sábado, 19 de octubre de 2013

Barroso filma a (excelentes) actores en una película teatral.


Como si de una prolongación de aquel hermano caradura y filibustero al que daba vida con sobrada perfección Juanjo Puigcorbé en la estimulante ópera prima de Mariano Barroso Mi hermano del alma (1994), este Nacho, protagonista absoluto de Todas las mujeres, parece una vuelta de tuerca sobre el poder manipulador y defraudador del hombre en confrontación, en este caso, con la mujer y no precisamente por un ejercicio de poder, sino más bien por una falta de escrúpulos apabullante o, como ocurre en esta ocasión, por una falta de madurez alarmante que impide al "macho alfa" afrontar de cara y con todas sus consecuencias los problemas derivados de sus propios actos. Para la ocasión, Barroso ha condensado el material filmado como formato para una serie de televisión de seis episodios (para la TNT, bajo el mismo nombre, en 2010) y nos lo sirve ahora en pantalla grande, en una película dividida también en capítulos, y cuyo hilo conductor es la torpe búsqueda de ayuda de un hombre para sortear con el menor daño posible una condena de cárcel por un delito recién cometido.


En esta angustiada y desesperada odisea, Nacho recurre a todas las mujeres importantes en su vida para hallar el consejo adecuado y, algunas veces, algo más que eso, echando mano de su inquebrantable desfachatez para, a través de sutiles chantajes emocionales, lograr sus propósitos. El problema es la infravaloración del macho sobre la hembra y la feliz constatación de que éstas, seres más aventajados que el Nacho de la función, no se parecen ni por asomo a la Caperucita del cuento. De ahí surge el leit-motiv de un relato estricta e impunemente teatral, donde prima el diálogo sobre la acción, ésta última prácticamente inexistente. Teatral también por la utilización del (casi) espacio único donde se desarrolla la práctica totalidad de la trama, Todas las mujeres pone toda la carne en el asador en los duelos verbales que entabla el protagonista con cada una de las mujeres a las que acude en busca de auxilio. Pero por muy brillantes que estos puedan llegar a ser (según el caso) y por muy negro que pueda ser también el ligero humor que destilan algunas réplicas, no son pilares suficientes para sostener un producto cinematográfico.


Y es que la opción de puesta en escena escogida por el director se desentiende completamente de los fundamentos cinematográficos y se adhiere con autocomplaciencia a los parámetros de un 'teatro filmado', reposando toda la estructura de la película en el trabajo de los intérpretes con el texto, no aportando la cámara de Barroso absolutamente nada al transcurrir de la película. Con una fotografía de grano, debido a la escasa iluminación natural utilizada, y rodada con cámara al hombro, lo que aporta un componente incluso 'feísta' a toda la función, en Todas las mujeres se desprecia la técnica cinematográfica en favor de una servidumbre meramente funcional al trabajo de los intérpretes, lo que puede ser una opción más que segura dado el saber hacer de todo el elenco, pero que estando dirigida por quien lo está, en Todas las mujeres se nos antoja una pobre y acomodaticia elección que lo único que consigue es desaprovechar el alcance que podría haber tenido un texto como éste de haber sido filmado con algo más de ingenio y ambición por parte de su director.


En suma, habría que hablar de Todas las mujeres como una película fallida más del Cine Español del momento si no fuera porque, como mencionábamos en el párrafo anterior, la labor de prácticamente todo el elenco de la película eleva por encima de la media el resultado de este teatral artefacto, conducido con mano diestra, segura y fascinante por un Eduard Fernández en absoluto estado de gracia. El intérprete se permite el lujazo de pasearse sin tapujos por todos los vericuetos de su personaje, ahondando incluso en los más desagradables, y hacerlo además desde una sublime precisión, matizando y depurando hasta el extremo cada uno de los rasgos (físicos, psíquicos y emocionales) de su personaje, logrando que tan impresentable protagonista no solo nos resulte simpático sino que, para más inri, nos induzca a no poca compasión. Eso sí, en su pletórica exhibición interpretativa colabora el sugestivo juego dialéctico y la química mutante que logra establecer con todas sus oponentes. Desde una desconocida Lucía Quintana, en brevísima pero emotiva aparación, hasta una excelsa Nathalie Poza, en un trabajo cargado de fina ironía, el ramillete de actrices que pululan por la pantalla pone el listón bastante alto: María Morales aporta contundencia y severidad a la absurda pretensión de su oponente, Petra Martínez destila mala uva con una clase y elegancia desbordantes y Marta Larralde logra una agradecida naturalidad a pesar de lo impostado de algunos momentos que protagoniza. Sólo Michelle Jenner parece no encajar del todo, aunque más por falta de precisión en el dibujo de su personaje que por un error de interpretación.


Puntos fuertes a los Goya 2014:
- Mejor Guión Adaptado: Mariano Barroso y Alejandro Hernández.
- Mejor Actor: Eduard Fernández.
- Mejor Actriz Secundaria: Petra Martínez.
- Mejor Actriz Secundaria: Nathalie Poza.
- Mejor Actriz Secundaria: Marta Larralde.
- Mejor Actriz Revelación: María Morales.
- Mejor Montaje: Elsa Díaz Pirinoli y Pablo Mas Serrano.

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