martes, 4 de junio de 2013

El "come-back" más esperado se lo marca este viernes el "comisario" Tito Valverde.


El estreno este próximo viernes de la película 15 años y un día, de Gracia Querejeta, nos devuelve de la mejor manera posible a un grande de la actuación en nuestro país, después de permanecer alejado de la gran pantalla a lo largo de los últimos ocho años. En la piel de Max, un abuelo estricto, militar retirado, que tendrá que vérselas en el momento más plácido y cómodo de su vida con su nieto adolescente, al que tendrá que enderezar, Fernando 'Tito' Valverde parece posicionarse entre los favoritos indiscutibles para la todavía lejana temporada de premios, sobre todo después de sonar fuerte en las quinielas que le daban como indiscutible ganador del premio interpretativo del pasado Festival de Málaga, de donde la cinta salió victoriosa al conseguir cuatro galardones, entre ellos el premio a la mejor película. Un retorno al cine del todo anhelado por los incondicionales en una de las películas más esperadas del año. Tito Valverde es, indiscutiblemente, nuestra Estrella de la semana.

El bosque animado (1987).

Nacido en 1951 en Ávila, tras participar en un certamen de teatro, se incorporó al grupo teatral ARA de Málaga, dirigido por Ángeles Rubio Argüelles, fue así cómo dio sus primeros pasos sobre las tablas, abandonando en Madrid los estudios de aparejador por el arte dramático. Tras intervenir en unas cuantas obras de la mano de José Luis Alonso, como "El círculo de tiza caucasiano" o "Misericordia", debutó en la gran pantalla de la mano de Antonio Mercero en La guerra de papá (1977) y, tras unos escasos episódicos en dos títulos más, se fogueó como intérprete solvente también en algunas series de televisión como Ramón y Cajal (1982), Proceso a Mariana Pineda (1984), Tristeza de amor (1986) o Turno de oficio (1986), antes de volver al cine con un papel bastante destacado dentro de la mágica y coral El bosque animado (1987), de José Luis Cuerda, donde llevaba a cabo un trabajo formidable como ese pocero cojo que lleva por nombre Genaro, enamorado hasta las trancas de una vecina, y que bien hubiera podido llevarle a figurar entre los nominados al mejor actor secundario en la segunda edición de los Premios Goya. No obstante, este trabajo le prepara para una futura, aunque escalonada carrera cinematográfica. En los próximos años se decantó por la televisión, donde protagonizó series como Lorca: muerte de un poeta (1987), de Juan Antonio Bardem, donde encarnaba al mismísimo Luis Buñuel, o El mundo de Juan Lobón (1989), de Enrique Brasó.

Alas de mariposa (1991).

Su siguiente peldaño fílmico fue la estupenda Esquilache (1989), de Josefina Molina, en una corta intervención en un registro eminentemente duro y desagradable, a la que siguió otra en Amanece, que no es poco (1989), de nuevo a las órdenes de Cuerda. Saltando de manera equilibrada de las tablas a la pantalla, pequeña o grande, se inició en los noventa con un nuevo trabajo televisivo en la serie El obispo leproso (1990), antes de volver a ser reclamado por Josefina Molina para un breve papel en el rídiculo drama feminista Lo más natural (1990). Así, llegamos al año 1991 en el que la Unión de Actores inauguraba sus premios anuales y otorga el correspondiente a la mejor actuación secundaria de cine a Valverde por Alas de mariposa, la original e imprescindible ópera prima de Juanma Bajo Ulloa. Incomprensiblemente olvidado en los Goya, Tito Valverde se erigió gracias a su brillante composición en uno de los intérpretes de carácter más destacados del cine español del momento, algo que volvió a ponerse de manifiesto en Una estación de paso (1992), ópera prima también de Gracia Querejeta en la que tampoco resultaba muy difícil comerle la película al protagonista, un inexpresivo Omero Antonutti haciendo de Omero Antonutti.

Sombras en una batalla (1993).

