lunes, 20 de enero de 2014

"Casi inocentes" recupera para el cine la insondable mirada de Ana Fernández.


La echábamos de menos. Desaparecida de la gran pantalla en los últimos años, cuando en el curso pasado (2012) la encontramos incorporando un destacado papel secundario en Els nens salvatges (Los niños salvajes), de Patricia Ferreira, caímos en la cuenta del desaprovechamiento artístico al que la industria del cine nacional estaba sometiendo a una de las revelaciones más fructíferas habidas en nuestro cine con el cambio de siglo. Lanzada al estrellato cinematográfico de la noche a la mañana, cuando se acercaba ya a la peligrosa edad de los 40, Ana Fernández pudo sortear con relativa fortuna la habitual carencia de personajes de verdadera envergadura tan temida por las actrices en edad madura, repartiéndose con otras contadas compañeras el grueso de los papeles protagonistas del momento, ayudada, eso sí, por el concurso en su filmografía de directores de no poco prestigio. Sin embargo, la escasez de personajes femeninos relevantes en el cine español ha acabado cebándose también con ella, algo que la ópera prima Casi inocentes, de Papick Lozano, trata de paliar devolviéndonos a la actriz en papel protagonista.

Con Carlos Álvarez-Novoa, en Solas (1999).

Chica del tiempo en la televisión autonómica de Andalucía y mucho teatro ambulante con Federico García Lorca a rastras foguearon a esta mujer de penetrante mirada, rostro bello y preciosa voz (también trabajó como dobladora) antes de intervenir en salteados episodios de algunas series de televisión, hacer un papelito de lavandera en la versión para el cine del clásico de Lorca Yerma (1998), de Pilar Távora, y saltar a la primera línea de la producción nacional con su primer papel netamente protagonista: su alcohólica maltratada de Solas (1999), magistral y dolorosa ópera prima de Benito Zambrano. Un papel espeluznante que nos descubría a una actriz madura, completa y sumamente expresiva, que manifestaba un control absoluto de todos sus recursos interpretativos, evidenciando un enorme talento capaz de manifestar ante la gran pantalla, con delicada y aplastante fiereza, la trágica y desamparada naturaleza de la mujer mil veces pisoteada y vapuleada, en clara herencia de la heroína lorquiana, que la erigió en una de las intérpretes que mayor cantidad de premios y nominaciones acumalaría en aquella temporada: el Goya y el Premio de la Unión de Actores a la mejor actriz revelación (quedando finalista a este último también en la categoría principal), la Medalla del Círculo de Escritores Cinematográficos (CEC) a la mejor actriz secundaria, el Premio Francisco Rabal a la mejor actriz, compartido con su compañera de reparto, María Galiana, en la Semana del Cine Español de Murcia, y el de mejor actriz en el Festival Internacional de Cine de Bruselas.

Con Roberto Enríquez, en Sé quién eres (2000).

Daba comienzo así a una de las trayectorias cinematográficas más fulgurantes de las que se recuerdan en nuestro cine reciente. Auspiciada por tremendo aval interpretativo, Ana Fernández pasó de un curso al siguiente de ser una completa desconocida a intervenir y hasta liderar algunos de los proyectos más destacados de nuestra cinematografía. De este modo, el primer empeño cinematográfico de esta actriz tras su impresionante descubrimiento en Solas no podía deparar mejores augurios de cara a un sólido futuro cinematográfico. De nuevo a las órdenes de una debutante, en este caso Patricia Ferreira, Ana Fernández protagonizó Sé quién eres (2000), drama teñido de thriller psicológico que permitía a la recién nacida estrella quitarse de encima la temible sombra del encasillamiento en papeles de raza al que su impactante debut parecía predestinarla, interpretando desde una conveniente austeridad a la psiquiatra protagonista en un trabajo sobresaliente, que confirmaba que el Goya revelación ganado el año anterior había sido uno de los mejor empleados en la historia de estos premios.

Con Julia Gutiérrez Caba, en You're the One (Una historia de entonces) (2000).

