahí. Se contrató al director Jorge Grau para que rodara escenas adicionales y se cambiaron incluso algunas líneas de diálogo en la fase de doblaje, desvirtuando (y manipulando de paso) el alcance último de la película en aras del respeto a la ortodoxia cristiana. 


Así, nos llega a nuestros días una película coja, que posee sus grandes (enormes) aciertos en la disección impune de la condición humana que lleva a cabo Berlanga, con malicioso tino no exento de una complaciente ternura. Con un ritmo ágil y desenfadado, el director cabalga por la puesta en escena de Los jueves, milagro arremetiendo a diestro y siniestro: contra la iglesia, contra la educación, contra la corrupción en las altas esferas de poder, contra las mujeres, incluso, que Berlanga era un confeso misógino (¡no se puede ser perfecto!); y siempre con un descacharrante cinismo y un espíritu crítico que de mordaz se nos hace inevitablemente divertido incluso a nuestros modernos ojos del siglo XXI. Porque de no ser por ese tono entre la fábula y el chiste, que invita a visionar Los jueves, milagro siempre con una sonrisa en los labios, a veces incluso una sonora carcajada, seríamos incapaces de mantener el tipo ante una película que nos lanza, como si de misiles se trataran, auténticos dardos acerca de nuestra naturaleza misma, reforzados por una puesta en escena que rebosa influencias de ese Neorrealismo italiano al que la obra de Berlanga fue siempre tan cercana.


Ayuda a la inmediata consecución de estas virtudes el concurso de un nutrido y excelente reparto: Juan Calvo, perfecto y rotundo como ese alcalde de doble moral, Alberto Romea, que exprime al máximo su aristocrática presencia como el dueño del ruinoso balneario, José Luis López Vázquez, actuando en clave naturalista, sin sus luego habituales y reconocibles tics, como ese cura escéptico, Guadalupe Muñoz Sampedro, magistral como esa beata convencida, tronchante diana del realizador durante toda su intervención, Manuel Alexandre, literalmente impagable como el vagabundo testigo de las apariciones del santo. Pero, sobre todos ellos, destaca por razones obvias el gran José Isbert, deliciosamente cómico, desternillante en cada aparición como ese acaudalado y cicatero propietario del pueblo obligado a ejercer del pertinente santo aparecido, protagonizando momentos imborrables ya para la Historia del Cine como la primera y delirante aparición mariana o su conversión drástica al altruismo monetario bajo el influjo pertinente del poder divino.


Una pena que, ante tremenda brillantez, a Berlanga le obligaran a transformar de golpe y porrazo las motivaciones de la práctica totalidad de los personajes hacia el final del metraje, lo que da al traste con el alcance último de una sátira a la que de haber dejado fluir por sus cauces previstos, desde el argumento original creado por el director, bien pudiera haber sido demasiado corrosiva para una España que no estaba dispuesta ni preparada para asimilar un retrato tan descarnado de sí misma, ni aún maquillado a través de la chanza y el esperpento. De este modo, el "final feliz" impuesto por la Censura, así como la alargada y moralista resolución de los conflictos planteados irrita precisamente por despojar a la obra de una conclusión a la altura de su innegablemente gozoso planteamiento, a lo que ayuda la molesta interpretación de un desubicado Basehart, estrella en alza por aquél entonces y cuya presencia no logra ni siquiera rozar la extraordinaria labor del elenco español, algo que también sucede con la intervención (en exceso protagonista) del intérprete italiano Paolo Stoppa, ligeramente sobreactuado y caricaturesco. Queda pues, la sospecha de que estamos ante una de las más vitriólicas y espinosas sátiras del genio de Berlanga, que termina quedando reducida a una sombra lejana tras la "fortuita" intervención de la divina providencia.


Premios obtenidos:

Festival Internacional de Cine de Valladolid:
1958. Mención Especial: Luis García Berlanga.

Premios del Círculo de Escritores Cinematográficos:
1960. Mejor Argumento Original: Luis García Berlanga.