Dotado de una poderosa y prominente voz se había labrado también una destacada trayectoria también como actor de doblaje -El Equipo A (1988), La chaqueta metálica (1989)-, que abandonó a principios de los noventa. Momento en el que para la tele intervino en la exitosa serie infantil Celia (1993), de José Luis Borau, antes de firmar el gran año de su trayectoria cinematográfica, que se inauguró con la llegada a los cines de la divertida comedia ¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo? (1993), de Manuel Gómez Pereira, protagonizando descacharrantes intervenciones como ese argelino homosexual, construyendo un jugoso juego cómico con la protagonista Verónica Forqué que, en cierta medida, anticipaba ya su posterior éxito conjunto en la televisión. Menos suerte tuvo al obtener su primer papel casi protagonista, donde a pesar de su esmerado trabajo, ni la calidad artística del producto final ni la distribución del debut detrás de las cámaras del actor Sancho Gracia, Huidos (1992) estuvieron a la altura necesaria. Algo similar le ocurrió también a El aliento del diablo (1993), de Paco Lucio, loable aunque poco conseguida ópera prima de clara inspiración bergmaniana. Todo lo contrario sucedió con Sombras en una batalla (1993), de Mario Camus, donde llevaba a cabo un trabajo secundario realmente espléndido y conmovedor en una de las mejores películas de aquélla temporada que, además, le consagró definitivamente en el panorama artístico nacional al ganar por su actuación un nuevo Premio de la Unión de Actores al mejor secundario de cine y, ahora sí, el correspodiente Goya.

Amor propio (1994).

Cabeza indiscutible desde ese momento de la fantástica liga de secundarios de lujo de nuestro cine, Valverde reforzó su asiduidad laboral para la gran pantalla con papeles en producciones de todo tipo: uno de los tantos filmes malditos con que cuenta el cine nacional de los 90, El día nunca, por la tarde (1994), de Julián Esteban; comedias eficaces destinadas al gran público, como Cómo ser infeliz y disfrutarlo (1994), de Enrique Urbizu, o Todos los hombres sois iguales (1994), de Gómez Pereira; un nuevo encuentro con Camus y la Forqué en el desapercibido drama Amor propio (1994); o en uno de los títulos más ambiciosos del cine español del momento, La ley de la frontera (1995), de Adolfo Aristarain. Estos trabajos precedieron a su eclosión como auténtica estrella de la pequeña pantalla gracias al éxito de la serie Pepa y Pepe (1995), de Manuel Iborra, popularidad que intensificó con las sucesivas La banda de Pérez (1997), de Ricardo Palacios y Josetxo San Mateo, y, sobre todo, la versión televisiva del éxito cinematográfico Todos los hombres sois iguales (1996-1998), de Jesús Font, ahora incorporando a uno de los tres divorciados protagonistas.

El grito en el cielo (1998).

La notoriedad a nivel popular que le granjearon sus continuados trabajos para la televisión, dejaron en segundo lugar mediático sus, por otro lado, contadas intervenciones para el cine. Claro, que tampoco su protagonismo en la ópera prima seudocómica Una piraña en el bidé (1996), de Carlos Pastor y José Picazo, merecía gran atención, igual que su intervención dentro del reparto coral de la alocada El grito en el cielo (1998), de Félix Sabroso y Dunia Ayaso. Entre una y otra, Valverde regresó al cine de Mario Camus para un pequeño papel en la exquisita El color de las nubes (1997). Fue entonces cuando llegó a la trayectoria del actor el papel del que será ya casi imposible separarle en la memoria colectiva del país: Gerardo Castilla, protagonista de El comisario (1999-2009), serie de Tele5 que le dio, entre otros un Premio de la Academia de la Televisión en el 2000 al mejor actor y nominaciones a los de la Unión de Actores en el 2000 y al TP de Oro en el 2003. La permanencia de la serie en horario de máxima audiencia a lo largo de diez años, aparte de no dejar lugar a dudas de la repercusión estelar alcanzada por el intérprete, le alejó casi por completo de emprender cualquier otro proyecto interpretativo delante de una cámara.

El comisario (TV) (1999-2009).

Durante los diez años que El comisario permaneció en antena, Fernando Valverde sólo se prestó a dos puntuales y significativos empeños para el cine: un secundario bastante lucido en la comedia La gran vida (2000), de Antonio Cuadri, y una intervención meramente decorativa en la coral y ligera Reinas (2005), de nuevo volviendo al cine de Gómez Pereira. Ahora, cuatro años después de finiquitado su trabajo para la televisión, años que el intérprete ha permanecido inactivo tanto para la pequeña como la gran pantalla, Querejeta lo recupera para marcarse uno de los come backs más sonados del último cine español, en un personaje de clara inspiración en el comisario al que irremediablemente permanecerá ligada la imagen profesional de Tito Valverde. Esperemos que su trabajo en 15 años y un día no pase a la historia como un retorno aislado y nos devuelva una continuada actividad laboral de uno de los característicos más compactos y solventes de nuestro cine actual, merecedor de grandes gestas interpretativas y una gloria cinematográfica equiparable a la televisiva.

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