lunes, 23 de diciembre de 2013

Crítica de "Gente en sitios": genial retrato del Hombre absurdo.


Intentar entender qué hay debajo de los numerosos sketches que pueblan Gente en sitios, de Juan Cavestany, supone un ejercicio perturbador, tanto como intentar desentrañar qué se oculta tras la liviana existencia de cada uno de nosotros. Darle lógica a ambas puede suponer un trabajo demasiado arduo por lo que respecta a las conclusiones que sacaríamos. Quizás no nos gustaría ser conscientes de la pasividad e indolencia con la que afrontamos cada paso que damos en la vida. Quizás nos horrorizaría descubrir la significativa inercia con la que acometemos nuestro periplo vital si nos parásemos a reflexionar sobre ello. Sin embargo, si gustan de devanarse los sesos y tratar de dar significado a las cosas que nos pasan, sobre todo aquéllas más insignificantes y cotidianas, aquéllas que nos enfrentan día tras día con nuestros semejantes, visionar Gente en sitios puede ser una genial puerta de entrada al inhóspito debate.


Porque a través de las singulares y, según el caso, tronchantes secuencias que se suceden a lo largo del metraje, algunas interconectadas entre sí, otras nacidas e insertadas directamente desde la libertad más absoluta, Cavestany nos propone un incómodo retrato de la vulgaridad humana, entendida como insignificante peculiaridad inherente a todos nosotros. Recorre con cámara en mano situaciones de muy distinta índole, con la peculiaridad común de focalizar la atención no en lo que se nos muestra sino en lo absurdo de todo ello, convirtiéndose esto en el leit-motiv esencial de una película cuya misión principal es estamparnos en la cara verdades tan dolorosas como nuestra incapacidad universal para no entendernos con el resto de personas, nuestra progresiva pérdida de orientación en un mundo que ya solo percibimos de forma difusa (la metáfora con la bandera española en uno de los últimos sketches parece obvia en este sentido) o la deshumanización vírica que sufrimos como sociedad (equiparada a los zombies cinematográficos en otra de las secuencias), donde resulta desalentador y alarmante no sólo que no paren o paremos de mentirnos, de humillarnos y de darnos hostias día sí y día también, sino aún más grave, que ya ni nos importa.


Gente en sitios, a través de un lenguaje felizmente rudimentario, de tono absolutamente amateur, directo y eficaz, nos viene a abrir los ojos ante esta desagradable realidad con un cúmulo de situaciones que, bien a modo de símbolos o de una forma algo más ilustrativa y convencional, deberían servir de acicate para sugestionar, como mínimo, nuestras conciencias. Aunque sea por la vía de unos gags enquistados en el terreno de lo abstracto, a través de un humor casi metafísico, que tiene sus mejores bazas en la contraposición exhaustiva de la lógica con lo impensable (los ladrones que entran a robar un piso que terminarán por limpiar, el camarero que no deja de tomar nota de la comanda, el tipo que miente a su amigo sobre una oportunidad de trabajo y vagabundea con él de un sitio para otro, el voluntario abandono de un inquietante compañero de viaje en una gasolinera) y donde el guiño al espectador nace de la ausencia premeditada de clausura en cada una de las historias, como invitándole también a él a formar parte, con sus neuras, sus problemas y sus particularidades, de este cúmulo de gente en sitios.


Y es que, a pesar de la visible carga esperpéntica que sobrevuela el trazado de la gran mayoría de los personajes, no es difícil verse reflejado en ellos, a poco que nos descuidemos y prestemos algo de atención. Personajes interpretados por un nutrido elenco de actores en los que, a pesar de ser muchos de ellos rostros especialmente significativos del actual panorama artístico español, apenas cuesta vislumbrar la naturalizada y fresca asimilación de sus anónimos y ordinarios personajes; ejerciendo entre todos (desde las estrellas hasta los más desconocidos) como un caleidoscópico prisma sobre la falsamente compleja y arribista condición humana. Hay un componente sobrenatural que otorga cierta unidad a la película y cuya interpretación dependerá de cada uno, como lo será también el alcance último de una película difícilmente catalogable, pues por momentos podría tildarse de una incongruente broma pesada y, por otros, de una genial y venerable obra que basa sus grandes virtudes en la arbitrariedad manifiesta de toda su propuesta. Sin embargo, su acuciante capacidad para sortear la indiferencia la hace única e imperecedera: Gente en sitios funciona con precisión terapéutica, porque, como los seres que la pueblan, también nosotros vamos a necesitar que alguien nos enseñe a caminar, a beber agua de un vaso y hasta a dormir.


Puntos fuertes a los Goya 2014:
- Mejor Película.
- Mejor Director: Juan Cavestany.
- Mejor Guión: Juan Cavestany.
- Mejor Montaje: Raúl de Torres.

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