martes, 17 de septiembre de 2013

Fiel al momento actual, "La gran familia española" también anda en crisis.


Tiene el cine de Daniel Sánchez Arévalo la virtud de hablarnos sin tapujos y sin pudores de aspectos decididamente incómodos y de difícil digestión para el ser humano normal y corriente, pero siempre desde una perspectiva impunemente tragicómica, lo que ha dotado siempre a sus películas de un alma, una especie de vida propia, desmarcándolas del grueso de la producción nacional del momento y significando pequeños oasis en un desierto donde la comedia y el drama difícilmente se dan la mano o, al menos cuando lo hacen, no llegan a encajar, a ensamblarse de forma sincronizada. La gran familia española, cuarto largometraje del joven realizador, sigue jugando en la misma liga que los anteriores, pero, muy a nuestro pesar, se queda por debajo de las expectativas, no solo las impuestas por una campaña promocional ciertamente envidiable (con preselección a los Oscar incluida), sino a las debidas por una filmografía previa en verdad estimulante y en la que, aún hoy, sobresale como su mejor obra aquella imperfecta pero brillante película que fue Gordos (2009).


Porque a diferencia de esta última, en La gran  familia española Sánchez Arévalo vuelve a intentar conjugar elementos dispersos inherentes a géneros tan dispares como son la comedia y el drama pero sin alcanzar el equilibrio descorazonador que imperaba en su segunda película. Así, la comedia naufraga en sus múltiples intentos por arrancarnos carcajadas, con gags y guiños al slapstick más clásico metidos con calzador (el personaje de Raúl Arévalo, en un cameo que podrían haberse ahorrado), así como enredos sentimentales y existenciales que no alcanzan la altura de los grandes ejemplos de la comedia romántica a los que de manera inevitable tiende a hacer referencia sutil, desde Annie Hall (1977), de Woody Allen, al (500) días juntos (2009), de Marc Webb. Ni tan siquiera poseen el efecto cómico deseado los entresijos familiares protagonistas, donde el director pierde pulso y deja florecer un desagradable gusto por lo grotesco y lo chabacano en detrimento del más que necesario costumbrismo, lo que invalida su más que patente reminiscencia al cine de Wes Anderson.


De este modo, al director le sale finalmente una película coja, donde lo único que verdaderamente funciona es la parte dramática de la propuesta, precisamente por su contrastado saber hacer en lo que a la expresión de las emociones se refiere. En esos momentos, donde se imponen los sentimientos y se nos hace un perceptible nudo en la garganta es cuando La gran familia española echa a volar y adquiere la categoría de gran película con la que tanto nos la han venido vendiendo. Pero no son los únicos, posee una especial fuerza la secuencia de la confesión por parte de los jóvenes novios, montada en montaje paralelo de descacharrante alcance cómico o la inspirada encadenación de planos tras el triunfal gol de Iniesta en el Mundial 2010 que sirve como agente externo y catalizador del drama personal de los protagonistas. Es también en esos momentos cuando más defraudados nos sentimos, al comprobar el potencial de un director y guionista que comienza a dar signos de falta de inspiración, incapaz de redondear como él bien sabe un argumento con bastante y muy buena chicha como este y donde deja entrar desde variopintos y rancios clichés sobre el cine de, para y con adolescentes, hasta incluso una subtrama poco justificada y altamente desaforada como la del robo. Imperdonables desajustes para un director que con su cuarta obra debía estar ya por encima de tales ínfulas más propias de un novel.


Pero a Sánchez Arévalo le salvan el cuello, en parte, un plantel de actores en perpetuo estado de gracia, como viene siendo norma en su cine desde aquél estupendo debut que fue AzulOscuroCasiNegro (2006). Desde el siempre ajustado Antonio de la Torre hasta un contenido Quim Gutiérrez, pasando por una magnífica (como es norma) Verónica Echegui o el concurso de un ya otoñal pero admirable Héctor Colomé, no se le pueden poner casi peros al trabajo coral interpretativo de una película que, por fortuna, sabe ponerse al servicio de sus intérpretes y dejarles aire y espacio para trabajar. Esto se nota especialmente en el descubrimiento de la cinta, con permiso de un competente Patrick Criado: el actor teatral Miquel Fernández, que se alza pronto como lo mejor de la película gracias a un matizado, preciso y pormenorizado retrato de su personaje, de sus neuras y sus traumas, acertando hasta el más mínimo gesto en su exposición de las mismas. El que haya sido incluida dentro de las cuatro finalistas a representar a España en los próximos Oscar nos hace pensar en las muchas posibilidades que tiene La gran familia española entre las favoritas a los próximos Premios Goya, algo que parece sostenerse una vez vista la cinta más por su valor mediático que por sus virtudes intrínsecas, aunque si algo había de quedar, sin duda, que sea la revelación de Miquel Fernández.


Puntos fuertes a los Goya 2014:
- Mejor Película.
- Mejor Director: Daniel Sánchez Arévalo.
- Mejor Guión Original: Daniel Sánchez Arévalo.
- Mejor Actor Secundario: Antonio de la Torre.
- Mejor Actor Secundario: Héctor Colomé.
- Mejor Actriz Secundaria: Verónica Echegui.
- Mejor Actor Revelación: Miquel Fernández.
- Mejor Actor Revelación: Patrick Criado.
- Mejor Actriz Revelación: Arantxa Martí.
- Mejor Música Original: Josh Rouse.
- Mejor Fotografía: Juan Carlos Gómez
- Mejor Montaje: Nacho Ruiz Capillas.
- Mejor Sonido: Carlos Faruolo.

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