Algo de lo que también daría buena cuenta su trabajo secundario en la nostálgica You're the One (Una historia de entonces) (2000), de José Luis Garci, con la Fernández en un predecible papel de criada que ella supo dotar de una dulzura y un empaque de ternura exquisitos, repartiéndose con envidiable desfachatez la atención del respetable frente a una inmensa Julia Gutiérrez Caba, ante la que perdería el Goya y la Medalla del CEC a la mejor secundaria del año a los que había vuelto a aspirar por segundo año consecutivo. Convertida ya en un rostro popular, también gracias a su participación en la serie Policías, en el corazón de la calle (2000), la actriz pasó a engrosar la nómina de actrices más reclamadas por la industria al año siguiente, que inauguraría con el estreno del fallido thriller Reflejos (2002), debut en la dirección de Miguel Ángel Vivas, al que seguiría la llamada de otro de los grandes, Pedro Almodóvar, que la reclutó para un pequeño papel en la magnífica Hable con ella (2002).

Con Alfredo Landa, en Historia de un beso (2002).

El notable thriller familiar En la ciudad sin límites (2002), de Antonio Hernández, dejó constancia de que también Ana Fernández podía responder convenientemente dentro de personajes con un gran poder de seducción, gracias al magnetismo y la clase que la intérprete podía desplegar con sólo el uso de su penetrante mirada. Quizás por ello consentimos también en Historia de un beso (2002), su reencuentro con Garci, ahora en un papel de heroína clásica, distinguida y elegante, con el que Fernández lograba superar el rancio academicismo sobre el que andaba construida toda la puesta en escena, logrando por ello sendas nominaciones al CEC y a los Goya en calidad de actriz protagonista. Un nuevo secundario en La soledad era esto (2002), de Sergio Renán, antecedió a su prestación particular al auge de las tv-movies autonómicas, protagonizando La Mari (2003), de Jesús Garay, para Canal Sur, sobre la emigración andaluza a Cataluña en los setenta, o Mónica (2003), de Eduard Cortés, sobre el acoso sexual en el ámbito laboral, roles que dieron fe de su condición de principal aportación femenina andaluza al star system patrio del momento.

Con Eva Cobo, en Pasos (2005).

Aunque pareció perder fuelle al protagonizar el desastroso debut en el largometraje del novelista Juan Madrid, el thriller policiaco Tánger (2004), regresó de nuevo a los brazos de su principal benefactor, con un pequeño papel en la coral Tiovivo c.1950 (2004), de Garci, y se hizo con el papel co-protagonista del tenso drama psicológico La promesa (2004), de Héctor Carré, donde a pesar de la prestancia de la actriz era casi imposible no claudicar frente al portentoso recital de Carmen Maura. La buena suerte no corrió de su lado al siguiente año, cuando presentó en Málaga el ambicioso y poco sustancial debut detrás de las cámaras del excelente actor Federico Luppi, Pasos (2005), donde la actriz daba de sí una interpretación desvaída y desorientada, en consonancia con la descuidada imprecisión de todo el filme. Algo similar puede achacarse también a Morir en San Hilario (2005), nueva y alicaída inmersión de la actriz Laura Mañá en el 'pseudo' realismo mágico latinoamericano, con Ana Fernández aportando ternura a una propuesta menos incisiva de lo que hubiéramos deseado.

Con Clara Segura y Pep Munné, en Sin tí (2006).

Menos mal que al año siguiente estrenó Amor en defensa propia (2006), de Rafa Russo, meritorio debut en clave de drama romántico con la actriz en una brillante actuación de esa mujer carcomida por los errores del pasado, que trata de darse una segunda oportunidad. Sin embargo, las virtudes de este trabajo quedaron pronto ensombrecidas cuando se visiona Sin ti (2006), de Ramón Masllorens. Fue a ella y no a otra a la que literalmente le robaron el premio a la mejor actriz en el Festival de Cine Español de Málaga. La actriz, astuta gata andaluza, sabía que en Lucía, el eje sobre el que se sustenta toda la película, podía encontrarse una estupenda oportunidad para demostrar todo lo que es capaz de hacer. No es extraño que Fernández se vuelque de lleno para dar entidad a cada poro de esa mujer aburguesada que, tras un estúpido accidente doméstico, se queda irremediablemente ciega logrando entonces “ver” el verdadero sentido de su existencia. Secuencias de un dramatismo desgarrador se entrecruzan a lo largo del metraje con otras más serenas y delicadas, desplegando Ana Fernández en todas ellas unas insuperables dotes interpretativas: alcanza un desmelenamiento ajustado e insoportablemente emotivo para en el plano o segundo siguiente dar paso a una contención dramática cargada de una intensidad tan eléctrica que no nos queda otra que quitarnos el sombrero ante la maestría con la que la intérprete maneja, hace y deshace, sus emociones. Olvidada a los Goya, fue nominada al menos a los ya extintos Premios de Cine de Barcelona.

Entre Adolfo Fernández y Lluís Soler, en Bienvenido a Farewell-Gutmann (2008).

Tras incorporar un simpático acento porteño a su pequeña intervención en la coproducción con Argentina, Pura sangre (2006), de Leo Ricciardi, recuperó el andaluz para dar vida a la tradicional y entusiasta madre de la mítica Lola Flores en el lastrado biopic Lola, la película (2007), de Miguel Hermoso, al mismo tiempo que daba lustre interpretativo secundando a un plantel de actores internacionales en la formalmente admirable producción de época El corazón de la tierra (2007), de Antonio Cuadri. Pronto se resarciría de empeños tan poco lucidos con el papel de una trepadora alta ejecutiva en la contundente y espléndida, por crítica y reflexiva, Bienvenido a Farewell-Gutmann (2008), de Xavi Puebla, otra nueva y espléndida demostración del talento de la actriz, que merecidamente fue recompensada con la Biznaga de Plata a la mejor actriz en el Festival de Málaga, además de con una nominación en la categoría protagonista a los Premios Gaudí.

Con Emilio Gutiérez Caba, en Vidas pequeñas (2010).

Desde tan perfecto despliegue, todos los proyectos en los que se ha involucrado la intérprete no han gozado de una distribución normalizada en nuestro país, como las coproducciones con Chile, Muñeca (2008), de Sebasitán Arrau, con Venezuela, Cuidado con lo que sueñas (2008), de Geyka Urdaneta, o con Argentina, Ni Dios, ni patrón ni marido (2009), de Laura Mañá, o Acorralados (2010), de Juan Carlos Desanzo. Ni siquiera la cien por cien española, la modesta cinta sobre historias cruzadas Vidas pequeñas (2010), de Enrique Gabriel, accedió a una vida comercial estándar, después de un complicado proceso de rodaje y de aguardar largos meses hasta alcanzar un limitado estreno en salas y todo ello contando con un elenco de prestigio: junto a Fernández, Emilio Gutiérrez Caba, Ángela Molina, Roberto EnríquezAsunción Balaguer, Francisco Boira y Alicia Borrachero, entre otros.

Els nens salvatges (Los niños salvajes) (2012).

El mundo del cortometraje y las tablas han sido los ámbitos laborales en los que se ha desarrollado la labor de Ana Fernández en los últimos años, salvando su puntual regreso el año pasado en Los niños salvajes, de Ferreira, en un trabajo verdaderamente emocionante como esa abnegada madre trabajadora que nos recordó con no poca pesadumbre el abandono cinematográfico que padecía y la pérdida considerable de categoría estelar sufrida en tan poco tiempo, pasando de ser una de las intérpretes más reclamadas (para desempeñar, además, labores de protagonista) por la producción de primera a fila a ingresar en la lista de ilustres secundarias, con tan pocos años de diferencia. Actualmente en fase de post-producción,  Ana Fernández tiene para ofrecernos un nuevo secundario en Purgatoriothriller con el que debutará Pau Teixidor, uno de los más sugestivos filmes previstos para este 2014. Mientras llega ese momento, Casi inocentes, el drama familiar de tensa atmósfera con el debuta en el largometraje la habitual diseñadora de producción Papick Lozano, rodado en 2012 y que ahora se estrena en salas, nos la devuelve en calidad de protagonista femenina justo a tiempo para no olvidar la profesionalidad y la meticulosa garra interpretativa de una de las más aventajadas intérpretes que han pasado por nuestro cine.

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